El Salvador es una de las aduanas más complicadas para la Selección Mexicana siempre que se habla de eliminatorias mundialistas. La presión que ejerce el Estadio Cuscatlán juega en contra del Tri en cada visita. Un momento crucial en la rivalidad futbolística de ambos países tuvo que ver, curiosamente, con un factor que excedía los límites del campo: la pandemia de influenza AH1N1 que surgió en suelo mexicano, pero que en realidad afectó a múltiples países.
La calificación de los aztecas al Mundial de Sudáfrica 2010 pendía de un hilo. El proceso fallido de Sven-Goran Eriksson provocó el regreso de Javier Aguirre, quien tuvo su primer partido frente a un conjunto salvadoreño dirigido por su amigo Carlos de los Cobos. Los factores se conjuntaron: un momento crítico dentro y fuera del campo. Una bomba de tiempo.
La hostilidad acostumbrada en las sedes centroamericanas subió de nivel. Con motivo de la pandemia, amplios sectores de la afición se colocaron un cubrebocas para recibir al tricolor, además de mostrar pancartas despectivas. “Llegamos y nos maltrataron. Usaron tapabocas humillándonos de un problema serio, nacional. Y para mí no vale ese escudo de que es parte del juego. No vale’', recordó Javier Aguirre en conferencia de prensa cuatro meses después de los incidentes.
La delegación mexicana padeció un trato complicado durante su estancia en San Salvador. ‘’Todo el trayecto del aeropuerto al hotel fuimos maltratados tremendamente. No pudimos salir del hotel en 48 horas. Nadie se pudo acercar a la puerta”, mencionó Aguirre.
La presión del estadio, los insultos por factores extracancha, y un equipo que ambicionaba volver a un Mundial. La fórmula no podía errar: El Salvador le ganó ese 6 de junio de 2009 a México por 2-1. Julio Martínez adelantó a los cuscatlecos en el primer tiempo. Cuauhtémoc Blanco igualó el partido desde los once pasos. La reacción fue inútil: La Selecta dio la vuelta con un penal ejecutado en los minutos finales por Eliseo Quintanilla.
La revancha dentro del campo llegó cuatro meses más tarde. El Salvador todavía guardaba la esperanza de llegar a Sudáfrica, pero tenía que ganar sí o sí en la cancha del Coloso de Santa Úrsula. En ese contexto, el Vasco Aguirre recordó lo vivido en ese viaje. “No tenemos ánimo de revancha. No tenemos esa sensación de venganza, pero sí tenemos memoria y en ella vivimos recuerdos de lo que nos pasó allá”.
La oncena verde tenía que ganar para sellar su pase el Mundial. Y lo hizo con plena autoridad: ganó, gustó y goleó. El 4-1 final significó el pasaje a tierras sudafricanas. Aguirre confirmó su capacidad para sacar a la selección de momentos complicados y, como lo había hecho en 2001, rescató un barco que iba directo al naufragio.
El mal trago vivido pasó a formar parte de los recuerdos que conforman las visitas aztecas a sedes centroamericanas. A pesar del ambiente que se vive en estos partidos, el último antecedente favorece a México, que sacó una victoria (1-3) en su último partido en el Cuscatlán. Fue en el cuadrangular semifinal rumbo a Rusia 2018, con Juan Carlos Osorio como entrenador.
México tendrá su tercera visita en el actual Octagonal a tierras salvadoreñas. Sin embargo, en comparación con las salidas a Costa Rica y Panamá, hay un factor clave a considerar: el Estadio Cuscatlán sí podrá recibir afición. El público de El Salvador estará listo, como siempre, para hacerse presente y jugar su propio partido. Una prueba de fuego para el combinado tricolor.
La Selecta suma cinco unidades en el actual octagonal de la Concacaf. Si quiere mantener vivas sus esperanzas de llegar a Qatar 2022, deberá sacar una victoria en casa ante su acérrimo rival. Tendrá al Cuscatlán de su lado.
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