El 25 de junio de 1986, el estadio Azteca fue testigo del encuentro entre Bélgica y Argentina por una de las semifinales del Mundial de México. El seleccionado europeo tenía como una de sus figuras a Jean-Marie Pfaff, quien por aquella época era uno de los mejores arqueros del mundo y atajaba en el poderoso Bayern Múnich. Mientras que el seleccionado albiceleste contaba con Diego Armando Maradona, quien era la estrella del torneo y venía de convertirle el Gol del Siglo a los ingleses en los cuartos de final.
En aquel encuentro, el Diez tuvo su mejor actuación del torneo y marcó los dos goles para depositar al seleccionado de Carlos Bilardo en la final, donde lo esperaba Alemania. “Durante el precalentamiento no lo quise mirar. Quería demostrarle que estaba con confianza, que no me daba miedo. Sin Maradona, les hubiéramos ganado, estoy seguro. Diego fue fundamental para que Argentina se llevara el triunfo. Hoy creo que no fue Bélgica contra Argentina, sino Bélgica contra Maradona”, recalcó Pfaff.
35 años más tarde, el arquero que sufrió a la mejor versión del astro se hace eco de su fallecimiento y confiesa: “Todavía no pude aceptar su muerte, para mí está vivo. No lo veo, pero lo pienso. El mejor Maradona se veía cuando estaba solo. En cambio, con su entorno era diferente y le hacía mal. La gente que lo rodeaba no era buena. Tuvo problemas por ellos”, sostuvo el portero de 67 años al cumplirse siete meses del fallecimiento del Diez.
En diálogo con Infobae desde Amberes (Bélgica), el golero reveló detalles imperdibles de su relación. Dónde guarda la camiseta que intercambió con Maradona tras esa semifinal, por qué se sentía identificado con él más allá del fútbol, qué homenaje le gustaría hacerle en su país y, además, a qué otro deportista argentino admira.
—Se cumplen 35 años del partido entre Bélgica y Argentina por el Mundial 86. ¿Qué recuerdos tiene?
—Recuerdo a los hinchas argentinos en el estadio Azteca alentando durante todo el partido, no paraban de cantar. Me gustó mucho. Segundo, el juego de Argentina que fue muy bueno, porque Maradona estaba superbién y para mí fue la figura del encuentro y del torneo. Enfrenté al mejor jugador de todos los tiempos, no tengo dudas. En la previa al choque, el nombre “Argentina” como rival era un poco impresionante, sobre todo porque estaba el Diez. Hoy, creo que no fue Bélgica contra Argentina, sino Bélgica contra Maradona.
—Siendo arquero, ¿cómo fue enfrentar a Diego en su máxima expresión futbolística?
—Fue increíble. Ya desde el precalentamiento daba gusto verlo entrenar; haciendo los trabajos precompetitivos. Pero como arquero no lo quise mirar. Quería demostrarle que estaba con confianza, que no me daba miedo. En la previa, el seleccionado argentino tenía más presión que nosotros. Sin embargo, Diego jugando fue superinteligente. Sus ojos estaban yendo desde la derecha a la izquierda y se movía superrápido para ver bien a sus compañeros. Tenía una vista increíble. Su cuerpo era tan ágil que no lo podías parar. Manejaba la pelota, y sus compañeros corrían a su alrededor, jugaba con los ojos cerrados. Poseía una creatividad increíble y estaba superconcentrado, mirando para todos lados. Con su manera de correr, parecía que bailaba en el campo de juego.
—¿Cree que si él no jugaba Bélgica hubiese ganado?
—Sin Maradona ganábamos, estoy seguro. Diego fue fundamental para que se lleven el triunfo. En el 0 a 0 estábamos muy bien. Argentina tenía miedo porque Bélgica estaba jugando bien, pero cuando marcaron el 1-0 ya estaba acabado el juego. A partir de ahí, conservaron la pelota y fueron los mejores. Nosotros ya estábamos contentos con haber llegado a esas instancias de la copa.
—¿Qué le dijo Diego luego del partido?
—Me comentó: “Quedamos 1-1, ganaste en España (Copa del Mundo de 1982), pero ahora ganamos nosotros”. Le respondí que había jugado bien y se lo merecía. En un punto, estaba feliz porque Maradona merecía ser campeón, quería que ganara la Copa del Mundo. Recuerdo haber visto por televisión cuando regresaron a su país, el día que fueron a la Casa Rosada a festejar el título, fue increíble. Esa pasión, ese fanatismo, esa mentalidad que tienen los argentinos.
—¿Cuál era su favorita para la final, Alemania o Argentina?
