Krystsina Tsimanouskaya, cuya deserción al estilo de la Guerra Fría en los Juegos Olímpicos de Tokio conmovió a personas de todo el mundo, instó este lunes a sus compatriotas a seguir su ejemplo y pidió que dejen de tener temor. En una entrevista con la agencia de noticias AFP por el primer aniversario de unas discutidas elecciones presidenciales en Bielorrusia, declaró que su país “ya no es seguro para sus propios ciudadanos”.
“La gente tiene miedo de ir a manifestaciones porque teme ser golpeada, tiene miedo de acabar en prisión”, aseguró la joven de 24 años desde una oficina de Varsovia, Polonia, de la Fundación Bielorrusa de Solidaridad Deportiva (BSSF). “Querría que mi país fuera libre, querría que cada ciudadano tenga derecho a la libertad de expresión, que todo el mundo pueda vivir una vida normal y deje de tener miedo”, afirmó.
Desde las discutidas elecciones presidenciales del 9 de agosto de 2020, Bielorrusia se ha visto sacudida por protestas políticas y una represión contra la oposición por parte del presidente, Alexander Lukashenko, quien rige la nación con mano de hierro desde 1994.
Tsimanouskaya reconoció que le gustaría volver algún día a Bielorrusia con su familia, pero solo cuando este sea seguro y libre. Preguntada por líder del régimen, aseveró: “Probablemente solo podría ser libre sin él”.
Durante los Juegos Olímpicos, la atleta se peleó con sus entrenadores y los acusó de haber intentado llevarla a la fuerza a Bielorrusia. Temiendo acabar en prisión si volvía a su país, recibió la ayuda de la policía japonesa y luego una visa humanitaria polaca. La velocista llegó a Varsovia, a través de Viena, el pasado miércoles, donde se encontró al día siguiente con su marido, quien también recibió una visa humanitaria polaca.
La deportista reveló que lo que la convenció de contactar a la Policía fue una llamada telefónica de su abuela en Bielorrusia cuando ya se dirigía al aeropuerto de Tokio: “Ella me llamó y me dijo que no debía regresar a Bielorrusia y que debía hacer todo lo posible para no volver”. Además, confesó que temía que si volvía iba a acabar “en una clínica psiquiátrica o en prisión”.
Este lunes, Lukashenko acusó a la atleta de estar “controlada” por Varsovia, pero Tsimanouskaya sostuvo que eso es “absolutamente falso”: “Yo misma pedí la ayuda en el último momento”.
Mientras tanto, el Comité Olímpico Internacional, que está investigando en profundidad el incidente, despojó a dos entrenadores bielorrusos de sus credenciales. Artur Shimak y Yury Maisevich, con motivo en la búsqueda del bienestar de los deportistas, por lo que se les ordenó salir inmediatamente de la Villa Olímpica.
La atleta declaró que no se arrepintió de lo que había hecho porque no lamentaba “haber mostrado la verdad al mundo”. En ese sentido, insistió: “Es posible que todos estos años en el deporte me han hecho más fuerte (...) No dejaré que nadie me falte al respeto”.
Según reveló, hay otras personas en su misma situación en Bielorrusia y por eso les pidió que junten valory dejen el país. La BSSF señala que siete deportistas están encarcelados en Bielorrusia como presos políticos y 36 deportistas y entrenadores profesionales han sido despedidos de las selecciones nacionales por expresar sus opiniones.
Para ayudar a la fundación y a los deportistas bielorrusos, Tsimanouskaya subastó en eBay la medalla de plata que ganó en los Juegos Europeos de 2019 en Minsk. El importe de esta subasta por la medalla ascendía este lunes a las 14H00 GMT a unos 17.000 euros (casi USD 20.000).
La deportista había recibido la orden de regresar a su país el pasado 1 de agosto después de que se quejase en público por la gestión deportiva de sus superiores, que le obligó a cambiar su participación en una prueba. Entonces, por temor a represalias del régimen de Lukashenko, se negó a volar a Misnk y en su lugar viajó a Varsovia, tras obtener un visado humanitario por parte de las autoridades polacas.
Tsimanouskaya, que con su acción se ha convertido en un símbolo de la oposición democrática que lucha contra las autoridades de Minsk en el extranjero, dijo en una rueda de prensa en Varsovia que, luego de luchar muchos años por el sueño de conseguir una carrera deportiva, su único deseo, al margen de la política, es poder seguir compitiendo y reunirse con su marido y entrenador, Arseni Zdanevich.
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