Un chiste popular recorría las calles de México: Platas ganó la plata. El nuevo milenio llegó acompañado de grandes sorpresas para México en los Juegos Olímpicos. Después del decepcionante papel de la delegación azteca en Atlanta 96, donde no se consiguió una sola presea en todas las competencias, la presión era muy grande para los candidatos a ganar medalla. Fernando era uno de ellos. Las esperanzas de romper la sequía estaban puestas en él.
Fernando Platas se inició en los clavados desde muy joven. Sus cualidades le hicieron avanzar de manera muy rápida en la disciplina. A los 17 años, en los Juegos Centroamericanos disputados en la Ciudad de México, Platas firmó una actuación sobresaliente y se colgó tres medallas de oro. Para el año siguiente, su primera gran cita llegó. Los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 representaban una prueba de fuego. En aquella competencia Platas no pudo subirse al podio. Sin embargo, la experiencia adquirida lo ayudó a madurar. Sobre aquellos primeros grandes eventos se sustentaría la carrera plagada de éxitos que supo construir.
Un año después de la primera aventura olímpica, Platas consiguió la medalla de plata en el Campeonato Mundial celebrado en Alemania. De forma gradual iba haciéndose de un nombre en los sitios de honor de la disciplina. Su gran desempeño no pasaba desapercibido para nadie y en 1995 le fue otorgado el Premio Nacional de Deporte. Después de vivir todo el proceso de crecimiento, era claro que Platas ya no era un mero participante. Si iba a unos Juegos era para pelear por una medalla, para honrar el legado de Joaquín Capilla. Pero el golpe de realidad fue pasmoso. Toda la delegación mexicana quedó a deber en Atlanta 96. El fracaso era claro: ninguna medalla. Platas había llegado con experiencias y con las credenciales suficientes para optar por el podio. Pero tampoco pudo en aquella ocasión. La frustración, acumulada a la de Barcelona, se convertirá poco a poco en una carga más pesada.
En Sidney, ya con una trayectoria consolidada, Fernando Platas sabía que su momento era impostergable. La experiencia acumulada y los logros conseguidos no servirían de nada si se quedaba en blanco por tercera vez. Desde su clasificación a la final, Platas certificó que iba en serio. Aquella mañana australiana, que era anochecer en México, se calificó en tercer lugar en la fase previa. El líder fue el chino Ni Xiong, que era el rival a vencer y favorito para repetir la cima que alcanzó en Atlanta. “Tú ya sabes qué hacer, lo has entrenado todos los días. Yo solo voy a ver la competencia”, fueron las palabras de su entrenador Jorge Rueda, según contó el propio platas en una conferencia para el Tec de Monterrey. Platas logró un total de puntos 708, 42 y superó los 703, 20 del ruso Dimitri Sautin (bronce), una leyenda del clavadismo. El oro fue para el chino Ni Xiong. Fernando Platas se hizo con la plata en el trampolín de tres metros. La meta de su vida, al fin cumplida.
Después de obtener la medalla en Australia, su carrera comenzó a experimentar altibajos. Su desempeñó en el mundial de Barcelona en 2003 dio visos de un declive inevitable. Para 2004, en Atenas, fue el abanderado de la delación mexicana. Pero no pudo repetir la gesta de cuatro años atrás. Al finalizar la competencia, Platas decidió retirarse de las competencias para poner punto final a una de las carreras que inauguró una etapa de cambios para el deporte mexicano, particularmente para el clavadismo.
Si bien en Atenas 2004 no hubo medallas en esta disciplina, para Pekín 2008, con la irrupción de Paola Espinosa y Tatiana Ortiz, que ganaron el bronce, el destino le sonreiría a México. En Londres, de nuevo Paola junto a Alejandra Orozco alcanzaron el podio. También lo lograron Iván García y Germán Sánchez, con plata en la plataforma de sincronizados. En Río 2016, Germán Sánchez repitió medalla, ahora de manera individual.
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