El dibujante boliviano Belisario Suárez jamás imaginó que aquel zurdo habilidoso a quien apodó Diablo al verlo driblear en el club Destroyers de Santa Cruz, se iba a convertir con los años en el máximo referente de la historia de Bolivia. Ese gambeteador de 17 años que portaba la 10 en su espalda era Marco Antonio Etcheverry, hoy considerado el mejor jugador que dio el fútbol boliviano, emblema de una camada que hizo historia clasificando a su selección al Mundial de Estados Unidos 94.
“Los jugadores que clasificamos a Bolivia a una Copa del Mundo podemos irnos tranquilos a la tumba porque hicimos feliz a un país”, confesó el hombre de 50 años, que además, fue subcampeón con el seleccionado del Altiplano en la Copa América 97.
Mas allá de su paso por la Verde, el Diablo estuvo en varios grandes de América y dejó su marca en cada uno de ellos. Fue campeón en Bolívar, Barcelona (Ecuador), Colo Colo (Chile), América de Cali y DC United (Estados Unidos). A pesar de que no jugó en Argentina, pero la admiración por su fútbollo lleva a definirlo como “el mejor del mundo”.
En diálogo con Infobae desde Washington, la gloria boliviana es una voz autorizada para analizar el choque entre Argentina y Bolivia, por el grupo A de la Copa América. Además, opinó quién fue el último gran 10 del futbol mundial, contó por qué se cayó su pase a Boca, describió la relación que forjó con Marcelo Gallardo y habló del dolor que le causó la muerte de Diego Maradona.
-¿A qué se dedica en la actualidad?
-Estoy trabajando en Estados Unidos. Tengo una academia de fútbol con sedes en Charlotte, Washington y Key Biscane. Estoy alejado del fútbol sudamericano. Estuve en la selección del Bolivia hasta el 2017 como asistente y coordinador de las selecciones juveniles. Pero a partir de la llegada de la nueva dirigencia decidí parar, descansar un poco y me alejé del fútbol.
-A la distancia, ¿cómo observa a la selección boliviana en la Copa América?
-Fueron partidos complicados y negativos. Así y todo, la vi mejor que en otros encuentros. Seguramente, le servirá al técnico para ver qué futbolistas son ideales para vestir la casaca del seleccionado y responden a una exigencia tan dura como lo es una Copa América o los choques por Eliminatorias.
-¿Cómo imagina el juego ante la Selección de Lionel Scaloni?
-Argentina demostró mucha solidez. Hizo partidos extraordinarios y viene jugando muy bien. Lo único malo que observé fue que se queda en los últimos minutos, siempre termina siendo presionado. Pero empieza jugando en campo rival, el equipo convierte y luego bajan los brazos. Ahí empieza la falta de entendimiento porque tiene, exageradamente, calidad de jugadores. Quizá falta trabajo para el segundo tiempo. Pasa que tiene apenas cuatro días antes de los compromisos oficiales a sus futbolistas y no es culpa del entrenador. Hay selecciones como la de Chile que llevan mucho tiempo juntos. Entonces, se pueden entender mejor. Argentina tiene gente nueva, pero armó un equipazo. El choque será durísimo porque vamos a enfrentar al seleccionado que es puntero del grupo. Además, no sólo es una potencia mundial sino que tiene al mejor jugador del mundo. Será muy complicado para nosotros.
-¿Qué recuerda de aquella derrota por 1 a 0 contra Argentina por la Copa América de 1993?
-Fue uno de mis mejores partidos contra Argentina en el estadio de Emelec, en Ecuador. El equipo jugó muy bien. Nos ganaron por apenas un tanto convertido por Gabriel Batistuta, un goleador increíble. Pero fue un tanto especial. La jugada arrancó de un saque de meta nuestro. Rechaza Oscar Ruggeri, de los defensores más rústicos que me tocó enfrentar; y le queda a Batigol, que convierte. No suele pasar ese tipo de jugadas. Un resultado raro, pero fue espectacular cómo jugó Bolivia. Los mejores recuerdos de mi vida están en la selección boliviana, honestamente.
-¿Haber jugado cuatro minutos en el debut frente a Alemania en el Mundial Estados Unidos 94 fue lo mejor de su vida a nivel profesional?
-Sí, todo el proceso fue bueno, empezar una eliminatoria, terminarla bien y la preparación también. A pesar de que fue muy difícil y dura para mí en lo psicológico y emocional, porque no llegué a recuperarme. Pero todo los momentos duros que atravesé valieron la pena para ser parte de un seleccionado que jugó una Copa del Mundo. Lastimosamente, los bolivianos no estamos acostumbrados a jugar un Mundial. Nosotros pudimos y lo más lindo de todo es que hicimos feliz a un pueblo entero.
