La selección argentina llegó a la final de la Copa América, que jugará este sábado frente a Brasil en el Estadio Maracaná. Para conseguir el pase al partido más importante del torneo, el plantel albiceleste debió someterse a una burbuja donde habrán pasado más de un mes y medio sin ver a su familia y recorrer 28 mil kilómetros, ya que el conjunto nacional tuvo como base el predio de la AFA en Ezeiza. En todo este tiempo los jugadores y el resto de la delegación sacrificaron mucho en búsqueda del sueño por salir campeón.
Puede discutirse el rendimiento del equipo dirigido por Lionel Scaloni, que mostró altos y bajos. Pero en lo que hay consenso es en el esfuerzo que vienen haciendo los futbolistas, el cuerpo técnico, y los demás integrantes de la delegación, que llega a un total de 70 personas. La convivencia iniciada a fines de mayo fortaleció el grupo, al que se nota muy unido, y el buen clima interno está a la vista en los festejos luego de cada victoria en el torneo, en especial en el pase a la final tras eliminar a Colombia.
La mayoría de los jugadores de la era Scaloni se conoce desde que el DT asumió luego del Mundial de Rusia 2018. Se planteó una renovación donde los históricos como Lionel Messi, Sergio Agüero, Ángel di María y Nicolás Otamendi, se nuclearon bien con los nuevos compañeros. La Copa América de 2019 (también en Brasil) fue una prueba de fuego en lo humano y comenzó a forjarse este conjunto que fue tercero en aquella competencia.
Las complicaciones generadas por la pandemia cambiaron los planes y obligaron a un cambio en el sistema de trabajo por los protocolos sanitarios. Con poco tiempo en el calendario anual y producto de las suspensiones de las dos fechas de Eliminatorias en marzo, la clasificación hacia Qatar 2022 se juntó con los encuentros de la Copa América.
Para preservar a los jugadores se armó un plan para hacer del predio de Ezeiza una burbuja y evitar algún contagio de COVID-19. Desde el 20 de mayo los colaboradores empezaron a llegar a la “ciudad” que se montó en el campo de entrenamiento que siguió siendo la base del equipo más allá de que la Argentina desistió de ser sede de la Copa América y fue reemplazada por Brasil.
Sin embargo, la Conmebol autorizó a la AFA para que la Selección pueda viajar al vecino país solo para cumplir con sus compromisos, pero al estar en un confinamiento en el predio y por las restricciones de sanitarias, dentro y fuera del país, los jugadores dejaron de ver a sus familias y seres queridos. La distancia se extendió cuando los dirigidos por Scaloni consiguieron el pase a las semifinales y se confirmaron los siete partidos.
En el medio hubo varios jugadores que celebraron sus cumpleaños con sus compañeros como el propio Leo Messi (24/6), Germán Pezzella (27/6), Nicolás Domínguez (28/6) y Leandro Paredes (29/6). Sin embargo, la camaradería y la química que hay entre todos les permitió pasar buenos momentos.
Messi tiene la particularidad de que pasó diez cumpleaños en concentraciones argentinas: 2005 (Mundial Sub-20 de Países Bajos), 2006 (Mundial de Alemania), 2007 (Copa América de Venezuela), 2010 (Mundial de Sudáfrica), 2011 (Copa América de Argentina), 2014 (Mundial de Brasil), 2015 (Copa América de Chile), 2016 (Copa América de Estados Unidos), 2018 (Mundial de Rusia) y 2021 (Copa América de Brasil). Salvo en la competición de este año, en el resto pudo ser visitado por su familia.
Aunque hubo otras historias que, más allá de la buena compañía o del buen clima, resultaron situaciones irrepetibles. Momentos únicos como el nacimiento de un hijo: hubo dos casos que no pudieron estar presentes con sus parejas. Uno fue Lucas Martínez Quarta, que el 14 de junio le dio la bienvenida a su hija por medio de una historia de Instagram.
