Andrés Guardado se ha ganado un sitio de honor en la historia del futbol mexicano. Durante sus quince años de carrera son múltiples los momentos en los que El Principito ha dejado marcada su huella. Hoy, en su cumpleaños número 35, el retiro todavía parece lejano: quiere jugar el Mundial de Qatar 2022 y extender lo más que se pueda su estadía en el balompié europeo.
Esa larga travesía comenzó en 2005. Guardado fue uno de los últimos diamantes en bruto de la cantera del Atlas. Incluso se le podría considerar como un punto de quiebre: después de él, fueron pocos los jugadores de gran relieve que surgieron de las entrañas rojinegras. Su debut en Primera División se dio el 20 de agosto de 2005, de la mano de Daniel Guzmán. El Travieso confió desde un principio en las cualidades que apreció en ese escurridizo carrilero zurdo. Así fue que lo metió de cambio en un partido frente a Tigres.
Desde aquella presentación, Guardado acaparó múltiples miradas debido a su estilo de juego desenfadado y vistoso. Su pierna zurda podía ser una escopeta o bien un fino guante. El entonces entrenador de la Selección Mexicana, Ricardo La Volpe, no pasó por alto esas cualidades y, para la sorpresa de todos, le convocó para el Tri apenas cuatro meses después de su debut profesional: hizo su presentación el 14 de diciembre del 2005 en contra de Hungría.
En un inicio, el llamado del jugador tapatío parecía un experimento más de La Volpe, habituado a darle especio a los futbolistas jóvenes. Nada más lejos de ese prejuicio. Guardado fue incluido en la nómina final del equipo azteca que viajó al Mundial de Alemania 2006. Diversas voces cuestionaron el llamado de Andrés. Sus virtudes saltaban a la vista, eso nadie lo podía discutir. Pero no había formado parte del proceso y su inexperiencia podría jugar en contra en un evento de tal magnitud.
De nada valieron esas dudas. Guardado entró al quite en el partido más bravo de ese Mundial: frente a Argentina en octavos de final. Su actuación sorprendió a propios y extraños. No quedaba duda. México tenía jugador para rato. Aquella participación en tierras teutonas llamó la atención de algunos clubes del Viejo Continente. Entre ellos, el Real Madrid. El conjunto merengue mostró interés en comprar a Guardado, pero su destino no sería el primer equipo, sino el filial. El Atlas desestimó la oferta blanca y optó por esperar un año más.
La gran oportunidad llegó para 2007, luego de la Copa América de Venezuela. El Deportivo La Coruña se hizo de los zurdazos del mexicano. Antes de irse, el Zorro Plateado dejó grabados goles que perduran en la memoria hasta el día de hoy, como aquellos portentosos disparos con los que venció en duplicadas ocasiones a Guillermo Ochoa. En España recibió el mote Principito que la acompaña hasta hoy en día. Jugó un total de cinco campañas en Galicia, incluida una en la segunda categoría del futbol ibérico (2011-2012).
Su gran momento en LaLiga llegó en 2012 cuando fichó por el Valencia; sin embargo, en dos temporadas no pudo mostrar su valía en el cuadro che. Guardado tuvo que partir al Bayer Leverkusen, donde tampoco gozó de continuidad. Su carrera parecía ir en declive cuando llegó un oasis: el PSV Eindhoven. En Países Bajos, el mexicano se consagró como ídolo y ganó dos veces el título de liga.
Tenía una deuda pendiente: volver a España y cambiar la imagen que dejó en Valencia. Para hacerlo, fichó por el Betis, club en el que lleva cuatro temporadas. Su contrato finaliza en 2022. El Principito ha dicho que quiere alargar su odisea europea, pues tiene a Qatar 2022 en la mira.
Con 160 partidos disputados en Selección Nacional, está a 17 cotejos de igualar el récord de Claudio Suárez (el jugador que más veces vistió la casaca azteca). A sus 35 años, hay una certeza: queda Guardado para rato.
SEGUIR LEYENDO: