“Por haber contraído el virus HIV, tendré que retirarme de los Lakers, a partir de hoy…”. Aquel 7 de noviembre de 1991 una simple y lapidaria frase alcanzó para shockear al mundo, para inundar de estupor y tristeza a millones de personas. De repente, no había más Magic… Ni más magia. El deportista de la sonrisa amplia, del carisma inagotable y del show dentro de la cancha se iba de su mítico equipo y de la NBA. Sí, Earvin Johnson dejaba de jugar al básquet… Impensado. De repente, ya no era más jugador ese cautivante base que había cambiado el juego con su estilo único, el atleta que había potenciado el deporte, la superestrella que había vendido la NBA a todo el planeta, el ganador que había logrado cinco anillos en menos de 10 años, el ídolo que todos –hasta los rivales- querían... Así, sin imaginarse, de un momento a otro, Magic dejaba el deporte siendo todavía un jugador dominante, cuando hacía apenas meses que había disputado su novena final de la NBA. Devastador. Para él, para todos. Uno de los días más tristes de la historia del deporte mundial.
Un golpe mundial porque no sólo se trataba de quién se retiraba –lo que no era poco- sino por qué lo hacía. Aquella mañana, hace exactamente 30 años, Johnson admitió que dejaba de jugar por tener un padecimiento que, en aquel momento, por desconocimiento, era asociado a la homosexualidad, a las drogas, a la muerte… Una enfermedad joven que oficialmente había surgido diez años antes de aquel anuncio y que, en esa época, arrasaba a las minorías y por eso se había convertido en un bastión de la discriminación y de los peores pensamientos. “Básicamente, en ese momento, tener SIDA era sinónimo de muerte, por eso me apuré a aclarar que tenía el virus pero no la enfermedad y que pensaba vivir muchos años más”, comentó Magic tiempo después sobre aquel discurso corto pero impactante que dio, ya sin la sonrisa que siempre lo había acompañado. Claro, en ese instante, la noticia era demasiado fuerte como para pensar en positivo. Aquella corta conferencia de prensa que imprevistamente dio el jugador en el estadio del Forum de Inglewood cambió el semblante y el estado de ánimo de millones de personas, nadie podía creer que Magic tuviera esa afección, que aquel día nos dejaban el ídolo que se divertía y nos divertía con una pelota en la cancha…
Parecía mentira pero era verdad y en esta nota brotan los detalles de cómo se enteró, la forma que lo impactó, cuáles fueron sus primeras decisiones, las reacciones de sus seres queridos, allegados y rivales, la forma en que trató la enfermedad, cómo fue aquel regreso a la cancha con el Dream Team y luego a la NBA en 1996, pero lo más importante es el mensaje que deja su caso. Infobae habló con Pedro Cahn, nuestro prestigioso médico que fue el pionero de la lucha contra el HIV en nuestro país, cuando el primer caso llegó en 1982. Infectólogo fundador de la Fundación Huésped, Cahn recordó el caso de Magic y el contexto médico y social de aquella época, analizó lo que su anuncio público aportó a nivel mundial -en especial para combatir la discriminación y estigmatización que genera la enfermedad-, contó sobre cómo evolucionó el tratamiento hasta lograr que personas como Magic sigan con una vida saludable luego de tres décadas con el virus, y cuál es la situación actual, en el país y en el mundo.