-Ingresó en el minuto 80 y fue expulsado cuatro minutos después. ¿Cómo vivió ese hecho?
-No me afectó, porque me maté entrenando para jugar ese partido y me arriesgué a todo, aunque yo no debería haber jugado. Al final jugué por lo que sentía y porque el profe Azkargorta me dio su confianza. No tenía condiciones para jugar, mi rodilla estaba sana, pero no estaba preparada porque no tenía músculo. Más allá de eso, el Mundial fue como un premio a mi sacrificio, a mi esfuerzo. Sé que nunca le fallé a mi país, me maté, hice de todo para que a través del fútbol la gente esté feliz y ese afecto hacia mi persona lo siento hasta ahora.
-¿Como tomó las críticas de la prensa?
-Fui criticado únicamente por la prensa internacional que no entendía cómo me había esforzado tanto en participar de un Mundial y, cuando lo hice, me expulsaron rápidamente. Pero en mi país no me criticaron. No sentí ningún compromiso porque sé lo que es luchar para conseguir objetivos e intentar llegar a dar el máximo. No llegué a lograr un título con el seleccionado, pero me esforcé por intentar lograrlo. Los jugadores que clasificamos a Bolivia a un Mundial podemos irnos tranquilos a la tumba porque hicimos feliz a un país. En esa época, Bolivia vivía una crisis sociopolítica-económica muy complicada y clasificando a EE.UU. 94 hicimos que el pueblo boliviano se olvidara de los problemas que existían. Los habitantes fueron felices y eso me lo llevo a la tumba para poder descansar y agradecerle a Dios por la vida que tuve.
-Definió a Ruggeri como de uno los defensores más rústicos que le tocó enfrentar…
-Sí, la verdad que fue un defensor espectacular, de los más duros que me tocó enfrentar. No solo con el seleccionado, sino también en amistosos y despedidas de otros colegas. Un gran respeto hacia el caudillo argentino. Representa mucho para el fútbol de ese país y le tengo mucha admiración. Una de las cosas mas lindas que me pasó en mi carrera fue compartir cancha con campeones del mundo, entre ellos, Ruggeri. Lo valoré más cuando en el 2013, un año antes del Mundial de Brasil, trajeron la copa al palacio de Gobierno de Bolivia.
-¿Pudo tocar la copa?
-No, y me dolió mucho. Fuimos invitados pero no pudimos tocarla porque no éramos campeones del mundo. Verla y no tocarla fue durísimo para nosotros. Entonces, ahí te das cuenta de que el campeón del mundo es muy especial. Tener a Néstor Clausen en Bolivia es muy bueno. Que él escoja nuestro país es genial porque se vive muy bien y es un orgullo para nuestro país.
-¿Es cierto que una vez hinchas argentinos le hicieron firmar una bandera argentina?
-Sí, fue en el último partido ante Argentina en el 2001. Resulta que íbamos en el bus, cerca del estadio Monumental donde iba caminando la gente local, y me hicieron señas desde la calle pidiéndome que bajase a firmar una bandera. Y lo hice. Fue un orgullo gigante que los hinchas rivales me pidieran que firmara su bandera. Muestra la categoría, el nivel que tiene el ciudadano argentino y el respeto que hay por el prójimo, y si tiene que ver con el fútbol, mucho más. Me encanta ver el fútbol argentino, más que cualquier otra liga del mundo, es la mejor del mundo. No existe otra más respetada que la de Argentina, con el respeto que me merecen las ligas multimillonarias que existen alrededor del planeta. Me gusta ver hasta la segunda división del fútbol argentino.
-¿Le hubiese gustado jugar en un club argentino?
-Tuve la oportunidad. Antes de ser transferido desde Bolívar al Colo Colo de Chile, estaban interesados el Barcelona de Ecuador y Boca Juniors. Fue en la época en la que estaba el Maestro Oscar Tabárez como entrenador. Quería un préstamo de seis meses, pero Bolívar al recibir una oferta grande del conjunto chileno no lo dudó y me vendió.
-¿Se arrepintió de no haber ido al Xeneize?
-Yo soy hincha de Boca. Mi primer ídolo fue Milton Melgar que jugó allí, somos grandes amigos. Debuté muy joven y me tocó ver su época en el Xeneize. Hubiese sido algo increíble, pero Dios fue muy generoso y me llevó a una institución tremenda como Colo Colo. No era necesario rechazar a uno para ir a otro, pero sí me hubiera encantado vestir la camiseta Azul y Oro.
-¿Y haber jugado al lado de Riquelme o Maradona?
