El sismo del 19 de septiembre de 1985 impactó en todos los rincones de la sociedad mexicana. Por supuesto que el ámbito deportivo no estuvo exento de tamaño acontecimiento. Una historia muy particular surgida de aquel incidente estuvo ligada a Daniel Alberto Brailovsky. El Ruso, como ya se le conocía desde esa época, fraguó una carrera repleta de éxitos en México. Sin embargo, aquella mañana todo cambió para siempre no solo en su carrera futbolística, sino también en su vida personal.
Un terremoto de 8.1 grados en la escala Richter sacudió a la Ciudad de México a las 07:17 horas. Los daños fueron imposibles de medir en su justa dimensión incluso años después. Decenas de edificios cayeron derrumbados y la cifra de fallecidos nunca ha sido del todo precisa: algunas versiones apuntan que fueron aproximadamente 30 mil personas las que perdieron la vida. Brailovsky padeció el horror en carne propia.
“Empezó a temblar el edificio, yo les pedía que se quedaran tranquilos pero en el fondo estaba loquísimo. Estallaban los vidrios, las cosas rodaban por el suelo como bolitas, la pared del cuarto comenzó a rajarse. Nos pusimos debajo del marco de la entrada porque nos habían dicho eso, pero se caían los edificios enteros”, contó el Ruso a la revista El Gráfico en 2008.
Daniel Alberto se había consagrado como una de las grandes figuras del América. En tres años salió campeón en tres ocasiones, incluidas dos vueltas olímpicas ante los acérrimos rivales: Chivas y Pumas. Sus goles en momentos importantes y la técnica depurada que poseía le reservaron un sitio entre los consentidos de la siempre exigente afición americanista.
Sin embargo, el terremoto sacudió su vida para siempre. En ese entonces, por su mente pasó la idea de “nunca más volver a México”, aunque, luego, el destino lo trajo de vuelta a la tierra donde vivió sus momentos más plenos como jugador profesional.
“Fueron palabras de mi mujer, y yo las avalé. Las dijimos en 1985, cuando nos sacudió el terremoto y huimos aterrados del DF, no pensábamos regresar nunca más, pero Dios sabe cuándo poner las cosas en su lugar y supo llevarme otra vez a México”, ha recordado en la misma entrevista con el periodista Diego Borinsky.
Los motivos de Brailovsky eran estrictamente personales: su esposa estaba embarazada y tenía una hija de dos años. Fue entonces cuando tomó la decisión de partir con toda su familia. No avisó a la directiva del América ni al entrenador (Miguel Ángel Zurdo López). La historia de gloria que supo construir quedaba en los escombros, literal y metafóricamente. La sanción no se hizo esperar: un año suspendido de la actividad futbolística.
A pesar de que cumplió con el tiempo de parón, la carrera del Ruso no volvió a ser la misma. La directiva del América le negó un fichaje con Boca Juniors que estaba prácticamente cerrado. Solo pudo continuar su carrera por dos años más, con el Maccabi Haifa de Israel. Se retiró del futbol con apenas treinta años.
A pesar de lo insólita que resultó su partida, la afición azulcrema siempre guardó un cariño especial para Brailovsky. Es por ello que el América le abrió la puerta para volver al club como director técnico en el año 2007. Al frente de Las Águilas llegó a la final de la Copa Sudamericana 2007, en que la cayó de manera controversial ante Arsenal de Sarandí. Además fue homenajeado, junto a otras leyendas del club, en el centenario americanista de 2016.
Después de esa experiencia, tuvo un breve paso por el Necaxa en 2011. Los resultados no fueron los mejores, el DT argentino dejó el cargo y Los Rayos descendieron unas jornadas más tarde. El Ruso decidió dar un paso al costado: se alejó para siempre del banquillo y encontró un sitio como comentarista de la cadena Fox Sports, donde trabaja actualmente.
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