Messi y Sampaoli, otra vez cara a cara: el detrás de escena de las turbulencias en la selección argentina durante el Mundial 2018

El astro y el técnico son los rostros del enfrentamiento entre Olympique de Marsella y PSG, por la Ligue 1. El duelo convoca a los fantasmas del pasado: cómo se deterioró el vínculo entre los referentes y el DT en la Albiceleste y la decisión del santafesino que aún hoy destacan en Ezeiza

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Jorge Sampaoli, acompañado por Sebastian Beccacece, en una de las visitas a Lionel Messi en Barcelona
Jorge Sampaoli, acompañado por Sebastian Beccacece, en una de las visitas a Lionel Messi en Barcelona

Seguramente, cuando Lionel Messi vio la asunción de Jorge Sampaoli y lo escuchó decir “si él está bien, el equipo será más suyo que mío”, no imaginó la escena que tenía estupefactos a todos los jugadores de la Selección en el inicio de la práctica en Bronnitsy, antes del viaje a Nizhni Novgorod, donde se mediría ante Croacia por la segunda fecha del Grupo D del Mundial de Rusia. Al ver a la distancia cómo su colaborador principal, Sebastián Beccacece, repartía las casacas a los posibles titulares, y que una de ellas iba para un futbolista que no tenía en su plan, corrió hacia el lugar a los gritos, y comenzó una discusión subida de tono, repleta de reproches entre el casildense y el hoy DT de Defensa y Justicia, en la que tuvieron que intervenir algunos jugadores (sobre todo, Javier Mascherano) para apaciguar los ánimos.

La increíble pelea entre los entrenadores en las narices del plantel resultó un mal presagio: la Albiceleste, que había empatado con Islandia en el debut, padeció un golpe de Tyson ante los balcánicos: perdió 3-0 y quedó al borde de la eliminación. El camino del equipo continuó oscilante, al ritmo de los conflictos internos: le ganó a Nigeria (con gol de Messi) para pasar de ronda, en los octavos fue eliminado por el campeón Francia, a pesar de quedar a un paso de llevar la llave al tiempo extra. Y Leo, el mejor futbolista de los últimos 15 años, tiró al cesto su cuarto Mundial por un contexto impropio para una figura de su estatura.

Esta tarde, por la Ligue 1, Messi y Sampaoli estarán cara a cara en el clásico de Francia, aunque no bajo el techo del mismo vestuario. El Zurdo dirigirá al local, el Olympique de Marsella. La Pulga guiará a la visita, el poderoso PSG. Un enfrentamiento de cartelera de élite, en el que también desfilarán los fantasmas del pasado. Un pasado que consiguió ser sepultado por la felicidad de la vuelta olímpica de Argentina en la Copa América de Brasil 2021, expiando 28 años de sequía. Pero que aflora con la fuerza de la decepción cada vez que es evocado, o una contienda lo convoca, como pasará en el Stade Velodrome.

Vale recordar que Sampa asumió el buzo de la Selección en un momento hostil: tras la salida de Edgardo Bauza, y con la clasificación a la Copa del Mundo en riesgo. Su nombre, por propuesta, actualidad (gran campaña con el Sevilla, club con el que rompió contrato para aterrizar en Argentina) y antecedentes, recibió el beneplácito del mundo Ezeiza, Messi incluido. Aunque se habían separado con algunos roces de convivencia en dos cuerpos técnicos, el flamante DT albiceleste invitó a su ex socio Beccacece, y a sus laderos, a sumarse a la aventura. Ambos aparecen en las fotos de la visitas a los jugadores europeos de entonces, cuando la empresa recién comenzaba; sonrientes, esperanzados.

“¿Sampaoli? Ufff. No sé qué te puedo decir porque la verdad que arranqué muy bien y terminé muy mal. Me dijo cosas que después no eran así. Me decía que era Leo (Messi), yo y el resto cada vez que me venía a ver acá a París. Me trataba como si fuera uno de los mejores y después de un solo partido me deja en el banco en el Mundial. Me limpia como si nada, no me dio explicaciones”, dijo, por ejemplo, Di María hace un mes y medio, en TyC Sports, en una descripción perfecta de la corrupción acelerada que padeció el vínculo, de la desilusión express.

