Fue antes de que el torso desnudo de Arnold Schwarzenegger irrumpiera en el cine interpretando a un robot asesino del futuro. Fue antes de que la potencia sobre el cuadrilátero de Hulk Hogan pusiera de pie y enardeciera a millones de adolescentes. Fue antes de que Lou Ferrigno se pintara de verde para destrozar vehículos y sembrar terror en las calles de Estados Unidos. Incluso fue antes de que Stan Lee y Jack Kirby le dieran vida al increíble Hulk. Antes de todo eso, un hombre llamado Ángelo Siciliano vio desde una playa de Brooklyn cómo un bote con dos personas a bordo que habían perdido sus remos era arrastrado por la corriente hacia la profundidad del océano. El joven nacido en la región italiana de Calabria tomó una soga, se lanzó al agua y tras alcanzar a los muchachos los trajo de nuevo hacia la orilla, usando solamente el poder de sus brazos. Aquella escena que fue registrada por un fotógrafo de un diario local le permitió a ese ignoto sujeto saltar a la fama.
Es que su musculoso cuerpo inspiró en 1922 a la revista norteamericana Physical Culture a ponerlo en su portada para anunciarlo como el hombre más perfectamente desarrollado en el mundo. Así, cientos de miles de personas conocieron a Charles Altas, como lo habían apodado sus amigos en referencia al titán de la mitología griega. Tiempo después, el italiano lanzó su propio curso de desarrollo muscular por correo y siendo el héroe de sus propias historietas, logró que los jóvenes imitaran sus rutinas con el objetivo de dejar atrás sus escuálidos cuerpos para transformarlos en algo superior. Sin saberlo, Atlas dio entonces el puntapié inicial de un estilo de vida que hoy en día profesan una innumerable cantidad de personas en todo el globo que dedican su vida a desarrollar masa muscular y alcanzar los estándares máximos de belleza que el fisicoculturismo entiende como tales.
En este universo tan lejano e incomprensible para muchos y tan intenso para otros vive Adrián Siri. Desde la localidad de Escobar, en Buenos Aires, Argentina, este gigante de no más de 1,73 metros que pesa cerca de 115 kilos le abrió las puertas a Infobae para contar qué lleva a un hombre a cambiar radicalmente su realidad para contentar a un grupo de jueces que en cada competencia deciden qué cuerpo es más perfecto que el otro. Rodeado de mancuernas, máquinas y barras, lo encontramos sentado en el gimnasio Ozono en donde pasa sus mañanas, tardes y noches. Acaba de culminar su segundo entrenamiento de la jornada y si quiere llegar de la mejor manera a la competencia, debe cumplir a rajatabla cada paso de su régimen: “El comer tiene un sentido, el descansar tiene un motivo, el entrenar tiene un motivo, el trabajar tiene un motivo”, explica mientras degusta una porción de arroz desde un recipiente que parece minúsculo en comparación con sus manos.
En su haber hay dos títulos de campeón argentino de culturismo (2017 y 2019), un subcampeonato en el Arnold Classic de Brasil de 2019, un subcampeonato sudamericano 2019 y el trofeo de Campeón de Campeones de Argentina 2019, entre otros premios, a los que podría sumarse el Olympia Amateur WorldWide que se desarrollará en noviembre. Pero tiempo antes de que los trofeos y las medallas llegaran a su vitrina, existió un joven que un día entró a un gimnasio por primera vez, desconociendo lo que esto provocaría en su destino.
“Yo era muy delgadito y mis expectativas estaban puestas en otro deporte, a mí me gustaban y me gustan las artes marciales. En ese momento había como un auge, donde se había como medio profesionalizado el full contact acá en la Argentina y me encontré con esa dificultad de que había adelgazado muchísimo. Siempre hice deporte, toda mi vida. Ahí fue que me orienté hacia el gimnasio, para ganar un poco de peso, formar un poco de masa muscular, aumentar un poquito, y a partir de ahí ya me quedé”, cuenta a sus 41 años y con un estilo de vida completamente diferente al que tenía a principios de la década del 90.
Es que a diferencia de lo que sucede en otros deportes, el fisicoculturista debe ser fisicoculturista las 24 horas. Es así que Siri tiene calculado el tiempo preciso que pasará en el gimnasio, la cantidad de comida exacta que consumirá por día y hasta las horas de sueño que necesitará en cada jornada. Todo para que su cuerpo sea el más perfecto posible: “El fisicoculturismo le dio a partir del momento que lo conocí un motivo a todo lo que hago durante el día en mi vida”. Por eso nunca falta a sus 40 minutos de bici fija en ayunas, ni a sus dos horas de entrenamiento muscular por la tarde, ni a su sesión nocturna de 40 minutos en la que trabaja abdominales o gemelos.
Según explica, el culturismo es como un iceberg, en el que sólo se ve la punta del trabajo hecho durante meses: ”Nosotros los momentos más exorbitantes los vivimos en privacidad, porque vos no vas a ver a ningún atleta (fisicoculturista) hacer una sentadilla de 280 kilos, salvo que vayas a verlo entrenar, cuando en realidad otros deportes exhiben eso. Nosotros hacemos el mismo esfuerzo y tenemos el mismo o más entrenamiento que los halterófilos (levantadores de pesa), que los que hacen crossfit... lo que pasa es que nosotros ofrecemos el resultado de todo eso”.