-Son dos épocas diferentes, pero con cualquiera de los dos estaba bien (risas). Crecí con Diego y después la tristeza de ver que Riquelme fue nuestro último gran 10 en el fútbol mundial. Se acabaron esa clase de jugadores en nuestro planeta, una pena. Pero disfruté viéndolo a Román. Con Maradona tengo un cariño especial y es el mejor del mundo, lejos.
-¿Le dolieron su partida y el contexto en el que murió?
-Lo lloré bastante a Diego, fue muy duro y especial. Viví algunas experiencias con él. Su parte humana hacía que todos lo amen. Fue el futbolista más amado del mundo. Y lejos, el más grande de todos. Recuerdo que en el último año de mi carrera, jugando para Bolívar, me tocó ir a La Bombonera a enfrentar al local por la Copa Libertadores 04. Justamente, acepté jugar en el conjunto boliviano porque ya me retiraba, por el cariño que le tengo a esa institución y porque, además, enfrentábamos a Boca y a Colo Colo. Entonces, faltando 10 minutos para el final, el entrenador me saca, yo salgo mirando el verde césped a mil por hora y escuchó cerca de la línea de cal: “¡Diablo, Diablo!”.
-¿Quién era?
-Miro hacia arriba y veo que Maradona me estaba gritando desde su palco y me saludaba, fue genial. Después, me tocó compartir otros eventos junto a él: la despedida del Pibe Valderrama, por ejemplo. O un amistoso en mi país. Por eso, cuando falleció, me pasé muchos días llorando por su muerte.
-¿Qué sintió que pasó con Diego en el Mundial 94?
-Lo mismo que le pasó a su seleccionado: falta de motivación y tristeza por lo que le tocó atravesar. No sólo como jugador, sino como persona también. A raíz de eso, Argentina no se olvidó de jugar en 48 horas, sino que sufrió un golpe psicológico por la pérdida de su líder.
-¿Como nació su relación con Gallardo?
-Compartimos mucho tiempo en el DC United. Yo me radiqué en Washington y me tocó estar cerca del club cuando él jugaba ahí. Nos veíamos seguido. Tuve la oportunidad de invitarlo a mi casa a comer un asado e hicimos karaoke. Es un fuera de serie. Tengo un gran respeto por él y lo que ha hecho no es fácil. No soy seguidor de River, pero tengo una admiración profunda por lo que hace y lo respeto como profesional. Me parece un señor del fútbol.
-¿Donde nació el apodo Diablo?
-Fue en 1987, cuando tenía 17 años. El sobrenombre me lo puso Belisario Suárez, un muchacho que hacía caricaturas en un diario boliviano. Los lunes sacaban una edición especial con dibujos en referencia a la última fecha de la liga de Santa Cruz, que se jugaba el día anterior. Él hablaba de dribles endiablados y me quedó: “el Diablo Etcheverry”. Pero, la verdad, no me gustaba.
-¿Por qué?
-Por lo que podían llegar a pensar de mí y, aparte, mi familia es toda religiosa, bastante religiosa, pero los hinchas me llamaban así y me quedó. Cuando yo empecé a ser citado al seleccionado, mi apodo ya estaba y no había manera de cambiarlo.
-Estuvo cerca de jugar en el Real Madrid, ¿que pasó que no se dio?
-Sí, estaba casi cerrada mi transferencia. Compartí hotel en Chile con el plantel español. Vinieron a jugar un partido con la U de Chile. Benito Floro me había llevado al Albacete un año antes. No me fue bien ahí, pero ya me conocía. En las Eliminatorias me fue bien y fue una gran vidriera. Entonces, el DT español me llamó para compartir hotel con Michel, Zamorano y Butragueño, entre otros. Fueron dos días y me querían llevar a la filial Castilla, que se desarrolla en la segunda división española. La idea era tenerme una temporada y subirme a la máxima categoría.
-¿Y entonces qué pasó?
-A las dos semanas me lesioné grave (rotura de ligamentos) y no pude ir. Solo me queda el orgullo de haber sido tenido en cuenta por el equipo más grande del mundo. No se dio, por algo será. Pero Dios fue grande y me hizo jugar 10 años más al fútbol profesional. Cuando me lesioné, pensé que no iba a jugar nunca más.
-¿Fue su cuenta pendiente no haber jugado en la Casa Blanca?
-No, esa no. Mi cuenta pendiente fue no haber triunfado en el Albacete (España) en la temporada 92/93. Y a la expulsión en el Mundial 94 no la considero como una cuenta pendiente porque me maté entrenando, fue duro, pero entendí que no estaba físicamente al nivel para desarrollarme en una Copa del Mundo.
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