Con el nuevo orientador, el discípulo de Bielsa, el hombre que con el combinado chileno se había quedado con la final de la Copa América 2015, el camino a la ventanilla para sacar boleto al Mundial continuó siendo tortuoso, con alineaciones y esquemas cambiantes, sin una línea definida, más allá de la vocación por buscar el arco contrario. Terminó en la victoria aliviadora ante Ecuador, el 3-1 con tres goles de Messi que salvaron el prestigio, un objetivo para el cual, tal era el temor que irradiaba el vestuario, fue convocado el Brujo Manuel, con ticket de ida y vuelta y habitación de hotel, en pos de confirmar por todas las vías el pasaje.

Esos volantazos, a esa altura, ya habían comenzado a hacer ruido en un plantel con muchos jugadores de renombre, que en algunos casos sabían que iban por su último Mundial. En ese entonces, 2017, 2018, Messi no era el Messi de ahora. No por el talento, perenne a lo largo de su carrera, sino por rol, por perfil. “Hablaba más con los compañeros para expresar lo que sentía, no era de levantar la voz. Por ahí, esa función la cumplía Mascherano. Hoy está más maduro, más abierto a hablar con todos y decir lo que piensa”, semblanteó alguien que conoce bien los pasillos de Ezeiza.

La misma fuente asegura que la alarma empezó a gritar en el complejo de la Selección luego del 1-6 ante España del 27 de marzo de 2018, en el umbral del viaje a Rusia. Un equipo vulnerable, además sin Messi, recibió una paliza que pudo ser aún peor. En la mente del DT, ya revoloteaban cambios para los cuales, por cercanía de la competencia y por los primeros vaivenes con el grupo, le eran difíciles de efectuar. ¿Confiaba en Chiquito Romero en el arco? ¿Y en Mascherano? Distintos gestos y situaciones marcaron que no, más allá del maquillaje.

Aun así, el plan general apuntaba a cobijar a la gran figura, con detalles como la preparación en Barcelona. El arco le terminó propinando un golpe que dejó groggy a Sampaoli. Romero sufrió un bloqueo articular en la rodilla derecha y el cuerpo técnico decidió desafectarlo, aunque el guardameta entendía que podía llegar en forma al debut ante Islandia. El argumento fue que querían un arquero con el que pudieran entrenarse a lo largo de la puesta a punto. Siendo uno de los referentes, puertas adentro las razones no resultaron suficientes, más allá de que todos mantuvieron el compromiso detrás del objetivo. “Eso fastidió”, martilló la misma voz.

En reemplazo de Chiquito entró Nahuel Guzmán, a quien, según el propio portero, el coach le había sugerido que tenía asignada una de las plazas para el Mundial. Luego, lo dejó afuera. Y lo volvió a citar ante la lesión del titular. Idas y vueltas que no abonaron a la credibilidad del grupo con el entrenador.

Pero en el Mundial la situación empeoró, exacerbada por las diferencias en superficie dentro del propio cuerpo técnico. “Por ahí Sampaoli decía A y Beccacece decía B, sobre un mismo ejercicio o jugada. ¿A quién le tenían que hacer caso los jugadores?”, puntualizó el nivel de incomodidad que reinaba. “Por momentos, directamente no se hablaban entre ellos. O Sebastián prefería no tener participación de la charla técnica”, agregó otro observador que dio el presente en Bronnitsy. Además, quienes lo vieron trabajar a Sampa en Ezeiza no desdeñan su capacidad, sino que alegan falta de tacto para conducir egos, al menos en Argentina (sí lo hizo y con éxito en Chile y en Sevilla, por citar dos experiencias). “No supo cómo manejar a la Selección. Y por momentos quiso ser más importante que los jugadores, no eran solamente un puntito en la pizarra”, profundizó uno de los testigos.

El momento más tenso se dio, precisamente, después del oprobioso 0-3 ante Croacia y la inminente chance de un adiós en primera fase, una situación impensada teniendo en cuenta la calidad de los jugadores. El periodista Ariel Senosiain publicó el diálogo entre Sampaoli y los referentes (con Messi, ahora sí, entre los protagonistas principales) en el libro “el Mundial es Historias”.

-No nos llega lo que decís. Ya no confiamos en vos. Queremos tener opinión.

-¿Opinión en qué?

-En todo.

-¿Y ustedes van a armar el equipo, dirigir los entrenamientos, todo?

