El fútbol uruguayo sufrió varios golpes en el último tiempo, por el suicidio de varios futbolistas; algunos en actividad y otros ya retirados. Uno de los casos dolorosos fue el de Williams Martínez, quien se desempeñaba en el club Villa Teresa, de la segunda División de ese país.
Martínez, de 38 años, era dueño de una respetada trayectoria con pasado en West Bromwich inglés, Stade de Reims, de Francia y Celta, de España. En la Argentina, vistió las camisetas de Ferro y Chacarita. En su país, surgió en Defensor Sporting, pasó por Rampla Juniors y River Plate, donde fue compañero del Morro García, quien había decidido terminar con su vida el pasado 2 de febrero.
“En el mundo del fútbol, cuando estás adentro tenes un millón de amigos, cuando salís te quedas solo. Estos dos chicos estaban solos en la vida. No tenían con quién hablar y se encerraron en sí mismos”, aseveró Rubén Sosa, uno de los futbolistas más importantes de la historia del fútbol uruguayo, y con relación muy cercana con ambos jugadores.
El Principito (lo apodaron así en la selección uruguaya, ya que el Príncipe era Enzo Francescoli), jugó 46 partidos con el combinado de su país y convirtió 15 goles. Ganó la Copa América organizada en la Argentina en 1987, y la de Uruguay en 1995: “Ganar dos Copas fue lo máximo que me pasó como jugador”, reveló el delantero que se destacó, además, en Nacional, Real Zaragoza (España), Lazio (Italia), Inter de Milán y en el Borussia Dortmund (Alemania).
No obstante, Sosita (otro de sus apodos) fue subcampeón en la Copa América 89 disputada en Brasil, elegido el mejor jugador del torneo, donde tuvo su mejor performance en la semifinal ante Argentina, marcando los dos goles para eliminar al seleccionado de Diego Maradona: “Yo lo veía como un Dios en la tierra. Un tipo que jugaba al fútbol y se divertía. Le pegaban y se levantaba, no lo podían parar”, aseveró sobre el Diez.
Admirador del juego de Pelusa, a quien considera “el más grande”, el uruguayo habló con con Infobae sobre los suicidios de sus dos compatriotas y los comparó con Diego. Por qué Maradona “murió solo”, el día que Bilardo mandó a sus defensores a “matarlo” y cuando Ruggeri quería llevárselo al Real Madrid.
-¿Conocías a William Martínez?
-Lo conocí. Estaba terminando su carrera de jugador e iba a ser entrenador. Es horrible lo que pasó. Le ha dado mucho al fútbol. Donde iba, se convertía en el capitán por su personalidad. Fue un defensor aguerrido y con mucho corazón. Era un referente y motivador en Defensor Sporting. Dolió mucho su muerte. Es un caso similar al del Morro García. Son personas que vivieron muchos años en el fútbol. Santiago era mas joven. Pero Martínez tenía todo para ser entrenador. Hay momentos en los que me pregunto, “¿por qué lo hacen?”. Si tenía todo para seguir vinculado al fútbol.
-En lo personal, ¿estaba pasando un buen momento?
-Hace 20 días se mantenía alejado de su familia porque tuvo coronavirus. Es más, se preocupaba por la suegra porque la contagió. Capaz que se sintió culpable por si le pasaba algo a su familiar político. Es bravo cuando no estás bien de la cabeza.
-¿No tenía la contención que necesitaba?
-En el mundo del fútbol, cuando estás adentro tenes un millón de amigos, cuando salís te quedas solo. Es bravo. Hay dos situaciones que le suceden a los futbolistas que pegan duro: la separación de su mujer y no poder ver a sus nenas/es; y si armas un negocio, te sale mal y te comés la plata que hiciste. La plata es el tema más difícil de todos, es fundamental en todos los terrenos de la vida. El pasar de tener un millón de dólares a tener 100 mil y te preguntás: “¿por qué perdí tanto?”.
-Al Morro García lo conociste en Nacional, ¿te sorprendió su decisión?
