Emmanuel Mike Agassi, el padre y primer entrenador del ex número 1 del tenis Andre Agassi, murió el pasado viernes 24 de septiembre aunque la noticia se conoció en las últimas horas luego de la confirmación del propio deportista. La tortuosa relación padre-hijo y entrenador-alumno quedó graficada en la brillante autobiografía titulada “Open” que la estrella deportiva publicó en el 2009.
A los 90 años, el ex tenista y boxeador de origen armenio se despidió del mundo mientras transitaba sus últimos días en el Hospital Nathan Edison de Las Vegas, ciudad en la que machacó a sus hijos con duras sesiones de entrenamiento con la intención de superar sus frustraciones deportivas.
Mientras que el ex tenista y actual formador de 51 años no emitió declaraciones sobre lo sucedido, ni siquiera por intermedio de sus redes sociales, el periódico Reviewjournals de la ciudad en cuestión informó que el Andre confirmó la noticia a través de un mensaje de texto el pasado martes 28 de septiembre.
“Mi padre me grita dos veces. A veces tres, a veces 10. ‘Mas fuerte’, me dice, ‘mas fuerte. Más rápido. Maldita sea, André, golpea más rápido’. Me mete prisa. Me grita. No es suficiente que golpee todas las bolas que el Dragón me dispara; quiere que golpee más fuerte y más rápido que la máquina. Quiere que le gane al Dragón”. El “dragón” al que hace referencia era una máquina lanzapelotas de alta repetición, para que el pequeño Andre pudiese practicar todo el día sin cesar.
Las palabras que quedaron plasmadas en su autobiografía Open retrataron a su padre como “un tirano”, como suele llamarlo en su libro, en el que reveló que lo hacía competir contra la máquina lanzapelotas para ser el mejor.
“Papá dice que si golpeo 2.500 pelotas al día, lo haré con 17.500 a la semana y casi un millón al año. Cree en las matemáticas. Los números no mienten, decía. Un niño que golpea un millón de pelotas al año será imbatible…”, explicaba sobre la modalidad de entrenamientos que llegaron a hacer que odiara el deporte.
Emanoul Aghassian, como se lo conocía en Armenia, llegó a Las Vegas escapando de Irán en 1964. Fue en Estados Unidos donde comenzó su nueva vida: cambió su nombre al de Emmanuel Agassi para evitar persecuciones, se casó con Elizabeth Betty Dudley y tuvo cuatro hijos.
Andre nunca se olvidará del trabajo que había conseguido su padre en el casino del Hotel Tropicana, ya que en las canchas de ese predio fue donde empezó a golpear sus primeras pelotas junto a sus hermanos mayores Rita, Phillip y Tami. Sin embargo, fue al pequeño de los hijos al que más tiempo le dedicó.
En Andre encontró la posibilidad de hacer lo que él no pudo conseguir como deportista en los Juegos Olímpicos de Londres 1948 y Helsinki 1952, en los que se presentó como boxeador iraní sin poder superar las primeras rondas.
Sin embargo, fue tal la intensidad y la presión con la que formó al pequeño que terminó por hacer que odiara la disciplina, pese a convertirse en una de las leyendas del deporte. Sus métodos de enseñanza atormentaron al pequeño. Los gritos, los retos y las extensas sesiones de entrenamiento rindieron sus frutos dentro de la cancha, pero afuera se convirtieron en un calvario.
“Los esfuerzos de Mike Agassi como entrenador y apasionado defensor del tenis inspiraron innumerables vidas. Sin embargo, su rasgo más apreciado es su gran corazón para ayudar a los necesitados, algo que todos sus hijos han llevado a cabo de manera notable “, aseguró a través de un comunicado el director de la Asociación de Tenis de EE. UU. De Nevada, Ryan Wolfington.
Tras cumplir su objetivo con Andre, Emmanuel Agassi se dedicó a formar parte de la comunidad de hoteles y casinos de Las Vegas, al punto de convertirse en embajador del Bally’s, Landmark y el MGM Grand.
En abril del 2015, tras el furor de la biografía de su hijo que lo puso en el centro de la escena, Mike decidió dar una entrevista al diario italiano La Repubblica desde su “hermosa mansión en Las Vegas” donde reconoció sus drásticos métodos de entrenamiento: “Seamos directos. ¿Fui un tirano? Sí. ¿Fui duro y severo? Sí. Pero repito: mejor un padre, un padre, junto a su hijo deportista, que un entrenador. Y de hecho a los padres de hoy les digo: “Revélense, no dejen que sus hijos sean robados por centros técnicos, escuelas especializadas, gurús. Aman por contrato, si lo hacen, no por sangre“.
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