La nueva versión de Lionel Messi: el laburante

Sin dejar de lado su enorme talento, el capitán de la Selección ahora le aporta al equipo un estilo más combativo

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Lionel Messi, la gran esperanza de la Selección (REUTERS/Henry Romero)
Lionel Messi, la gran esperanza de la Selección (REUTERS/Henry Romero)

Hace más de 15 años que se quiere que Messi sea Maradona. El problema no es la comparación en sí misma. Es un sello de calidad cuando a un futbolista -o un entrenador en el caso de Gallardo con Bianchi- se lo pone en disputa con el mejor de todos. El inconveniente es cuando se distorsiona el punto de contacto. En la última Copa América apareció el espíritu maradoniano en la rebeldía de Leo. En su confrontación con el poder. En salir, mirar a cámara y hablarle a la Conmebol como tantas veces Diego enfrentó a la FIFA. O hasta en la pelea de Messi con Medel. Ese orgullo pareció dejar de lado que Messi futbolísticamente no tuvo una buena competencia en Brasil 2019. Más que nada para quienes pedían que en un mal Mundial se fuera por lo menos pegando una patada. Como si ese desborde significara sentir más la derrota. El propio capitán, tiempo después, confesó que no se había visto en su mejor versión. Es mejor el Messi combativo de esta Copa. Es la forma de comprometerse. Con el talento para dejar pinchadita la pelota para el gol de Guido Rodríguez. Con la confianza para encarar a los uruguayos a toda velocidad. Con el oficio y la templanza para cuidar la pelota y generar foules a los ochenta y pico de minutos sobre la raya. De punta a punta sin descansar. El Messi laburante.

Messi está feliz en la Selección. Ese sentimiento también tiene más de 15 años. Pasa que hay frases de momento que pierden la memoria. No es que ahora se armó un equipo que lo contiene. Argentina depende de él como tantas veces. O más que en otros tiempos. Leo no lo dirá porque nunca habló con soberbia. No es real -tampoco- que ahora se ríe más o está más comprometido. La propia contradicción expone a quienes quieren imponer esa falsa teoría. Si antes lo acusaban de jugar con los amigos, es difícil de argumentar por qué ahora se sentiría más pleno. En todo caso, ante la ausencia de Mascherano, Messi asume combinados el rol de líder futbolístico y de caudillo. No sólo tiene que agarrar la pelota en la cancha. Debe dar la cara antes de empezar a jugar o si hay un conflicto. Otra vez Leo fue la figura de Argentina. Entregó su talento y todo el aire que tenía. Su carácter. Sobre el final, cuando encaró. O cuando cayó y no dejó ni siquiera entrar al médico. Se hizo dueño de todo. La Selección todavía no emociona, Messi sí. Aun cuando el equipo ganó bien. Minimizó a un Uruguay al que le faltó gestación y llegadas, con un Luis Suárez opaco y más nombres propios que funcionamiento. O sea, un triunfo para aplaudir, no para la ovación. No es poco ganarle bien a Uruguay. Siempre representa una buena medida.

La Selección sentencia cada 90 minutos. Pasa más que en cualquier equipo. Así pasa también puertas adentro. Se puede ganar un puesto en un partido o perderlo para siempre. Desde esa mirada Cuti Romero primero se extrañó pese a tener un partido y medio en el equipo. Pasó contra Chile. Ahora, contra Uruguay, el defensor del Atalanta otra vez fue un punto alto. Seguro por arriba, firme, con buen pase en la salida, técnica y solvencia. No pareciera que se puso por primera vez la pesada camiseta argentina hace unos días. Un valor de Scaloni, que si bien no lo descubrió en un pueblito perdido sino como el mejor defensor de la liga italiana, lo llamó y le dio el lugar. No es poco hacerse titular por encima de un Martínez Quarta que viene con el escudo de River antes de irse a Fiorentina. Acuña jugó en una buena versión. Salvo una vez que Sampaoli lo puso por derecha (?), parece siempre asegurar de mínima los 6 puntos. Otro buen punto fue Guido Rodríguez y no sólo por el gol. Ubicación, salida clara. Buena decisión de Scaloni, quien lo puso de 5 al tener tocado a Paredes. Esa decisión del entrenador -al fin de cuentas- es más relevante que después vaya a la conferencia de prensa y responda canchero cuando le preguntaron por qué no jugó Agüero. “Porque jugó Correa”, dijo sin decir nada. En todo caso, hubiera sido bueno saber por qué entró el Tucu en vez del Kun. Así tal vez se dejaría de suponer que en el fondo no lo satisface Agüero.

El 9 es un rol para analizar. Lautaro puede tener cosas de Batistuta. Basile lo dijo en público y tiene autoridad: fue el DT de Bati cuando explotó en la Selección del 91 (dicho sea de paso: fuerza Coco). El Toro ya se adaptó a Italia, viene de ser campeón con el Inter después de largos años de sequía. Tan cierto como que no arrancó fino la Copa. Como pasa con De Paul, de buen nivel con Uruguay pero en otro rol al que tiene en Udinese. Lautaro en el Calcio comparte ataque con Lukaku. Juega distinto. En los dos partidos falló un par de jugadas que un goleador como él no erra. Agüero puede no venir con tantos minutos en el City previo a pasar al Barcelona, aunque en el área puede ser letal. La falencia es en parte es por cuestiones individuales. En otra, por el funcionamiento general, que a veces no se termina de descubrir en el equipo argentino. En el primer tiempo, por ejemplo, Argentina tuvo la pelota los 45 minutos pero llegó 3 veces. Hay que aceitar movimientos, definir titulares que cambian con frecuencia, definir con continuidad una identidad de juego. La Copa permite tener un mes de trabajo juntos cuando siempre falta tiempo. La contra es que los jugadores terminan una temporada especial en medio de la pandemia. La buena, tener a un Messi metido, muy combativo. Un talentoso que no para de correr.

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