Hay una gran responsabilidad en sus manos. Briseida Acosta es la heredera de las glorias olímpicas en taekwondo, un deporte que le ha dado grandes alegrías a México en los tiempos recientes. Su gran rendimiento en Campeonatos del Mundo no le había bastado para llegar a unos Juegos. Todo lo que hiciera en su carrera iba a ser siempre más difícil: nació en la misma época que María del Rosario Espinoza. Durante todos estos años tuvo que aprender a lidiar con la hegemonía de una atleta histórica.
Taekwondo, un deporte mandado a hacer para México
La mañana del 23 agosto de 2008 todo el país tenía sus esperanzas puestas en María del Rosario Espinoza. Era la posibilidad de subir al podio en Pekín. Un sitio cada vez más recurrente. El taekwondo se trataba de una disciplina en la que, poco a poco, México se instaló dentro de la élite. Pero llegar ahí no fue fácil. En Sydney 2000, Víctor Estrada conquistó un bronce. Las participaciones de los hermanos Oscar e Iridia Salazar, en Atenas 2004, aumentaron las expectativas, con una plata y un bronce, respectivamente. El boom definitivo llegó cuatro años más tarde, cuando María del Rosario y Guillermo Pérez alcanzaron la medalla de oro en sus respectivas categorías.
Ambas gestas son inolvidables para quien las haya visto. La consagración de México como un candidato natural en taekwondo siguió edificándose durante las siguientes ediciones. María del Rosario se encargó de ratificar el estatus en Londres 2012 y en Río 2016. Su triple ascenso al podio la erigió como una atleta mexicana de época. Una leyenda absoluta. No había mejor broche final para una carrera de colección que el boleto a Tokio. Pero Briseida Acosta tomó su revancha. Una revancha que llevaba mucho tiempo esperando y construida a base de aprendizajes.
Briseida y María, caminos irremediablemente cruzados
Briseida Acosta comenzó en el taekwondo a los seis años. Su familia siempre estuvo ligada a este deporte y fue natural que ella rápidamente demostrara sus habilidades en el tatami. El sueño siempre estuvo claro: representar a México en unos Juegos Olímpicos. En cada proceso, paso a paso, hizo todo lo que tenía que hacer. Si existiera un manual para encontrar el éxito en el deporte, ella siguió todos los procedimientos. Pero había un hecho inevitable: enfrente estaba la mejor atleta mexicana de la historia.
Los caminos de Briseida Acosta y María del Rosario estuvieron siempre enlazados. La leyenda olímpica mexicana le impidió primero asistir a los Panamericanos de 2015 en Toronto, y luego a los Olímpicos de Río. Esos duros tropiezos hicieron que Briseida decidiera alejarse del taekwondo por un tiempo. Se tomó un tiempo para asimilar los tropiezos. Volvió. Y volvió con la intención de ganar todo lo que hasta entonces le había sido negado. Esfuerzo, talento y coraje. Paradojas del deporte: nada le había hecho falta pero tenerlo todo no había sido suficiente. ¿Qué podía hacer? ¿Tirar la toalla y dar un paso al costado? Briseida eligió el camino más rocoso: incrementar la exigencia. Si quería derrotar a la mejor atleta mexicana de todos los tiempos, había que llevar las capacidades al límite.
En los Juegos Panamericanos de Lima 2019 volvió a verse las caras con María. Le venció y se hizo del oro. Derrotarla era posible. Ahora venía el reto más difícil. Con 28 años, sabía que no podía dejar pasar una oportunidad más. El gran problema: enfrente estaba otra vez la tres veces medallista olímpica. La tristeza de todas las derrotas pasadas se convirtió en motivación. Briseida la venció en el selectivo y se ganó el pase a Japón. Hay un viejo dicho que dice: “Trabaja tanto hasta que tus ídolos se conviertan en tus rivales”. Acosta hizo de esa frase un mantra. En Tokio tiene la oportunidad de demostrar no solamente por qué dejó fuera a una leyenda: puede dejar grabado su nombre para siempre en la historia.
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