El surrealismo de la Ciudad de México es alimentado, en gran medida, por la enorme cantidad de historias que guardan sus calles. Cada habitante carga consigo el nombre que se formaliza ante el registro civil, aunque las hazañas y trayectoria de algunas personas ameritan la imposición de nuevos calificativos. En el boxeo, los apodos son recurrentes, aunque el de Rodolfo Gato González carga consigo la fama de haber sorteado la muerte en siete ocasiones.
La desdicha de muchos pugilistas se gesta en sus últimos años y después de haber alcanzado la gloria. La historia de Rodolfo González es diferente, pues el infortunio se interpuso en su camino hacia la gloria desde que comenzó a forjar sus primeros pasos en el ámbito profesional. La primera, y tal vez más trágica experiencia, la vivió apenas unos años después de haber realizado su debut.
Era el año de 1981. Luego de haber recibido sus primeras ganancias, debido al éxito que le auguraban los guantes de boxeo, organizó una fiesta en su barrio natal para despedirse de sus amigos. Según contó al diario La Jornada, adquirió una casa para su madre y decidió comenzar una nueva vida lejos de las carencias que lo aquejaron durante varios años. Sin embargo, la noche de su festejo cambió su vida para siempre.
A bordo del Mustang que adquirió con sus ganancias, recogió a cuatro amigos que fueron convidados al festejo. Un trágico accidente en las calles de la Ciudad de México le quitó la vida a sus acompañantes, aunque los médicos que acudieron a la escena del incidente le impusieron el mismo destino al joven boxeador. Todos los involucrados fueron trasladados al Hospital de Xoco para el reconocimiento de los cuerpos.
Cuando su padre se paró frente a él y descubrió la sábana para observar su rostro por última vez, el Gato logró emitir un sonido y confirmar que su muerte había sido mal determinada. Aquella vez libró por primera vez su destino fatal, aunque los estragos hicieron que la salud del púgil atravesara por un largo proceso de recuperación antes de volver a situarse en un ring.
Después de un año y medio volvió a entrenar con la misma consigna de tener éxito, pero con menos capacidad para lograrlo. Seis años después de la tragedia, el destino lo situó frente a Patrizio Oliva para adjudicarse el título en peso superligero de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), aunque fue víctima del récord invicto del napolitano y cayó por la vía de la decisión unánime.
El pugilismo le otorgó una segunda oportunidad. En 1988 se programó la pelea por la misma categoría, aunque del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), contra Roger Mayweather, tío de Floyd. Cuando estaba a una semana de montarse al cuadrilátero, una nueva tragedia marcó su carrera. Un accidente vial con un operador de transporte público derivó en una pelea en la que padeció una puñalada por la espalda.
La perforación en el pulmón izquierdo lo llevó, de nueva cuenta, al hospital. “Dicen que también ya iba muerto; yo no supe nada”, afirmó al medio, aunque la suerte se puso de su lado. La lesión lo alejó del compromiso, pero pudo concretarlo el 22 de octubre del mismo año sin tener suerte. De nueva cuenta cayó y se le negó la segunda corona de su división.
Desde ese momento, el alcohol se convirtió en el refugio ante su desdicha y mala suerte deportiva. Luego de su segunda caída, y en estado de ebriedad, tuvo un accidente a bordo de una motocicleta. Una herida en el pulmón sano lo llevó a vivir una nueva experiencia en el nosocomio, pero desde ese momento los episodios que pusieron a prueba la resistencia de su humanidad se volvieron frecuentes y capaces de ser enlistados.
Una caída desde un árbol de seis metros hizo mella en su pulmón, el vidrio que cayó desde el cielo y le provocó una herida de más de 20 centímetros en un costado, un balazo en la rodilla durante un asalto y una volcadura en carretera completaron su trágico historial. De todas esas salió vivo, aunque en 2007 un incidente en una borrachera le arrebató la libertad.
El 5 de octubre la policía halló a tres sujetos ensangrentados y con signos de violencia en una de las habitaciones de la casa del Gato, ubicada en la colonia 20 de noviembre. Dos de las víctimas murieron y uno más sobrevivió. Después de ello, el González huyó y vivió en la indigencia durante seis meses tratando de evadir la sentencia. No obstante, cuando trató de volver a su domicilio, fue aprehendido y presentado a las autoridades.
Por un doble homicidio, el exboxeador ocupó un lugar en el Reclusorio Oriente, aunque sigue negando su participación en aquel suceso. En la cárcel, aprendió a vivir y adaptarse, incluso montó un gimnasio improvisado donde enseñaba boxeo a otros hombres que corrieron con la misma suerte. Así fue hasta que en abril de 2017 fue trasladado al Centro Varonil de Seguridad Penitenciaria II (CEVASEP).
De acuerdo con el testimonio de Graciela Zambrano, esposa del exboxeador, a la revista Proceso en 2017, el Gato se vio forzado a comenzar una nueva vida lejos de las amistades y los lazos que estrechó en su paso por el Reclusorio Oriente. En el nuevo lugar, ha tenido que soportar abusos y violaciones a sus derechos humanos por parte de los custodios.
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