Floyd Mayweather grita enardecido, empuja a sus gigantescos hombres de seguridad y lanza amenazas de muerte al aire. Parece desencajado, tal vez como nunca se lo haya visto en su carrera. Persigue a los hermanos Jake y Logan Paul por el Hard Rock Stadium de Miami entre decenas de camarógrafos que registran lo ocurrido en detalle. La escena se viraliza, se replica por todo el planeta. Todos hablan del enojo de Floyd, de la broma de los hermanos Paul que desató la ira de uno de los mejores boxeadores de la historia y Jake –que ni siquiera combatirá– le saca provecho a lo acontecido en sus perfiles de redes sociales, todos con varios millones de seguidores por plataforma. El objetivo está cumplido.
De golpe, tomó interés mundial el regreso de Mayweather a los cuadriláteros para una exhibición contra un youtuber que pesa diez kilos más que él y se subió apenas una sola vez de manera oficial a los rings en sus 26 años de vida. Las méritos deportivos los distancian, pero una cosa los une estrechamente: ambos manejan el negocio del espectáculo a la perfección. Aquella brillante actuación para las cámaras en la presentación del evento, que incluyó un ojo morado para Jake Paul, tuvo el efecto esperado.
Lo de Mayweather-Paul fue una exhibición de boxeo, pero con el espíritu de show. Un histórico crossover, como lo definió la propia promotora de Floyd. Estuvo pautado a ocho rounds de tres minutos, pero no hubo ningún ganador oficial. No hubo jueces para definir al vencedor en las tarjetas y tampoco contó para las estadísticas oficiales de ninguno de los dos. Lo que hubo en los bolsillos es dinero: se estima que Mayweather embolsó hasta 100 millones de dólares este domingo solo con subirse al cuadrilátero que prepararon en el Hard Rock Stadium de Miami (a las 21 de Argentina) según le confió al portal TMZ.
El norteamericano es uno de los mejores boxeadores de la historia con un récord impoluto de 50 triunfos y ninguna derrota. Pero también es una efectiva máquina de generar dinero. Es el hombre que supo dominar el legado de la semilla que plantó Muhammed Ali, quien verdaderamente convirtió al boxeo en un espectáculo deportivo que debía abarcarse más allá del ring. “Mi apodo es Money por una razón. Trabajé muy duro durante años y años para llegar a cierto nivel. Creo en trabajar más inteligentemente, no más duro. Entonces, si es algo fácil como esto (la pelea ante Paul), un robo a un banco legalizado, tengo que hacerlo”, se sinceró sin demasiados rodeos el propio Floyd durante los últimos días.
No es una simple frase provocativa la del ex boxeador de 44 años. Es cierto que su constante ostentación es un método de captación de espectadores con el viejo paradigma de atracción del “que hablen bien o mal, pero que hablen”. Sus fotos con torres de dólares o con relojes costosos son habituales en sus redes sociales, tanto como sus declaraciones resonantes sobre el dinero. Pero al fin y al cabo, la receta funciona: la revista Forbes informó a mediados del año pasado que fue el deportista mejor pagado de la última década con 915 millones de dólares por encima de Cristiano Ronaldo, Lebron James o Lionel Messi. Y eso que Floyd había peleado por última vez en el 2017...
Justamente esa última presentación oficial del 2017, la noche en la que firmó el 50-0 de su carrera, fue tal vez el punto de inflexión de este nuevo paradigma en el mundo del boxeo donde los propios pugilistas parecen quedar relegados a un segundo plano para darle prioridad absoluta al show: Mayweather se retiró ante el provocador ex campeón mundial de UFC Conor McGregor en un evento que tuvo más de espectáculo que de deportes. El experimento funcionó: es la segunda pelea con más abonados al Pay per View en la historia (4.300.000) según el diario The Sun detrás del Mayweather-Pacquiao de 2015 que llevó el mote del “combate de los mil millones”. Nobleza obliga: Floyd fue protagonista en cinco de las diez veladas con más PPV de la historia y Mike Tyson estuvo en las otras cinco.