—En esa época atajaba en el Bayern Múnich, pero quería que Argentina se consagrara, especialmente por Diego. Me gustaba también Valdano. Además, tenía un amigo argentino en Bélgica: Saúl Lisazo. Jugamos en el Beveren (Bélgica) y ahora es actor de películas, vive en Miami. Teníamos una muy buena relación. Yo era fanático de Argentina porque la gente bailaba y cantaba en las tribunas, me gustaba la onda que había. Me hacía acordar a Turquía, donde jugué también. Recuerdo cuando llegué a Estambul para firmar con el Trabzonspor. Había 50 mil personas en el Aeropuerto y rompieron casi todo el lugar producto de la emoción que tenían. En los entrenamientos, los fanáticos dormían en la entrada del predio para vernos entrenar. En Turquía son muy pasionales, como los argentinos, por este deporte.
—¿Le pidió antes o después del encuentro la camiseta a Diego?
—Previo al partido habíamos arreglado intercambiar camisetas. Le pregunté y me respondió: “Después de hacerte un gol, lo hacemos”. Se rio y acotó: “Obvio que sí, sos mi mejor amigo”. Tras la semifinal, me acerqué al vestuario argentino, le di mi camiseta y se la regaló a su hermano, Hugo. Él me dio la suya.
—¿Aún la conserva?
—Claro que sí, la guardo en una caja fuerte en un banco. Quizá alguien me la podría robar, pero espero que no. Mucha gente de Argentina y de otros países me llamaron pidiéndome un precio por la camiseta, pero no lo tiene. Bueno, podría pedir un millón de dólares solo para ver su reacción, quién sabe (risas).
—¿Es cierto que hace 4 años se cruzaron en un restaurante y Diego le estampó su firma?
—Sí, nos vimos en un restaurante de Dubái y me la firmó. La única manera de venderla sería para donar el dinero a una fundación. Quizás algún día pase, pero no ahora. Por la que tengo de Johan Cruyff me ofrecieron 75 mil euros, pero rechacé la oferta.
—A siete meses de su fallecimiento, ¿qué significó Maradona en su vida?
—Siempre fue un gran ejemplo para mí, no solo como futbolista, sino como persona. Tenía su corazón en el lugar correcto. Fuimos buenos amigos. Todavía no pude aceptar su muerte, para mí está vivo. No lo veo, pero lo pienso. El mejor Maradona se veía cuando estaba solo. En cambio, con su entorno era diferente y le hacía mal. La gente que lo rodeaba no era buena. Tuvo problemas por ellos. Cuando supe de su fallecimiento, empecé a llorar. Hubo solamente un Diego Maradona, el que estaba bien. No tuvo los mejores amigos después de su carrera. Era muy sociable y siempre estaba de buen humor. Llevó a la Argentina a ser tan popular en Europa.
—¿Le gustaría viajar a Buenos Aires a darle el último adiós?
—Sí, quizá vaya en un año a despedirme de él. Me gustaría ir durante tres días a ver a su hermano, a observar donde vivía, a visitar a su ex mujer (Claudia Villafañe) y a sus hijas, e invitar a comer a su familia. Recuerdo que iba seguido a una parrilla argentina cuando vivía en Múnich y me encantaba la carne argentina.
—¿Cómo describe la relación que tenían?
—Éramos amigos. Luego de la semifinal del 86 hablamos por teléfono y me invitó a ir a la Argentina. Él me quería ver, yo también; y encima me gustaba el pueblo argentino. Cuando me lo dijo, se me puso la piel de gallina. Pero no se pudo dar, fue la deuda pendiente que tuve con él. Siempre fui fanático de Diego, no solamente cuando tuvo éxito. Recuerdo su técnica, talento y creatividad. Además, físicamente era lindo, todas las chicas morían por él. Cuando íbamos a cenar, los comensales le pedían autógrafos y fotos, pero siempre con respeto. No tenía una vida privada, la gente vivía pidiéndole cosas.
—¿Se sentía identificado con Diego, más allá del fútbol?
—Sí, muy identificado porque tuvimos una infancia similar. Crecí en una familia humilde también, con 11 hermanos y vivíamos en una casa rodante. Debido a esto, tuvimos que lidiar con muchos prejuicios. La gente pensaba que yo no era suficiente, porque no provenía de una familia rica. Mi padre murió en 1965, cuando yo tenía doce años. Mi madre no tenía plata, pero trabajó mucho e hizo muchas cosas para mantenernos. Yo hablé con Maradona sobre eso y me entendía. Cuando viajaba a Múnich, nos veíamos en un hotel y nos quedábamos hablando durante varias horas. Una vez estuve con su padre, don Diego, que fue supercariñoso conmigo. Con Diego Armando, tuve una verdadera relación de amistad.
—¿Le pudo rendir algún tipo de homenaje?
—Me gustaría abrir una galería dedicada a Maradona en Bélgica. Invitaría a su hermano para que vea todo el material: fotos, cuadros y una escultura sobre él. Lo voy a hacer lo antes posible, ya lo tengo decidido.
