Los trampolines, las plataformas y las piscinas olímpicas han recibido con gracia a cientos de atletas que han desafiado a la gravedad y han pegado intrépidos saltos, con pinceladas artísticas y, sobretodo, con un alto esfuerzo físico.
Los favoritos de cada cuatro años provienen de países que, a lo largo de la historia, han sido premiados en el podio olímpico, los mismos que han mantenido una cultura hacia un mismo deporte para mantener su búsqueda por esas preseas.
México se ha convertido en un país que ha construido una amplia historia dentro de la disciplina de clavados a través de las participaciones y los triunfos de sus deportistas. Sin embargo, la amplia trayectoria del país tuvo un inicio que quizá pocos recuerden y es ahí donde encontramos al protagonista de nuestro relato, Joaquín Capilla.
Se podría decir que Capilla cambió para siempre la historia de los clavados, era un hombre constante, de amplia fortaleza y con un temple de acero que le ayudó a convertirse en cuatro veces medallista olímpico.
El clavadista, oriundo de la Ciudad de México, nació el 23 de diciembre de 1928. Obtuvo su primera medalla, y la primera para México en dicha competencia, en los JJOO de Londres 1948. Capilla contaba con 19 años y le acusaban de no tener mucha experiencia internacional.
Pese a las críticas recibidas, el clavadista volvió del Viejo Continente con el premio de bronce que obtuvo el tercer lugar de la prueba en plataforma de 10 metros. Esto lo convirtió en un referente de los clavados y lo catapultó para que cuatro años más tarde, en Helsinki 1952, se convirtiera en el único deportista mexicano en conseguir una medalla de esos juegos.
El mexicano tuvo que lidiar con una lesión en la mano izquierda en sus entrenamientos previos a la prueba de trampolín de tres metros y, aun con sus dolencias, Joaquín finalizó en cuarto lugar.
Pese a esta situación, el clavadista incursionó en la prueba de la plataforma de 10 metros y ahí fue donde escaló a la segunda posición.
Pareciera que el nivel de Capilla se acrecentaba conforme a sus participaciones en los Olímpicos, pues en el año de 1956, en Melbourne, finalmente se logró consolidar con una medalla de oro en la plataforma de 10 metros y lo consiguió al derrotar a los clavadistas estadounidenses, que eran los favoritos de dicha contienda.
Además, logró hacerse de un bronce en la prueba de trampolín de 3 metros, pues la ejecución de uno de sus saltos salió de la manera menos esperada y entró a la alberca de espaldas.
Por segunda ocasión, Joaquín era el único mexicano que volvía de la justa con al menos una medalla. Eso le valió para ser recibido con todos los honores en su regreso a México. Incluso, fue reconocido como un héroe nacional.
Además de sus títulos olímpicos, Capilla logró conseguir cuatro oros panamericanos. A pesar de ello, el multicampeón puso fin a su carrera deportiva y cayó en el consumo del alcohol, hasta que en 1987, su segunda esposa, Carmelita Zabala, lo apoyó a unirse a un grupo de ayuda para adicciones.
Fue hasta 2009 cuando el deporte volvió a sonreír al máximo ganador mexicano de medallas en JJOO para ser condecorado, en esta ocasión sería con el Premio Nacional del Deporte, lo que terminó por colocar su nombre con letras de oro en la historia de nuestro deporte.
Para el 8 de mayo del 2010, Joaquín Capilla falleció a los 81 años de edad, a causa de un paro cardiaco.
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