Son muchos los nombres ilustres que han vestido las casas de Chivas y América. Los contextos permitieron que un listado sobresaliente de jugadores tuvieran el privilegio de representar a los dos clubes con mayor convocatoria en México. Pero existe sólo un jugador ha podido dar la vuelta olímpico vestido de rojiblanco y también de amarillo.
Se trata de Francisco Javier Rodríguez. Mejor conocido como el Maza. Desde su debut en Chivas, en 2001, debió afrontar múltiples críticas debido a su estilo de juego. Su altura era un argumento sólido para considerarle buen prospecto en la zaga central, pero tenía diversas desatenciones que le alejaban de los sitios estelares tanto en el club rojiblanco como en la Selección Mexicana.
Con todo y las reservas que existían sobre él, supo labrarse un camino en Primera División. En el Apertura 2006, ya con muchos torneos y un Mundial en la espalda, vivió el momento más dulce de su carrera. El Guadalajara salió campeón tras nueve años de sequía; Chivas perdía parcialmente la final ante Toluca, pero el Maza le devolvió la esperanza al pueblo rojiblanco con un testarazo que venció a Hernán Cristante. Luego, Adolfo Bautista selló el título tapatío. El Maza escribía su nombre para siempre en la historia del Rebaño.
Después de quedar campeón, el defensor vivió algunos torneos de incertidumbre. En la zaga tapatía tuvo que pelear por un sitio con Johnny Magallón, consentido de la afición y de todos los entrenadores de la Selección Mexicana de la época; y con Héctor Reynoso, uno de los capitanes del equipo. Sus llamados al Tri se volvieron escasos y parecía afianzarse como un jugador de segundo plano.
Pero todo cambió, gracias a un partido contra el América. En el Apertura 2008, Chivas superó al América en la cancha del Estadio Azteca por 2-1 con doblete de Omar Arellano. La felicidad no fue redonda, pues Johnny Magallón sufrió una aparatosa lesión en el codo que le dejaría fuera de actividad por varios meses. El PSV Eindhoven había enviado a visores para monitorear a Magallón; lo querían fichar sí o sí. Ya habían comprobado la calidad de Carlos Salcido, también surgido del chiverío.
La lesión de Magallón cambió los planes de los holandeses. Desestimada esa opción, voltearon a ver al Maza. Él era el elegido. Los emisarios del club optaron por ficharlo. Algunas voces pronosticaron un fracaso tempranero. Las dudas eran, en cierto modo, comprensibles: no era un jugador plenamente consolidado en México. Todo cambió desde el instante en el que piso suelo neerlandés.
El Maza protagonizó una evolución pocas veces vista en un jugador mexicano. No era un jovencito, tenía 27 años. Pero el crecimiento que vivió desde aquel 2008 en Holanda entrañó múltiples recursos formativos.
De pronto, cuando volvió a la Selección, a simple vista se podía apreciar a un jugador distinto. Ya no tenías las mismas distracciones que antes; era sólido en la marca y ganaba balones por arriba y por suelo. “Tiempista” y hasta técnico, el Maza se convirtió en el zaguero de confianza de Javier Aguirre para el Mundial de Sudáfrica.
Sus notables actuaciones en la Eredivise le valieron fichar por el Stuttgart de Alemania. La odisea por la Bundesliga duró dos años. El destino parecía imposible: el Maza volvió a México al América, acérrimo rival de Chivas. La afición rojiblanca no podía salir de su sorpresa. Jamás le perdonó haber preferido los colores del archienemigo. Pero la afrenta no se detuvo ahí. El clímax de la traición estaba por llegar.
El Maza Rodríguez vivió en carne propia aquel emotivo 26 de mayo de 2013. Las Águilas vinieron de atrás para empatarle a Cruz Azul una final que ya estaba definida. El cabezazo de Moisés Muñoz prolongó el partido a los tiempos extras y luego a los penales, donde finalmente el América se consagró con un cobro de Miguel Layún.
Impuso un récord sin precedentes y que todavía hoy nadie ha podido igualar: primer y único futbolista en salir campeón con Chivas y América.
En plena celebración, a pregunta expresa sobre qué título había disfrutado más, Rodríguez no se guardó nada: “En el América sabe mejor”.
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