Ante un hecho repentino, son pocas las personas que tienen la capacidad de reaccionar con celeridad y de manera adecuada. Afortunadamente para Christian Eriksen, su compañero Simon Kjaer se develó como un sujeto con ese don, como un verdadero héroe. El capitán de la selección de Dinamarca realizó una serie de acciones que fueron determinantes luego del desmayo que el mediocampista del Inter de Milán sufrió durante el partido que su equipo disputaba ante Finlandia en Copenhague por el Grupo B de la Eurocopa.
Iban 41 minutos del primer tiempo cuando Eriksen recibió la pelota desde un lateral e inmediatamente se desplomó. El jugador de 29 años quedó inmóvil, sin reacción, tirado en el piso. Kjaer notó la gravedad del caso y fue uno de los primeros que actuó: hizo señas para que ingresaran los médicos con rapidez y prácticamente se abalanzó sobre el cuerpo de su compañero para intentar liberar sus vías aéreas y acomodarlo de modo que los profesionales pudiera realizar sus tareas sin demoras.
En los minutos siguientes, ejerciendo su rol de capitán, fue el único jugador de Dinamarca que se quedó al lado de los médicos, atento a la situación y a sus acciones, mientras el resto de los futbolistas formaba una especie de barrera alrededor de Eriksen para impedir que las cámaras tomaran imágenes de los que estaba sucediendo. El capitán no paró ni un minuto de pedir por el ingreso de mayor asistencia y de la ambulancia.
Luego, cuando la esposa del futbolista irrumpió con gestos de preocupación en el campo de juego, fue el encargado de acercarse a consolarla. Kjaer, junto al arquero Kasper Schmeichel, se acercaron hasta Sabrina Kvist Jensen, quien había descendido desde las tribunas y se había adentrado en el césped, para abrazarla y brindarle palabras de tranquilidad mientras los profesionales atendían a su pareja.
Su accionar logró aportar una cierta tranquilidad a un plantel realmente conmocionado, preocupado y cargado de incertidumbre. Las lágrimas invadían los rostros de los futbolistas y otros rezaban, mientras algunos se abrazaban en una suerte de consuelo mutuo. Todo esto ocurría al mismo tiempo que los médicos realizaban las tareas de reanimación cardiopulmonar (RCP).
Luego de algunos minutos de máxima tensión, enmarcado por un silencio solo entrecortado por murmullos de preocupación que bajaba desde las tribunas, los profesionales decidieron retirar a Eriksen de la cancha en una camilla. El accionar de emergencia había dado sus frutos: el futbolista estaba consciente y en condiciones de ser trasladado a un hospital para proseguir con los estudios correspondientes. Allí estuvo una vez más Kjaer -cuya intervención resultó clave- para acompañarlo bien de cerca y para pronunciarle algunas palabras de aliento.
El capitán danés -que se desempeña en el Milan, el clásico rival del equipo en el que juega Eriksen- tuvo el temple suficiente para, horas después, volver a saltar al campo de juego y disputar lo que restaba del partido ante Finlandia. Kjaer, a sabiendas de que Eriksen ya estaba consciente y estable en el hospital, dio otra muestra de carácter y regresó a la cancha para terminar la tarea deportiva del día. Jugó hasta los 18 minutos del segundo tiempo, cuando le dejó su lugar a Jannik Vestergaard.
Finalmente, Finlandia se alzó con la victoria por 1-0. Dinamarca no pudo quedarse con los tres puntos, pero se llevó mucho más: la tranquilidad de la condición estable de Eriksen y la seguridad de que dentro de la cancha tiene un Gladiador como Kjaer, un capitán en el que sus compañeros siempre podrán respaldarse y confiar.
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