—¿Le hubiera gustado jugar en el futbol argentino? ¿En qué equipo?
—Sí, pero iban a necesitar armar un nuevo estadio para recibir a toda la gente que quería verme. No, es una broma (risas). No sé qué club elegiría. Yo era un jugador de la gente, como Diego, nunca nos olvidemos de dónde venimos. Además, soy muy fanático de la ex tenista Gabriela Sabatini, la admiro. En su momento, yo quería ir a la Argentina para sacarme una foto con ella y con Diego.
—¿Qué piensa cuando comparan a Messi con Maradona?
—Messi juega solo en el Barcelona. Es un gran jugador y lo respeto mucho, pero no es Maradona. Diego era de otro planeta. Con la Selección, mira todo lo que ganó. Pelusa gambeteaba a 1, 2, 3, 4 y hasta 5 jugadores al mismo tiempo. En cambio, Messi a 1, 2 o 3, y luego pierde la pelota. Maradona era un futbolista de toda la cancha, estaba en otro nivel.
—En un artículo contó que fue golpeado por un tren cuando era un niño y que el doctor que lo atendió creyó que lo mejor era cortarle el brazo. ¿Pudo imaginar su vida si esto hubiera pasado?
—No, la verdad que no. Cuando tenía 7 años me acuerdo de que estaba en una estación de trenes, sonó la campana para anunciar la llegada de uno de ellos y me acerqué a observarlo. Me quedé cerca de las vías y cuando llegó, me golpeó una parte de mi brazo izquierdo. El chofer me retó, diciéndome que no tenía que estar tan cerca. Mi padre me llevó al hospital más cercano. El médico que me atendió…
—¿Qué le dijo?
—Que había un problema y que tenían que cortarme una parte del brazo. Mi padre habló con el cirujano y le confirmó que me iban a operar. Entonces, me operaron, pero, al final, no fue necesario cortarme el brazo. Solo me quedó una cicatriz grande y nunca pude recuperar toda la fuerza en ese brazo izquierdo. Igualmente, salió bien la operación y no tuve otras secuelas.
—¿Pensó que no iba a volver a atajar?
—Al principio, tuve mucho miedo porque sangraba muchísimo. Pensé que el fútbol estaba terminado. Pero me recuperé y fui optimista. Y al final, mirá la carrera que hice. Yo siempre jugué en la calle. Solía atajar con mis amigos en el barrio. No tenía plata para comprarme botines, no tenía nada. La vida es linda, pero dura. Con el tiempo, no tuve inconvenientes en atajar. Es más, mi padre me vio hacerlo durante 30 minutos y dijo: “Este pibe podría ser un gran arquero”, y lo logré.
—Que visión de futuro tenía su padre…
—Sí, después de su muerte, mi principal objetivo fue honrarlo, que se sintiera orgulloso de mí, estuviera donde estuviera. Siempre tuve una gran fuerza de voluntad, rendirme no era opción. Solo pensaba en una cosa: fútbol. Mi mundo entero consistió en entrenar y jugar.
—¿Qué es lo que más extraña del fútbol?
—Hoy, nada, realmente no lo extraño. Estoy satisfecho de lo que he recibido y logrado. Todos mis sueños se hicieron realidad y no me arrepiento de nada. Ahora, disfruto de mi mujer y de mis hijos. Siempre soñé en convertirme en un portero profesional y ganar premios. En todos los lugares en los que jugué, desde los equipos amateurs hasta el Bayern Múnich, fui nombrado el mejor portero y gané el Golden Shoe de Bélgica. Todo aquello que soñé alguna vez se volvió realidad. Pero esto no llegó naturalmente: siempre tuve que trabajar muy fuerte, con mucha paciencia y, también, con muchas decepciones. Cuando firmé un buen contrato en el Bayern, me dijeron que no iba a ser titular. Por eso, luego de un tiempo me fui al Lierse. Era un club más pequeño pero me trataban como un rey. Además, estaba cerca de mi familia y jugaba en la selección belga.
—¿Qué recuerda de su paso por el Bayern Múnich?
—Cuando comencé en el Beveren (Bélgica) jugaba frente a 5 mil personas, como mucho. Luego, cuando pasé al Bayern jugué con Uli Hoeness, Franz Beckenbauer, Karl-Heinz Rummenige, Gerd Müller que fueron jugadores increíbles. En Beveren había 20 personas mirando la práctica, en cambio en el Bayern, diez mil. Me cambió la vida. Tenía que hacer fotos y firmar cada día 250 pelotas, era otro mundo. La gente en Bélgica decía que iba a regresar en tres meses, que iba a fracasar. Me quedé, al final, seis años en Alemania. Escribí un libro, sobre mi vida: Jean Marie después del fútbol.
Agradecimiento por la traducción: Pierrec Brison.
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