Hija de padre rumano y madre china que nació hace 18 años en Canadá pero se mudó hace 16 a Londres y representa a Gran Bretaña, hizo su debut en el circuito WTA en junio y en el segundo torneo de su carrera se convirtió en una sensación en su país al alcanzar la cuarta ronda de Wimbledon tras recibir una wildcard. Su dramático retiro frente a la australiana Ajla Tomljanovic por problemas respiratorios había sembrado todo tipo de dudas sobre su capacidad para soportar la presión del contexto y de los hinchas locales que se habían encomendado a su nueva esperanza, quien antes de su aventura sobre el pasto inglés se ubicaba en el puesto 338 del ranking.
Emma Raducanu reapareció un mes después de su preocupante despedida del All England con una pronta eliminación en la primera ronda del WTA 500 de San José ante la china Shuai Zhan, fue cuartofinalista de un certamen de la ITF y finalista del WTA 125 en Chicago. Para garantizar su lugar en el cuadro principal del US Open, por entonces ubicada en el puesto 150 del circuito femenino, debió afrontar la clasificación que superó después de salir airosa con tres triunfos en dos sets.
“¡Tenía un pasaje para volver a casa al final de la Qualy! Es un gran logro y estoy muy orgullosa de mí misma”, comentó Raducanu ya instalada en el cuadro principal. Después de resolver y postergar su partida de Nueva York, la británica afrontó el quinto torneo WTA, el segundo Grand Slam, de su carrera y construyó uno de los relatos más impresionantes de todos los tiempos: se convirtió en la primera jugadora -tanto masculina como femenina- en ganar un Grand Slam desde la qualy. Fueron diez triunfos sin ceder ni siquiera un set para consumar una de las hazañas más impresionantes en un deporte en el que, aunque todo parezca escrito, siempre hay lugar para la sorpresa.
Raducanu, quien desde el lunes se convertirá en la 23ª raqueta del mundo, irrumpió en el Abierto de Estados Unidos como una de las cenicientas del torneo y fue construyendo su mito victoria tras victoria, eliminando en su camino a la campeona olímpica en Tokio 2020 Belinda Bencic. En la final de este sábado enfrentó a la otra gran sorpresa en un duelo de adolescentes sobre el cemento estadounidense en el que se impuso frente a Leylah Fernández (73 del mundo al comenzar el torneo) por 6-4 y 6-3. Fue un show de Raducanu, implacable gracias a su altísima inteligencia para identificar, seleccionar y tomar los mejores tiros en cada jugada. Camaleónica, evidenció una notable capacidad para ajustar y adaptarse a cada rival para minimizar las fortalezas de sus rivales y desnudar sus falencias.
La legendaria Martina Navratilova destacó “su coeficiente intelectual de tenis y mental realmente alto” como su mayor virtud. La británica definió su estilo durante su aparición en Wimbledon: confesó que si bien tal vez no era la más rápida ni la más potente del circuito, si podía convertirse en la más inteligente. “Emma es una esponja, aprende muy rápido. Prepara muy bien los partidos, ama hacerlo, disfruta ese lado del tenis”, explicó la doblista británica Naomi Broady a la BBC. Naomi Cavaday, ex jugadora que entrenó a Raducanu cuando era más joven, coincidió: “Es una trabajadora fenomenal, la mejor que conocí en mi carrera. Cada uno de sus tiros, buscará datos y hará preguntas”.
Emma ya es una estrella en Gran Bretaña, donde la final de este sábado se transmitió en televisión abierta a través de Channel 4 después de que el canal negociara con Amazon los derechos del partido. Grandes estrellas inglesas, desde tenistas hasta músicos, la apoyaron públicamente en unas redes sociales que rápidamente la transformaron en trending topic. Los especialistas de su país ya estiman que será la atleta mejor paga de su país en este 2021 gracias a los 1.2 millones de dólares que generó en el US Open y que representan el triple de lo que había ganado durante toda su vida hasta antes de su travesía norteamericana.
