Cuando asumió como entrenador del Sevilla en enero de 2013, mientras preparaba el trabajo para lo que quedaba de temporada, le dijo al presidente del club, José María Del Nido, que el objetivo era entrar en la Champions League, como antes le ocurrió con el Valencia, y recibió como respuesta la pregunta del dirigente acerca de si alguna vez había salido campeón y si lo había festejado. “Ese día –suele decir Unai Emery- que tiene el récord con cuatro títulos de esta competencia y flamante campeón de la Europa League con el Villarreal-, cambió mi mentalidad para siempre y entendí lo que me quiso decir”.
Emery, que ganaría tres Europa Leagues consecutivas con el Sevilla, tiene escrito un libro, “Mentalidad ganadora”, pero lo hizo cuando aún no era conocido en el mundo como lo es hoy, sino cuando todavía no había ganado ningún título.
“Algunos me decían que yo era valiente porque lo escribí cuando no había ganado nada y yo respondía que ganar no es sólo el hecho final, es el hecho de que tú y tú mente se preparen para ganar y jueguen para ganar aunque no siempre vas a ganar –explicó-. El hecho de ganar más veces te acerca al éxito pero el hecho de que uno quiera ganar siempre ya te da una mentalidad, y a partir de eso encontré algo nuevo en mi interior que es la mentalidad competitiva, que es adaptarte a lo que tú tienes, porque nunca vas a tener lo mismo, la idiosincrasia de ese equipo, cómo se identifican los aficionados con ese equipo, o cómo está estructurado, y ese nivel competitivo es adaptarte también a lo que el rival te impone”.
El vasco DT del Villarreal, que dijo tras el triunfo por penales en la final de la Europa League ante el Manchester United que “la clave es trabajar”, establece un orden de prioridades sobre lo que pretende para un equipo, y si lo primero pasa por la idiosincrasia, " luego quiero equipos alegres, vivos, con energía, con capacidad de recuperar la pelota y cuanto más lejos de su arco, mejor, que le guste tener un buen posicionamiento en el campo para tener la pelota porque cuando yo tengo la pelota, me siento tranquilo. Un equipo que transmita energía, que conecte con el público, que encuentre que el partido despierta emociones porque hay situaciones de juego donde siempre ocurren cosas. Controlar el partido con y sin pelota”.
Gesticulador como pocos en su cuadrante mientras juegan sus equipos con indicaciones de todo tipo (al mejor estilo del “Cholo” Diego Simeone), muchos de sus jugadores lo califican como “un enfermo del fútbol” y no sólo superó en títulos como director técnico al italiano Giovanni Trapattoni (1991, 1993 y 1997, cuando se llamaba Copa UEFA) al conseguir el cuarto con el Villarreal en esta temporada, sino que lleva superadas 21 series consecutivas de clasificación con sus equipos en esta competición desde que en 2012 perdió en semifinales contra el Atlético Madrid como entrenador del Valencia.
En los instantes previos a la final ante el Manchester United, en el Stadion Energa de Gdansk, Polonia, Emery prefirió repetir los mismos gestos y rituales que había tenido cuando dirigió al Sevilla en otras definiciones de Europa League como en Turín 2014 ante el Benfica, en Varsovia 2015 ante el Dnipro y en Basilea 2016 contra el Liverpool: un corrillo con sus jugadores y en su discurso, la apelación a la importancia del camino recorrido, algo habitual en su manual de motivación, que considera fundamental.
Después de lo general, ya se enfoca más en lo particular: a los jugadores del Villarreal les habló del pueblo de Pau Torres, joven defensor de la selección española, y único del plantel nacido en la localidad castellonense del “Submarino Amarillo”. También permitió que Vicente Iborra, uno de los capitanes, se hiciera cargo de la arenga final aunque una lesión le impidiera formar parte del partido, aunque sí había estado en los tres títulos del Sevilla, junto con el DT.
