Daniel Corral estará presente de nuevo en unos Juegos Olímpicos. El gimnasta mexicano tendrá su tercera participación en la justa, luego de Londres 2012 y Río 2016. Con más experiencia que nunca, y después de ganar una fama inesperada, Corral buscará subirse al podio en Tokio. Aquel niño que pedía dinero en la calle para pagar sus entrenamientos tiene la oportunidad de cambiar la historia de la gimnasia mexicana.
La inquietud fue el estímulo de Daniel para adentrarse en el deporte. Con sólo tres años, su madre lo inscribió en la gimnasia, disciplina en la que podría emplear toda la energía que le hacía cometer travesuras en casa. Lo que empezó con un modo de matar el tiempo terminó por convertirse en un estilo de vida. Su madre, Gloria Barrón, fue pionera de la gimnasia en Ensenada, Baja California. Se encargó de buscar apoyos para la construcción y el acondicionamiento del Gimnasio Montserrat, en el que su hijo y decenas de niños practicaban.
Daniel, como sus compañeros, tenía que salir a la calle para pedir dinero y así poder pagar sus entrenamientos. A los 16 años tuvo serias dudas. No sabía si seguir adelante con su carrera deportiva. Su madre evitó que tirara la toalla. Además de su destacada trayectoria deportiva, Corral se esmeró en ser un estudiante de excelencia. Recibió una invitación de la Universidad de Michigan para cursar sus estudios superiores en esa institución. Pero había un problema: en caso de aceptar, Daniel no podría representar a México en gimnasia. Declinó la invitación y se matriculó en la Universidad Autónoma de Nuevo León, en la que cursó la carrera de medicina.
En 2017 se integró al equipo de participantes del reality Exatlón México. Su participación no pasó desapercibida para nadie. Muy rápido se instaló entre los preferidos del público. Daniel aprovechó ese envión de fama para explotar sus redes sociales al máximo. Hoy en día cuenta incluso con un canal de YouTube, en el que comparte experiencias y rutinas de ejercicios con sus seguidores.
Un amplio recorrido olímpico
Su primera aparición en unos Juegos Olímpicos se dio en Londres 2012. El sacrificio que había empezado con su madre finalmente tenía recompensa. Quizá su nombre no figuraba en las primeras planas, pero Daniel ya contaba para ese entonces con un récord envidiable: había conseguido 72 medallas en las diversas competencias a las que había asistido. A la fecha, ningún atleta mexicano cuenta con ese palmarés.
Entonces, con 22 años, Corral selló una actuación sobresaliente. Sus dos medallas de oro en los Panamericanos de Guadalajara (en barras paralelas y caballo con arzones) lo colocaban como candidato a subirse al podio. Desde Barcelona 92, México no había contado con representante en gimnasia varonil. Daniel no se bastó con eso: avanzó a la final de barras paralelas, para convertirse en el primer mexicano en alcanzar esa instancia. Terminó aquella competición en el quinto lugar, sin medalla, pero con la expectativa de consolidarse como un referente del olimpismo mexicano.
En el camino rumbo a Río 2016, Daniel siguió alimentando su prestigio. Obtuvo dos medallas de bronce en los Centroamericanos de 2014 y otro más en los Panamericanos de 2015. Ya en Brasil, Daniel no pudo repetir la convincente actuación de cuatro años antes. Ni en caballos con arzones ni en barras paralelas. Daniel acabó en las posiciones 38 y 20, respectivamente. Si cuatro años antes logró colarse a la pelea por medallas, en Río las esperanzas murieron desde el primer día de competencia.
La fama adquirida súbitamente no le ha nublado los objetivos. Se calificó para Tokio desde 2019, en el all around disputado en Alemania. Si hace nueve años salió del anonimato gracias a su brillante participación en tierras londinenses, ahora las miradas estarán encima de él como nunca lo imaginó. Daniel sabe que su momento no puede aplazarse más. Es ahora o nunca.
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