El décimo asalto marcó el punto culminante del destino: o entregarse al estado cerebeloso o sobreponerse a la agonía. Son pocos los boxeadores en la historia que lograron salir del estado crítico poniendo el corazón sobre el ring. Fueron dos izquierdas con una misma partida, la primera fue a la sien -lo que genera un estado de confusión- y la segunda fue al hígado -lo que produce un estado de paralización muscular-. Lo increíble y grandioso de Brian Castaño fue que después de haber sobrellevado nueve rounds de dominio con un plan ofensivo de enorme ritmo e inteligente para marcar los espacios pudo resolver el “zapateo” frente al Charlo más pleno de las doce vueltas que habría que ofrecer el combate.
Las virtundes del boxeador argentino habrían sido hasta ese momento su convicción, su determinación y la razonabilidad para plantear un combate que desde el punto de vista estratégico le impidiera estar todo el tiempo presionando sobre la humanidad de Charlo sin un aporte de inteligente distribución de la energía. Es así como si en otras peleas lo vimos tomar riesgos por atacar sin tener en cuenta la distancia, en este combate, saludablemente, lo vimos dominante, pero con una importante cuota de razonabilidad.
Esa iniciativa hizo que Charlo luciera menos ortodoxo y tomara recaudos que valorizaban la actuación de Brian Castaño.
Hasta el final del noveno round había ventajas claras para el boxeador de La Matanza, desde el décimo hasta el final de decimosegundo asalto esas ventajas disminuyeron y aun por diferentes caminos -generalmente inexplicables- los jueces en fallo dividido arribaron a un empate discutible en lo general, pero con el menor perjuicio para el damnificado pues sostiene su cinturón reconocido por la OMB.
Lo de Brian Castaño fue extraordinario. Pocas veces boxeadores argentinos han sostenido durante doce asaltos un ritmo tan intenso sin resignar nunca la iniciativa que, en este caso, impuso la condición táctica del combate. Es así que Charlo debió pelear como le impuso Castaño y que éste solo atravesó un instante crítico por la velocidad y la potencia que pudo desplegar Jermell únicamente en el décimo round. Antes y después fue un boxeador de respuesta y nunca de iniciativa.
Fue entonces cuando en aquella dramática hoguera que enfervorizaba la noche, la estentórea voz de Carlos, el papá de Brian, se tornó más enfática que nunca. Nuestra memoria, cual recurso esperanzador, fue evocando los momentos de la historia que ponían al combate en las dos puntas del destino.
Mientras los hinchas de Brian –casi todos de La Matanza, la mayoría de ellos llegados en un vuelo privado– dejaban su alma en cada grito de aliento, la evocación nos llevaba a los combates inolvidables que habían mostrado a peleadores sanguíneos como el Boxi imponiéndose a boxeadores ortodoxos como Jermell y otros ejemplos opuestos: haber visto cómo pugilistas de técnica más depurada noqueaban a fajadores implacables.
Los duendes del estadio iban acercando voces y gestos desesperados. Y aparecían fugaces bajo la mirada fotografiada de Manu Ginóbili –un habitante eternizado de ese estadio, el AT&T de los Spurs– secuencias de aquella primera pelea entre Muhammad Alí y Joe Frazier aquel 8 de marzo del 71′ en el Madison. Fue cuando ambos eran aún frescas efigies de ébano con la piel nueva de la vendimia juvenil. El Charlo de la situación era el Alí de entonces, quien intentaba mantener a distancia a un atacante severo, determinado y valiente como Frazier, quien al igual que Brian siempre estuvo dispuesto a tomar todos los riesgos que el desafío le propuso aún en desventaja física.
En aquella pelea Joe atacó tanto, luchó tanto, se sometió tanto a todos los cambios de golpes que halló su recompensa en el minuto final del round 15 cuando embocó a Alí con un golpe cruzado y ascendente que frente a la sorpresa del mundo entero arrojó a Muhammad a la lona. Y en el marco de un combate que le era ligeramente desfavorable, logró dar vuelta el veredicto, le quitó el invicto a Alí y se consagró como único campeón del mundo de los peso pesado.
Qué maravilla es la bendición de sostener la memoria… Es que al ver a Carolina, la flamante esposa del Boxi que por la preparación para esta pelea aún no pudo disfrutar de su Luna de Miel, recordé a Juanita, quien era la mujer de Leonard, la noche que Sugar Ray le ganó a Tommy Hearns. Aquel combate celebrado el 16 de Septiembre del 81′ fue el más dramático y vibrante de todos los tiempos. Y el boxeador longilíneo, de jab largo y punzante como el de Jermell se imponía hasta el final del 12° asalto. La esposa de Leonard que lo vivía tan intensamente como Carolina ahora, se levantó del asiento y fue hasta el propio rincón para alentar a su marido. Fueron esos tres últimos asaltos los que le dieron al boxeador tiempista convertido en un peleador encarnizado como Castaño, el triunfo sobre Hearns, quien tenía una altura y un alcance de brazos tan predominantes como los de Jermell. No obstante quedó colgado del encordado en el minuto final del 15° round y el árbitro se vio obligador a detener el combate.
Lo que a Hearns no le sirvió ante la embestida final de Leonard, le resultó suficiente para noquear a Mano de Piedra Duran en dos vueltas. Y ello ocurrió el 15 de Junio del 84′ en Las Vegas. O sea que mientras Charlo y Castaño consumaban con intensidad cada instante de su pelea, los recuerdos hacia una y otra manera de pelear y ganar se iban sucediendo sin que ninguna de las dos tendencias arrojara una conclusión objetivamente indiscutible.
Esa misma evocación nos traía la ilusión de ver al Boxi entero como aquel que le ganó al ucraniano Sergiy Derevyachenko cuando era una estrella amateur del equipo argentino de Los Cóndores y competió en World Series Boxing completando un récord de 189 peleas. O que hiciera aparecer al Castaño ganador del puertorriqueño Emmanuel De Jesús cuando se repuso de una caída en el 2° y lo noqueó en el 6° en González Catán. Tanto esfuerzo sobre el ring ameritaba restaurar la imagen del esforzado triunfador de los Michel Soro (marfileño), de los Cedric Vitu (francés), de los Wale Omotoso (nigeriano). Y más acá en el tiempo, de repetir la actuación frente al cubano Erislandy Lara con quien empató en un combate de inusitada intensidad. O, por qué no, repetir la faena con la cual logró el título mundial OMB ante el brasileño Patrick Teixeira hace cinco meses.
No sabemos si habrá otra noche igual, aunque la revancha se imponga como un hecho esperado y natural. Lo que queda registrado con objetividad es que hemos visto el mejor Castaño de su campaña y aunque la gloria es patrimonio del triunfo también se puede registrar un hito a través de una actuación épica.
Se sabía que los jurados no habrían de ser generosos con un boxeador argentino peleando contra un residente de Texas, en Texas, estrella además de la empresa promotora y con contratos firmados anticipadamente con la televisión. Esto ha ocurrido siempre y seguirá ocurriendo... es por eso que la sonrisa de Castaño aceptando implícitamente el fallo es porque solo él sabe que estuvo nocaut, que su coraje lo hizo resurgir, que pudo haber volado una toalla y que, finalmente, retuvo su corona.
Honor al Boxi, que quedó inscripto como protagonista de las grandes noches del boxeo mundial.
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