“Me preguntaste diez veces a qué jugadores querías que pusiera y a cuáles no, y nunca te di un nombre. Decime adelante de todos si alguna vez te nombré a alguien”, lo cruzó Messi, dándole a entender que, hasta esa situación límite, jamás había interpuesto su criterio o relación con sus compañeros para objetar decisiones o realizar sugerencias.

Según reza la crónica, “en la sala, además de los veintitrés jugadores y los tres integrantes del cuerpo técnico, estaba presente Claudio Tapia. El presidente de la AFA sabía de antemano lo que le dirían al entrenador, a quien sólo le dijo: ‘Tenés que ceder’”. Fue ahí que nació el “doble comando”, cristalizado en aquella foto de Sampaoli, Mascherano y un pizarrón en Rusia. Alcanzó para el triunfo épico ante Nigeria, pero no para vencer a la superpoderosa Francia, que de todas formas tuvo sus momentos de flaqueza.

La imagen del "doble comando": Mascherano y Sampaoli, hablando de la planificación del duelo ante Nigeria
La imagen del "doble comando": Mascherano y Sampaoli, hablando de la planificación del duelo ante Nigeria

Sebastián Beccacece pensó en renunciar. Sólo lo frenó el pedido de Tapia a su representante Cristian Bragarnik: ‘Decile que por favor no se vaya, es al que los jugadores escuchan’. Beccacece, incluso, le advirtió a Sampaoli que un entrenador no podía bancarse todo”, apuntó Senosiain en su texto, sobre el epílogo de aquel agitado cónclave.

El final es el conocido. El 3-4 decretó el final formal del sueño de Argentina, aunque ya estaba herido de muerte por el contexto. Cuentan que Sampaoli no le puso palabras en el vestuario al cierre de la inestable aventura, tal vez anhelando cumplir con el contrato hasta Qatar 2022, tal como lo había rubricado.

A la distancia, como sucedió con Di María, otros jugadores abrieron las puertas de la intimidad y dieron su versión sobre el clima en el que convivieron en Rusia. “La responsabilidad (en Rusia 2018) es colectiva, no solo de Sampaoli. Es un equipo y sobre todo cuando lo integran jugadores inteligentes con jerarquías como teníamos nosotros. Son responsabilidades compartidas. Lamentablemente no llegamos bien al Mundial, no empezamos el primer partido de la mejor manera y eso hizo que empecemos a cambiar, a dar muchos volantazos, que dentro de un Mundial no es bueno”, opinó Mascherano.

Agüero, que no gozó del pleno respaldo del DT a pesar del esfuerzo que había hecho para llegar al Mundial (y de haber mostrado buen nivel en el torneo, convirtiendo dos goles), sentó postura a su manera, en una transmisión por Twitch en la que repasó la victoria ante Nigeria y el festejo alocado del zurdo de Casilda en el gol de Marcos Rojo.

“¿Qué hace? ¿Qué estás haciendo, señor, adónde vas? ¿Adónde vas? Corré para el lado donde estamos nosotros, adónde vas corriendo para el otro lado, adónde vas?”, se burló en primera instancia. Luego, le volvió a dar play al video, y pulsó la pausa cuando Sampa ensayó el salto. “¿Qué hace? ¿Pero qué hace?”, lo aguijoneó nuevamente.

La burla del Kun Agüero a Jorge Sampaoli

“Lo más destacable es que después de que se fue de la Selección, no volvió a hablar del tema”, resaltó una de las fuentes con mucho recorrido en Ezeiza. En efecto, sólo se refirió a su resonante tropiezo muy elípticamente. Por ejemplo, en 2019, en una conferencia que dio en Brasil.

“El fútbol es la política, a veces lo conduce gente que no tiene la paciencia de sostener un proceso, sino que lo quiebra automáticamente cuando es atacado por ese proceso. La cara más directa es el entrenador. Pero el jugador también sabe que el entrenador es el culpable directo. Y muchas veces se corre del entrenador. Y el entrenador queda solo, expuesto. Con la gente, con los medios. Y es sacrificado como el gran responsable”, sentenció. ¿Fue, acaso, su visión sobre lo ocurrido en la Copa del Mundo?

