La palabra crack se suele regalar en los últimos tiempos. Puede ser por la falta de figuras o por la propia exageración mediática. A veces es parte del show transformar en póster gigante a jugadores normales. Alcanza una racha de partidos, algunos goles y se pone el título para pocos. Un error. Llegar a ese podio es para elegidos. No hay que caer en que sólo es para los Maradona, Pelé, Cruyff, Messi o Cristiano Ronaldo. Pero hay que darle la real dimensión. Una vez calibrado el ojo, y sin exitismo, se verá que en la Selección hay uno poco aplaudido. Di María es el crack que no valoramos. O que no valoran quienes le clavan puñales a la generación que perdió las tres finales. Se podrá lamentar que por su la presión -por la que fue al psicólogo- sufrió lesiones en la Selección. Una lo dejó afuera de la final de Brasil 2014. Tan real como que es un futbolista excepcional. Hoy brilla en el millonario PSG de Neymar y Mbappé; como antes fue clave para que el Real Madrid ganara la Champions. En el único lugar donde no la rompió fue en el Manchester United. A los 33 años tiene mucho para darle a Argentina. De extremo derecho -a pierna cambiada- es de los top del mundo hace años. Como en la jugada del gol para destrabar a Paraguay. Usó como falsa pared a Molina y le dio un pase genial a Papu Gómez. Raro que en Argentina sea suplente. Tanto como que haya estado un año sin recibir un llamado de Scaloni después de “una cara de culo” en la otra Copa América.
La Selección tiene mejores resultados que juego. La racha de puntos está por encima de la calidad de movimientos. Esta vez alcanzó con esa jugada de Di María en el marco de unos 20 minutos de buen andar. Suele pasar que los equipos se ordenan a partir del gol. Argentina lo logró rápido. Igual le costó asociarse y cedió la pelota en el segundo tiempo. Otra vez. Un defecto que parece más asociado a una idea que aún carece de convicción más que a la falta de piernas. Cuando el equipo pierde la posesión corre de atrás. Corre mal, corre más. Desde allí se explica más la caída de tensión. Con otro tipo de rivales esos bajones se pueden pagar con una eliminación. No fue una buena actuación colectiva aunque hay algunos puntos para rescatar. Papu Gómez es quien descubrió la teoría de la sombra del árbitro. “¿Sabe lo que yo miro? Dónde está el árbitro. ¿Quién es el mejor posicionado en todo el campo? ¡El árbitro! Siempre está solo. Alejado de todo el quilombo. Casi siempre libre. Por eso suelo mirarlo y me tiro donde está él. Haciendo cosas como ésas perfeccioné mi nueva función”, explicó en una entrevista en El País. Esta vez se escapó del juez y tiró la diagonal para el pase de Di María. Después definió con la misma simpleza que bailó en el festejo. El podio lo completó Nahuel Molina, el lateral que Scaloni puso por delante de Montiel. Soportó a pie firme el duelo con Almirón y pasó bien al ataque. Con algo de Messi bastó para asegurarse la clasificación.
Que Messi haya querido jugar es la otra gran noticia de Argentina. Hay quienes ahora parecen descubrir por un mensajito de Whatsapp que el capitán quiere estar siempre. No se conoce al personaje o se cree que su leyenda en la Selección empezó hace dos años. Suele ser un pecado de juventud no reconocer la historia. Habría que ver puertas adentro por qué el entrenador había pensado un plan para hacerlo descansar y todo varió unas horas antes de entrar a la cancha con Paraguay... Igual alcanzó. La Copa América no muestra aún grandes equipos más allá de Brasil. Los locales te pueden golear sin tener su mejor noche. Otras formaciones suenan mejor de lo que han jugado. Se vio con Uruguay. Si están juntos Luis Suárez, Cavani, Torreira, Betancur, Valverde, meten miedo. Difícilmente se adivine que casi no patearon al arco con Argentina. O aparece Chile rompiendo la burbuja y algo más. O sea, hay poco. Ahí es donde la Selección debería crecer en conjunto para acercarse a los locales. Va más allá de que mano a mano se les pueda ganar. En Italia 90 pasó. Casi le rompen el arco a Goycochea. En una jugada apareció el talento único de Diego -con el tobillo como si fuera una pelotita de tenis- y la gambeta de Caniggia. Y como suele chicanear Ruggeri, salió el avión de Varig para Brasil. Argentina jugó la final. En todo caso, se piensa en la construcción de un equipo proyectado a la última Copa América de Messi. Y a un año y medio del último Mundial de Messi.
Ganar la Copa América sería más relevante para Leo que para varios de sus compañeros. Serviría también para que Di María, el Kun y Otamendi se saquen la cruz de tantos años sin vueltas olímpicas. El 10 ahora juega su sexta Copa. Perdió las finales de Chile 2015 y de Estados Unidos 2016, cuando después de fallar su penal, renunció a la Selección. Podría descomprimir esa mochila de presión. Porque siempre existe la obligación con ese escudo en el pecho. Aun cuando Scaloni -tal vez a propósito- le haya bajado el precio a la obligación al decir que hace 28 años que no se gana. La suma de frustraciones en realidad aumenta la ansiedad. Más allá de que es cierto que la Selección de Messi necesita más un Mundial que una Copa América. Asusta pensar que teniendo a Diego y a Messi, de 8 Mundiales hasta ahora se haya ganado sólo 1. Qatar 2022 será la novena chance con un equipo aún en formación aunque el ciclo lleva 29 partidos. Será cuestión entonces de trabajar en la búsqueda del equipo. En devolverle la autoestima a Lautaro Martínez o en recuperar a otro crack que venía con pocos minutos como Kun. El refuerzo de Barcelona jugó en bajo nivel, aunque no tendrá ritmo si se lo saca rápido y se vuelve al bendito falso 9. A los jugadores distintos hay que recuperarlos. Como suele hacer Brasil. Así se ayudará a este Messi laburante, el que está obsesionado con ganar. Con cracks con Di María, con grandes relanzados como el Papu, o con pibes que no conocía como Molina.
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