Inés Paolantoni es abogada. Trabaja como síndica jurisdiccional del Ministerio de Obra Pública y estudia para tener un master en administración pública. Su colega, Mariana García, es docente de educación física y también recurre a la Universidad (la UTN de La Plata) con el objetivo de recibirse en ingeniería de sistemas. Y juntas harán historia en los Juegos Olímpicos de Tokio.
A días de emprender su aventura hacia la capital japonesa, las argentinas se convertirán en la primera dupla femenina de América en dirigir en una cita olímpica el torneo de handball. “Voy a cumplir el sueño de cualquier deportista amateur. Jugué hasta los 25 años, con convocatorias a la Selección, pero a los Juegos voy a ir desde otro lugar. La realidad argentina me hizo elegir entre trabajar y estudiar o jugar y me tuve que dedicar a otra cosa. Al final me realicé como deportista, pero desde otro rol”, dice Paolantoni en diálogo con Infobae.
“Falta cada vez menos y estamos muy contentas. Nos encanta ser las primeras mujeres de América en dirigir en un Juego Olímpico. Ojalá que no seamos las únicas y que dentro de unos años haya más mujeres de la región que puedan estar”, agrega García.
Ellas tuvieron que hacer un sacrificio diario para concretar el sueño que las atrapó desde la adolescencia. Ambas complementan los exigentes entrenamientos matutinos con sus jornadas laborales y universitarias.
Los despertadores suenan entre las 5:30 y 6 de la mañana. Las rutinas van variando dependiendo de sus actividades, pero en sus agendas prácticamente no hay lugar para el ocio. “Me dan ganas de llorar cuando me lo pongo a pensar”, reflexiona Mariana entre risas, aunque aclara que en la actualidad tienen más tiempo libre porque no tienen actividad los fines de semana a causa de la pandemia. “Me puse de novia desde que empezó la cuarentena y todas estas medidas me ayudaron a mantener la pareja”, continúa con su cuota de humor. Sin embargo, cuando retoma la seriedad subraya las dificultades que impuso la nueva normalidad: “Hoy nos juega en contra no tener competencia, porque todavía está todo parado en Argentina. Los únicos partidos que estamos dirigiendo son los internacionales”.
La presencia del binomio albiceleste en los Mundiales y los Preolímpicos sirvieron para que las autoridades las eligieran para conformar las designaciones arbitrales en Japón. “Nos tocó dirigir a las selecciones que se clasificaron y desde la organización nos dijeron que nos iban a enviar un mail con la confirmación de nuestra convocatoria para Tokio. Desde ese día no paramos de apretar F5 a la bandeja de entrada. Fue una espera eterna, hasta que un día Mariana me dijo que entrara a mi casilla para ver el mail. Fue muy emocionante”, explica Inés.
Como buena abogada, Paolantoni aplica los recursos del derecho en el handball “porque la normativa es mucho más que la suma de los artículos”. “Hay que entender que todo tiene un sentido y una finalidad. Hay que conocer el espíritu de la ley para aplicar alguna sanción. Eso pasa en la vida y en el campo de juego”, argumenta con un discurso que no da lugar al debate: “Hay una relación en lo que respecta a la mediación, los manejos de conflictos, las situaciones de crisis… Los árbitros somos solucionadores de conflictos a través del reglamento, la personalidad, la empatía o el entendimiento del contexto… Prevenimos lo que pueda llegar a pasar en cada partido. Cuando ves que dos jugadoras se miran mal por algún roce, una interviene para calmar los ánimos. Más de una vez advertí a alguna jugadora diciéndole que había visto todo lo que estaba pasando”.
