Un caso de película: la joven ugandesa que cambió su vida gracias al ajedrez

En 2016, Disney contó la vida de Phiona Mutesi en el film La Reina de Katwe; una niña huérfana que dejó atrás las chabolas y hoy es una profesional que vive en Seattle y trabaja para Microsoft

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Phiona Mutesi juega al ajedrez durante los primeros meses de su estadía en los Estados Unidos.
Phiona Mutesi juega al ajedrez durante los primeros meses de su estadía en los Estados Unidos.

Esta es una historia real; una crónica que sabe de lágrimas, sudor y sangre. Narra la atribulada vida de una luchadora y sobreviviente ugandesa: Phiona Mutesi. La niña que con fe cristiana se aferró al ajedrez como fetiche para desafiar su destino patibulario en suelo africano.

“Nacer africano es ser un marginado en el mundo. Nacer en Uganda es ser un marginado en África. Nacer en Katwe es ser un marginado en Uganda. Nacer niña es ser una marginada en Katwe”, resumió el norteamericano Tim Crothers, en su relato desgarrador sobre los días de infancia y adolescencia de la pequeña Phiona, y con el que dio origen a su novela. La trama y sus peripecias cautivó la atención de la compañía Disney que compró los derechos de autor, y produjo y estrenó el film La Reina de Katwe, en 2016.

Hoy Mutesi, que cree tener 25 años y que desde 2017 vive en Seattle, acaba de graduarse de licenciada en Administración de Empresas y Finanzas en Northwest University en Kirkland, Washington. Ahora que la ráfaga de la felicidad se volvió brisa amable en el amanecer de cada uno de sus días, Phiona se dedica a contarlo todo; dicta ponencias sobre resiliencia, inspiración, superación o búsqueda de oportunidades. Acaso como Gabo, en un rincón de la memoria, ella siente que la vida no es la que uno vivó sino qué recuerda y cómo la recuerda para contarla. Desde Seattle habló con Infobae.

“Hace cuatro años que estoy en Estados Unidos como estudiante internacional, y el pasado 8 de mayo me gradué en la Universidad. Viví estos años en el campus, pero ahora me mudaré a un departamento que pude alquilar con el dinero que ahorré de mis charlas y conferencias contando la injerencia que tuvo el ajedrez en la historia de mi vida. Gracias a Dios las cosas están saliendo muy bien y la próxima semana comenzaré a trabajar como “especialista analítica en negocios”, para Microsoft en Bellevue”, contó la joven profesional desde la ciudad más grande del estado de Washington y sede del condado de King.

-Llegaste a Estados Unidos hace cinco años para la presentación de tu película. ¿Cómo fue la gala, ver tu vida en una pantalla gigante? ¿Crees que tu historia y la de Beth Harmon en Gambito de dama tienen algunas semejanzas?

-Aquello fue una lección de humildad; me trajo todos mis recuerdos. No podía creer de estar viendo mi propia historia en una pantalla y en una sala llena de gente celebrándolo. Ha sido increíble tener una película sobre mi vida a esta edad porque la mayoría son homenajeados después que mueren. Sin dudas fue un gran trabajo y muy preciso. Con relación a Beth Harmon, creo que hay similitudes pero muchas más diferencias. A mí también me acompañaron cuando comencé a jugar al ajedrez; me sentí rodeada de gente y amigos que me apoyaron para llegar a ser lo que soy hoy. Tal vez lo más parecido con la protagonista de la ficción es que ambas encontramos nuestro confort en el ajedrez, y sobre ello giraron nuestros mundos.

El afiche de Reina de Katwe, la película de Disney que cuenta la historia de Phiona Mutesi.
El afiche de Reina de Katwe, la película de Disney que cuenta la historia de Phiona Mutesi.

-Aunque estos años de estudios te alejaron del ajedrez competitivo todavía sigue generándote grandes momentos, como haber conocido a Kasparov. ¿Qué recordás de ese encuentro?

-Sí, tienes razón, dejé de jugar ajedrez para concentrarme en los estudios, así que no he jugado casi nada en los dos últimos años. Recién ahora he comenzado a entrenar pero no sé si volveré a jugar pronto porque en lo inmediato tengo pensado hacer una maestría en Negocios y ahora tendré un trabajo de tiempo completo. Veremos qué sucede. Y sobre Kasparov, ¿Cómo voy a olvidarlo?, él era mi modelo a seguir en el ajedrez y lo conocí hace un par de años; además del momento increíble fue una gran experiencia para mí. Jugamos una partida y la perdí, pero mi felicidad era mayor por haber jugado con él. Me habló y me enseñó cómo debo medir mis tiempos de respuestas, de no jugar rápido; básicamente que fuera más paciente. Me dijo: debes jugar con las piezas de tu lado e imaginar lo que planea tu oponente. No juegues una película basada en que sólo tú estás jugando el mejor movimiento en el tablero y espera siempre que tu rival jugará el mejor movimiento también. Esa enseñanza la trasladé a cuestiones de mi vida personal”.

