A lo largo de su historia, el popular barrio de Tepito ha visto crecer numerosos personajes célebres, desde artistas hasta deportistas. Por sus gimnasios y parques han desfilado boxeadores con argumentos para destacar y asegurar su porvenir, aunque los vicios y el despilfarro han sido la amarga condena en sus vidas. No obstante, hubo un hombre que se resistió a repetir la historia, Raúl Macías, quien se erigió como figura y retiró aunque tenía una larga carrera por delante.
La ley del más fuerte propicia, en muchos casos, que muchos hombres reproduzcan prácticas de violencia. Sin embargo, quienes saben canalizar deportivamente ese impulso, pueden llegar a destacar en el pugilismo. En ese contexto, el 28 de julio de 1934, nació y se crió el Ratón Macías quien, en el corazón de uno de los barrios más bravos de la Ciudad de México, supo mezclar la habilidad con su carisma y sencillez para convertirse en ídolo de multitudes.
Perteneció a una familia de zapateros y, de hecho, en su niñez vendía las prendas que fabricaba su padre. Sin embargo, el oficio que dictó su destino fue el de mensajero, cuando trabajó para Luis Andrade, quien a la postre se convertiría en su representante. En plena adolescencia, y con el ejemplo de sus hermanos mayores que practicaron el pugilismo antes que él, decidió comenzar a entrenar como amateur.
A los 14 años, un rival inesperado lo llevó a ganarse el mote que lo inmortalizó en los libros de boxeo. Durante un entrenamiento en el gimnasio “Jordan” su primer mánager, José Hernández, y el entrenador, Negro Pérez, acordaron que su sparring sería un peso completo. Al notar el tamaño de su oponente, corrió por el ring y se metió entre sus piernas para evitarlo, por lo que los espectadores aseguraron que parecía Ratón.
A pesar de ello, quienes lo vieron boxear por primera vez quedaron maravillados. Sus cualidades eran tales que, como amateur, fue seleccionado para representar a México en los Juegos Centroamericanos de Guatemala, donde ganó un bronce. También fue a los Panamericanos de Argentina y los Olímpicos de Helsinki 1952. En el último de ellos, aseguraba, los jueces le habían robado para beneficiar a Genaddij Garbusov y obtuvo el sexto lugar. A pesar de ello, a su regreso fue recibido como héroe.
Desde entonces, como amateur, comenzó a forjarse como ídolo. El 10 de noviembre de 1952 encaminó su primer encuentro profesional y, a partir de ese momento, la mayor parte del país comenzó a paralizarse frente a la radio cada vez se ponía los guantes. Posteriormente, a los 21 años, se hizo campeón mundial de peso gallo por la Asociación Nacional de Boxeo (ANB), organismo precursor de la ANB, al vencer a Chamrern Songkitrat en San Francisco, California.
El recibimiento en México fue monumental con la gloria en su cintura. No obstante el ímpetu no disminuyó cuando fue noqueado en tres rounds por Billy Peacock durante “la noche en a que lloró México”. Entre sus aficionados se encontraron María Felix, Cantinflas, Pero Infante y hasta Agustín Lara, aunque la verdadera base de seguidores que consolidó se formó en los barrios del país.
De acuerdo con un testimonio rescatado por el periódico La Jornada, Macías afirmó que “en los años 50 gocé del cariño de las abuelitas y todas prendían veladoras para que ganara. Luego me las encontraba en la calle y les decía: ‘ay, madrecita, el día que no me puso veladora me rompieron la maraca’”.
Desde su debut peleó en 43 ocasiones, de las cuales 41 fueron victorias y 25 por la vía del nocaut. A pesar de su arrollador paso y el fenómeno que implicó, la noche del 28 de febrero de 1959, luego de vencer por la decisión de los jueces a Ernesto Parra en la Arena México, realizó el sorpresivo anuncio de su retiro ante 17 mil aficionados. Según sus palabras, se debió a una promesa con su madre.
Al ver el destino de sus dos vástagos más grandes, la madre de Raúl Macías se mortificaba cada vez que se ponía los guantes. Aunado a ello, la diabetes comenzó a hacer estragos en su salud, por lo que le pidió explícitamente que dejara de boxear para que ella pudiera estar más tranquila.
“Cuando mi madre se puso muy enferma, yo pensé que no se iba a levantar. Me retiré y a la semana ella murió. En su memoria, jamás regresé pese a las ofertas de miles de pesos para que regresara. Me fui en plenitud de facultades y hasta nuestros días estoy sano”,llegó a declarar a Notimex.
Para Macías, el éxito de su carrera “se lo debo a mi mánager y a la virgencita de Guadalupe”. El retiro a los 24 años le permitió dejar un legado tan limpio que es difícil de creer en un pugilista. Sin embargo, el Ratón pudo con ello y llevó una vida tranquila hasta que la muerte lo alcanzó el 23 de marzo de 2009.
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