Raducanu agarró por primera vez una raqueta de tenis a los cinco años y empezó a entrenar en el Bromley Tennis Centre pero sus padres le ofrecieron múltiples deportes para que eligiera cuál era su verdadera pasión. Papá Ian la introdujo en la equitación, la natación y el básquet. Mamá Renee la llevó por el camino del ballet. “Yo era una niña muy tímida que no hablaba mucho. Y el hecho de practicar deportes, y tener que ser audaz en la cancha y no tener miedo y luchar, me ha dado fuerza interior. Si tienes eso, entonces realmente puedes lograr lo que quieras”, analizó en una nota en Vogue.
Además del tenis, Emma amaba -y ama- la velocidad: empezó compitiendo en kartings, después descubrió su amor por las motos y aún aspira a sacar la licencia para poder manejar motos y tuvo la posibilidad de manejar un McLaren en la antesala del Gran Premio de Silverstone de su amada Fórmula 1: “Cuando era más joven, corría en kartings durante uno o dos años, y a los 10 años me pasé al motocross. Era la única chica de mi grupo que corría en karts o hacía motocross, y me parecía muy bien. Al principio me intimidaba bastante salir de mi caparazón y empezar a disfrutar realmente de lo que hacía, porque tenía mucho miedo”.
Raducanu no fue un nombre demasiado destacado en el mundo junior, en donde alcanzó el vigésimo puesto como mejor ranking y apenas acumuló dos cuartos de final en Wimbledon como mejores resultados. Por entonces parecía difícil proyectar a una campeona de Grand Slam, menos aún tan precoz: “Siempre he soñado con jugar en los Grand Slams, pero no sabía cuándo llegaría. Llegar tan pronto, en este punto de mi carrera, sólo he estado de gira durante un mes, dos meses desde Wimbledon. Es una locura para mí”.
Es que más allá de su ilusión de convertirse en profesional, Emma jamás descuidó sus estudios: en abril rindió sus exámenes A-level para coronar su etapa en la Escuela de Newstead Wood y se sacó una A+ en matemáticas y una A en economía. “Creo que mis padres piensan que estoy loca. No acepto nada menos que una A. Creo que eso es lo que la gente que me rodea piensa de mí. También siento que ahora tengo que estar a la altura de esa expectativa. Por eso también me esfuerzo tanto para intentar sacar esas notas. No estoy segura de qué notas me voy a sacar, pero hice mi parte, di lo mejor de mí”, explicó en una entrevista con la WTA durante su promisoria campaña en Wimbledon.
Fue después de su abrupta salida por problemas respiratorios que Emma decidió hacer algunos cambios en su equipo de trabajo con el objetivo de “fortalecerse físicamente y tener mayor resistencia”. En los medios británicos, después de que los hinchas la ovacionaran desde las tribunas del All England, se preguntaban si tenía la personalidad y la madurez para soportar la presión. Emma, quien decidió alejarse de las redes sociales y no prestarle demasiada atención a los comentarios, sumó a su equipo de trabajo al fisio Will Herbert, quien había entrenado a Alexander Zverev y al británico Kyle Edmund. También volvió a ser entrenada por Andrew Richardson, un ex jugador británico que había trabajado con ella cuando era -aún más- adolescente, que reemplazó a Nigel Sears como coach.
Emma Raducanu hizo historia este sábado en Nueva York, convirtiéndose en la primera británica en ganar un título individual Grand Slam después de 44 años. Fue un título inesperado para la cenicienta del torneo, una joven que empezó a construir una carrera que parece no tener techo. Para Virgnia Wade, la última campeona de su país gracias al título que levantó en Wimbledon en 1977 y testigo de la proeza de su heredera, Emma tiene todos los condimentos para seguir sumándole capítulos a una historia que tuvo su primera gran noche en Flushing Meadows.
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