Ocurrió en la temporada del 2008/09 de la NBA. En San Antonio estaba Manu Ginobili. En Phoenix Suns, Shaquille O’Neal. Era la historia contra el presente. La técnica contra la potencia. La argentinidad contra el sueño americano…
Antes de que se establezcan los cruces de los playoffs, los equipos se vieron las caras con la misión de acceder a la instancia decisiva de la competición. La anécdota se remonta a las instancias finales del duelo, cuando los Suns estaban arriba en el marcador por un punto de diferencia. El objetivo era defender la ventaja porque el cronómetro no permitía contragolpe y Grant Hill le pidió a Jason Richardson que no dejara a Ginobili en soledad en el extremo de la cancha, dado que el bahiense ya había demostrado que era un excelente tirador de larga distancia (tenía un 37% de efectividad en los tiros de 3).
La escena expuso que el temor a la derrota era perceptible y la desconcentración de Richardson le permitió a Manu ubicarse en la esquina y encestar su intento gracias a su notable talento. Fue victoria agónica para los Spurs en los últimos movimientos.
Por lo tanto, cuando los protagonistas regresaron al vestuario, los jugadores de Phoenix tuvieron que masticar la bronca. Uno de ellos fue Shaquille O’Neal, quien al ingresar a su camarín descargó toda su ira contra una mesa llena de comida. El pivote tomó con todas su fuerzas el mueble y lo revoleó contra una pared, desparrama. Sus compañeros, atónitos con lo acontecido, sólo atinaron a observar en silencio a la figura internacional. Y la leyenda con pasado en Los Ángeles Lakers redobló la apuesta con un grito que no dio lugar a ninguna discusión: “¡Hoy no come nadie!”
De todos modos, la temporada no fue la esperada para ninguna de las franquicias. Los Suns no lograron clasificar a los playoffs y San Antonio perdió en la primera serie frente a Dallas por 4 a 1. Pero el recuerdo del escándalo que se vivió en la interna de Phoenix dejó una historia que siempre quedará en la memoria de los intérpretes.
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