Johnson se había enterado casi de casualidad, dos semanas antes al anuncio, el 24 de octubre de 1991. Jerry Buss, dueño de los Lakers, quería sumar un bono de tres millones de dólares al contrato del jugador, que había quedado desactualizado. Y, para eso, más que nada por el seguro que tiene cada acuerdo, se requirieron análisis de rutina. Claro, nadie pensó que los resultados no darían bien. A Lon Rosen, agente de Magic, lo llamaron los médicos a principios de octubre para alertarlo y pedirle hablar con el jugador. Pero, claro, Magic estaba a punto de viajar a París para disputar el Open McDonald’s y todo quedó para más adelante. Era demasiada fuerte la noticia, había que pensar cómo avanzar y contarle al jugador. Tras los triunfos ante el Limoges francés (132-101) y el Joventut de Badalona (116-114), los Lakers volvieron a Estados Unidos, el 21 de octubre y, con Magic en el equipo, se dirigieron a Salt Lake City para un amistoso. Era plena pretemporada y se venía una campaña…
Fue cuando Michael Mellman, jefe del servicio médico de los Lakers, entendió que no se podía esperar más y le anunció por teléfono sobre el resultado de aquel test de sangre. “Earvin, tengo que comunicarte que tienes HIV”, le dijo. El silencio ganó la comunicación. La primera reacción fue de consternación y la segunda de tristeza, mezclada con incertidumbre. Pero enseguida, admitiría Magic, más que su propia salud, lo primero que se le vino a la mente fue su esposa, con quien estaba en pareja desde los 14 años y con quien esperaba su primer hijo, desde hacía pocas semanas. “Jugué contra los mejores entre los mejores, como Michael (Jordan) y Larry (Bird). Y siempre pensé que había sido lo más difícil que me había tocado en la vida. Pero estar viajando a casa para decirle a mi esposa Cookie que tenía VIH, eso fue realmente el momento más duro”, reconocería años después. El momento fue desgarrador, según el jugador. “Ambos caímos de rodillas y empezamos a llorar”, admitió.
-Magic: Entiendo si quieres dejarme, si quieres el divorcio.
-Cookie: ¿Es un chiste? ¿Estás loco? Claro que no, yo te amo.
Mostrando su entereza y el amor por su marido, Cookie le resolvió el primer problema: le aseguró que lo acompañaría y apoyaría en todo, pese a tener claro que la promiscuidad era el principal culpable de la nueva realidad familiar. El segundo tuvo que ver con la suerte y la ciencia. Un análisis, pocos días después, determinó que ni ella ni el bebé en su vientre eran portadores del virus, lo que generó un enorme alivio en la familia.
Lo que vino después no fue menos traumático. Magic recurrió al doctor David Ho, experto en HIV, quien confirmó el resultado y le recomendó que dejara el básquet, confirmando el miedo que tenía el jugador. También le prescribió AZT, un medicamento con efectos secundarios que era el único conocido en aquella época. Fueron días difíciles para él, quien no podía dejar su rutina de ir al gimnasio y tirar al aro, mientras pensaba cómo afrontar la parte más compleja: contarles a compañeros, rivales y al mundo entero, que tenía el virus. Hasta ese momento solo un puñado lo sabía: sus padres y los de Cookie, tres ejecutivos de los Lakers (Jerry Buss, Jerry West y Mitch Kupchak) y David Stern, el comisionado de la NBA.
La estrella, entonces, confeccionó una lista de personas a las que quería contarles: Pat Riley, su confidente y todavía amigo Isiah Thomas, y sus históricos compañeros, Byron Scott, Michael Cooper, Kurt Rambis y Kareem Abdul-Jabbar. “Le voy a ganar también a esta enfermedad”, le dejó claro a Scott. Byron lo miró con alguna incredulidad, admitiría Johnson tiempo después. “Yo le dije que lo sabía, pero en realidad no le creía. Por lo que yo sabía de la enfermedad en ese momento, Magic estaba condenado a la pena de muerte”, reconoció Scott. Esa era la entereza que tenía Magic. Lejos de estar abatido, mostraba determinación. “Cuando Dios decidió darme esta enfermedad, lo hizo con la persona correcta. Voy a hacer algo grande con esto, le voy a ganar”, le dijo a Gary Vitti, trainer de los Lakers y amigo personal. Así fue con todos. Cuando se lo dijo a Jordan, Michael estaba manejando y tuvo que parar al costado de la carretera. No podía parar de transpirar y sintió que se iba a desmayar. Algo parecido le sucedió a Larry Bird, su especial y más encumbrado adversario. Justamente Magic quiso que el alero de Boston fuera uno de los primeros en saberlo y le pidió a su agente que lo llamara para que no se enterara por la prensa. Lon Rosen llamó, apenas horas antes del anuncio público, y lo atendió Dinah, mujer de Bird, quien sólo atinó a su esposo que se trataba de una comunicación urgente…
-Larry, me voy a limitar a contártelo, porque no tenemos mucho tiempo. Magic tiene el virus HIV. Esta tarde anunciará su retiro. Y él quería que lo supieses antes de que lo hiciese público.
