En la década de los ochenta, Carlos Muguruza era un veinteañero que daba clases de tenis en Lomas de Zamora y se encontró con una encrucijada: su novia, bailarina del Teatro Colón, se fue contratada para bailar en la Ópera de París. Lo que iba a ser un viaje de acompañamiento se transformó en un ultimátum luego de meses de distanciamiento, y decidió instalarse en la capital francesa. Años más tarde, luego de pasar por distintos trabajos y gracias a su conocimiento del ambiente del fútbol ya desde su juventud en la Argentina, pudo comenzar con un chiringuito en la zona de la Bastilla, para estar a cargo ahora del restaurante que es furor en París y al que asisten jugadores, directores técnicos e hinchas, además de funcionar como sede de la peña de Boca Juniors, del que se dice fanático.
- ¿Cómo comenzó todo?
- A mis veinte años, yo daba clases de tenis y jugaba también, pero no a un nivel para ser profesional. Mi novia de entonces (la que luego fue mi esposa) era bailarina del Teatro Colón y le salió la posibilidad de ir a bailar a la Ópera de París y con eso, la chance de irme con ella para acompañarla. Una vez allí, ya me fue bien porque me fui con dos tarjetas de recomendación que me dio Osvaldo Piazza –el padrino de mi hijo-, aquel formidable defensor que fue baluarte en el Saint Etienne que llegó a la final de la Copa de Europa ante el Bayern Munich de Franz Beckenbauer, Gerd Müller y Sepp Maier, y que ya había regresado a la Argentina y dirigía en ese entonces a Almirante Brown. Una de esas tarjetas era la de Bernard Caiazzo, que hoy es presidente del club, y con el que luego desarrollamos una amistad, al punto de que fue testigo de mi casamiento.
- O sea que usted, dando clase de tenis y con una novia bailarina, conocía gente del mundo del fútbol…
- Sí, yo siempre estuve cerca de la gente del fútbol, más allá de que mis amigos tenistas que se iban a jugar a Europa por dinero me decían que me fuera a París. Yo era de Lomas de Zamora, vivía cerca de donde está Los Andes y me hice amigo de Pedro Marchetta, que dirigió a ese equipo, y a través de él, de Alfio “Coco” Basile, así que conozco bien a toda la banda que se reúne siempre en el restaurante “La Raya” en Buenos Aires, al “Bambino” Veira, a todos. Marchetta me decía que no me fuera del país, que me quedara, porque mi novia se fue más temprano y estuve cuatro meses solo en la Argentina, pero al final me terminé yendo porque me dieron el “ultimátum” (risas).
- ¿Y fue duro al principio?
- No, a mí me fue bien, fui ejecutivo de una empresa de fotocopiadoras, después puse un chiringuito en la zona de la Bastilla, pero siempre vinculado al mundo del fútbol, y ya luego pensé en abrir un restaurante con idiosincrasia argentina y en 2010 junto a mi socio, Enrique, monté “Volver” en la 18 Rue Delphine, en el que todo es argentino, somos cultores de la marca país, con cerveza, vinos, carne y hasta personal argentino, y por suerte tenemos siempre mucha gente del fútbol, rugby, polo, tenis, artistas. Es un lugar de encuentro de los argentinos y a veces cerramos la calle que da al Pont Neuf, como en ocasión de los Mundiales o cuando festejamos la última Copa América, o cuando se produjo la llegada de Lionel Messi al PSG.
- Así que se fue corriendo la voz de que en París hay un restaurante argentino y futbolero.
- Así es, todo comenzó con el uruguayo Diego Lugano, que fue quien empezó a venir, luego siguió Javier Pastore, que fue el primer gran fichaje del PSG desde que lo compró el grupo qatarí. Enseguida se sumó el “Pocho” Ezequiel Lavezzi –al que le encanta París-, y ya luego comenzó a frecuentar el grupo de jugadores del equipo que componían el brasileño Maxwell, Zlatan Ibrahimovic, Thiago Silva, Claude Makelele, el arquero Xirigu.
- ¿Y los jugadores del actual PSG?
