Cargar un apellido como el suyo en el circuito internacional de tenis no es nada fácil, sin embargo Leo Borg se las arregla para empezar a dejar su propia huella en la disciplina. Este lunes, el joven sueco de 18 años hará su estreno en el cuadro masculino de la categoría junior de Wimbledon, el certamen en el que su padre -Björn Borg- supo agigantar su leyenda con cinco títulos.
Con todas las miradas puestas en él, Leo, que ocupa el puesto número 17 en el ranking mundial junior, espera hacer su propio camino y desprenderse de las (obvias) comparaciones. Su primer escollo en el césped del All England Club será el serbio Marko Topo, en la cancha 9.
Será una nueva oportunidad para exhibir su tenis luego de la gran actuación que tuvo hace tan solo unos días en Roland Garros. En el Grand Slam parisino, el joven sueco llegó hasta la tercera ronda, instancia en la que cayó ante el chino Juncheng Shang, quien llegaba como primer preclasificado y máximo candidato al título. Fue derrota por 7-6 (5), 3-6 y 7-6 (4) en dos horas y 37 minutos, pero el hijo de una de las glorias del tenis dejó una muy buena imagen por lo hecho ese día y en las rondas previas.
“Siempre me da consejos, aunque quiere mantenerse en un segundo plano en lo que a entrenamiento se refiere. He aprendido a organizar mejor mi vida y, sobre todo, a saber gestionar todo lo que supone ser tenista y que mi padre sea Björn Borg”, dijo Leo a la prensa durante su paso por París.
Leo nació en Estocolmo. Su madre es Patricia Östfeldt, la tercera esposa que tuvo el ex número uno del ranking ATP. En entrevistas concedidas hace algunos años, la mujer llegó a admitir que lloró cuando su pequeño, a los diez años, le dijo que quería ser jugador de tenis como su padre. “Jugaba muy bien al fútbol y hubiera preferido que se dedicara a cualquier otro deporte”, señaló Patricia, quien temía por las comparaciones que iban a hacer el público y la prensa.
De hecho, en algún momento el futuro de Leo pudo estar lejos de los courts. En 2017, hizo su debut como actor en la película “Borg vs McEnroe”. Allí interpretó a su propio padre durante su adolescencia. “Vi en los ojos de aquel niño esa vulnerabilidad tímida y esa especie de fuerza de voluntad infernal tan especial de Borg”, llegó a decir el danés Janus Metz, director del film, a The Times.
Pero la pasión por el deporte pudo más. Leo - que ha asegurado en más de una ocasión que su padre nunca influyó en la decisión que tomó para su futuro- siguió adelante en su sueño de convertirse en tenista profesional, algo que su hermano mayor Robin nunca pudo cumplir (no pasó de los torneos universitarios en Estados Unidos). A principios de este año, el joven se alzó con el Brasil Juniors Cup, un torneo celebrado en Porto Alegre.
“Soy consciente de que se me compara con mi padre, pero no me preocupa lo que se diga y vivo bastante al margen. Yo pienso en mi futuro y en mis propios objetivos. Sé que él está orgulloso de mí, de que lo que estoy haciendo, y espero tener un buen futuro. Haré lo posible para que me vaya bien”, dijo Leo tiempo atrás en una entrevista con el diario español Marca.
El sueco tiene su propio entrenador, pero suele aceptar los consejos de su padre. Cómo no hacerlo, viniendo del hombre que fue número uno del mundo y que se alzó con 66 títulos de ATP (11 de ellos de Grand Slam). Sin embargo, el joven de 1,83 que es diestro y juega con revés a dos manos aclaró: “No nos parecemos. Él era más un jugador defensivo, que se dedicaba a pasar bolas al otro lado. Yo, en cambio, soy agresivo. Son dos estilos de juego completamente diferentes”.
Este año, Leo optó por entrenarse durante algunas semanas en la Academia de Rafael Nadal en Mallorca. Allí buscó perfeccionarse para alcanzar sus objetivos de esta temporada, que incluyen la participación en los torneos de Grand Slam. Tras su buen desempeño en Roland Garros, el sueco ya está listo para afrontar un nuevo desafío en Wimbledon y empezar a dejar dejas atrás, de una vez por todas, el espejo constante de su padre.
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