El impacto fue tan grande que Bird tuvo que apoyarse en la pared para no caerse. Y, shockeado, no pudo evitar llamar inmediatamente a Magic, quien si estaba asustado, lo disimuló de forma maestra…
-Todo va a ir bien, Larry. Voy a darle pelea a esto, quedate tranquilo. Voy a vivir. Y si muero, lo haré feliz…
A Bird no le alcanzaron las palabras de su amigo-rival. No pudo reaccionar. Conmocionado, sólo pensó: “¿Cómo puede ser que él me anime a mí? Debería ser al revés…”. Pero, claro, internamente no podía con la noticia. Y en ese momento, confesó tiempo después, le cayó una ficha. Se dio cuenta de lo poco que importaban las innumerables batallas deportivas que habían tenido y que, en muchos casos, lo habían dejado sin dormir, por los efectos colaterales de las derrotas. Pero ahora era otra cosa, todo tenía demasiado poco valor cuando se imaginó lo peor…
-Dios mío. Magic se va a morir.
Cuando Larry se lo dijo a su esposa, pensó lo que tantos otros, desconocedores de la enfermedad y de los riesgos de aquel virus. Así, compungido, casi vacío, fue a jugar. Apenas sumó 17 puntos, nueve rebotes y seis asistencias ante los Hawks. No fue el de siempre, perdió cuatro pelotas y se lo notó ausente. Su cuerpo estaba ahí, con sus talentos, pero no su espíritu ni su alma. Previo a la conferencia de prensa, Magic pasó por el vestuario de los Lakers y se los anunció a sus compañeros, en una escena que los presentes aseguran que nunca olvidarán. Muchos ya lo sabían, pero igual quedaron consternados y rompieron en llanto. Una imagen se repitió: Magic, poniendo la mano en la cabeza de cada, intentando calmarlos y darles fuerza. Para Johnson, según confesó, resultó uno de los momentos más difíciles y emotivos de aquel proceso de confesar la enfermedad.
Con las fuerzas que le quedaban, Magic dio la conferencia de prensa de anuncio (momento mundialmente conocido como The Announcement), sin terminar de dimensionar el impacto. “Yo no sabía que iba ser transmitida en vivo nacionalmente por CNN e ESPN ni lo que generaría. Me estuvieron llamando desde todo el país diciendo que se haría los exámenes de HIV y en los días sucesivos, cuando observé la cobertura de los medios sobre mi caso, noté que decían que millones de personas fueron a hospitales y clínicas alrededor del país pidiendo lo mismo. Y el que no fue, llamó. Las líneas de atención no fueron capaces de atender a todas las llamadas. También leía que la venta de preservativos había crecido exponencialmente, lo mismo que la donación para la lucha contra el SIDA. Fue cuando me di cuenta que mi mensaje había sido escuchado, que el hablar había valido la pena”, analizó años después.
Magic lo decía sin decirlo: si le había pasado a él, a cualquier le podía pasar. El cuidarse y el prevenir habían entrado en la agenda como nunca antes. Por eso, lejos de quedarse en su casa, asimiló rápido que no podía hacer nada contra el diagnóstico y se dedicó a luchar contra la enfermedad. Al día siguiente del anuncio fue al show del presentador de televisión Arsenio Hall, un amigo cercano. Allí recibió una larga ovación de pie del público y también tuvo su primera y casi única polémica por la enfermedad, al declarar que no era homosexual. La comunidad gay se vio afectada por sus declaraciones y vio una oportunidad perdida de dar visibilidad a la enfermedad y dejar claro que afectaba a todo el mundo, sin estigmatizar por el camino a un sector de la población ya de por sí discriminado. Magic rectificó a los pocos días y decidió abrazar la causa y luchar junto a los homosexuales contra ella en lugar de apartarse. El tema de la promiscuidad también entró en el debate porque Magic era el ejemplo vivo de que los heterosexuales podían contraer la enfermedad, lo cual causó un gran revuelo dentro de la propia NBA, ámbito propicio para todo tipo de situaciones sexuales e infidelidades.
