Aquel sábado 29 de noviembre de 1975, Damon Hill tuvo un quiebre en su vida. Mientras miraba con su hermana por televisión las noticias del trágico accidente con una avioneta de su padre, Graham Hill, campeón de Fórmula 1 en 1962 y 1968, el joven inglés de 15 años empezó a sentir interés por el automovilismo para mantener vivo el recuerdo de su progenitor. De repente, su amor por las cuerdas de una guitarra y la música empezó a ser reemplazado por el despertar del deporte motor.
Damon Graham Devereux Hill nació el 17 de septiembre de 1960, su familia vivió en una gran casa londinense donde estuvieron acostumbrados a recibir las visitas de los amigos de Graham, los corredores Stirling Moss, Jim Clark, John Surtees y Jackie Stewart. Pero Damon no sintió de entrada un amor por los motores y la gasolina. Prefirió prestarle atención a otro ilustre personaje muy cercano a su padre, George Harrison, el Beatle más amante del automovilismo.
El conocido guitarrista le dio consejos a Damon en sus inicios como músico, que en plena adolescencia, cuando adoptó el punk como su género musical preferido. Así fue que junto a dos amigos formó una banda a la que llamó Roddy & The Hotheads y luego la rebautizó como Sex, Hitler & The Hormones, según cuenta un artículo del escritor Gerald Donaldson en el sitio oficial de la F1.
Pero esa faceta musical no duró mucho tiempo por la necesidad económica familiar de salir adelante tras la pérdida de Graham, cuya mujer, Betty Hill, debió hacerse cargo de Damon y sus dos hermanas en medio de complicaciones financieras ante las burocráticos reclamos de seguros. Esto acabó con los ahorros de la familia, que contó con el apoyo del propio Harrison.
Damon, de niño, el único amor que sintió por los motores fue hacia las motos y por eso su padre le regaló una a los 11 años. Las dos ruedas fueron su herramienta laboral para empezar a ayudar a su madre y se dedicó a ser delivery. Aunque orillando sus dos décadas quiso ser piloto de motociclismo con el dinero que sumó de sus repartos y de otro trabajo, el de obrero en la construcción. Pero recordó las palabras de Graham, quien dijo que era un deporte muy peligroso.
Fue entonces que decidió empezar a seguir su camino, pero ¿por qué quiso correr en autos? La respuesta fue por su padre: “Su muerte fue una bomba nuclear emocional. Fue inesperado. Se acababa de retirar y mi madre, mis hermanas y yo habíamos bajado la guardia después de estar preparados para lo peor durante muchos años... Su muerte me hizo querer seguir sus pasos y comenzar a correr. No había expresado ningún deseo de competir en autos antes de que muriera y podría no haber sentido ninguna motivación para competir si hubiera vivido, pero al correr estaba resucitando a mi papá”, confesó en una entrevista a The Guardian.
Recién con 23 años hizo un curso de pilotos en Winfield Racing School en Francia y al año siguiente comenzó su campaña en el automovilismo, ya de grande, a una edad en la que por ejemplo, su futuro compañero en Williams, Ayrton Senna, ya había debutado en la F1. Los primeros pasos de Damon fueron a la sombra de su padre y se endeudó hasta el cuello con préstamos bancarios y hasta alguna ayuda que le dio –otra vez- Harrison.
Graham también arrancó de grande luego de trabajar en una fábrica de instrumentos (ahí transmitió en los genes el amor por la música) y renunció a ella para vivir de un seguro social. Recién a los 24 años sacó su registro para conducir y a los 25 se inició en el automovilismo. Fue en 1954 cuando vio un aviso para dar unas vueltas con un auto de Fórmula 3 en el circuito de Brands Hatch. “Ahí supe de verdad qué quería para mi vida”. Llegó muy lejos: a sus dos títulos de F1 se le sumó la “Triple Corona del Automovilismo”, un título simbólico y sin trofeo, pero corresponde al ganador de las tres carreras de pista más emblemáticas: el GP de Mónaco de F1, las 500 Millas de Indianápolis y las 24 Horas de Le Mans (clasificación general). Hasta ahora nadie pudo repetirlo.