-Sí, me sorprendió. Lo tuve en Nacional antes de que fuera para Godoy Cruz. Vivía solo y fue duro que no pudiera ver a su hija, ni tener un hermano al lado. Estaba muy solo. El presidente del Tomba (José Manzur) lo presionó y lo dejaron de lado, entrenando solo. Su situación era mas complicada. Es una situación complicada. Sobre mí todos dicen “Sosita es divino”, pero hay veces que estoy pensando en qué hago de mi vida. Todos me ven alegre, pero el día a día es bravo. Los futbolistas vivimos 35 años levantándonos todos los días por la mañana para ir entrenar. Cuando dejás el fútbol, si no estás metido en él, ¿qué haces de tu vida? Tenés que seguir alimentando a tu familia. Ni los médicos se dan cuenta cuando estás depresivo. Llega un día que un amigo te dice: “No aguanto más, me voy a matar”, pero no podés estar las 24 horas atento a ello porque uno tiene familia también.
-¿El Morro te había dado alguna señal?
-No me dijo nada. Él era más joven y estaba pasando por un buen momento futbolístico. Me dolió que viviera solo. Su muerte fue igual a la de Maradona, que murió solo. Esas cosas no pueden suceder. Tenés que estar rodeado de tus seres queridos. Quedarte cerca de tus hijos. Verlos crecer. Que no les falte nada. Son jóvenes para pegarse un tiro de esa manera.
-¿Existe algún tipo de ayuda psicológica en los clubes uruguayos para evitar estas tragedias?
-Sí, hay psicólogos desde los 13 años. A esa edad, el chico que viene del Interior deja a su familia y se encuentra solo. Debe tener un profesional en la materia que lo siga continuamente y que esté, además, en comunicación con sus padres. En Nacional de Montevideo se trabajaba mucho desde ese lado con chicos menores. Lo hacen con todos los niños.
-¿Cuál es tu función en Nacional?
-Trabajo como embajador. He dejado un poco la cancha por las lesiones de rodilla y cadera. Estoy trabajando más con juveniles que con los jugadores de Primera División. Tuve siete intervenciones de rodilla. Voy a pasar por el quirófano para hacer una prótesis de cadera. Camino normal, pero me vienen los dolores de cadera y rodilla por el frío que hace en Uruguay.
-Nombraste a Maradona. ¿Te dolió su final?
-Sí, me dolió. Maradona es Dios en Argentina, lo ama todo el mundo. Me dolió cómo lo trataron, no lo ayudaron como persona. No se dieron cuenta de que mataron a un genio. A un tipo humano que dio mucho y era muy generoso. Si tenía que tomar un avión para saludar a una persona enferma, lo hacía. Es impensable lo que le hicieron desde su entorno y deben pagar las consecuencias. Lo tenían en una sala dormido, le daban alcohol y otras cosas, no pensaron en él. Lloramos todos por su muerte, no sólo en la Argentina. Diego tendría que estar acá, con cuidados y junto a su familia. Era un ídolo como futbolista y persona. Eso es lo que me duele a mí.
-En 1989, durante la Copa América organizada en Brasil, enfrentaste a Maradona en su máximo apogeo. ¿Cómo era tenerlo cara a cara?
-Fue lo máximo. Yo lo veía como un Dios en la tierra. Un tipo que jugaba al fútbol y se divertía. Le pegaban y se levantaba, no lo podían parar. Después, lo conocí como persona y se transformó en un compañero confidente, en un amigo. Lo enfrenté en Italia. Yo con la Lazio, él en el Napoli. Y, además, dos veces en la Copa América, una organizada en la Argentina y la otra en Brasil. Fue un jugador distinto a todos. Tenía la humildad, antes de cada enfrentamiento, de venir a saludarte. En la primera, ganamos 1 a 0. En la segunda, 2 a 0, convertí ambos tantos. No jugábamos contra Argentina, sino contra Maradona. Ganarle a Diego era imposible. El desafío era ganarle a Pelusa, no a la Selección que comandaba Bilardo. El Diez jugaba y venía a saludarte, pero había que ganarle, eh.
-¿Diego se acercaba a saludarte?
-Sí, estábamos en los trabajos precompetitivos, llegaba con 20 personas atrás suyo, venía y te decía: “Que haces Rubén. Estás jugando bien en la Lazio, eh. Seguí así”. Un humano de verdad. Cuando lo veía, lo abrazaba, no atinaba a pedirle su camiseta. Al término del partido, era imposible estar a su lado porque tenía muchas personas sacándole fotos o pidiéndole autógrafos. Era tan grande el respeto que prefería abrazarlo en lugar de pedirle algo. Conservo solamente algo de él.
-¿Qué es?