El anuncio no estuvo exento de polémicas. En 1992, una ex pareja ocasional de Magic llamada Waymer Moore lo demandó legalmente, alegando que le había transmitido el virus, puntualizando una fecha, junio de 1990. La mujer aseguró que el jugador sabía que tenía la enfermedad mucho antes del anuncio público y que, supuestamente, le escribió una carta contándole la mala noticia. La teoría fue alimentada por rumores periodísticos que ventilaron que Magic se habría contagiado en alguna de las salvajes fiestas sexuales que Eddie Murphy organizaba en su mansión, donde “muchas veces había prostitutas transexuales”, según Moore. Lo cierto es que el caso llegó a la Justicia y fue cerrado, de mutuo acuerdo, en 1993, conociéndose que Magic tuvo que pagar una compensación económica para tal fin.
Johnson se hizo famoso por una habitual promiscuidad que él mismo admitiría. Por ejemplo, cuando confesó haber tenido sexo con más de 1000 mujeres y con varias a la vez. “Las mujeres tienen fantasías distintas, Algunas quieren estar con 2 o 3 hombres a la vez. Una vez yo estuve con seis en una misma cama. Así era mi vida. Me divertía. Disfruté de mis fantasías y cumplí las de muchas… Pero pagué por ello”, admitió años después de superar aquel trauma de ser HIV positivo.
Tal vez por eso trabajó activamente para informar y recaudar fondos para pelear contra ese enemigo silencioso. Para eso fue clave ya reunión con la activista Elizabeth Glaser, quien le hizo terminar de entender que su propósito en la vida había cambiado. “Ella me hizo prometer antes de morir que yo me convertiría en el rostro de la enfermedad y realmente saldría y ayudaría a la gente y la educaría sobre ella”, reconoció. Primero, el ex base se hizo parte de una Comisión Nacional sobre el SIDA pero George Bush padre, el presidente, luego de calificar a Magic como un “héroe”, ignoró y no cumplió su promesa de financiar esa lucha. “Fue la peor cosa en la que me he metido”, admitió Johnson, quien terminó creando su propia fundación, la cual recibió generosas donaciones de, entre otros, Jack Nicholson, fan incondicional de la franquicia angelina. De hecho, la AIDS Healthcare Foundation lo honró por su activismo con el Premio Mágico del Día Mundial del SIDA inaugural. “Llevo casi dos décadas sin jugar y ahora, cuando la gente se me acerca, nunca se trata de básquet. Me preguntan más por el HIV y la lucha en el mundo”, aseguró.
Magic, pese a todo, nunca dejó de entrenarse y de repetir su rutina de ir a lanzar al aro, siempre apartado del equipo, claro. Hasta que, con el correr de los meses, el mayor conocimiento de la enfermedad empezó a abrigar una esperanza: que el base volviera a jugar. Aunque sea en un partido… Y así fue que, de repente, la votación popular para el All Star determinó que tuviera un lugar entre los mejores 24 jugadores de la NBA. La gente hizo caso omiso a que Johnson estaba retirado y lo eligió igual. La NBA, siempre una organización de avanzada, le consultó si querría jugar. Y él aceptó. Aceptó pese a que no todos sus colegas estuvieran de acuerdo. Se recuerda, por caso, a Karl Malone, un tremendo jugador pero con algunas acciones y pensamientos bastante polémicos, que dijo en público lo que otros comentaron en privado. “¿Cómo lo vamos a defender? Todos tendremos miedo al contacto”, soltó. Isiah Thomas, íntimo amigo de Magic hasta ese momento, fue más allá, al comentar por lo bajo que había contraído el virus por ser gay. Un comentario del que Johnson se enteró –y que Thomas negó años después- y quebró la amistad. Hasta que hace cuatro años ambos se sentaron frente a frente para una nota con ESPN y se perdonaron todo. El abrazo, con llanto de por medio, fue uno de los momentos más emotivos de la NBA en los últimos años.