En cuanto a su régimen alimenticio, afirma que es fundamental para cumplir con sus objetivos, pero reconoce que no es sencillo de llevar adelante: “La alimentación es básica para la vida, lo que nosotros hacemos es quizás un poco extralimitar o potenciar lo que genera ese hábito alimenticio en el cuerpo por medio de un entorno anabólico. No estoy hablando de pastillas o cosas mágicas, estoy hablando de un entorno. ¿Cuál sería?: el descanso, el entrenamiento, las sesiones de aeróbico... todo eso es un entorno anabólico que favorece el incremento dentro de lo que es la alimentación y eso es en pos de generar cada vez más ganancia muscular. Esto se trata de evolucionar y de lucir cada vez mejor con la mayor cantidad de masa muscular o peso posible”. Para eso, su plan consta de proteínas, carbohidratos, grasas saludables y vitaminas, mientras que están terminantemente prohibidas las grasas saturadas, y en menor medida las azúcares simples. Por eso las frituras y el alcohol no pasan por su estómago hace décadas: “No tomo alcohol desde 2001 o 2002 creo”.
En este proceso de constantes mejoras, se puede dividir la temporada en tres partes: entrenamiento, competencia y descanso. Adrián está ahora en la primera de estas etapas, por eso su cuerpo aún no luce esculpido como para ser aceitado y puesto arriba de un escenario. Para eso, hay que esperar a acercarse más al inicio del torneo en donde sus cerca de 115 kilos descenderán hasta los 90 kilos, su cintura se ajustará a los parámetros deseados y cada uno de sus músculos tomará la forma indicada para alucinar a los jueces.
Obviamente, aquí no hay dinero que lo ayude a cumplir su objetivo, aunque el haberse convertido en un Atleta Body Avdance le ha permitido financiar gran parte de su dieta, sus viajes y sus gastos: “Acá todo es a pulmón, no es como el fútbol”. Pero el respaldo económico no es el que más le duele, porque su garganta se cierra y sus ojos se humedecen cuando se le consulta sobre cómo fue la reacción de sus seres queridos cuando un día de 1995 decidió dedicarse de lleno a este deporte.
“Es muy difícil encontrar apoyo en esto. Desde el lado de la familia, muchas veces por una cuestión de incomprensión, de ignorancia también. Más que nada los amigos, quizá los amigos entienden que son un tanto aduladores; más allá de la admiración, es un apoyo que hay... Pero sí, quizás en algún momento a mi familia, los cambios en mí, más allá de ser lo que fueron, positivos o visualmente agradables; los cambios, aunque parezca como irónico, preocupaban. Los cambios que surgían en mí empezaban a preocupar”. Pero con el tiempo pudo ganar esa batalla y la banca llegó: “El apoyo... de a poquito es como que les doblegué un poco la voluntad a todos”.
Los grandes volúmenes de masa muscular traen consigo la consecuente sospecha de la ingesta de esteroides anabólicos, habitualmente relacionados con esta disciplina: “En este deporte los esteroides no son ni más ni menos utilizados que en otro tipo de deporte de alta competencia. Es así de concreto y sencillo. No son ni más ni menos utilizados. Si vos conocés algún atleta, algún velocista, algún saltador en garrocha, alguno que haga salto en largo, salto en alto, algún nadador, algún remero y sabés cómo se suplementan químicamente... bueno, hacete una idea de que eso es mas o menos lo que hacemos nosotros”.
Ante la preocupación vinculada a la salud que surge en base a este régimen de alimentación, entrenamiento y suplementación, Adrián tampoco oculta este lado menos agradable del deporte que ama. Pero como para alcanzar éxito es necesario atravesar el sacrificio, sabe que todo este esfuerzo puede camuflarse en la comparación con cualquier otro atleta: “Los deportes de alto rendimiento y la salud no van de la mano. Nunca, nunca, nunca, nunca. Ni los que están en los Juegos Olímpicos. Nunca”.
Siri lleva 26 años sumergido en este universo de constancia, esfuerzo, disciplina y evolución que le impide faltar un día al gimnasio; que lo obliga a tener una heladera y un freezer repletos de comida (dividida por platos del día, de la semana y del mes); que lo mantiene enfocado hasta en el descanso; que le ha dado un significado a cada decisión que toma; y que ya no podrá sacar de su vida. Si bien admite que en algún momento los escenarios se terminarán, que esa sensación de orgullo y empoderamiento que le recorre el cuerpo al ganar un torneo no son para siempre y que llegará el día en que deba retirarse, Adrián sabe que este deporte estará para siempre dentro suyo.
Porque ahí está la diferencia. Ahí está el secreto. Eso es lo que hay detrás. Charles Altas no mantenía ese físico para ser tapa de revista en 1922. Porque el escenario es la punta del iceberg. La competencia es solo una de las tres etapas. Y esto Adrián, que pasó de ser un alfeñique de 19 años que solo quería practicar artes marciales a convertirse en uno de los mejores fisicoculturistas del continente, lo asume. Por eso, lo confirma: “El fisicoculturismo como estilo de vida no se abandona nunca”.
Seguir leyendo: