La noticia tomó por sorpresa a todo México. Javier Hernández era nuevo jugador del Real Madrid. El fichaje causó revuelo inmediato y la división de opiniones no se hizo esperar: defensores y críticos debatían la naturaleza del traspaso. ¿Qué pretendía Florentino Pérez llevando al mexicano a su equipo? Sólo el tiempo lo diría, pero en ese momento la realidad era una: Chicharito iba a jugar en el Santiago Bernabéu.
El partido del debut no podía ser mejor. Chicharito vivió sus primeros minutos como jugador merengue en el Derbi de Madrid. Carlo Ancelotti decidió usarlo como revulsivo en un partido que comenzaba a salirse de las manos al conjunto de Chamartín. Al minuto 63, Hernández relevó a Karin Benzema para hacer su debut como jugador de la Casa Blanca. Desde la época de Hugo Sánchez, ningún jugador mexicano había vuelto a portar la camiseta del Real Madrid.
Con Karin Benzema por delante, era de esperarse que las oportunidades fueran pocas para el atacante azteca. Sin embargo, a lo largo de toda la temporada, Hernández aprovechó los minutos como ningún otro jugador. En diciembre de ese año, salió campeón del Mundial de Clubes, uniéndose a Rafa Márquez y Jonathan Dos Santos, los únicos mexicanos en ganar dicho torneo. Pero no jugó un solo minuto, ni siquiera en el partido que enfrentó al Madrid contra Cruz Azul, en semifinales.
Un debut premonitorio
El Atlético de Madrid ya no era un rival cualquiera que aseguraba tres puntos. Con Diego Pablo Simeone al mando, los colchoneros se reinventaron y llegaron a la final de la Champions de ese año. La derrota contra el Real Madrid caló hondo en los pupilos del Cholo, que llegaron a ese juego con una sed de revancha que no pudo saciar la Supercopa Española ganada un mes atrás. En suma, arribaron a la Castellana con los tres puntos como obligación suprema.
Tiago Mendes estaba consciente de ello y adelantó a los suyos apenas con diez minutos en el cronómetro. El centrocampista luso sorprendió a la defensa blanca en un tiro de esquina y, sin necesidad de saltar, contactó el balón para vencer a Iker Casillas. El Madrid salió de su somnolencia inicial y empezó a bombardear el arco rojiblanco, defendido en ese entonces por Miguel Ángel Moya. Así, Cristiano Ronaldo emparejó los cartones por la vía penal a los 26 minutos.
El partido continuó con la tensión natural que le es propia a este tipo de cotejos. Nadie quería regalar nada. Ancelotti, entonces, optó por Chicharito. El mexicano entró con la enjundia de siempre, pero no fue suficiente. Arda Turan inclinó la balanza para la visita. Hernández tuvo un debut agridulce: fue considerado en un momento trascendental del partido, pero ya en el campo no tuvo oportunidades para marcar diferencia.
A pesar de las numerosas críticas, CH14 no claudicó. Esperó paciente las oportunidades y exprimió hasta el último minuto de juego que le fue concedido. Tal y como lo hizo en el Manchester United, se ganó el cariño de la afición a punta de goles. Hernández, con el tiempo, ya no era un extraño en el vestidor: se convirtió en un recambio de lujo.
Su momento cumbre llegó siete meses después de aquella insípida presentación. Otra vez con el Bernabéu como testigo y con el Atlético como rival. Cristiano le dejó servido el balón y Hernández no perdonó. Su tanto rompió la fortaleza colchonera. El jugador más inesperado compró el boleto a semifinales. Chicharito registró 9 goles y 9 asistencias en 33 partidos. Cifras que superan a las de algunos rutilantes fichajes de la última época.
No bastó para convencer al club de comprarle. El 14 volvió a Manchester brevemente, antes de que el Bayern Leverkusen comprara su pase. La aventura duró un año, pero estuvo plagada de momentos sorpresivos. Hasta el día de hoy, esas postales permanecen en la retina de la afición.
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