No es casual, entonces, que esta reaparición de The Money haya estado motivada por el negocio aunque hasta hace unos meses desconocía quién era esta muchacho de 26 años que aglutina unos 23 millones de suscriptores en su canal de Youtube y tiene videos con hasta 272 millones de reproducciones. “Una vez que se dio cuenta del tamaño de la base de fans de Logan, se hizo un poco más obvio que esta podría ser una oportunidad única. Esa fue la parte más difícil. El lado del dinero fue bastante fácil. Una vez que supimos lo que necesitábamos para conseguir a Floyd, era solo cuestión de dárselo. Eso hizo que la conversación se acelerara. Si está interesado en algo, se lo propondrá y lo tomará en serio, especialmente cuando ve una gran oportunidad en lo que respecta al dinero”, detalló sobre la trama de esta pelea en una entrevista con FanSided Solomon Engel, el CEO de la plataforma Fanmio que será una de las encargadas de distribuir el PPV y que plantó la semilla del crossover, ya que tenía a ambas personalidades en su cartilla de trabajo.
El negocio que evaluaron las partes es el de tener un choque de audiencias entre los fanáticos del boxeo y los seguidores virtuales de Logan Paul. “Floyd tiene su audiencia. Sabemos que tiene una audiencia considerable, obviamente. Ha vendido más PPV que cualquier otro luchador. Logan tiene su audiencia, que es completamente diferente. Si lo juntas, es una audiencia más grande en total”, reconoció Engel sobre las teorías que conjeturaron para avanzar en el negocio. El combate se verá en Estados Unidos por la plataforma Showtime a USD 49.99 y en Gran Bretaña a unos USD24 por Sky Sports, que ofreció las últimas dos peleas del gran crédito local Anthony Joshua a USD35. En Latinoamérica, por su parte, la distribución estuvo a cargo de ESPN.
El hombre que pensó que este combate podría ser un éxito en las taquillas desestima aquellos eventos donde dos celebridades pelean sin ningún fundamento boxístico arriba del cuadrilátero y aclara que esta velada iba a ser distinta: “Lo que hace que este entretenimiento sea bueno es reunir a las personas adecuadas. El hecho de que Logan sea mucho más grande que Floyd realmente crea un nivel de misterio que los fans se preguntan qué va a pasar aquí. Floyd es un poco mayor, mucho más pequeño, sabemos que es el boxeador más hábil, pero la gente se pregunta cómo está con su edad. Luego tienes a este hombre joven, hambriento y enorme que está creciendo a un ritmo increíble, parece un gladiador”.
La diferencia no estuvo solo en los 44 años de uno y los 26 del otro, también en los 15 kilos que tiene de diferencia Logan según el pesaje oficial y los más de diez centímetros de altura que le lleva. A falta de los argumentos boxísticos que otorga el tiempo y la constante práctica, el exitoso youtuber apeló a las enseñanzas del distinguido entrenador Milton Lacroix con la utopía de que eso le permita tomar pulcritud en sus movimientos con mayor celeridad y a una constancia en el gimnasio que su cuerpo dejó en evidencia durante el pesaje.
Un dato anexo, que casi pasó desapercibido para el gran mundo, marca cómo el show es más importante que el pugilismo en este evento: la cartelera en Miami tuvo el retorno de Jarrett Hurd a dos años de haber sido destronado de su reinado mundial Superwelter que lo colocaba por entonces como uno de los mejores boxeadores libra por libra. “Creo que mucha gente olvidó quién era yo. Tenía el mejor currículum de la categoría de peso. El domingo, les recordaré a todos quién soy”, prometió.
Con los guantes a un lado y el morbo en el centro de la escena, se espera que el regreso de Mayweather a los cuadriláteros sea un éxito tomando como parámetro que Jake Paul, el hermano de Logan, aseguró que su pelea ante el ex UFC Ben Askren vendió 1.5 millones en PPV y generó USD 75 millones con esa velada. Aquella noche, que bien podría ser un ejemplo para entender hacia dónde va el espectáculo del pugilismo, hasta tuvo la presencia del rapero Snoop Dogg y un show de Justin Bieber entre otras escenas artísticas. “Se trataba de boxear en un universo alternativo, un espectáculo secundario casi hasta el punto de que parecía que el deporte real era la parte menos importante de la presentación”, lo analizó por entonces el columnista de ESPN Michael Rothstein.
La otra presentación notoria que tuvo Jake Paul fue como preliminar en uno de los grandes shows que tuvo el boxeo moderno: el retorno de Mike Tyson a los cuadriláteros con 54 años para una exhibición ante Roy Jones Jr. Por entonces, el evento vendió 1.6 millones de PPV y quedó en el 7° lugar de las peleas de boxeo más vendidas en el Pague por Ver de la historia. Además, las empresas organizadoras admitieron que recaudaron 66 millones.
El mundo del pugilismo parece todavía estar digiriendo el nuevo fenómeno mientras la voraz competencia cada vez inclina más la balanza para el lado de las Artes Marciales Mixtas que tomaron un notorio impulso durante la última década precisamente de la mano de UFC, la principal empresa organizadora de eventos en el mundo. Los números del PPV son una luz de alerta para los amantes del boxeo tal como lo conocíamos hasta ahora: en el mencionado Top Ten del pugilismo aparece Saúl Canelo Álvarez, una de las máximas estrellas de la actualidad, pero en la pelea que realizó en el 2013 ante Mayweather.
Es más, la categoría de los pesos pesados, históricamente de las más interesantes para el público, vive un momento de resplandor de la mano de Anthony Joshua, Tyson Fury, Deontay Wilder, Andy Ruiz Jr. y otros exponentes. Sin embargo, la esperada revancha entre Fury y Wilder que se celebró en febrero del 2020 atrajo a unos 850.000 espectadores que adquirieron el PPV en Estados Unidos. Algo mejor le fue en Reino Unido al segundo combate entre Joshua y Ruiz Jr. que estuvo cargado de morbo tras el inesperado KO del mexicano: tuvo 1.28 millones de compras según especificó el sitio World Boxing News.
Mientras los números del boxeo están en baja o en una meseta a la espera de un sacudón que conmueva a la escena con Canelo Álvarez como principal exponente reciente, la UFC está en constante ascenso tanto en recaudaciones como en la cooptación de fanáticos de los deportes de combate. El evento que más PPV tuvo en la historia, según el diario español Marca, fue el escandaloso triunfo de Khabib Nurmagomedov vs. Conor McGregor del 2018 con 2.4 millones de usuarios.
Hasta el propio Tyson reconoció el notable crecimiento de las artes marciales mixtas tiempo atrás: “Lo que diferencia al boxeo de la UFC es que allí hacen las mejores peleas, siempre las mejores. Los rivales no se esquivan. Si Dana White ve que una pelea va a ser emocionante, los dos mejores van y se enfrentan. Y no tienes por qué ser el mejor, pero quien diga que lo es tiene que luchar. Así es como debería ser en el boxeo para ser más emocionante, pero no lo es”. Bob Arum, una leyenda en la organización de combates de boxeo, también elogió el crecimiento de la UFC en una entrevista exclusiva con Ernesto Cherquis Bialo en Infobae: “Logran que todas las peleas que organizan sean atractivas y un dato importante es que llega a los más jóvenes”.
La brecha en el modelo de negocios a nivel taquilla, bolsas para los deportistas o recaudación total todavía se sostiene para el lado del boxeo, pero poco a poco las artes marciales mixtas recortan la distancia. Un pequeño dato alentador reciente es que Canelo reunió en plena pandemia a 73.126 aficionados durante su última enfrentamiento contra Billy Joe Saunders y firmó la pelea con más espectadores en la historia de Texas. Además, logró que la plataforma DAZN sume 400.000 nuevos suscriptores según cifras del periodista Mike Coppinger. Sin embargo, este parece ser más bien un caso aislado.
El espasmo del boxeo ante ese escenario de arenas movedizas tras décadas de monopolio en la atención de los espectadores podría interpretarse como esta reaparición de Mayweather a seis años de su última pelea seria en el deporte contra Andre Berto, ya que tanto la velada con McGregor del 2017 que contó para sus estadísticas oficiales como la exhibición en 2018 ante el kickboxing japonés Tenshin Nasukawa que le significó un ingreso de USD88 millones fueron eventos que The Money diagramó para juntar dinero. Como lo fue el de Logan Paul.
La pregunta que subyace detrás de toda la parafernalia de las actuadas peleas durante las presentaciones de los combates o las declaraciones rimbombantes cruzadas es qué de toda esta transformación que atraviesa el boxeo quedará finalmente en el modelo de negocios del futuro de la disciplina. Siempre con el fin de recuperar las miradas de aquellos que se paralizaban frente a una pantalla o alrededor de un ring para ver a los Alí o los Tyson. La respuesta, hasta el momento, es que el show del morbo atrae más que la formación de grandes boxeadores.
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