Iborra recuerda lo que les dijo en la arenga de la primera de esas tres finales con el Sevilla: “Escuchadme. Pese a que yo, en mi carrera, sólo he jugado en la segunda división, tengo mucha más experiencia que vosotros. Por lo tanto, ¡escuchadme!”.
Unay Emery Etxegoien nació en Fuenterrabia, Guipúzcoa, el 3 de noviembre de 1971 y resulta lógico que se haya dedicado a jugar al fútbol al provenir de toda una familia de arqueros. Es nieto de “Pajarito” Antonio Emery, legendario arquero del Real Unión de Irún –uno de los diez clubes que participaron de la primera liga española en 1929 y descendió en 1932 para no regresar más a la máxima categoría y el primer gol de la historia de la liga, convertido por Pitus Prat, del Espanyol, lo recibió su abuelo el 10 de febrero de 1929 en el estadio de Sarriá -, e hijo de otro arquero, Juan Emery, que atajó en el mismo club y en otros equipos españoles. Sus tío abuelos Francisco y Román Emery Arocena jugaron en el Real Unión y su tío Román Emery Alza, en el Málaga y el Logróñés.
Es tal la identificación de los Emery con el Real Unión –que llegó a eliminar al Real Madrid de la Copa del Rey 2008 y ganó cuatro veces esta competición en 1913, 1918, 1924 y 1927- que el actual DT del Villarreal estaba cerca de cerrar la compra de su paquete accionario y la negociación la lleva su abogado, Josu Reta.
Unai Emery comenzó a jugar al fútbol en las divisiones inferiores de la filial de la Real Sociedad como interior izquierdo entre 1990 y 1995, en Segunda B (tercera de España) hasta que pudo debutar en el primer equipo y se mantuvo hasta 1996, con apenas cinco partidos de liga y uno de Copa del Rey y con un gol convertido al Albacete, hasta que se fue al Toledo para jugar en Segunda entre 1996 y 2000, con dos goles en 126 partidos y con un descenso a Segunda B en su última temporada. Allí se marchó al Racing de Ferrol, que acababa de ascender a Segunda.
Sus últimos pasos fueron por el Leganés y el Lorca, siempre en equipos del ascenso, y fue en éste último club donde se retiró en 2004, cuando estaba lesionado en una de sus rodillas, y al ser echado el entrenador Quique Yagüe por los malos resultados, le ofrecieron hacerse cargo del equipo.
Emery transformó completamente al Lorca en esa temporada 2004/05, al punto de llevarlo al ascenso a Segunda, y en 2005/06 fue considerado como el equipo revelación de la categoría y estuvo con chances de llegar a la Primera hasta la última fecha. Su notorio trabajo despertó el interés del Almería, que lo fichó para tratar de ascender a Primera en 2006/07 y no sólo consiguió el objetivo sino que al año siguiente terminó en una sorprendente octava colocación con 52 puntos, la mejor campaña de la historia del fútbol español para un recién ascendido.
Esta campaña con el Almería le generó el primer salto importante de su carrera, cuando lo contrató el Valencia en 2008. Ya era un club con problemas, que lidiaba con un plantel que había perdido calidad con las ventas de David Silva, David Villa y más tarde, Juan Mata, pero pese a todo, consiguió tres terceros puestos consecutivos en las ligas 2010, 2011 y 2012, cuando se fue a dirigir al Spartak de Moscú, aunque allí no le fue bien y enseguida fue sustituido por los malos resultados.
No tuvo mucho descanso, enseguida apareció el Sevilla, a principios de 2013 y pudo conseguir la clasificación a la Europa League en una temporada en la que, tal como antes en el Valencia, tuvo que recomponer al equipo después de la venta de valores importantes como Jesús Navas y Álvaro Negredo.
En su segunda temporada, la 2014/15, no comenzó bien y el Sevilla transitaba los puestos de descenso en la liga pero terminó ganando la Europa League al vencer por penales al Benfica, y repitió al año siguiente contra el Dnipro de Ucrania, ganándole 3-2 la final mientras fue quinto en la liga, y en 2016 pudo disputar la Champions League pero no pudo pasar la fase de grupos y bajó entonces a la Europa League, la que ganó por tercera vez consecutiva al vencer 3-1 en la final al Liverpool que ya dirigía Jürgen Klopp. También en aquella oportunidad llegó a la final de la Copa del Rey, aunque cayó derrotado por el Barcelona.
Antes de salir a la cancha contra el Liverpool de Klopp, sorprendió a sus jugadores con una llamada a su compañero danés Krohn-Dehli, que se había lesionado gravemente en la semifinal contra el Shakhtar Donetsk y todavía se recuerda en Sevilla su charla en el descanso, cuando perdían 0-1 y no habían podido ganar como visitantes en la liga en todo 2016.”Cuando jugamos la última de las tres finales de la Europa League contra el Liverpool, estábamos muy mal en el primer tiempo. Entramos al vestuario y lo único que se me ocurrió para arengar a mis jugadores fue decirles que pensaran que estábamos en nuestro estadio Sánchez Pizjuán. El equipo Salió al segundo tiempo y lo cambió todo”, recordó. El Sevilla terminó ganando 3-1 con dos goles de Coke y uno del francés Kevin Gameiro.
Si algo no funcionó en esos años de gloria en el Sevilla fue su relación con el delantero Iago Aspas, que luego pasaría por la Premier League y tendría destacada participación en el celta de Vigo, aunque admitió que “no pude sacarle partido”, aunque contaba para el ataque con el aporte de Gameiro y del colombiano Carlos Bacca.
Terminada la gloriosa etapa del Sevilla, llegó el momento de otro salto cualitativo en su carrera, con su llegada al rico y exigente Paris Saint Gemain (PSG), deseoso de superar, por fin, la barrera de los octavos de final de la Champions League con tantas estrellas.
“Una de las cosas que más me impactaron cuando llegué a París –recordó Emery- fue la primera vez que hablé por teléfono con Edinson Cavani y me dijo ‘Yo amo el fútbol´. Cuando un futbolista te dice eso, como mínimo tenés que tenerle respeto porque hay pocos que te lo dicen”.
Empezó la temporada 2016/17 ganando la Supercopa de Francia a un rival directo como el Olympique de Lyon y todo parecía lujoso, sorprendente, en un club dispuesto a gastarlo todo para buscar sus objetivos, a partir del dinero catarí. Sin embargo, llegaría un durísimo golpe en los octavos de final de la Champions League cuando tras golear en parís al Barcelona 4-0 en la ida y eran todas mieles, cayó por un inesperado 6-1 en el Camp Nou en la vuelta y no sólo quedó eliminado sino que tampoco pudo ganar la Ligue 1 al quedar detrás del Mónaco, que de esta manera le quebró al club parisino una racha de cinco títulos consecutivos. De poco sirvió ganarle a este equipo la final de la Copa de la Liga 4-1 ni la de la Copa de Francia al Angers por 1-0 y obtener tres títulos en la temporada.
“El PSG no se adaptó a mi nivel de agresión”, manifestó después y agregó que “reduje mi expresividad en el banco para poder adaptarme al equipo. Entrenar es muy difícil y entrenar a jugadores de muy alto nivel, aún más” y acaso en su frase más definitoria de lo ocurrido, remarcó que “como entrenador, siempre tendía a decirles a mis jugadores qué hacer, pero cuando llegás al PSG te das cuenta de que a menudo son los propios jugadores los que eligen la solución más efectiva, y Francia tiene la cultura del juego individual. El jugador te dice ‘Yo hago lo mío. Tú me dices que yo marque a ese y yo sigo a ese’. En estos equipos en los que hay futbolistas que han ganado tanto, los jugadores fiscalizan mucho al entrenador. Ellos son los primeros que te enjuician y yo sabía que me estaban mirando con lupa”.
