Gracias a sus cualidades, Carlos Zárate sembró una carrera exitosa en el deporte del pugilismo. Su consistencia y dedicación le dieron la oportunidad de colgarse el cinturón de peso gallo avalado por el Consejo Mundial de Boxeo (CMB) en 1976 y así marchó durante algunos años. Después de haber sido considerado como el mejor libra por libra del mundo, cayó ante Lupe Pintor y su carrera tuvo un notable declive. Sin embargo, una fiesta fue el factor determinante para caer en las adicciones.
La pérdida del cetro en las 118 libras fue crucial para que, ante la depresión, el Cañas buscara refugio en las adicciones. La situación lo obligó a tener un periodo de inactividad hasta los 35 años, cuando intentó volver a la senda del boxeo. Sin embargo, tras dos intentos fallidos de conseguir el título de peso supergallo ante Jeff Fenech y Daniel Zaragoza, la invitación a una fiesta implicó una recaída en las drogas.
Con las cuatro décadas de edad cumplidas, un rendimiento alejado de la mejor versión que llegó a exhibir y múltiples deudas por el pago de impuestos, Zárate fue invitado a participar en una fiesta. “Un día me encontré a un amigo. Me invitó a su cumpleaños”, reconoció en una entrevista para el medio especializado en deportes ESPN.
El evento tuvo lugar en un barrio alejado del lujo y la opulencia de la que ostentan algunas zonas en la Ciudad de México. Fue en un departamento ubicado en la Unidad Habitacional de Tlatelolco, ubicada en la alcaldía Cuauhtémoc, es decir, el corazón de la capital y muy cerca de su natal Tepito. Recién había comenzado la década de los 90 y el ambiente estaba lleno de gente cuya fama rebosaba en aquel momento.
Buscando una distracción de los problemas que lo aquejaban, se paró frente a la puerta del apartamento. Al abrirse, el humo del cigarro y el peculiar aroma de una fiesta donde predomina el alcohol le dieron la bienvenida. Cruzó por la puerta y de inmediato pudo reconocer las caras de algunas personalidades de la época, aunque no precisó los nombres. “Había artistas, toreros, gente de la policía”, relató.
“Parecía un sauna general. Ahí me dieron una pipa con base de coca. Me mareé mucho y, como con las papitas, no pude fumar sólo una. Agarré una adicción muy fuerte. Me sentía igual a los artistas, protegido por la policía y halagado por los empresarios. Después ya no salía de ese departamento”, reconoció al diario La Jornada en 2009.
La fiesta de cumpleaños finalizó, aunque su estancia en aquel peculiar departamento se extendió a lo largo de semanas. El alcance que tenía con las sustancias que recién había conocido era tan estrecho que no vio la necesidad de salir más que a conseguir los recursos para poder pagar por el elevado precio de su adicción.
Para entonces, las propiedades que había adquirido con la riqueza que logró juntar en sus años de boxeador profesional se mantenían en pie. Sin embargo, al agotar sus recursos económicos comenzó a vender los muebles y cuanto objeto podía salir por la puerta principal. “Vendía todo, hasta las lámparas. Al final ya no tenía nada, así que decidí salirme de ahí”, reconoció.
El siguiente capítulo lo escribió en diversos hoteles de paso ubicados en La Merced, Tepito y Peralvillo “porque ahí estaba el conecte”. Así transcurrieron 15 años de su vida en los que, de acuerdo con sus estimaciones, llegó a gastar hasta MXN 10 millones. Sin embargo, una visita de su esposa e hijos a uno de los lugares donde se hospedaba lo orilló a tomar la decisión de rehabilitarse.
Fue así que el mítico Cañas Zárate logró superar las adicciones y recuperar la estabilidad en su vida. Con la madurez necesaria, aunque alejado de la fortuna que lo acompañó durante su juventud, reconoció a ESPN que en aquellos años no se sentía intimidado por las trágicas historias que diversos boxeadores habían vivido a causa de las adicciones.
“Estando uno joven le dicen a uno qué va a pasar, qué es a lo que te estás arriesgando y lo que va a pasar y uno no lo cree. Uno piensa que va a salir adelante de todos los problemas que tenga que resolver y que vas a salir sin pagar factura, pero todo eso es ilógico porque el que no oye consejos no llega a viejo”, recalcó.
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