Salió a competir. El River Plate de Marcelo Gallardo siempre lo hace. Venía de sufrir 15 bajas por coronavirus a solamente 24 horas de jugar un Superclásico ante Boca Juniors en el que perdió por penales, pero donde no fue superado futbolísticamente. Otra tanda de contagios y su acotada lista de buena fe lo dejaron atado de pies y manos para la construcción de un equipo de cara a su partido ante Independiente de Santa Fe por la Fecha 5 de la fase de grupos de la Copa Libertadores, un encuentro vital para pelear por un lugar en los octavos de final. Sin arquero natural, con un Enzo Pérez asumiendo la responsabilidad pese a estar desgarrado. Sin futbolistas en el banco de suplentes. Con dos jóvenes haciendo su debut profesional. Muchos límites para un grupo que ha demostrado por enésima vez que sus convicciones son suficientes para derribar cualquier obstáculo. Fiel a su identidad, con esos rasgos distintivos su modelo de juego, ganó 2-1 en el Monumental y dio otra cátedra de competitividad.
No especuló en absoluto. No cualquier equipo muestra esa actitud desafiante con tantos condicionantes sobre sus espaldas. No lo condicionó tener a Enzo Pérez en el arco. Gallardo salió a jugar tácticamente el partido con un 5-3-2 que tuvo a Milton Casco y Fabrizio Angileri por las bandas, Lecanda-Maidana-Martínez como zagueros centrales, el joven Felipe Peña Biafore de mediocentro posicional, Jorge Carrascal de interior derecho, José Paradela a la izquierda, y Agustín Fontana junto a Julián Álvarez en ataque. Un sistema cuyo plan estratégico fue golpear primero para después sostener la ventaja.
Habían transcurrido poco más de 5 minutos cuando River ya había convertido dos goles. Desde el pitazo inicial mostró su postura habitual: salió a presionar alto e intentar recuperar el balón en campo contrario, o al menos forzar al error a su rival. Mostró una agresividad que sorprendió hasta a los propios jugadores de Independiente de Santa Fe, quienes tampoco supieron cómo reaccionar ante el vendaval de las permutas posicionales en fase ofensiva. Hizo dos tantos, pero pudo haber sumado otros más en esos extenuantes minutos iniciales.
“Juli, picá allá”, le gritó el Muñeco a un Álvarez que hizo un gol de volea espectacular tras un pase preciso de David Martínez desde atrás. “¡Muy buena pelota!”, exclamó cuando partió el envío el técnico de River, quien se encargó constantemente de recordar el guión a sus pupilos. Pese a conseguir dos goles no renunciaron a sus intenciones. Se mantuvieron proactivos durante gran parte del primer tiempo para tapar receptores de pase al rival y atacar espacios libres al recuperar la pelota.
Independiente de Santa Fe empezó a cargar contra el área rival y consiguió varios tiros de esquina, los cuales no ejecutó de forma eficiente. El cuadro colombiano expuso algunas de sus miserias ante la presión de verse obligado a exigir a Enzo Pérez, quien no mostró ningún tipo de inseguridad cuando tuvo que intervenir, al mismo tiempo que recibía las indicaciones de César Zinelli –entrenador alterno de arqueros– desde atrás del arco. Su lesión además obligaba a un defensor a ejecutar los saques de meta, lo que forzó a River a modificar las variantes de salida desde atrás y ceder campo a su rival.
Aunque con balón, el Millonario prácticamente no tuvo fisuras. Hubo un muy buen trabajo de Peña Biafore para hacer circular rápido la pelota, detectando pases antes de recibir y dándole fluidez al juego a partir de sus buenas decisiones. Incluso colaboró también en algunas coberturas. Si algún defensor pasaba su línea al saltar sobre un rival, retrocedía para ocupar ese vacío. Todo River hizo un gran despliegue para irse al descanso con la ventaja en el marcador intacta. Enzo Pérez, apenas tuvo que intervenir.
Ya en el complemento, Gallardo modificó las pautas. Era lógico que su equipo no iba a poder sostener el ritmo frenético del comienzo y no tenía jugadores de recambio. Se vio obligado a apelar a su disciplina defensiva para sellar el triunfo. Construyó un muro delante de Enzo para evitar la réplica de un Independiente de Santa Fe que prácticamente no encontró caminos para lastimar, un poco por mérito del cuadro argentino y otro por sus propias carencias.
El trío Lecanda-Maidana-Martínez estuvo fenomenal al atacar todos los balones divididos que hubo cerca del área y que podían significar un peligro para su arco. Carrascal auxilió a Casco en la banda derecha y Paradela secundó a Angileri, mientras los laterales dieron soporte a los zagueros. Peña Biafore actuó de comodín defensivo desde la zona central, con Fontana y Julián Álvarez en lo más alto del bloque bajo. Ante este dibujo, el elenco dirigido por Harold Rivera estaba obligado a explotar las bandas y buscar diagonales a espaldas de la defensa rival.
River dejó sistemáticamente de controlar el juego y empezó a sentir la fatiga cuando Independiente de Santa Fe consiguió el descuento profundizando por su costado izquierdo. Kelvin Osorio definió a metros del arco entre varias piernas después de un pase atrás de Arias para el 2-1.
Con sus jugadores agotados, Gallardo dio una vuelta de tuerca al esquema en búsqueda de mayor solidez: transformó su 5-3-2 en un 5-4-1 con Carrascal como punta de lanza. El talentoso jugador colombiano fue la pieza más floja dentro del engranaje durante gran parte del desarrollo del juego, por eso el DT prefirió que Julián Álvarez se integre al mediocampo sobre la izquierda, mientras que Fontana lo hizo en la derecha. Todo el Millonario fue puro sacrificio y corazón en los últimos minutos para conseguir un triunfo épico. Un partido que recorrió el mundo y pasará a la eternidad.
Lograron conseguir tres puntos vitales en la Copa Libertadores, en un contexto completamente adverso. Todavía no aseguraron su clasificación a la siguiente fase, todavía incluso pueden quedar eliminados. Aunque quizás el próximo martes 25 de mayo reciban a Fluminense con algunos jugadores recuperados y en otras condiciones. No cambiará la ecuación. Al River Plate de Marcelo Gallardo poco le influyen los contratiempos: afronta cualquier desafío y se exige a tope por naturaleza. No tuvo que achicar las dimensiones de su estadio, tampoco recurrir al juego brusco para ganar minutos ni caer en esas picardías tóxicas que tiene el juego para usarlas a su favor. Salió a competir. Y ganó.
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