Pero, claro, era una época difícil, de prejuicios y desconocimiento. Incluso varios propietarios expresaron sus preocupaciones sobre el regreso de Magic al parquet. Pero la NBA, puntualmente David Stern, no iba a abandonar a Magic, al líder de la revolución NBA por el mundo. Organizó reuniones médicas con cada uno de los equipos, donde los especialistas les explicaron a los jugadores cuáles era los riesgos (bajo o nulos) e implementó un rígido protocolo que llega hasta nuestros días, incluyendo el uso de guantes por parte de los médicos o traumatólogos. “David Stern fue parte importante de esta historia. Cuando yo hice el anuncio había gente que pensaba que podía contagiarse el virus dándome la mano. Y cuando él me pidió jugar el All Star y el Dream Team, fuimos capaces de cambiar el mundo”, elogió Johnson hablando del comisionado que, en muchos temas, fue un adelantado que ayudó a llevar la competencia a otro nivel.
No sólo Magic jugó aquel mítico All Star en Orlando, sino que impactó cómo hizo... Tim Hardaway le cedió su lugar como titular y, pese a la inactividad de varios meses, Johnson demostró que la magia estaba intacta. En total fueron 25 puntos y nueve asistencias, en apenas 29 minutos, cerrando el partido con un triple, como poniendo un moño a una “película” digna de Hollywood que, además, mereció el MVP del evento, tras el triunfo del Oeste sobre el Este por 153-113. En el final, todos los jugadores le rindieron reverencia al ídolo y referente de una década. Aquel partido proveyó información, destrabó pensamientos y le abrió la puerta a una historia aún más soñada, su presencia en el Dream Team que ganaría el oro en Barcelona. Sí, Magic fue la frutilla del postre para ensamblar el mejor equipo de todos los tiempos. De cualquier deporte, que daría show y arrasaría en aquella cita olímpica, generando un nuevo boom mundial por el básquet. Luego, sí, decidió volver al retiro, pero no para siempre…
Tres años y medio después le volvió a picar el bichito y un 30 de enero de 1996 volvió. Con varios kilos de más, en otra posición (como ala pivote), pero con la misma calidad y magia en sus manos y en su cabeza. Y, claro, con la misma sonrisa que nos había enamorada. Debutó contra Golden State en un equipo que había ganado 24 de 44 partidos y se destacó, quedándose muy cerca de un triple doble (19 puntos, 10 asistencias y 8 rebotes). Una locura para semejante inactividad. En esa segunda mitad de temporada, jugó 32 partidos, promediando 14.6 tantos, 6.9 pases y 5.7 recobres en 30 minutos. Los Lakers terminaron con marca de 53-29, pero cayeron 3-1 en primera ronda ante los Rockets de Houston de Olajuwon y Drexler que era los reinantes bicampeones de la NBA. Con 36 años, Magic se dio cuenta que era el momento de decir adiós. Para siempre, sabiendo que el legado, dentro y fuera de la cancha, ya estaba cimentado.
Pedro Cahn, médico infectólogo que fue pionero en la lucha contra la enfermedad en –y desde- nuestro país, desde el ámbito científico y hasta desde los medios para informar a la población, atendió a Infobae para hablar justamente del caso Johnson, de cómo ayudó en un contexto complejo como aquel de hace 30 años y, de paso, nos brindó un panorama de cómo sigue la enfermedad en Argentina y el mundo. “Recuerdo muy bien lo de Magic, el shock que generó, su valentía al contarlo y lo que significó en aquella época. Tuvo un enorme valor porque se trató de un caso testigo que sirvió como demostración de lo que veníamos diciendo, la comunidad científica y los pacientes que estaban en la lucha contra el Sida: que esta enfermedad no elige, no distingue, no discrimina, que quienes lo hacemos nosotros, las personas”, arrancó diciendo.
