“Londres es una hermosa ciudad, ya lo sabes”. La advertencia de hoy de Khalifa Bin Hamad Al Thani, familiar del jeque dueño del París Saint-Germain en las redes sociales, parece tener un solo destinatario, que no es otro que el entrenador del equipo, Mauricio Pochettino, tras haber cambiado ayer sorpresivamente a Lionel Messi durante el partido ante el Olympique de Lyon, desatando todo tipo de comentarios.
Pero el entrenador argentino de Murphy, provincia de Santa Fe, ya conoce lo que es lidiar con jugadores de peso en sus equipos, como ocurrió cuando asumió en el Tottenham Hotspur y le comunicó a una estrella del plantel como el togolés Emmanuel Adebayor, que perdería la titularidad en manos de un joven surgido de las divisiones inferiores, Harry Kane, aunque el mayor conflicto lo tuvo con un ídolo del Espanyol y su máximo goleador histórico, y además por años compañero suyo en su etapa de jugador, Raúl Tamudo.
En el inicio de la temporada 2009/10, la segunda de Pochettino a cargo del plantel del Espanyol de Barcelona, decidió no sólo contratar en el puesto de Tamudo al argentino Daniel Osvaldo, que venía de marcar muy pocos goles en el Bologna, sino que le quitó la cinta de capitán al goleador para entregársela al defensor Daniel Jarque, que moriría en esa pretemporada de un fulminante ataque de corazón cuando el plantel se encontraba en Coverciano, cerca de Florencia (fue a quien homenajeó Andrés Iniesta cuando mostró su nombre al quitarse la camiseta se la selección española al festejar su gol del título mundial en Sudáfrica ante Países Bajos).
“A Osvaldo lo trajimos con dos cojones en esa posición teníamos a una leyenda del club como Tamudo”, cuenta Pochettino, quien recuerda que en los primeros cinco partidos no marcó ningún gol, “pero acabó siendo la venta más importante de la historia del Espanyol, por 17 millones de euros”, cuando el argentino pasó a la Roma un año y medio más tarde.
Aquel de 2009 fue un verano europeo muy turbulento. A la inesperada muerte de Jarque, que todavía hoy homenajean los hinchas aplaudiendo en el minuto 21 de cada partido (era el número que llevaba en su camiseta), se sumó que seis días antes se había inaugurado el estadio de Corneliá para 40.500 espectadores (el primer encuentro oficial fue el 9 de septiembre por la Liga y ante el Real Madrid, que ganó 0-3), y si faltaba algo, fue el conflicto entre Pochettino y Tamudo, que ya veterano, pareció no acordar con las pautas de trabajo del cuerpo técnico del argentino.
Tamudo no era un jugador más y tal vez por eso, Pochettino afirmó años más tarde que este conflicto “quizá sea lo que más me hizo crecer a pasos agigantados como entrenador, porque a mi llegada, él estaba en el final de su carrera”. Habían sido compañeros de equipo entre 1996 y 2001, y en un segundo ciclo del argentino, entre 2004 y 2006, y posteriormente, la relación “DT-jugador” se extendió de 2008 a 2010, cuando ya la situación entre ellos no daba para más.
Tamudo llegó a marcar 193 goles en su carrera, 129 en el Espanyol, siendo el máximo goleador histórico del club, y el que más partidos disputó (340) en 16 temporadas, que incluyen un par de salidas a préstamo al Alavés y al Lleida. Con la camiseta azul y blanca logró dos Copas del Rey, marcando recordados tantos en ambas finales, en 2000, cuando le robó una pelota al arquero Toni Jiménez del Atlético Madrid en una “avivada” cuando iba a sacar desde su área, y en 2006, abriendo la cuenta del 4-1 ante el Zaragoza.
Otros, en cambio, se quedan con el “Tamudazo” de 2007 ante el Barcelona en el Camp Nou, cuando ante la enorme rivalidad de ambos clubes catalanes, el delantero le dio así el título de liga servido al Real Madrid de Fabio Capello, el gol que salvó del descenso al Espanyol en 2004, ante el Murcia, o su asistencia a Corominas en 2006 para otro gol que evitó otra caída a la segunda división.
En el contexto de ese plantel del Espanyol que dirigía Pochettino en 2009 y que contaba con jugadores como el arquero camerunés Carlos Kameni, el ex Barcelona Iván De la Peña y el ex Real Madrid José Callejón, el japonés Shunzuke Nakamura y los argentinos Cristian Álvarez, Juan Forlín y Facundo Roncaglia, el director técnico afirmaba estar “bastante triste con la situación” porque tenía “bastantes emociones que se contraponen. Hay una parte a la cual le tirás la mano y la otra no la recibe y entonces ya no es mi problema, que es velar por los intereses del club”.
La relación entre Pochettino y Tamudo había comenzado a quebrarse con el retiro de la capitanía, y desde ese momento, el legendario “23” del Espanyol apenas tuvo protagonismo en el equipo, como cuenta Guillem Balagué en su libro “Un Mundo Nuevo” (Diario íntimo de Pochettino en Londres), en el que el entrenador argentino da ciertas pistas sobre su modo de actuar que bien podrían entenderse en clave de lo que podría ocurrir con Lionel Messi (también hoy veterano, con 34 años) en el PSG, aunque se trate de casos distintos
“Tuve que lidiar con una situación con la que no se atrevieron otros entrenadores con mucha más experiencia –afirmó Pochettino en el libro-. Nadie había querido abrir la caja de Pandora. Sabía lo que tenía que hacer y fui directo. Me importa tres carajos todo cuando lo que voy a hacer es lo correcto y honesto. Me tiré de cabeza. No quise maltratar al ídolo. Pero los pasos que di eran necesarios. En todo caso, no podía permitirme que el equipo fallara porque yo era novato y la posición del club estaba en juego”.
“Raúl era mi amigo –insistió-, compartimos alegrías de vestuario, incluyendo las dos Copas del Rey que ganamos, pero en ocasiones, los intereses personales de los futbolistas se sobreponen a los colectivos. Tuve muchas conversaciones con él para tratar de hacerle ver que su comportamiento no era el adecuado, que se esperaba algo más de un líder y un veterano como él, y que probablemente se lo recriminaría a sí mismo en un futuro. Llevaba trece años en el primer equipo y seguramente habría sufrido mucho el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero eso no le otorgaba el derecho a olvidarse del grupo”.
El entrenador relató a Balagué que, entonces, Tamudo “fue saliendo de las convocatorias, pero cuando me preguntaban, decía que no estaba para jugar -solamente disputó 376 minutos en toda la temporada y participó en sólo 6 de los 38 partidos de la liga, sólo 4 de titular y en 2 entró faltando media hora-. Raúl no lo entendió, mejor dicho no quiso entenderlo, lo que, naturalmente, sólo complicó las cosas”.
“Recuerdo verle llorar cuando me despedí como jugador. Y unos años después discutíamos uno frente al otro, diciéndonos cosas muy gordas. Hubo conversaciones sinceras pero cuando se rompe algo, se rompe. Estoy seguro de que ambos podríamos haber evitado muchas cosas, sobre todo porque no sólo sufrimos nosotros, sino también quienes nos rodean. Imagino que todo lo que nos ocurrió le hizo madurar. Estoy convencido de que yo también me equivoqué en esa gestión: uno aprende y mejora con el tiempo. Ahora, diez años después como entrenador, no entraría a pecho descubierto, como Mel Gibson en Braveheart, a pelearme contra todos con una lanza. Hay que saber calmar los ánimos”.
La situación conflictiva entre Pochettino y Tamudo no se pudo modificar con el tiempo, como cuenta el argentino en el libro. “En la actualidad no nos hablamos. Mucha gente ha contribuido a este estado de cosas; el Espanyol tiene un entorno que propicia que si algo va mal, vaya peor. Pero me queda una sensación de tranquilidad, porque cada decisión que he tomado puedo justificarla con sólidos argumentos”.
“Hoy estoy seguro de que en otro plano – hace trabajos de representación institucional como adjunto a la dirección deportiva del Espanyol- Tamudo verá que hay que tener en cuenta muchas cosas a la hora de tomar decisiones. Probablemente, no estará de acuerdo con el comportamiento de futbolistas como él. Y si se encuentra a alguien parecido tomará decisiones destinadas a que reine la buena dinámica en el grupo. Para eso hay que tener las cosas muy claras, mucha disciplina, y saber qué valores quieres asentar”.
En aquel tiempo de conflicto, Tamudo estuvo cerca de irse al Wigan inglés que dirigía el hoy director técnico de la selección belga, Roberto Martínez. Al menos, Pochettino lo dejó ingresar en la última media hora del partido contra Osasuna por la última fecha de la liga 2009/10 en Cornelliá, para poder despedirse de su público. No pudo marcar goles. Si lo conseguía, habría sido el único de toda la historia del Espanyol en convertir en tres estadios distintos como local, Sarriá, Montjuic y el actual. Se terminó retirando en el Sabadell, en la segunda división española.
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