En tanto que Damon pasó de las dos a las cuatro ruedas con un casco similar al que usó su papá, que tenía las insignias del London Rowing Club, que es donde se conocieron Graham y Bette Hill. Ambos fueron remeros y él ganó con su equipo 8 de 20 finales.
Su hijo arrancó en la Fórmula Ford Británica y logró seis triunfos en 1985 con el equipo Van Diemen (el mismo que fue campeón con Senna en 1981), luego pasó por la Fórmula 3 Inglesa en la que consiguió cuatro triunfos (2 en 1987 y 2 en 1988) y de ahí saltó a la Fórmula 3000 Internacional (actual Fórmula 2), categoría antesala de la F1, donde salvo su tercer puesto en Nogaro, Francia, en 1991, no consiguió buenos resultados.
A esa altura corrió en el equipo junior de Eddie Jordan, que ese año llegó a la F1 y fue en el que debutó Michael Schumacher. Pero Damon, sin brillar, se ganó un lugar en el ambiente a base de sacrificio, perseverancia y trabajo, como lo hizo su padre. Logró crecer en el automovilismo a la sombra de Graham y con el correr de los años consiguió dejar de ser “el hijo de” para tener un nombre propio en el automovilismo.
Su empeño le abrió las puertas de la F1 en 1992 y a los 31 años fichó para las cenizas de Brabham, el histórico equipo que otrora había sido campeón mundial, pero que hace tres décadas fue el último de la tabla. Damon se presentó en ocho carreras de ese torneo y solo logró clasificar para correr en Gran Bretaña y Hungría. Sin embargo, Frank Williams le echó el ojo y lo contrató como piloto de pruebas y manejó el revolucionario FW14/B con suspensión activa (permitía control en cada rueda y mayor adherencia al piso) y compartió muchas horas con Nigel Mansell, que fue campeón ese año.
Más tarde el team-manager de la escudería de Grove lo vio como el candidato ideal para acompañar a Alain Prost en 1993: Hill era muy profesional y un piloto que entró en su madurez para ser escudero del Profesor, que ese año consiguió su cuarto y último título.
“Algunas personas podrían pensar que llegué aquí porque tenía una sonrisa dulce y un nombre famoso”, dijo Hill. “Bueno, no fue así. Me descartaron mucho durante mi carrera. Lo que quiero decir es que el hecho de que esté en Williams es una medida de mi determinación de triunfar. En cuanto al equipo, naturalmente será más inclinado a poner su fe en alguien que realmente ha hecho el trabajo, en lugar de alguien que dice que puede hacerlo”, sentenció Damon, que en 1993 logró sus primeras victorias en la Máxima con un triplete en Hungría, Bélgica e Italia.
Para 1994 Prost se retiró y su lugar en Williams lo ocupó Senna. Hill supo que otra vez iba a ser el piloto número 2, pero a sus 34 años, nadie le quitó lo bailado y honró su ilustre apellido de la mejor forma. “Me preguntaban mucho si me desestabilizaba el hecho de tener al brasileño como compañero de equipo. ¿Por qué? Preguntaba yo. ¿Qué va a hacer? ¿Controlar mi mente?. Todos llevamos pantalones y trataba de convencerme a mí mismo de que Ayrton era un ser humano como otro cualquiera. Pero la prensa tenía razón, y él provocaba impresión y admiración tanto en los otros pilotos como en los fans”, recordó en una entrevista con la revista española Car donde dejó ricos conceptos.
Recuerda perfecto el día que Senna murió: “Pasé junto a su Williams accidentado cuando rebotó desde el muro, con su alerón delantero volando delante mío. Nunca pensé que aquello podía ser un accidente mortal. Solo pensé: ¡Fucking hell (maldito infierno), otra vez no! No solo por ser otro accidente, sino porque Ayrton quedaba fuera de carrera por tercera vez seguida. Me dio algo de fuerza saber que mi padre había pasado por esa situación en el pasado y había logrado superarlo: ‘En la familia Hill nos dedicamos a esto. Ser piloto de competición es así, debés continuar con tu trabajo, debés volver a empezar, me decía a mi mismo’. En el aeropuerto los mecánicos y los ingenieros estaban sentados en silencio, absolutamente hundidos. Por alguna razón sentí la necesidad de empezar a hablar y les dije: ‘Solo quiero que sepan que siempre confiaré en sus coches’. Mirando atrás creo que en ese momento comencé sentir que tenía la responsabilidad de llevar el equipo adelante, como mi padre había hecho con Lotus en 1968″.
Tras la muerte del brasileño, el 1 de mayo en Imola, el inglés se convirtió en el baluarte de la escudería y fue acompañado por un joven David Coulthard, de 23 años. Damon ganó en España y repitió en Gran Bretaña, donde su padre nunca pudo ganar. En esa carrera de Silverstone, Schumacher fue excluido (N. de la R: no cumplió con una penalización y le pusieron bandera negra). Los puntos que perdió el Kaiser y los que sumó Hill con otras cuatro victorias lo pusieron a tiro en la lucha por el título. Entre sus éxitos estuvo el festejo en Japón donde afirmó: “Conduje como nunca y fue mi mejor carrera, mi deseo de ganar fue excepcionalmente fuerte aquel día. Lo di todo”.
La definición del campeonato fue en Adelaida, en Australia, donde Schumacher con su Benetton provocó un toque entre ellos sabiendo que con el abandono de ambos, él era campeón. La suspensión delantera izquierda del Williams quedó dañada y Hill debió abandonar. Fue el primero de los siete títulos del alemán, aunque con polémica. “¡Contales la verdad, Damon! ¡Te tiró a la mierda!”, exclamó un hombre cuando los periodistas fueron por Hill. Todos se dieron vuelta y el que gritó fue el propio Harrison, que nunca le reclamó un centavo por la ayuda económica que le dio.
“Las carreras de 1994 habían favorecido una especie de rivalidad mediática entre Michael y yo. En cierto modo me pareció divertido jugar el chico bueno contra el chico malo, pero mirando atrás creo que escogí pelearme con el tipo equivocado. No solo peleé con Michael, fui compañero de equipo de Senna, Prost y Mansell y en ocasiones fui más rápido que ellos, pero nunca fui más rápido que Senna”, reflexionó.
En 1995 otra vez fue el rival de Schumacher que volvió a ser campeón con su Benetton. En aquella temporada la F1 regresó a la Argentina y Damon venció ese año y el siguiente. En ese regreso al Autódromo de Buenos Aires Oscar y Juan Gálvez, uno de sus colegas lo puso a Hill por encima de Schumi: “Damon demostró con su triunfo en Japón y lo hecho en Australia ‘94 que, corriendo bajo presión, comete menos errores que Schumacher, que es sólido cuando todo va bien pero tiene fallas cuando alguien lo exige en momentos decisivos”, le afirmó Gerhard Berger a la revista CORSA.
En 1996 Damon supo que era su última chance de ser campeón mundial con un súper competitivo Williams-Renault. Su compañero fue el debutante Jacques Villeneuve (25 años en ese momento), que en su estreno hizo la pole positions (mejor tiempo clasificatorio). El canadiense, que venía de ser campeón del CART (hoy IndyCar) mostró su talento y Hill se dio cuenta que tuvo el rival más fuerte dentro de su equipo y que en una segunda temporada sería muy difícil poder batirlo. Además, Schumacher pasó a Ferrari, que no le entregó un buen auto al germano.
El inglés obtuvo ocho triunfos, la mitad de los disputados esa temporada. Pero recién en la última pudo coronarse, el 13 de octubre de ese año. En el Autódromo de Suzuka, en Japón, Villeneuve marcó la pole positions y largó adelante en la carrera, aunque patinó en el arranque y fue superado por Hill que se quedó con la victoria y alcanzó la gloria.
“Sabía que 1996 iba a ser mi única gran oportunidad de ganar el título mundial. El coche era bueno, Jacques Villeneuve era un debutante y Michael iba a pasarse el año desarrollando el Ferrari. Tenía que aprovecharlo. Lo hice, pero soy el tipo de persona a la que le cuesta aceptar los elogios y apreciar el valor de un logro. Ahora puedo mirar atrás y decir: ‘Bien hecho Damon; cuando llegó la ocasión lo diste todo y lo conseguiste’”.
El Gran Premio de Japón de 1996 fue la carrera de F1 con más audiencia que hasta ese momento logró la BBC. E incluso Schumacher lo felicitó por su título, aunque no cara a cara. Sin embargo, en Alemania (fecha 11 de 16), Frank Williams le dijo que no le iba a renovar el contrato más allá de que fuese campeón y en 1997 lo reemplazó por el alemán Heinz-Harald Frentzen. “Damon ha demostrado tener más integridad y dignidad en su dedo meñique de lo que la mayoría de la gente (de la F1) tiene en todo su cuerpo”, disparó Susan Georgie, la pareja de Damon.
El inglés se llevó el número “1″ a Arrows, equipo con el que estuvo a punto de ganar en Hungría. Ese día sus neumáticos Bridgestone tuvieron menos degradación que los de Goodyear. No venció y fue segundo, pero con un medio mecánico inferior (más allá de la adherencia de sus gomas) demostró que a sus casi 37 años estaba más vigente que nunca. Incluso en 1998, en su retorno a las huestes de Jordan, logró el último de sus 22 triunfos en la Máxima (su padre logró 14) y a fines de 1999 colgó el casco.
Sin embargo, el retiro fue difícil y sufrió de depresión, algo que admitió años más tarde. “Los años en la F1 son el punto más alto de tu vida. Decir esto no devalúa tu vida familiar porque son cosas diferentes, pero las experiencias que vives en la F1 son increíblemente intensas y se quedan en ti para siempre. Cuando estás ahí todo tu mundo gira en torno a eso, y lleva tiempo comprenderlo en toda su complejidad”, reconoció.
“Cuando estás dentro de algo tan intenso como la F1, estás en una burbuja. No ves lo que hay fuera, no ves el efecto que causas en otras personas. Creo que es comparable a lo que les pasa a los astronautas. Se van aislados a la luna y cuando vuelven, ven los videos de lo que han hecho. En algún momento Buzz Aldrin se gira a Neil Armstrong y le dice: ‘Mientras estuvimos en la Luna nos perdimos el espectáculo’. Es algo parecido”, reflexionó.
“Sufrí una especie de pérdida de dirección cuando dejé de competir”, describió Hill en una entrevista radial con la BBC en 2016, cuando presentó su autobiografía titulada “Watching the Wheels” (mirando las ruedas). “Sabía que eso era lo que quería hacer y ya había logrado todo lo que me había propuesto y también ya había perdido algo de ambición, porque si estuviste en la F1 durante tanto tiempo significa que has estado compitiendo durante 20 años para llegar hasta ese lugar. Ahora no tenía nada de dónde agarrarme. Ya no tenía la rutina de cada año, de tener una carrera en la cual concentrarme”, agregó.
“Tuve una especie de crisis de identidad, se podría decir. Me preguntaba quién soy. Cuando llegué al momento en que no era feliz, fui a ver a un terapeuta y hablamos sobre mi vida y descubrí que estaba deprimido. Y yo no pensaba que estaba deprimido, solo creía que estaba perdido”, confesó.
Aunque en esos años encontró una salida con su primer amor: la música. Formó de The Conrods, banda que mantuvo viva hasta 2003. En ese lapso hizo covers de The Rolling Stones, The Beatles y The Kinks, sus bandas favoritas. También tocó en varios shows junto a su amigo George Harrison, hasta la partida del recordado Beatle el 29 de noviembre de 2001 tras sufrir cáncer de pulmón. Damon lo acompañó hasta sus últimos días.
Hoy sigue junto Susan Georgie y son padres de cuatro hijos, Oliver (32 años), Joshua (30), Tabitha (26) y Rosie (23). Oliver nació con síndrome de Down y los Hill financian instituciones benéficas relacionadas.
Pasaron 25 años del día que Damon alcanzó la gloria. Continúa en el ambiente de la Máxima ya que es comentarista de Sky TV y suele verse en todos los circuitos del calendario con la misma figura estilizada de siempre, aunque con canas, una barba “candado”, sus ojos oscuros detrás de unos lentes y micrófono en mano. Grandes y chicos se le acercan a pedirle una selfie. Un verdadero rock star de la Fórmula 1.
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