Lo mismo pasó con el héroe de la clasificación para la final, Emiliano Martínez, quien atajó tres panales en la definición frente a Colombia. Tres días antes nació su hija, según reveló Alejandro, el hermano del arquero marplatense. Dibu conoció la beba por teléfono y días antes saludó a su primer hijo por el cumpleaños en un posteo de Instagram. Luego su pareja, Amanda Gama, publicó una historia en la misma red social donde escribió: “5 días más. Faltan solo 5 días. Tanto tiempo sin ti. Te extrañamos mucho”.
El martes luego de ser la figura de la Albiceleste, Emi declaró con la voz quebrada por la emoción: “No tengo palabras... venimos de 40 días encerrados, creo que fuimos la única selección que no pudimos ver a nadie, estábamos con una burbuja realmente solos. Venimos con un sueño. Lo dijimos el primer día, nosotros queríamos jugar la final y qué mejor que jugarla con Brasil en su cancha’.
El aislamiento valió la pena ya que hasta ahora no hubo casos positivos de COVID-19 entre los jugadores y el único que tuvo una complicación fue Franco Armani por el brote ocurrido en River en mayo, y si bien fue dado de alta, hasta las fechas de los primeros partidos (Eliminatorias) el PCR le dio positivo. El arquero no podía contagiar, pero protocolo no pudo integrar la delegación en esos compromisos.
Kilómetros de pasión
Al hacer base en el predio de Ezeiza la selección argentina debió someterse un periplo por sus 11 viajes de ida y vuelta hacia Brasil. Desde el primer partido jugado contra Chile en Río de Janeiro y la final en la misma ciudad, la delegación nacional habrá recorrido un total de 28.436 kilómetros entre sus viajes de ida y vuelta a de Buenos Aires a las distintas sedes donde jugó en Brasil durante 28 días (el primer vuelo fue el 13 de junio). Este es el detalle:
RIVAL - SEDE - DISTANCIA (IDA Y VUELTA)
CHILE (RÍO DE JANEIRO): 5.322 KM.
URUGUAY (BRASILIA): 2.852 KM (Solo ida porque se quedaron en Brasilia).
PARAGUAY (BRASILIA) 2.852 KM (Vuelta Brasilia-Buenos Aires).
BOLIVIA (CUIABÁ): 5.384 KM.
ECUADOR (GOIANIA) 5.330 KM.
COLOMBIA (BRASILIA) 2.852 KM (Solo ida a Brasilia).
TRASLADO BRASILIA-RÍO DE JANEIRO: 1.183 KM.
BRASIL (RÍO DE JANEIRO): 2.661 KM (Vuelta a Buenos Aires).
TOTAL 28.436 KM
Este recorrido no incluye los dos viajes que se hicieron para las Eliminatorias. El 2 de junio la Argentina voló a Santiago del Estero (2.094 km ida y vuelta) para jugar contra Chile y el 7 se trasladó a Barranquilla (15.226 totales) para enfrentarse a Colombia. Son 17.320 kilómetros que si se suman a los de la Copa América es un global de 45.756 kilómetros y 15 viajes en 39 días (1 cada 2,5 jornadas).
Este particular contexto al que se sometieron los futbolistas albiceleste no podría haber sido posible sin la armonía que se advierte en el elenco argentino. Esa comunión les permitió llegar al partido decisivo de la Copa América. En el horizonte está el sueño de un maracanazo y nada menos que contra el clásico rival.
En este plantel no aparecen divisiones y al que le toca mirar desde afuera celebra un triunfo con el mismo énfasis que el salió al campo de juego. Se notó en los festejos luego de eliminar a Colombia en las semifinales. O que el propio Armani, quien perdió el puesto con Emi Martínez, suba una foto con Dibu y los otros otros arqueros, Juan Musso y Agustín Marchesín.
La selección argentina busca su identidad como equipo y le cuesta redondear 90 minutos sólidos. Pero demuestra un grupo que formó una coraza humana y a partir de esos cimientos edificó su camino hacia un sábado que puede ser de gloria.
Pasar más de 40 días lejos de los suyos, luego de una temporada europea (donde juega la mayoría) y sin haberse tomado aún sus vacaciones, representa un fuerte compromiso del plantel argentino en la búsqueda del gran objetivo que es cortar con la sequía de títulos a nivel mayores desde 1993, con la Copa América conseguida en Ecuador.
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