Para la temporada siguiente, la apuesta se redobló con las llegadas de Neymar y de Kyllian Mbappé. Especialmente el brasileño fue una de sus obsesiones: “uno de mis grandes objetivos era que él fuera feliz en los estadios”, llegó a decir.
“Neymar sabe cómo tiene que responder sin necesidad de que se lo diga el entrenador. Es lo que es su genialidad, su momento. Es muy inteligente”, declaraba por ese entonces, encantado con el nivel técnico de su plantel, y recalcaba que “hay jugadores que llevan la bandera del equipo en el corazón, lo transmiten. Y otros, que sin ser tan comunicativos, transmiten en el campo, como Neymar, que transmite magia, y el estadio se alumbra mucho más con esa magia”.
El arranque de esa temporada 2016/17 fue el mejor de la historia de la liga, con 35 puntos en 13 partidos aunque otra vez en la Champions, tras una brillante fase de grupos, cayó otra vez en los octavos de final, ahora contra el Real Madrid. Y si bien ganó nuevamente la Copa de Francia y la Copa de la Liga, no le renovaron el contrato y estaba desgastado.
Uno de los problemas que había tenido que solucionar era el del distanciamiento entre Neymar y Cavani, especialmente en el momento de los penales porque ambos querían patearlos. “Un entrenador debe tener una relación con un jugador similar a la de un padre con su hijo”, manifestó en esos días. Y tomó una decisión, a sabiendas de que podía no caer bien a uno de los dos.
“Yo era compañero de Aitor Huegún, un jugador de larga campaña en Segunda y Segunda B. Éramos compañeros y después pasé a ser su entrenador y él era un especialista en penales pero su efectividad no era alta como para justificarlo. Era amigo mío, pero tomé la decisión de que no los tirara más y se enfadó. Desde entonces hasta ahora lo que miro es la capacidad de respuesta efectiva”, sostuvo.
Pasada su experiencia en el PSG recibió la llamada del Arsenal y otra vez en un tiempo complicado. Era para reemplazar al francés Arsene Wenger que había estado 22 años al frente del equipo en lo que los dirigentes señalaron como “el mayor reto de la historia” y se requería de un cambio grande en el club, que con este propósito contrató a Sven Mislintat, reconocido por su gran trabajo como jefe de ojeadores del Borussia Dortmund, y que se sumó al catalán Raúl Sanllehí, ex director de Fútbol del Barcelona. Entre ellos y el director ejecutivo Iván Gazidis eligieron a Emery entre ocho candidatos, y explicaron por qué¨: “Buscamos a un entrenador que se caracterice por jugar un fútbol atractivo, dar oportunidades a los futbolistas jóvenes y adherirse a los valores del club”.
Cuando tras tres semanas de deliberaciones tomaron la decisión de contratarlo y lo entrevistaron, el paso siguiente fue presentar a la junta directiva un dossier de cien páginas con análisis, videos y mucha información un viernes y ya el lunes por la tarde, Emery se subió a un avión con destino a Atlanta, Estados Unidos, donde esperaban Stan y Josh Kroenke, padre e hijo, propietarios del club y de los Denver Nuggets de la NBA.
Ante los Kroenke, Gazidis explicó que Emery “nos causó una impresión fantástica. Increíblemente bien preparado, con muchísimos detalles y análisis de cada uno de nuestros jugadores, de sus cualidades y de cómo cree que puede ayudar a desarrollarlos individual y colectivamente. Tiene una pasión competitiva, una capacidad de análisis y un amor por el fútbol que nos hizo pensar que es justo lo que necesita el Arsenal”.