En esa misma charla, habló de su experiencia trabajando con Messi. Y se refirió a las críticas que recibía, hoy extintas, incluso por parte de sus detractores, tras la vuelta olímpica en la última Copa América. “Me tocó dirigir al mejor jugador del mundo, no sé si de la historia, porque ya está por encima de los 600 goles en Europa, ha roto todos los récords, pero llega a su país y es criticado. Más allá de sus capacidades, es un ser humano, le cuesta al argentino disfrutar de Messi como lo disfruta el hincha de Barcelona. El chico sufre mucho; por lo que me ha tocado vivir, sufre mucho esa realidad. No puede mostrarle al mundo todo lo que es cuando juega por Argentina, relacionado a lo que hace con Barcelona; es un jugador con una superioridad por sobre el resto muy marcada. Es una sociedad que disfruta mucho más de destruir que del éxito”, expresó, en un análisis que hoy luce anacrónico, dado que su mejor versión la viene mostrando en celeste y blanco, y ya no brilla en el Barça, sino en el PSG.

Del breve pero tumultuoso paso de Sampaoli por Argentina quedaron pocas bases. Tal vez, el dúo de laterales izquierdos, al que él le dio confirmación (Nicolás Tagliafico y Marcos Acuña). Y el aporte de haber vuelto a vestir de albiceleste a Lionel Scaloni, entonces su asistente y nexo con los jugadores que militaban en Europa.

El Gringo, es historia conocida, optó por ponerse al frente de los juveniles que disputaron y ganaron el torneo de L’Alcudia post Mundial. Ese gesto se transformó en plataforma para que asumiera como interino en el combinado mayor y luego fuera ratificado tras la Copa América 2019. Claro que, aunque también forma parte de sus silencios, Sampaoli no habría quedado conforme con su actitud, dado que el grueso del cuerpo técnico terminó marchándose, muchos por decisión propia y, otros, ante la decisión de la AFA de discontinuar el vínculo de la cabeza del proyecto. Beccacece fue el único en haber público el desacuerdo.

Sampaoli, Messi y Di María, durante un entrenamiento en el complejo de Bronnitsy (REUTERS/Albert Gea)
Sampaoli, Messi y Di María, durante un entrenamiento en el complejo de Bronnitsy (REUTERS/Albert Gea)

“A Scaloni lo lleva Sampaoli a Argentina y cada uno actúa como lo siente. Estuve 14 años con Sampaoli y en los clubes que estuve con él me propusieron continuar. Considero que cuando uno llega de la mano de alguien es importante poner punto final”, recalcó en diálogo con el programa radial Jogo Bonito. Y, cuando le pidieron precisiones sobre las grietas en Rusia, acompañó la postura de su ex jefe: “Tengo valores y las cosas que pasan se dicen hacia adentro y no hacia afuera. No hay que seguir metiendo cosas y tenemos que guardar tranquilidad”.

Pues bien, un océano pasó bajo el puente desde entonces. Sampaoli relanzó su carrera en Brasil, primero en Santos y luego en Atlético Mineiro, para regresar a Europa con el buzo de Olympique de Marsella. Messi siguió siendo Messi, volvió a ganar el Balón de Oro, ganó su primer título con la Selección Mayor y protagonizó el pase de 2021 con su mudanza al PSG, que no pasó inadvertida para el santafesino.

“Nos recuerda que el poder es más fuerte que la justicia y aumenta la diferencia entre los equipos que competimos en el campeonato”, reclamó sobre el arribo de su ex dirigido a la Ligue 1, aunque luego matizó la frase con elogios: “Ojalá que Leo la pase bien, sea feliz y disfrute de este certamen tan competitivo, difícil y diferente. Para nosotros será una motivación especial. Todas las miradas estarán puestas acá”.

Este domingo serán rivales. “Jugué contra Messi, también lo dirigí. Sabemos que es el mejor jugador del mundo, y por eso es un jugador muy difícil de controlar. Lo más importante será saber minimizar las individualidades que tiene el rival. Tenemos que asegurarnos de que Messi esté lejos de nuestra meta. Si está cerca, todos sabemos que tiene la capacidad de hacernos mucho daño. La mejor forma de detener a un jugador así es controlando el juego”, dijo el entrenador, que sabe que vivirá una jornada especial, con la cámara enfocando cada gesto de ambos, y la carga emotiva de todo lo vivido (y sufrido) viajando en la pelota.

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