Sentado en el sillón frente al televisor, Diego Maradona menea la cabeza mientras escucha que Messi está cerca de renovar contrato por otros cuatro años con el Barcelona. Un puñado de meses antes, el Tribunal Supremo de España había ratificado la condena contra el ídolo por evasión de impuestos, algo que Pelusa había intuido como una mala señal. En el mismo salón lo acompaña su último jefe de prensa, quien terminó siendo receptáculo del vaticinio, impensado entonces, en 2017, en épocas de idilio, pero que terminó convirtiéndose en realidad.
“Yo sé que Messi se va a ir mal del Barcelona. O, por lo menos, no se va a ir como lo merece”, soltó convencido Pelusa, según pudo recapitular Infobae. “Yo me fui igual. A Barcelona, al Barcelona club, no le importa lo que vos le das, no te lo agradece. Le van a pagar como me pagaron a mí”, aseguró. El contexto de los epílogos de los astros argentinos fueron disímiles, pero sí coincidieron en el hecho de que ambos terminaron con otra camiseta, dolidos.
El último año y medio del delantero rosarino en la entidad, en buena parte, se asemejó a un Vía Crucis. Desde los roces con la comisión directiva encabezada por Josep Bartoméu, que incluyó la denuncia al club por la contratación de una empresa que operó en redes para desgastar a los referentes (entre ellos, Messi), hasta el 2-8 ante el Bayern Múnich, consecuencia de la pésima gestión deportiva y económica; todos factores que derivaron en el envío del burofax declarándose agente libre hace 12 meses. Luego de un primer lance judicial, el atacante optó por cumplir con su año de contrato, aún en la incomodidad de saberse durmiendo con el enemigo y ya sin compañeros y amigos de peso a su lado, como Luis Suárez.
El panorama pareció modificarse con el cambio de mando en la institución, la asunción de Joan Laporta como presidente (que usufructuó el nombre del capitán como bandera electoral) y la victoria en la Copa del Rey, que le devolvió a Leo la sonrisa. Y, cuando todo indicaba que las condiciones estaban dadas para la renovación del contrato por dos años, otro timonazo en las condiciones, que derivó en el final sin vuelta atrás de la relación.
Por más que el club se ampare en las restricciones de la Liga de España en cuanto al Fair Play financiero para argumentar la ruptura, y que Messi haya preferido creer y no confrontar en la conferencia de prensa de despedida, la duda sobre lo que precipitó la separación quedó flotando en el aire. “Hemos recibido una herencia nefasta. Eso ha hecho que el club, la masa salarial, represente un 110% respecto a los ingresos del club. No tenemos margen salarial. Las normas de La Liga pasan por un fair play financiero que marca unas limitaciones. No tenemos margen. No pudimos meter el primer contrato pactado con Leo Messi”, remarcó Laporta en conferencia de prensa. Tampoco consiguió reducir dicha masa salarial cortando nombres con poca relevancia hoy en la plantilla, como los de Umtiti y Pjanic, silbados por la afición durante el trofeo Joan Gamper ante la Juventus.
“Laporta había dicho que estaba todo arreglado, pero no pudimos llegar a un acuerdo por La Liga. No hay más que eso. Tengo en claro que yo hice todo lo posible para quedarme. Escuché muchas cosas sobre mi futuro, pero lo tengo bien claro que di lo máximo para quedarme”, resaltó Messi en su ceremonia de adiós, en un recinto cerrado para los medios, sin el baño de ovación del público. La ventana no es la abertura de salida para una leyenda. La Pulga llegó a rebajar sus haberes en un 50%; hasta ahí llegó el esfuerzo del mejor jugador del mundo, del seis veces ganador del Balón de Oro, del flamante campeón de la Copa América con la selección argentina. Una radiografía del esfuerzo implícito en su frase.
Si hasta un integrante del oficialismo se enojó con el desenlace y presentó su dimisión. Se trata de Jaume Llopis, miembro de la Comisión Espacio Barcelona. Le envió una carta a Laporta en la que le golpeó con ímpetu: “Me has decepcionado, pensaba que eras el único capaz de enfrentarse a Florentino (en alusión a Pérez, el titular del Real Madrid). Me falta información, pero seguro que se podía hacer mucho más para que Messi se quedara. Los que sobran son muchos. Messi era patrimonio importante del FC Barcelona. Reforzamos al PSG y facilitamos que Mbappé vaya al Madrid. El plan perfecto de Florentino. Pasarás a la historia como el presidente que despidió a Messi”.