El recuerdo de Paolantoni se instala en lo que sucedió en un partido que disputaron Países Bajos y Cuba durante el último Mundial. En el duelo correspondiente al Grupo A (diciembre de 2019) la arquera isleña chocó con rudeza a una delantera europea, pero como el golpe se dio dentro del área, no había ninguna normativa que permitiera aplicar una sanción disciplinaria hacia la cubana. “La holandesa me reclamaba y yo le decía que tenía razón, pero no tenía herramientas desde el reglamento. Después de insistir tantas veces, me empujó y la tuve que expulsar por dos minutos porque no puede haber un contacto entre la jugadora y la jueza. Cuando terminó el partido me vino a pedir disculpas, y le comenté que no tenía que disculparse porque tenía razón. A mí no me quedó otra que sancionarla por el contacto, porque si me hubiese puesto a su altura, hubiera terminado todo mal”.
Su experiencia como autoridad deportiva y sus antecedentes en la resolución de conflictos da lugar para establecer una ucronía comparativa sobre el accionar de Néstor Pitana en la final de la Copa de la Liga, cuando el misionero sacó a los empujones al jugador de Colón Christian Bernardi. “Nunca jamás haría eso. Si vos invadís el espacio personal del jugador, cómo le vas a pedir al jugador que no te trate de la misma manera ¿Qué hubiera pasado si Bernardi lo hubiese empujado al árbitro? Seguro lo hubiera expulsado. Y hubiese sido lo más injusto”, subraya.
“Una vez un jugador me hizo montoncito con los dedos porque no le había cobrado un penal y lo expulsé de inmediato, porque fue una falta de respeto. Él me decía que tenía que entender que estaba corriendo con pulsaciones a 180, pero le respondí que yo estaba corriendo igual que él y que jamás le faltaría el respeto. Ahí lo entendió y me dio la razón”, completa.
Para Mariana García, en cambio, el trato con sus alumnos es totalmente diferente al que tiene con los protagonistas del handball. “Con los chicos soy mucho más pedagógica, porque con ellos no tengo que impartir justicia, sino que mi deber es enseñarles y educarlos. Lo único que mantengo es la cara, que es algo que me quedó del arbitraje. Todo el mundo cuando me mira piensa que estoy enojada, porque siempre estoy seria”, confiesa.
La docente entiende que “en todos los aspectos de la vida se aplica pedagogía”. “En categorías menores se nota mucho más, pero en el nivel de élite, donde hay jugadores profesionales no, porque no es nuestra tarea educarlos”, analiza.
A menos de un mes de iniciar su aventura en Tokio, ambas son conscientes de que serán unos Juegos Olímpicos atípicos. “Va a ser raro, porque ya nos mandaron todas las indicaciones preliminares que incluyen la aplicación de una terminal en la que tenemos que ir cargando la temperatura diaria, si tuvimos contacto estrecho con algún contagiado o si sufrimos un síntoma. También nos pidieron que nos aisláramos 14 días antes de viajar y que minimicemos el contacto con otras personas. Será como un Gran Hermano Gigante. Vamos a estar en lo que llaman la burbuja roja, que es la que tiene contacto con los equipos. Por ende, no podremos salir a ningún lado: nuestra vida será en la cancha, la habitación y alguno de los 3 restaurantes que tendremos a disposición. Y si alguien rompe la burbuja se vuelve a la casa”, detalla Paolantoni.
“Vamos a tener testeos todos los días y no vamos a poder ir a ver a otro deporte, algo que en otras ediciones de años anteriores se podía hacer. Para nosotras sería lo mismo que los Juegos se hagan en Córdoba, La Plata, París o Tokio, porque no vamos a poder salir a ningún lado”, agrega García.
Para ellas será su primera experiencia olímpica. Las condiciones que impuso la pandemia no modificarán su felicidad, ni su emoción. Como le dijo una de sus alumnas a Mariana, sus vidas cambiarán luego de su incursión en Japón. “Hay algunos chicos que me dijeron que me van a pedir autógrafos. Yo me río, porque no voy a dejar de ser su profesora. Tampoco es que soy una deportista reconocida, simplemente somos árbitras que tenemos que estar en el segundo plano, porque los verdaderos protagonistas son los jugadores y los atletas”. Tal vez todo cambie cuando empiecen a impartir justicia en el Estadio Nacional Yoyogi. Cuando dirijan su primer partido, ya estarán haciendo historia.
SEGUIR LEYENDO