Cahn describió el contexto de aquellos años. “En ese momento tener HIV remitía a dos estereotipos de personas: eras un usuario de drogas o un chico que tenía sexo con otros chicos. Y en ese caso que un jugador de básquet, uno de los mejores de la historia, lo comunicara -e incluso volviera a jugar en el alto rendimiento- dio varios mensajes positivos. Primero, el hablar públicamente de la enfermedad, no autoaislarse, autoflagelarse, no avergonzarse por tener HIV. Por tener el virus es como ser diabético o epiléptico. Es una enfermedad más… Segundo, el confrontar la enfermedad con un tratamiento adecuado, en su caso con el plus de ser una persona con mayor exigencia de lo normal, dejando claro que es mentira que el HIV necesariamente lleva al deterioro físico o a la muerte, siempre y cuando sea con diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado. Se puede llevar una vida prácticamente normal. Está claro que lo de Magic y su valentía fue una contribución que fue más allá, incluso de lo que el mismo Magic imaginaba”, analizó el prestigioso profesional.
Los primeros casos de HIV se conocieron en 1981, en Los Ángeles, aunque la enfermedad tomó otra popularidad en 1985, con la muerte del famoso actor Rock Hudson. Sin embargo, en 1991, cuando lo anunció Magic, a nivel mundial se sabía poco, todavía parecía que era de una enfermedad de gays, incluso algunos medios la llamaban la Peste Rosa. Cahn asintió y contó lo que aún pasa hoy, pese a los avances. “El día de hoy, estando en el 2021, tengo pacientes que son clandestinos, que tienen cobertura de prepaga, pero prefieren pagarse ellos el tratamiento para no aparecer en ninguna lista. Pese a que se les explica que esto se hace en forma codificada, que en la historia clínica no figura el nombre y apellido sino una serie de números y letras, no quieren saber nada. Hombres y hasta mujeres que sienten vergüenza y, por las dudas, no quieren estar registrados… Todo pese a que en todos estos años no ha habido un caso de filtración. Entonces quiero aprovechar esta nota para decirles a los infectados y sus familias que no se autoestigmaticen, no se escondan, que el contagiado tiene una infección como otras, como el COVID”, aseguró.
-¿Por qué pasa esto con el HIV, 30 años después?
-Por cómo nació esta enfermedad… Si bien los primeros casos remiten a 1930 y 1940, en Africa, la enfermedad tomó popularidad a partir de 1981, cuando aparecieron los primeros casos de personas abc1 de Occidente, puntualmente en la costa oeste de Estados Unidos, gente blanca, de clase alta... Y eso descolocó a muchos, porque parecía una enfermedad de minorías. Incluso se le decía el Club de 4 Haches por Homosexuales, Heroinómanos, Hemofílicos y Haitianos… Pero, de repente, pasaba que no eras haitiano y lo tenías. No eras gay y lo tenías… Y la gente se fue dando cuenta. Pero costó, hay que imaginarse que a los niños nacidos con HIV se los llama “víctimas inocentes”, lo que por decantación hablaba de “víctimas culpables”, como si lo fueran… Entonces, claro, de muchas maneras se estigmatizaba a los contagiados. Cuando una persona se enteraba de algún enfermo, preguntaba “¿dónde se lo pescó?”, cuando alguien se infarta y nadie pregunta “si era obeso, si fumaba o no hacía ejercicio”. De entrada esta enfermedad tuvo una mirada social distinta, discriminatoria. Por suerte, en la Argentina mejoró mucho esto, en la conciencia social y en la legislación, con la Ley de Identidad de Género, en la de Matrimonio Igualitario… En otros países no es así. En algunos la homosexualidad se pena con la muerte o la transmisión del HIV es un delito penal, incluso hablando de sexo consensuado.
-Hablando de nuestro país, ¿cómo fueron aquellos años en los que usted, como pionero, luchó desde lo médico, pero sobre todo para evitar la estigmatización y discriminación social?
-Y… Al principio fue muy difícil. En el Hospital Fernández vivimos situaciones muy complejas, se nos prohibía la internación de pacientes y nos pedían que los deriváramos al Muñiz. También nos quisieron impedir los consultorios externos y se llegó al punto de la desaparición de 400 historias clínicas. Recuerdo aquel lunes en el que el locker donde las teníamos apareció sin candado... Las quemaron para que nos fuéramos del hospital, así fue. Pero no lo consiguieron. Luego sucedió que se contagiaron empleados del hospital, familiares, la realidad cambió… Incluso me acuerdo cuando trasladaron a una mujer que iba a dar a luz y la recibieron con vestimenta como si tuviera Ébola, porque no se conocían bien los riesgos de infección. Yo la fui a ver y una empleada que estaba limpiando el piso me dijo “parece una persona normal”. Imaginate… Y yo le respondí “es una persona normal, la única diferencia es que tiene un análisis que refleja una infección en su cuerpo”. Así se pensaba en esa época, también por el discurso religioso de atemorización, hablando que los contagiados eran “pecadores”, “descarrilados”… Hubo que combatir mucho contra los prejuicios que había.
