Lionel Messi siempre ha tenido un carácter peculiar. Se la ha señalado múltiples de veces por su timidez, pero lo cierto es que abundan los pasajes en los que La Pulga ha estallado de furia dentro de un campo de juego... o de entrenamiento. Uno de los momentos que mejor ilustran su condición competitiva tuvo lugar en el verano de 2008, cuando protagonizó una pelea en el campamento blaugrana nada más y nada menos que con Rafael Márquez.
Pep Guardiola trató de calmar rápidamente al que se convertiría en su pupilo predilecto. “Ya está, Leo; ya está”, le decía el entrenador al rosarino, que no tenía ningún rubor en mostrar su enfado con el zaguero azteca, luego de un encontronazo durante la práctica.
Márquez lo miraba a la distancia con un dejo de ironía. Messi, por su parte, se alejó y sentó en el césped con un grupo de compañeros. En la escena se puede apreciar que no deja de hablar, motivo por el cual Guardiola le manda a callar.
Al respecto, Rafa Márquez recuerda la gallardía que solía aparecer en Messi en momento tensos. “En un entrenamiento Leo se enojó conmigo y discutimos. No era el que es hoy. En un momento se metió Guardiola y lo calló a él. Esa anécdota la tengo presente porque ahí pude ver que cuando lo aprietan saca esa personalidad que hasta hoy ha hecho que Leo sea tan grande”, mencionó el michoacano en una conversación para Ataque Futbolero de Argentina.
Messi y Rafa jugaron juntos por cinco años. Cuando Leo ascendió al primer equipo, el mexicano ya era uno de los jugadores clave de Frank Rijkaard. Con el paso del tiempo, y ante la partida de jugadores como Ronaldinho y Deco, el juvenil argentino terminó no sólo por ganar la titularidad indiscutida, sino que adquirió el estatus de referente total del equipo. Ambos formaron parte medular del sextete conseguido en la campaña 2008-2009, en la que el Barcelona como el mejor equipo del mundo y uno de los mejores de la historia.
En aquellos días, la relación de Messi con el Barcelona atravesaba un momento de tensión. El atacante quería partir a China para disputar los Juegos Olímpicos de Beijing con la selección dirigida por Sergio Checho Baptista. El presidente del club, Joan Laporta, se negó a darle permiso. La disputa se decantó en favor del club, que tenía todo el derecho de no ceder al futbolista para un torneo que no era organizado por la FIFA.
El factor determinante para que Messi pudiera reunirse con su selección fue Pep Guardiola. El director técnico tenía en mente un proyecto que encontraría sustento en el nuevo número 10. Por ese motivo, intercedió ante la directiva para que liberasen al jugador y pudiera estar presente en los Juegos Olímpicos.
El entrenador argumentó que quería ver feliz a su jugador, en previsión de que así podría ofrecerle lo mejor al equipo cuando estuviera de vuelta. Sus pronósticos fueron más que acertados no sólo por los resultados: Guardiola se ganó la confianza de Messi para siempre.
El jugador, por entonces de 21 años, viajó a Beijing y terminó por ganar la medalla de oro, en lo que sería su último título con alguna selección Argentina hasta la coronación en la Copa América 2021 frente a Brasil en el Maracaná. Previamente, Messi había ganado el Mundial sub-20 en Holanda, torneo en el que se erigió como mejor jugador y que le catapultó de lleno al primer equipo del Barcelona.
Este conflicto, suscitado tres años atrás, puede ser catalogado como el primero de gran repercusión que tuvo La Pulga con el Barcelona, Paradójicamente, el presidente de la época es el mismo de hoy en día. El segundo mandato de Laporta al frente del club culé pasará a la historia por un motivo obvio: la salida del mejor jugador blaugrana de la historia.
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