Seguramente, lejos está del final con el que soñó Messi tras más de 20 años en Barcelona, a la que siente como su segunda casa. Maradona adivinó que algo sucedería, en base a la experiencia de su adiós, tumultuoso, pero por otros motivos. Diego pasó 700 días como culé. En una operación complicada, los blaugranas se hicieron de sus servicios a cambio de 7.300.000 dólares, una cifra récord para la época. Allí ganó tres títulos (una Copa del Rey, una Copa de la Liga y una Supercopa de España), anotó 45 goles en 75 partidos, pero vivió una relación desgastante con el presidente José Luis Núñez, que no congeniaba con su espíritu rebelde.
Vale una anécdota a modo de ejemplo: cuatro días antes de una final de Copa del Rey ante el Real Madrid, Paul Breitner invitó a Diego y a Bernd Schuster a su partido homenaje en Múnich. La dirigencia se negó a autorizarlos a viajar con una carta imbatible en sus manos: el club guardaba los pasaportes de los futbolistas para tenerlos siempre listos de cara a los viajes. Como no se los devolvieron, el Diez se presentó junto a su compañero en las oficinas del presidente solicitando una audiencia. Lo frenaron en la sala de trofeos con la excusa de que no estaba presente. “¿Así que no quiere dar la cara? Yo voy a esperar cinco minutos, Si no me dan el pasaporte, todos estos trofeos que están acá, que son divinos, que son de cristal, los voy a tirar uno por uno”, contó el su autobriografía “Yo soy el Diego”.
“Agarré un ‘Teresa Herrera’, levanté lo más que pude el trofeo y lo tiré… ¡Puuummbbb!… Hizo un ruido… ‘Tú-éstas-loco’, me dijo Bernd Schuster. ‘Sí, estoy loco. Estoy loco porque no me pueden sacar el pasaporte… Y cuando pasen más segundos, más minutos, más trofeos voy a tirar’. La cosa es que me devolvieron el pasaporte… pero no nos dejaron ir al partido de Breitner. No sé qué carajo, pero había una cláusula de la Federación Española… Pero les rompí un Teresa Herrera y el pasaporte me lo dieron; era anticonstitucional que se quedaran con él”, narró en el libro escrito en coautoría entre Ernesto Cherquis Bialo y Daniel Arcucci.
Una hepatitis y la criminal fractura que le provocó Andoni Goikoetxea minaron su camino en Cataluña. También el hecho de permanecer permanentemente bajo la lupa de los medios y la fama que se ganó por sus excursiones nocturnas y la cercanía del “clan”, tal como bautizaron en España a su grupo de amigos y allegados.
La situación se hizo insostenible y se le sumó la sanción de tres meses de suspensión que recibió Pelusa por los incidentes en la final ante el Athletic Bilbao de la Copa del Rey 83-84. “Un día corté por lo sano y le dije a Núñez: “¡Quiero que me venda!”. “¡No!”, me dijo. “Entonces, ¡no juego más!”. Y salió lo del Napoli”, relató Diego en su libro. En el publicación “Maradona, el pibe, el rebelde, el Dios”, de Guillem Balagué, la historia tiene aristas de la otra campana.
En efecto, Joan Gaspart, quien por entonces era el vicepresidente, le ofreció la renovación; esa era su intención. Pero Núñez, convencido de negociarlo, aprovechó el doble juego para que Barcelona sacara una mejor tajada en la negociación con el Napoli, que terminó abonando 7 millones y medio de dólares, 200.000 más de los que habían invertido los culé.
“Me obligaron a que yo quiera irme. Algunos dirigentes dudaron de Maradona, entonces me voy”, martilló. En otro contexto, en 2021, es Messi quien deja el Barça, entre lágrimas, cuando el jueves había vuelto a pisar la ciudad con la lapicera enarbolada, dispuesto a firmar un contrato que nunca tuvo delante de sus narices.
De alguna manera, lo que Diego esbozó en la intimidad hace cuatro años, lo había hecho público a su manera, en una rueda de prensa, nombrando a emblemas del Barcelona que no se marcharon con la corona de laureles que merecían. Se trata de una frase que rescató El Gráfico en las últimas horas, ya con la leche del caso Messi derramada: “No hagan lo mismo que hicieron con papá, con Rivaldo, con Ronaldo, con Romario, con Figo, y así te puedo decir un montón de jugadores que echaron por celos en el Barcelona. Y la que pierde siempre es la gente”.
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