-Tengo una foto junto a él de cuando fuimos a Brasil. La puse en mi WhatsApp el día de su fallecimiento. No me gustaba pedirle nada. Recuerdo que hicimos un grupo de ex jugadores para hablar de los que era la FIFA y luchar por los intereses de los futbolistas. Nos juntamos con Romario en Río de Janeiro. Paramos en un hotel, que tenía una sala de reuniones, donde hicimos el cónclave. Recuerdo que entró y vino con un puro. Entonces, los mozos nos decían: “No, acá no se puede fumar. Díganle a Diego”. Les respondíamos: “Dígaselo ustedes que no se puede fumar (risas)”. Nadie del hotel se animaba a decirle que NO a Maradona. Y estaban recalientes, desde el gerente hasta los empleados, porque no se podía fumar y el único que lo hacía era el astro.
-Compartiste con Diego un asado en Montevideo. ¿Cómo era él en una situación así?
-Un tipo normal y te divertías siempre, vivía la vida a su manera. Tuvo un error grandísimo y siempre uno trataba de ayudarlo. Cuando cumplió 60, le mandamos un video de ex jugadores para saludarlo. En esa cinta, le dije: “Acercate a tu familia”. Diego nunca pudo vencer a las drogas, pero tampoco lo ayudaron. El entorno no lo ayudó. Cuando estaba dirigiendo en Dubai, se lo veía bien. Estaba contento y le decía que no volviera a la Argentina. Bueno, regresó y le pasó esto. Pero es una pena que los argentinos no lo ayudaron.
-¿Su entorno le hacía mal?
-La familia lo quiso ayudar y no pudo. Yo nunca consumí y me daba miedo. Yo vi cocaína en todos lados. En comidas con gente y amigos; y me daba miedo. Dicen que se sale fácil cuando estás metido, pero no es así. Es muy difícil. Y los peores enemigos eran los que estaban a su lado. Yo la última vez que lo vi, fue cuando le dieron unos premios en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata el día de su ultimo cumpleaños. Lo observé mal. Se caía. Nunca esperamos que pudiera fallecer, pero en la cancha lo vimos mal. Él pudo salir adelante, pero no lo ayudaron. No hay que olvidarse de que le ha dado mucho al fútbol mundial y, especialmente, al argentino.
-En esa semifinal del 89convertiste los dos goles para eliminar al seleccionado de Pelusa. ¿Considerás que el segundo fue el mejor de tu carrera?
-Sí, el segundo fue el más lindo de todos. Arranqué en campo propio y por la izquierda, aguanto el forcejeo con Néstor Clausen, que me intenta frenar con un puntapié, mientras desde el banco Carlos Bilardo les gritaba a sus defensores: “matá a ese uruguayo hijoeputa (risas)”. Piso el área y defino picando la pelota ante la salida Pumpido.
-Después fueron a verte al hotel Ruggeri y Bilardo. ¿Para qué?
-Sí, para pedirme disculpas por los dichos fuera de lugar. Cerca de las 2 de la mañana, llegan Carlos junto a Oscar. Tocaron la puerta de la habitación que compartía con Santiago Ostolaza, ya que ambos planteles estábamos alojados en el mismo edificio. Santi me avisó: “Están Bilardo y Ruggeri, los hago pasar”. Entonces, el entrenador me dijo: “Disculpame por lo que dije y los gestos que hice en la cancha. Me equivoqué”. Le respondí: “No se preocupe, es fútbol. Se pueden decir barbaridades en un momento de calentura y queda en el campo de juego. Me encantó que vengan a pedirme disculpas”. Además, en ese momento el Cabezón jugaba en el Real Madrid, y me dijo: “Mira que los de mi banda te quieren allá”.
-¿Ruggeri fue de los defensores más duros que te tocó enfrentar?
-Sí, la verdad que sí. A Oscar le tengo un respeto bárbaro, la verdad. Un defensor duro e iba muy bien a la pelota. Ahora, no le hagas nada extra porque te arrancaba la cabeza. Lo conocí como persona y me pareció un tipazo. Tendría que estar cerca del seleccionado argentino y ser un referente para los más jóvenes.
-¿Por qué se cayó tu pase a la Casa Blanca?