Hace casi 15 años que el ajedrez se cruzó en la vida de Phiona Mutesi; una niña de piel negra, dientes blancos, los ojos húmedos de lágrimas y el rostro labrado por la desesperación y la impotencia.

“En Uganda no sabíamos lo que era el ajedrez -no tiene definición para la lengua luganda-, muchos creían que era un tipo de comida (risas). Al jugarlo enseguida comprendí sus semejanzas con la vida; si haces un buen movimiento estás fuera de peligro, pero una mala decisión puede ser la última jugada”, reflexionó la joven que en 2013 fue reconocida en Nueva York, en la “Cumbre de Mujeres del Mundo”.

Nacida estimativamente el 28 de marzo de 1996, en Katwe, un suburbio en el viejo bajo fondo donde el barro se subleva en Kampala (la capital de Uganda, punto geográfico con el mayor índice de infección de VIH del mundo, y en el que las mujeres sólo son consideradas para dos asuntos: el sexo y el cuidado de los niños), la pequeña, huérfana de padre (murió de SIDA cuando ella tenía 3 años) y criada por su mamá Nakku Harriet, junto a sus dos hermanos Brian y Richard y su sobrina Winnie, en una chabola (una habitación de ladrillos, madera y chapa, de 9m2), con dos colchones en el piso para los cinco habitantes, fue apenas una sobreviviente que competía frente a perros y ratas en la búsqueda diaria de un trozo de comida. Tras el abandono escolar por falta de pago, Phiona tuvo por tarea diaria la caminata de 2Km en búsqueda de jarras de agua potable, que junto a los aguacates, berenjenas, curry en polvo, sal y hojas de té completarían la única dieta familiar.

Aferrada a la fe cristiana recurrió al rezo y la oración como únicos aliados para desafiar las violentas inundaciones e incluso serían las únicas medicinas que su madre le daría cuando creyó que ya llevaba dos días de muerte a causa de la malaria. Acaso, esa misma fe la empujó a los 10 años para llegar a Robert Katende; una pieza clave en su tablero de vida.

Katende, ingeniero civil y ex futbolista, desde 2004, se ocupaba a través del programa Sports Outreach Institute, del dictado de clases de ajedrez en la Iglesia Agape (una endeble construcción con piso de tierra y paredes de madera); un refugio al que asistían una docena de niños y niñas. Hasta allí llegaron Phiona y su hermano Richard en búsqueda de comida cuando descubrieron que el aprendizaje del ajedrez era premiado con una taza con avena, arroz o alubia. Así Phiona tomó clases y comió por primera vez de manera ininterrumpida durante 60 días; le demandó más de 50 partidas descubrir los secretos del juego. Katende advirtió que la niña tenía un don para el aprendizaje. “Al principio era muy tímida pero demostraba mucha curiosidad por el aprendizaje: absorbía todo lo que le enseñaba”, contó el profesor. Ella en cambio lo tomó con mayor naturalidad: “los chicos del slum (así llaman a los habitantes de los barrios marginales) cuando comemos lo comemos todo porque no sabemos cuándo volveremos a comer. Por eso cuando aprendemos es igual”.

Phiona Mutesi y su entrenador Robert Katende, a quien ella considera un segundo padre.
Phiona Mutesi y su entrenador Robert Katende, a quien ella considera un segundo padre.

Phiona descifró los movimientos de las piezas con la velocidad de un rayo pero su juego aún carecía de técnica y experiencia; le llevó varios meses comprender esos secretos. Cuando los dominó y logró sus primeras victorias las sonrisas les dibujaron los primeros garabatos en el rostro, pero el día que derrotó a un varón (la primera vez que una mujer vencía a un hombre en una clase del profesor Katende) se le insufló la autoestima. “El ajedrez empezó a interesarme cuando le gané a un chico; no tenía grandes sueños, sólo quería seguir derrotándolos” recordó Phiona que a los 11 años se convirtió en la campeona nacional de Uganda.

Al éxito se le sumaron otro, otro, y otros más. Viajó a Sudán a un torneo internacional, con representantes de 16 naciones de África, con chicos de familias pudientes, incluso universitarios, y Phiona Mutesi resultó la vencedora. Fue la primera ugandesa en ganar tres campeonatos femeninos consecutivos, y a los 15 años hizo su debut en una Olimpíada de Ajedrez; la 39ª con sede en Siberia (Rusia).

El viaje le disparó los primeros fantasmas a mamá Harriet; sus vecinos la alentaron para que Phiona abandonase el ajedrez, un juego de los mzungu (gente blanca), “si sigue jugando, ellos se la llevarán”. Acaso la profecía fue cierta; Phiona viajó y descubrió un mundo nuevo; ya nada volvería a ser lo mismo.

“Ese viaje fue inolvidable, la primera vez que me subí a un “pájaro de plata” (así llamaba de chica a los aviones), ver una cama con colchón, una bañera, los ascensores, la nieve y la abundante comida en los hoteles de cinco estrellas” rememora la mejor ajedrecista femenina en el historial de Uganda, sobre aquella fabulosa experiencia deportiva y cultural en la que convivió con chicas de Afganistán, India, Irak y Bolivia. Y aunque jugó 7 partidas y ganó sólo una y empató la otra, todas sus rivales se sorprendieron con su juego. El equipo femenino de Uganda finalizó 100° entre 115 países. Phiona repetiría su experiencia en las siguientes olimpíadas, en Estambul 2012, Tromso 2014 y Bakú 2016, sumando nuevas victorias y más amistades.

El caso Mutesi provocó una revolución en el ajedrez de Uganda; surgieron más niñas para practicarlo lo que provocó la creación de más competencias femeninas. Los niños también quisieron seguir los pasos de Phiona, lo que permitió la fundación de “SOM Chess Academy” que dirige Robert Katende y asiste a 1300 jóvenes, y los inscriptos a diario siguen avanzando.

-Padeciste ser mujer en Katwe. ¿En el mundo del ajedrez es también una dificultad?

-En la mayoría de las acciones las mujeres tenemos problemas para desarrollarnos; comparado con lo que sucedía hace más de veinte años, ahora estamos mejor y nos consideran también en puestos que antes eran sólo para los hombres. Yo creo que los problemas son porque nosotras pensamos que es un problema. No deberíamos estar tan ocupadas en lo que dicen desde afuera; creo que hay que seguir trabajando duro y el cambio llegará definitivamente.

Phiona con el tablero en su tierra natal, Uganda, donde el juego la salvó de la pobreza extrema.
Phiona con el tablero en su tierra natal, Uganda, donde el juego la salvó de la pobreza extrema.

-La pandemia te atrapó en Estados Unidos, no pudiste regresar a Uganda. ¿Qué es de la vida de tu familia?

-Me quedé en Estados Unidos para completar los estudios; no por culpa de la pandemia. Además si hubiera viajado luego no hubiera podido ingresar aquí. Mi familia está muy bien y siguen viviendo en Uganda pero en una linda casa; yo los ayudo económicamente. He viajado sólo dos veces en los últimos tres años, pero hablamos siempre. Mi mamá ha llorado demasiado cuando se enteró de mi graduación. Mi hermano ha comenzado a estudiar farmacología y yo me encargué del pago de su matrícula y de todo lo que necesita. Hago todo lo que puedo, ellos son mi familia y sin ellos no soy nadie. Los amo y estaré para lo que necesiten

-¿Y Robert Katende?

-Él es casi un padre para mí; ha sido mi entrenador y guía. También escribió un libro “A Knight without a Castle”(Un Caballero sin Castillo) con detalles de mi vida y la de mi hermano. Hablamos casi a diario y siempre le digo que le estaré eternamente agradecida

-Tu generosidad no es sólo con tu familia. También creaste una fundación. ¿Qué nos podes contar?

-La fundación que lleva mi nombre y tiene su sede en Uganda fue inaugurada el pasado 28 de marzo; el objetivo es impactar en la vida de los africanos y proporcionales estabilidad, ayuda y esperanza para el mañana. Muchos niños caminan kilómetros con el estómago vacío para llegar a la escuela y regresan a sus casas y no tienen comida. ¡No se puede estudiar con hambre! Estamos enfocados en enseñar liderazgo, desarrollar cada talento brindándoles educación y enseñanzas para sus emprendimientos. Comenzamos proporcionándoles libros, colchones, camas, cuadernos, bolígrafos y lápices. También artículos sanitarios. Queremos otorgarles becas para que financien sus estudios, se compren comida y viajen en transportes, pero con el tema del Covid19 todo marcha muy lento.

-Cuando miras hacia atrás. ¿Qué te sucede?

-Me causa emoción. Todo ha sido de un pasito a la vez; todo fue una lucha y fuimos logrando distintas metas. Gracias al ajedrez mi familia tuvo una casa y comida. Después pude comenzar a estudiar, recibirme y tener un trabajo. Es muy emocionante mirar hacia atrás. Antes luchábamos por tener apenas para pasar ese día; siempre teníamos problemas. Sin dudas que lo que me sucedió ha sido un milagro.

Phiona Mutesi, la joven que desafió los hábitos y costumbres de una nación; aferrada a sus convicciones y fe cristiana escapó del infierno. En el ajedrez encontró el paraíso.

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