Su historia es también un recorrido por la historia reciente del olimpismo mexicano. Paola Espinosa dejó recuerdos inolvidables en los Juegos Olímpicos. Desde Atenas 2004, donde asistió como una joven promesa, pasando por Pekín 2008 y la confirmación de que México estaba ante una atleta diferente, hasta la consagración definitiva en Londres 2012. El rito ganador se terminó en Río 2016 y, abruptamente, ha quedado fuera de Tokio 2020. Aunque su carrera no podrá terminar en el escenario perfecto, la huella que ha dejado jamás podrá ser borrada.
Con 22 años, su talento ya era de sobra conocido. Eran sus segundos Juegos Olímpicos, después de Atenas. Grandes participaciones en Campeonatos Mundiales y en los Juegos Panamericanos de Río 2007 (ganó tres medallas de oro) la convertían en una de las favoritas para subirse al podio. En aquella justa fue la abanderada de la delegación mexicana en la Ceremonia de Apertura. Su juventud y potencial eran prueba de que la experiencia solamente se gana compitiendo y de que nunca es demasiado temprano para llegar a los grandes escenarios.
Ya en competencia, hizo valer todas y cada una de las expectativas. Junto a Tatiana Ortiz, obtuvo la medalla de bronce en clavados sincronizados desde la plataforma de 10 metros. Con esa presea, Paola confirmaba que México estaba para competir de tú a tú frente a cualquier rival. En la prueba individual, finalizó en la cuarta posición. La experiencia que ya acumulaba a una corta edad era un gran aliciente para el futuro. México podía encomendarse a Paola Espinosa durante muchos años.
Al años siguiente, en el mundial de Roma, Paola comenzó a agigantar su leyenda. Obtuvo el oro en plataforma de 10 metros. No sólo ratificaba su lugar dentro de la élite, sino que de nueva cuenta escribía su nombre a en los libros de historia al convertirse en la primera clavadista mexicana en ganar el título del mundo. Para Londres 2012, ya todo el país sabía lo que podía esperar de ella. Y ella sabía que se había convertido en una rival a vencer. De nueva cuenta fue en clavados sincronizados, junto a la novel Alejandra Orozco de 15 años, que Paola consiguió el ascenso al podio. En ese momento, con esa medalla, Paola se convertía en la primera atleta mexicana en hacerse de una presea en dos Juegos distintos. Días más tarde, compartiría ese honor con María del Rosario Espinoza. En Río no pudo repetir en el podio, pero cumplió con buenas actuaciones: sexta en clavados sincronizados con Alejandra Orozco y cuarta a nivel individual.
La posibilidad de asistir a los que hubieran sido sus quintos Juegos se vio truncada en la víspera de Tokio. La ilusión por asistir y competir de nuevo por una medalla eran altísimas, como se lo contó a Infobae en entrevista. Sin embargo, la Federación Mexicana de Natación no la incluyó en las listas de competidores que asistirán a Tokio. A través de Twitter, Paola expresó su inconformidad retuiteando un hilo de la periodista Beatriz Pereyra, en el que se relata que la titular de la Conade, Ana Gabriela Guevara, no quería que Paola asistiera a Japón. También se argumenta que Guevara le ha brindado apoyo a Espinosa en un asunto de índole jurídico, por lo que la clavadista ha padecido hostigamiento y se ha visto obligada a acatar la decisión.
Se cierra un ciclo. Una era llena de triunfos sin precedentes. Paola puso el listón muy alto para las futuras generaciones, que verán en ella a una referente: el vivo ejemplo de que no hay adversidad suficiente que pueda frenar al trabajo y al talento. Su ausencia se notará. Otros nombres irán ocupando el espacio que todo un país reservaba cada cuatro años para ella. Pero el legado que supo construir se mantendrá indeleble. El recuerdo de aquellos días gloriosos evocará siempre la emoción de la gloria.
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