- Viene una banda: Kyllian Mbappe, los brasileños, el vasco Ander Herrera, Keylor Navas, Mauro Icardi, Leandro Paredes, Ángel Di María y espero que una vez que se recupere de la rodilla venga Sergio Ramos. Son gente muy agradable. Vienen con sus esposas y hablamos, pero yo trato de molestarlos lo menos posible. Por ejemplo, a Icardi y a Navas les gustan los caballos. Ellos no beben, se cuidan, pero se divierten, lo pasan muy bien.
- No debe ser fácil tenerlos en el restaurante. ¿Cómo hace con la seguridad?
- Cuando ellos vienen, van al salón de arriba, que lo cierro para que estén cómodos. Me toca hacer de policía para que nadie los moleste (risas). Me ocupo de que puedan estacionar bien los coches. Hay que tratar de desestresarlos.
- Entonces me imagino que sabe que llega la pregunta clave…
- (risas) Sí, cuándo viene Leo Messi a comer al restaurante…
- Así es. Acertó.
- Y sí, es la pregunta de todos. Pero hay que esperar que se adapte bien a la ciudad y ya va a venir. No es fácil ahora porque a donde va, se llena de gente y no puede desplazarse tranquilo. Él llegó al PSG en agosto, que es un mes de vacaciones. Yo ni siquiera estaba en París cuando él vino. Pero ya hablé con los muchachos de la Selección que juegan en el PSG para festejar todos la Copa América, ya les dije que los quiero agasajar, y si es con Messi, mucho mejor. Claro que ese día cerraré el restaurante para ellos. La gente no se tiene que enterar.
- En el restaurante también se pueden ver los partidos de la selección argentina.
- Sí, de hecho, para el partido contra Paraguay vino Juampi Sorín, que andaba por acá y fue jugador del PSG. Y todavía no vino Mauricio Pochettino ni su cuerpo técnico, que es todo “argento” con el agregado del español Jesús Pérez. Yo conozco a Pochettino de 2003/04 cuando era jugador del PSG. También vienen muchos hinchas del PSG a ver partidos acá, cuando no asisten a los partidos en el estadio, por el ambientazo que se forma.
- ¿Y Carlos Bianchi?
- Bueno, a Carlos lo conozco desde hace muchos años, no de ahora, a través de su amigo Piazza, de cuando dirigía al Stade de Reims, antes de volver a la Argentina para dirigir a Vélez y a Boca. Tenemos amigos en común. Él no es muy salidor, pero cada tanto, viene. Además, está ligado a Boca como yo, que soy súper fanático y acá también se reúne la peña oficial de Boca, reconocida por el club.
- ¿Vienen a ver los partidos?
- Sí, son setenta miembros reconocidos y también se acercan muchos franceses por lo que significa Boca en el mundo. Vemos los partidos acá y cuando se hace muy tarde por la diferencia horaria, nos vamos a un bar con el que tenemos un acuerdo y se llevan los bombos y todo hacia allá y vamos a cualquier hora. En el restaurante hay colgado un cuadro con una camiseta firmada por Juan Román Riquelme que es previa a que asumiera en la conducción actual. Mis dos hijos varones son enfermos hinchas de Boca, aunque a mi hija no le interesa el fútbol.
- ¿Nota un cambio en el restaurante desde la llegada de Messi?
- Lo que se nota es que hay un furor especial que fue en ascenso desde que los qataríes compraron el PSG en 2011. El club evolucionó un montón con todas las contrataciones y una de ellas fue el uruguayo Edinson Cavani, que estuvo muy pero muy cerca de ir a Boca en el verano pasado. La gente no sabe lo cerca que estuvo, pero arregló con el Manchester United. Él es un crack y una persona a la que quiero mucho y seguiré insistiéndole para que vaya a Boca y se trepe a los alambrados a gritar los goles como hacía Sergio “Manteca” Martínez. Pero volviendo al PSG, ¿cómo no va a haber un estado de excitación cuando tiene en sus filas a tres de los mejores cuatro jugadores del mundo? El único que le falta es Cristiano Ronaldo.
- Su restaurante se llama “Volver”. ¿Suele volver a la Argentina?
- Sí, voy siempre para las fiestas de fin de año, para Navidad. Tengo un departamento en el barrio “Las Cañitas” en Buenos Aires y luego suelo irme de vacaciones unos días a Punta del Este, donde me cargo de energía con mis amigos uruguayos, aunque últimamente estuve impedido de hacerlo por la pandemia.
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