Hoy, 30 años después del anuncio, aún hay personas que se sorprenden con que Magic siga con vida y muestre un aspecto tan saludable en cada aparición pública. En aquella época, la expectativa de vida eran 10/12 años, pero el revolucionario tratamiento que apareció en 1996 y que, aseguran, Johnson tuvo acceso dos años antes, resultó clave. “Sí, es verdad, tuvo acceso a drogas experimentales, antes que se dieran al público general, pero no fue el único”, admitió el médico Spencer Lieb, hablando del “cóctel de medicamentos antirretrovirales” que tomó Magic. “Escucho a la gente decir de vez en cuando que tener VIH no debe ser tan malo, solo mira a Magic y lo bien que le está yendo. Tengo la bendición de que la medicina que tomo realmente funcionó bien con mi cuerpo. Pero no es así. Por suerte funciona así para mucha gente en el mundo”, contó.
-Doctor Cahn, ¿cómo explica científicamente que Johnson esté vivo?
-Cuando nosotros comenzamos, en 1982, ocho años era la expectativa de vida de un contagiado y fallecía el 50% del total. Pero, con el tiempo, la realidad cambió tanto que hoy podemos decir que la expectativa de vida para un enfermo es similar a la de un no contagiado. Incluso podría decir que hasta es más larga. Puede parecer una locura, pero cuando uno tiene HIV va al médico al menos dos veces al año, pudiendo prevenir muchas situaciones. La clave acá pasa por ahí. Porque la esperanza de vida de la que hablamos tiene que ver con realizar el tratamiento en tiempo y forma. Si vos tomás la pastillita diaria que te toca y hacés vida sana, podés llegar a tener la carga viral indetectable y ni siquiera contagiar luego de seis meses en esa condición. La llave de esta enfermedad es el rápido diagnóstico y la disciplina para realizar el tratamiento.
-¿Cómo es el tratamiento actualmente y si sabe cuál es el de Magic?
-El tratamiento, como lo conocemos hoy, comenzó en 1996 y no puedo dar precisiones sobre el de Magic porque no conozco su historia clínica. Sí puedo decir que antes se tomaban 15/20 pastillas al día, lo que generalmente causaba en algunos casos la intolerancia, pero ahora con una o dos pastillas, dependiendo del paciente, es suficiente y casi sin efectos adversos. Y, por otro lado, la recomendación es hacer una vida sana, que no fumen, que eviten la obesidad, que hagan ejercicio físico, pero son casi las mismas que se le dan a cualquier persona que quiera vivir bien.
-¿Y, por último, puede contar la situación actual del HIV en el país y en el mundo?
-La situación está mucho mejor que antes y, a la vez, mucho peor de lo que debería ser. Básicamente porque vivimos en mundo inequitativo, en el cual no todos los 38 millones de contagiados tienen las mismas oportunidades. Un informe de ONUSIDA determinó que un 25% del total de enfermos no accede al tratamiento y que hay un 17% que no conoce que tiene el virus. Sabemos que es una enfermedad en la que podés estar años sin síntomas, transmitiendo y perdiendo oportunidades de vida. Por eso la importancia de testearse, aunque sea una vez al año. Porque lo mejor, si lo tenés, es enterarte y actuar en consecuencia. Hoy el diagnóstico y el tratamiento son gratuitos por ley, cualquier obra social o prepaga debe cubrirlos. Pero seguimos retrasados, por eso es importante sacar el sistema de salud a la periferia, a la calle…
Está claro: aún hoy, 30 años después, aquel valiente anuncio de Magic sigue sirviendo para esto: para hablar de una enfermedad silenciosa que no mata tanto como se cree pero que aún discrimina y estigmatiza.
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