-Ruggeri siempre me quiso llevar al Real Madrid. Como entrenador, estaba Jorge Valdano que siempre me buscó. Es más, mi ex representante, Paco Casal, en su momento me dijo: “oómprate una remera del Real que nos vamos para allá”. Al final, terminé en la Lazio. Italia era el boom de los 90. Tenía a los mejores jugadores del mundo: Maradona, Careca, Alemao, Andreas Brehme, Lothar Matthaus, Walter Zenga, Franco Baresi, Alessandro Costacurta, entre otros. Por eso, me fui para allá. Me acuerdo de que en el Inter compartí vestuario con Salvatore Schillaci, un petiso como yo que fue el goleador del Mundial 90.
-Siendo jugador de la Lazio, ¿Cómo era enfrentar al Napoli de Diego en el San Paolo?
-Era como cuando vas a pelear contra 300 y somos 10 (risas). Aparte, el San Paolo vibra, como la Bombonera. Cuando le ganaron al Milan de Berlusconi en 1987 había 80 mil personas en el estadio y se movía todo. Ganó el Napoli 2 a 1. Le pegaban patadas de todos los colores, se levantaba y pedía más la pelota. Se agrandaba.
-¿Cómo eran sus entradas en calor?
-Cuando me tocó ir al San Siro estaban todos y faltaba Diego. Todos decían: “Maradona no viene, no viene”. Él mantenía siempre su ropa guardada en el vestuario local del estadio. Nosotros precalentábamos en el campo de juego. Estuvimos 15 minutos y nos fuimos al vestuario visitante. Cuando faltaban 5´para ingresar al campo de juego, llegó con sus zapatos colgados en el hombro. No hizo mucha entrada en calor. Mientras se daba el sorteo, llevaba a cabo el precalentamiento. Diego empezaba a moverse y las tribunas del estadio se caían. Increíble lo que generaba.
-¿Te hubiera gustado jugar en el fútbol argentino?
-Sí, por la gente. Yo me fui de Uruguay a los 18 años para España. Me encantan los hinchas argentinos, cómo gritan en las tribunas. Mi hermano del alma es el Manteca Sergio Martínez. En Boca, fue Pelé y Garrincha juntos. Siempre me gustó el Xeneize como jugador. Me hubiera gustado colgarme del alambrado en la Bombonera, levantar ese estadio y festejar con los hinchas; hacer un gol ahí y festejar con el público. Nunca pude jugar en la Bombonera, pero hubiese sido muy lindo.
-Trabajás hace mucho tiempo en Nacional de Montevideo y allí nació la etapa de Marcelo Gallardo como entrenador. ¿Pensaste que iba a ganar tantos títulos en River?
-Estoy contento, está llevando a cabo una gran carrera como entrenador. Además, trabaja como manager Enzo Francescoli, que fue mi capitán en el seleccionado y es un amigazo. Yo siempre estuve en Nacional. Gallardo empezó jugando y tuvo problemas en una de sus rodillas. Por suerte, lo metimos como director técnico. Me acuerdo de que al quinto partido lo querían echar de Uruguay. Acá, si no ganás dos o tres encuentros, te rajan. Los jugadores se plantaron frente a la dirigencia: “Si se va Gallardo, se arma un lío bárbaro”, dijeron. Hicieron una reunión con el presidente de Nacional y le pidieron que no tocaran al Muñeco. Primero, es nuestro entrenador y luego un compañero. Me gustaría que vuelva a Nacional como veterano. Es un tipo derecho y sincero.
-¿Creés que Cavani será jugador de Boca en algún momento?
-La idea de jugar en Boca le gustó. No es el momento ahora porque está brillando en Europa y gana un millón de euros por mes. ¿Boca le puede pagar eso? No. Igualmente, no sólo es la plata sino que físicamente está volando y entero. Uno cuando vuelve a Sudamérica viene para quedarse definitivamente. Es fanático de Nacional. Yo lo veo pasar por Boca y terminar su carrera en el equipo montevideano.
-¿A Luis Suárez lo observás en el fútbol argentino?
-No, creo que Suárez se quedará en Europa porque tiene su familia radicada en Barcelona. Después del Atlético de Madrid, tal vez vuelva a jugar en Barcelona y se quedará allí.
-Lo viste crecer futbolísticamente al “Pistolero”. ¿Cambió mucho del juvenil que conociste al de ahora?
-Su gran problema fue la lesión de rodilla que sufrió. Cuando pasás los 30 años, los huesos no son los mismos y, de repente, te la pasás más en el gimnasio. Después de la lesión, no sos el mismo en ir a buscar la pelota, te da miedo y te duele un poco. Entonces, no estás en un 100 por ciento.
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