La identidad de la Selección sigue en deuda y Scaloni debería ser evaluado más allá de los resultados

Argentina puede ganar la Copa América sin tener un modelo claro. Todavía depende de Lionel Messi, el mejor jugador del torneo

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Lionel Scaloni da indicaciones, mientras
Lionel Scaloni da indicaciones, mientras Nahuel Molina se prepara para reanudar el juego ante Ecuador. Foto: REUTERS/Diego Vara

Es una Copa ganable. Se ve en el nivel de la competencia, que no tiene enormes equipos más allá de la jerarquía individual de Brasil. No pasa sólo por la localía. Cuando se conectan Neymar y el resto meten miedo. Aún cuando en algunos partidos goleó sin descollar. Le suele pasar a Brasil en las competencias grandes: va de menor a mayor, según la exigencia del rival, hasta demostrar por qué son pentacampeones del mundo. Y se puede pensar en un final con vuelta olímpica por el modo Messi. El 10 de Argentina es el mejor jugador en lo que va del torneo. Puntero en todos los registros. Primero en gol, en asistencias, en gambetas, en duelos ganados, en goles producidos, en pases clave. El liderazgo es determinante. Al punto que no falla ni cuando su cuerpo tiene deuda de oxígeno. Juega todos los minutos de todos los partidos sin bajar su incidencia en el equipo en los finales. Todo lo contrario. Contra Ecuador otra vez festejó un golazo de tiro libre -una especialidad que mejoró con el correr de los años- cuando el juego se moría. La avalancha de elogios al nuevo ciclo decía que ahora Messi tiene un equipo que lo arropa. Que los compañeros lo habían bajado del póster. Que él es la frutilla del postre. Una enorme mentira que se delata en todos los partidos. La Selección le reza a su crack. Depende de él. Que ni se resfríe Messi.

Es difícil discutir un 3 a 0. Cualquier observación podría caer en el tribunero anti Argentina. Entonces habrá que dividir el análisis. La Selección fue superior a Ecuador. Alfaro no pudo dar el zarpazo que le otorgara unos días de buena prensa después de los palazos de la crítica por su paso por Boca. El equipo de Scaloni fue contundente. Aún así se puede ser un poco más profundo. Un ejemplo del pasado puede ser un baño de realidad. La Selección de Maradona derrotó 3-1 a México en Sudáfrica 2010. Hubo muchos puntos oscuros en la actuación que quedaron ocultos en las burbujas del champagne del triunfo. Diego maradonió y hasta chicaneó a Schweinsteiger. Preguntó en voz alta si estaba nervioso por enfrentarlo. A los pocos días fue 0-4 y la Selección no compitió... No es que el final de esta película sea igual. Se apunta a que las goleadas también se analizan fuera de la órbita de la mirada termo. Entre el 1-0 y el 3-0 la Selección sufrió, perdió la pelota y le llegaron demasiado. Brasil puede no perdonarte como Ecuador. Puede haber sido por un medio que no contuvo -Guido Rodríguez cuando entró tuvo una mejor noche que Paredes; Lo Celso es para jugar con pelota- o por algunas pelotas que complicaron a los centrales Pezzella y Otamendi. De una forma u otra, con pocos partidos se extraña a Cuti Romero.

Es más: podría darse una victoria aún mayor que genere engaño ¿Si Argentina gana la Copa América significa que hizo todo bien? Tal vez el equipo pueda ser el mejor de la competencia. Y no tener el modelo con más previsión o los procedimientos correctos para la Selección. Gallardo delató la falta de un plan para definir el camino y cómo llegar al objetivo. Al entrenador de River le creen hasta los hinchas de Boca. Cuando habló, entonces, expuso a los dirigentes de la AFA, que ni le ofrecieron la Selección tal vez por miedo al no. O porque a veces gusta más la foto con Messi que promover un plan para que Messi tenga la foto con la Copa del Mundo. En el camino el Muñeco dejó semi desnudos a otros entrenadores que buscan convencer con arengas y hasta algunos ídolos que -amparados en su poder- declaran con más títulos para los diarios que contenido. En fin, la Copa de Scaloni debería ser evaluada más allá de los resultados. Puede ser bueno aunque pierda y puede ser malo aunque gane. La identidad del equipo sigue en deuda. En ese punto hay que mirar de este lado pero también hacia la Eurocopa. Allá juegan los otros rivales del Mundial. Entonces aparece Italia, que tampoco tiene a la mayoría de sus jugadores en los clubes top del mundo, pero sabe a qué juega y viene de derrotar a Bélgica. Mancini tiene apenas más partidos en Italia que Scaloni en Argentina. La diferencia es que no son sus primeros juegos como entrenador sino que ya dirigió más de 750 veces.

El compromiso está. El propio Messi, después de acomodar la pelota y festejar, se jactó de la responsabilidad de la Selección. Ponderó el sacrificio y que Argentina no rompió la burbuja. Otra vez fue la gran figura del equipo, con participación estelar. Hay varios Messi top en la Selección. El mejor de todos fue en Brasil 2014, cuando la rompió en el inicio y sin él seguramente Argentina hubiera caído en primera ronda. La diferencia está en que en estos tiempos está los 90 minutos conectado. Una vez Riquelme dijo una frase que fue genial para explicar las caídas de tensión del mejor jugador del mundo: “Messi puede estar 10 minutos sin tocar la pelota que Iniesta le entretiene a la gente”. Si bien para Román Iniesta entendía más el juego, hoy Leo es el que entretiene al público todo el tiempo. No camina. No mira para abajo. Está bien cuidado desde atrás por Dibu Martínez, un arquero que otra vez dio seguridad y se quedó con el arco que era de Armani. También tuvo un buen partido De Paul, el volante compinche de Messi que abrió el partido después de un pase bárbaro del capitán. Y aunque un poco tardíos, funcionaron los cambios. Guido Rodríguez rindió al ser un 5 más posicional y Di María pidió titularidad en el ratito que entró. Así se espera ahora a Colombia, un equipo con más jerarquía que Ecuador aunque tampoco un cuco. Se puede ganar. Más difícil es leer bien esas victorias...

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