La historia del automovilismo mexicano no se entiende sin dos personajes clave: Pedro y Ricardo Rodríguez, entrañables hermanos y apasionados de la velocidad como muy pocos, quienes en un periodo muy corto de tiempo lograron despertar la euforia por el deporte motor en el país y ganarse el cariño de la afición por su destreza y carisma detrás del volante.
Impulsados principalmente por su acaudalado padre, Pedro Natalio Rodríguez, ambos se convirtieron en leyendas gracias a su extraordinaria habilidad, sus resultados, la expectativa que generaban y lamentablemente, también por sus trágicas muertes.
Pedro Rodríguez era el mayor de los hermanos, nació un 18 de enero de 1940 en la Ciudad de México, dos años antes que su hermano menor, Ricardo, por lo que crecieron juntos bajo la pasión por la velocidad inculcada por su padre, empresario y hombre de poder dentro del país.
Ambos empezaron a relacionarse con la competencia mediante el ciclismo e incluso Pedro ganó campeonatos nacionales sobre dos ruedas con apenas 10 años. Posteriormente empezaron a involucrarse con los motores y bajo el apoyo financiero de su padre, comenzaron a competir con autos como Porsche y Ferrari.
Con apenas 17 años, Pedro realizó su debut oficial de manera internacional a bordo de un Ferrari 500TR en las Bahamas. En ese mismo año, 1957, su hermano Ricardo hizo lo propio al mando de un Porsche RS en Riverside, donde comenzaría su muy breve carrera profesional como piloto de automóviles.
Tras resultados positivos y con bastante poder de convocatoria en el extranjero a una muy corta edad, en 1958 los Hermanos Rodríguez intentaron algo insólito: inscribirse en las 24 horas de Le Mans dentro del mismo equipo; sin embargo, debido a que Ricardo no cumplía con la mayoría de edad, el permiso fue rechazado, pero sirvió para que Pedro compitiera en su primera carrera legendaria.
Desde aquel momento, el mayor de los hermanos correría durante 14 años consecutivos las 24 horas de Le Mans, tiempo en el que incluso obtuvo una victoria histórica en 1968, cuando ganó la competencia a bordo de un icónico Ford GT40 y bajo los particulares colores que portaba el equipo JW-Gulf.
Entre los logros más destacados de Pedro, destacan sus triunfos en las 3 horas de Daytona 1963 y en los 2000 kilómetros de Daytona 1964, a bordo de un Ferrari 250 GTO y con apenas 24 años. Además, obtuvo dos campeonatos consecutivos de pilotos y constructores al mando de un Porsche 917 en el Campeonato Mundial de Resistencia.
El legado de Pedro se extendió hasta la Fórmula 1, donde consiguió siete podios con dos victorias incluidas, por lo que se convirtió en el primer mexicano en ganar dentro de la categoría a pesar de solo disputar dos temporadas completas.
En términos generales, Pedro Rodríguez fue reconocido como uno de los pilotos más completos de la época, al correr también en Nascar, Rallies, CanAm e incluso competencias sobre hielo. Fue apodado como El Ojos de Gato dentro de la Fórmula 1 por su extraordinaria habilidad para correr bajo la lluvia y se ganó el reconocimiento del mundo entero por su habilidad, hasta que en 1971, a los 31 años, falleció en un accidente fulminante en Alemania.
Concretamente ocurrió un 11 de julio durante las 200 millas de Norisring, en Núremberg, Alemania. La carrera era parte de la Interserie para máquinas Sport y manejaba un Ferrari 512M, mismo que perdió un neumático durante la competencia y se estrello contra un guardarraíl. Tras ser embestido por el finlandés Leo Kinnunen, su auto se prendió en llamas y perdió la vida.
Aquel trágico suceso fue la segunda muerte que padecía la familia Rodríguez a causa del automovilismo, pues nueve años antes en el circuito de la Magdalena Mixhuca, su hermano menor, Ricardo, falleció en las prácticas libres de una carrera no puntuable de Fórmula 1, justo en la polémica y peligrosa curva peraltada del autódromo.
Aquella era la primera exhibición de la categoría en México y Ricardo ya era un piloto de Ferrari, aunque su muerte se dio a bordo de un Lotus-Climax con un permiso especial por parte de la escudería italiana.
Ricardo Rodríguez es el único mexicano en la historia que ha conducido un monoplaza de la Scuderia Ferrari dentro de la Fórmula 1 y en su momento fue el más joven en comenzar una carrera dentro de la categoría, al hacerlo con 19 años el Gran Premio de Italia 1961.
El menor de los Hermanos Rodríguez portaba una gran cantidad de expectativa por su futuro como piloto. Estaba llamado a convertirse en un campeón del mundo de Fórmula 1 al mando de Ferrari y es recordado por su habilidad al volante con tan poca experiencia, ya que también disputó las 24 horas de LeMans junto a su hermano, corrió en Daytona e incluso ganó la histórica Targa Florio en Italia a bordo de un Ferrari Dino 246SP.
Su trágica y repentina muerte con apenas 20 años fue un duro golpe para el automovilismo mexicano, para su familia y por supuesto para su hermano Pedro, quien amagó con retirarse tras el suceso; sin embargo, regresó en el objetivo de hacer historia con la bandera de México en el casco y consiguió resultados que lo pusieron en lo más alto del automovilismo.
En 1972 y en honor a los Hermanos Rodríguez, lo que antes se llamaba circuito de la Magdalena Mixhuca pasó a portar el apellido de los dos pilotos que hicieron historia en el automovilismo mexicano. Los primeros en obtener resultados destacados en competencias internacionales y que perdieron la vida de manera súbita detrás del volante.
Este apellido también lleva dentro a su padre, Pedro Natalio Rodríguez Quijada, quien influyó drásticamente en la construcción y diseño del autódromo en comunicación con el presidente Adolfo López Mateos. Su pasión por el automovilismo lo llevó a inspirarse en el autódromo de Monza, en Italia, junto a su particular y extinta peraltada.
La influencia de la familia Rodríguez en el automovilismo mexicano quedó plasmada con su apellido en el autódromo más importante del país, donde se han disputado más de 20 carreras de Fórmula 1 y que ha sido escenario de múltiples competencias de relevancia mundial.
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