El primer día de Emery en el Arsenal dejó un mensaje claro a sus jugadores: “El club tiene que volver a la Champions después de estar dos años afuera, y tiene que ser candidato a ganar todos los títulos en los torneos en los que participe”. Como le ocurrió casi siempre, el equipo comenzó mal pero terminó quinto en la Premier League y llegó a la final de la Europa League, pero eta vez la perdió en Bakú ante el Chelsea de Maurizio Sarri por 4-1 y si bien siguió en la temporada 2019/20, fue despedido a los pocos partidos. “En los equipos grandes, los jugadores necesitan que el entrenador nunca se equivoque”, manifestó.
En la temporada 2020/21 llegó la chance de dirigir al Villarreal, con el que finalizó séptimo en la liga española (lo que le habría dado la chance de jugar en la nueva UEFA Conference League en 2021/22) pero terminó la temporada ganando la primera Europa League para el club y la cuarta de su carrera al superar por penales al poderoso Manchester United después de empatar 1-1 en los 120 minutos.
“Soy un hombre afortunado”, dijo sonriendo ya pasados unos minutos de los festejos, “pero la clave es trabajar. Creo que hicimos, partido a partido, un buen camino. Sentimos esta competición e íbamos por algo importante. Nosotros sabíamos que iba a ser complicado, que había equipos favoritos sobre nosotros –en referencia al Dínamo Kiev, Dínamo Zagreb y especialmente al Arsenal, rival de semifinales, y al Manchester United-. Fue rara la definición porque es poco normal que todos los jugadores del campo marquen sus penales. Fue una definición muy nerviosa porque se pasa por todo tipo de momentos y es un 50% para cada uno pero estuvimos fantásticos, cada jugador concentrado y enfocado, pero yo siempre estoy contento, gane o pierda. Siempre lo estuve en cada uno de los equipos que dirigí porque amo lo que hago, tengo pasión por mi trabajo. Lo que siempre me digo a mí mismo es ‘disfrutá cada momento, disfrutá de cada gol, de cada penal, de cada instante’”.
Emery dio una clave de una motivación extra que tenía su equipo sobre el Manchester United en la final. “No era lo mismo para ellos que para nosotros porque ellos ya estaban clasificados para jugar la próxima Champions League por haber sido subcampeones de la Premier League y de perder, nosotros teníamos que disputar la nueva Conference League al terminar séptimos en la Liga”.
“Esta competición creció mucho –destacó-. Hace 10 años, ningún equipo se enfocaba en ganarla, pero ahora cambió y se dieron cuenta de que es un camino para llegar a la Champions, a ganar la Supercopa de Europa. Al Arsenal o al Tottenham les pasaba lo mismo que a nosotros y por eso fueron con todo en esta E-League”.
Ya nadie se fija demasiado en sus aparatosas gesticulaciones en su cuadrante durante los partidos – “si los que gesticulan transmitiesen nerviosismo, yo no habría conseguido lo que conseguí. Fijate si no gesticulan Simeone o Guardiola, competitivos y con estilos opuestos”, suele decir-
Emery sigue ganando títulos y persiste con sus ideas. “Quiero cerca gente que sea exigente y que los futbolistas también lo sean. Mi idea es ser protagonista en todos los partidos y con la pelota. Y cuando no la tengo, quiero un equipo muy intenso en el pressing. Mis dos cosas importantes: posesión y pressing”, e insiste con su idea de perfección: “Un día escuché a Rafa Beniítez decir que no podía transmitir todo lo que quería en inglés y eso me sorprendió porque lo habla a la perfección, pero le faltaba un pequeño porcentaje para conectarse perfectamente con sus jugadores. Estoy hablando de conexión emocional”.
Y lo que pretende para él, lo extiende a los jugadores: “cuando veo a un futbolista que no quiere estar en el entrenamiento lo provoco igual porque creo que hay que provocarlo”, y cita el ejemplo de Xavi Hernández. “Él empezó jugando de volante central y luego fue interior. ¿Quién iba a decir que acabaría metiendo casi cien goles? Y sin embargo, aprendió. Ese es mi trabajo: que los jugadores aprendan”.
SEGUIR LEYENDO: