220 kilos por 2.08 metros. Esa era la proporción peso/altura que tenía Troy Jackson durante su último año en el Hills East High School de Nueva York; antes de que su vida diera un giro rotundo con respecto a su futuro deportivo, en el que soñaba con ser una estrella de la NBA al igual que su hermano Mark, ocho años mayor que él.
Para cuando Troy tenía 14 años, Mark estaba dando sus primeros pasos en la liga más importante del mundo tras ser elegido en el draft de 1987 por los New York Knicks, ganándose desde ese momento un lugar entre los titulares con un desempeño sobresaliente que le valió ser nombrado el Rookie de la temporada.
Ambos llevaban el baloncesto en la sangre pero, a diferencia de Mark, que alcanzó a ser uno de los mejores pasadores de la historia, los malos hábitos y la inmadurez condujeron a Troy por otro camino. “Tenía el talento, pero no la disciplina. Si Troy hubiera tenido la disciplina que tenía Mark, podría haber jugado en cualquier lugar”, reconoció su madre cinco años después de su muerte.
Troy lo tenía todo, agilidad, buenos regates, una excelente defensa y una altura envidiable para cualquier aspirante a convertirse en un jugador de élite, sin embargo su sobrepeso iba a cambiar completamente su destino.
“Con su tamaño, con su atletismo y su capacidad para manejar el balón, quería triunfar en el baloncesto y, en cierto modo, lo hizo”, recordó Mark en diálogo con Bleacher Report en 2017 sobre su hermano que, a pesar de alcanzar los 220 kilos en su último año de colegio, logró hacer que los cazatalentos de la Universidad de Louisville posaran sus ojos en él, ofreciéndole una beca que finalmente aceptó.
Ese fue el comienzo del fin para el oriundo de Queens (NY). Durante su paso por la Universidad, Troy llegó a jugar con los Cardinals de Louisville en la Conferencia de la Costa Atlántica de la NCAA, pero las cosas no salieron bien para el joven atleta, al que le pidieron que siguiera una estricta dieta para poder seguir integrando el equipo universitario.
Con un peso de 165 kilos y 2,08 metros de altura, en los últimos dos años disputó 20 partidos con un promedio de 3,0 puntos y 1,6 rebotes por encuentro hasta que finalmente acabó ocupando un lugar en el banco. Troy nunca pudo adaptarse a la exigencia física que conllevaba la competición.
“Su lucha fue con el peso, de verdad. Era mucho más joven que nosotros”. explicaba su hermano, refiriéndose a que Troy era el menor de los cinco hijos de Harry y Marie.
“A mi papá le pagaban los viernes e iba a hacer algo especial con el más joven, a menudo el plan era ir a McDonald’s a comprar un Big Mac. Así que siempre fue robusto, pero aún podía dominar un cierto nivel competitivo a pesar de su tamaño. Pero cuando elevaron la competencia, fue cuando notó que el acondicionamiento y el tamaño lo empezaron a lastimar”.
Pero los contratiempos físicos no fueron un impedimento para que Troy alcanzara su objetivo de convertirse en una estrella del baloncesto.
Con la base que tenía de sus primeros pasos en las pistas de asfalto de Queens, en donde hacía estragos dentro del conocido mundo del básquet callejero, y los contactos que iba creando su hermano en la élite del deporte, Troy decidió abandonar la Universidad y aceptar una invitación de los Harlem Globetrotters para unirse a sus giras. Fue a partir de allí cuando comenzó a nacer la leyenda.
Así como en su momento los cazatalentos de la Universidad de Louisville posaron sus ojos en él durante su última etapa en el instituto, en 2003 la empresa de vestimenta deportiva AND1 iba a hacer lo mismo al ofrecerle la oportunidad de que participara en sus competencias de exhibición Mix Tape Tour, las cuales estaban enfocadas en hacer crecer el streetball con giras y eventos televisados a través de cadenas como ESPN.
“Cuando el streetball estuvo disponible como carrera, se lanzó a ello. Streetball era el lugar para él. Y no trabajó ni un día más en su vida”, contó su madre a Bleacher Report.
“Se unió a nosotros para la gira en 2003, justo cuando estábamos despegando, y tenía una gran llegada con los fanáticos. Hacíamos las rondas de autógrafos después de los juegos y la gente se intimidaba al principio por su tamaño, pero luego se daban cuenta que era un oso de peluche gigante”, recordaba Mandy Murphy, gerente de relaciones públicas de AND1, en 2017.
Para ese entonces Troy ya estaba en la cresta de la ola, se había convertido en uno de los jugadores favoritos de los fanáticos y a cada lugar que iba recibía un trato como si fuera una estrella de rock.
“Era un jugador, un portavoz y un embajador. Con su personalidad y sus habilidades verbales acaparaba mucho tiempo de cámara. Tenía una gran destreza, un buen manejo de pelota y un don dramático”, aseguraba Robert Purvy, el director ejecutivo de la empresa AND1 en declaraciones a The New York Times en 2011.
Tres años después, en 2005, Troy llegaba a la cima al protagonizar la portada de la prestigiosa revista estadounidense Sport Illustrated. “El otro juego: Cómo una pequeña empresa de calzado inició una revolución en el baloncesto”, fue el título de aquella edición en la que aparecía vestido con una musculosa azul y pasando el balón entre sus piernas junto a otros compañeros de gira.
Para ese entonces ya era más conocido en el ambiente como Escalade, un apodo que le pusieron después de ver la rapidez que tenía a pesar de ser un gigante de 2 metros y 170 kilos, comparándolo con el vehículo deportivo todo terreno de la marca Cadillac.
Al ser consultado por Bleacher Report sobre la popularidad que había alcanzado su hermano, Mark recordó: “Una vez estábamos caminando por el centro comercial, y algunos niños corrieron detrás de nosotros, y yo pensaba, ‘Deben reconocerme’. En cambio, uno de ellos me dio un golpecito en el hombro tímidamente y me preguntó: ‘¿Podemos tomarnos una foto con Escalade?’. Esa fue la primera de las muchas veces en las que él era al que la gente quería conocer”. Para 2005 Mark llevaba un año desde su retiro de la NBA, liga en la que compitió durante 17 temporadas.
A medida que pasaban los años, Escalade se hacía cada vez más grande, no en relación con su cuerpo, el cual ya había alcanzado los 2 metros y 170 kilos, sino en popularidad. Su nombre finalmente había llegado a la NBA: “No puedo creer que sea tu hermano”, le decía Karl Malone a Mark al enterarse que eran familia. Claro, el base de los Utah Jazz rondaba en ese entonces los 1,85 metros y pesaba 90 kilos menos.
“De 2003 a 2011, estuvimos saliendo, de gira, jugando a la pelota y eso nunca cambió”, recordaba Grayson Boucher, a quien llamaban El profesor, sobre su relación con Troy durante su paso por AND1. Ambos eran la sensación de los tours, uno por ser un gigante talentoso y el otro por ser un pequeño (no llegaba a 1,80 metros) escurridizo que volvía locos a sus rivales con sus increíbles regates.
Sin embargo, sin saberlo y repentinamente, la espectacularidad de su físico que lo llevó a la cima iba a decretar su final. Al igual que su talento para el baloncesto, el sobrepeso también lo acompañó durante toda su vida, y fue un día después del All Star que se disputó en el Staples Center de California en 2011 cuando la leyenda del streetball se despidió del mundo.
El 20 de febrero Escalade sufría una enfermedad cardíaca hipertensiva. Su corazón no pudo aguantar la hipertensión arterial: “Nunca había perdido a un amigo o familiar por un ataque cardíaco, y ni siquiera pensamos en eso”, explicaba El Profesor a Bleacher Report en 2017.
“En ese momento, no estábamos conscientes de lo que podía suceder. Es posible que haya tenido algunos problemas de salud, pero no los compartió, así que no sabía si había preocupaciones como esas”, se lamentaba Boucher.
“Le encantaba el nombre, el marketing y tenía un alto nivel de autoestima. No tenía intención de perder peso. Lo animé a que se pusiera en forma, que adelgazara un poco, pero no porque estemos pensando en la salud o la vida a largo plazo, sino porque éramos jugadores de baloncesto”, concluía.
“Mi hijo cumplió 38 años en enero y murió el 20 de febrero. Había tenido un infarto masivo, a pesar de que acababa de pasar un examen físico para jugar de nuevo con esa gira”, detallaba su madre. “Dios me dio un tiempo limitado. Debe haberlo necesitado más allá arriba que aquí”.
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