Pese a ocupar originalmente el puesto de delantero, el neerlandés Johan Cruyff se convirtió en los años sesenta y setenta en el máximo exponente de lo que se llamó “Fútbol Total” y llegó a jugar en todas las posiciones del campo menos la de arquero, dejando una estela fundamental en el Ajax, el Barcelona, y su selección nacional, que durante el Mundial de Alemania Federal de 1974 fue apodada como “La Naranja Mecánica” debido a sus revolucionarios movimientos tácticos.
Cruyff es uno de los pocos casos de éxito como futbolista y entrenador. Fue considerado por la Internacional de Historia y estadística de Fútbol (IFHSS) como el mejor jugador europeo de la historia, el segundo mejor jugador del Siglo XX detrás de Pelé, y fue elegido por treinta de los treinta y cuatro ganadores del Balón de Oro entre 1956 y 1999 como el tercer mejor jugador del siglo pasado detrás de Pelé y Maradona.
Ganó ocho ligas de Holanda, cinco Copas de ese país, tres Copas de Europa, una Intercontinental, una Supercopa de Europa con el Ajax, una liga y una Copa con el Feyenoord y una liga española y una Copa del Rey con el Barcelona.
Fue tres veces Balón de Oro de Europa (1971, 1973 y 1974) , lugar entre los privilegiados que comparte con Michel Platini y Marco Van Basten. Después, hizo una gran carrera como DT, primero en el Ajax cuando se retiró en 1984 (2 Copas de Holanda y una Recopa de Europa) y luego en el Barcelona (una Copa del Rey, cuatro Ligas, tres Supercopas de España, una Recopa de Europa, una Copa de Europa y una Supercopa de Europa). En 2020 fue incluido en el “Dream Team” histórico de los Balones de Oro.
Hendrik Johannes Cruijff, más conocido como Johan Cruyff, había nacido el 25 de abril de 1947 en Ámsterdam, a escasos metros del estadio del Ajax, club del que casi llegó a formar parte del mobiliario: su madre, Petronella Bernarda Draaijer, era parte del personal de limpieza de la entidad y él mismo fue ayudante del cuidador del césped –que llegó a ser una especie de padre sustituto cuando el suyo murió- y luego, limpiabotas y encargado del mantenimiento del vestuario antes de llegar a primera donde muy pronto se consagró como estrella del fútbol holandés.
Hasta los diez años, la vida del jovencito Cruyff pasaba por el fútbol callejero, mientras su madre ayudaba a su padre, Hermanus Cornellius Cruyff, en una tienda de frutas y verduras. En su casa lo llamaban cariñosamente “Jopie” y muy pronto lo habían seleccionado entre trescientos chicos para ingresar a las divisiones inferiores del Ajax, lo que comenzaba a contradecir a aquel médico que tras revisarlo, sostuvo ante sus padres que con esas piernas nunca llegaría a ser futbolista.
“Siendo todavía niño, desarrollé en los entrenamientos la técnica para poder explotar mi juego y superar cierta inferioridad física respecto a jugadores más corpulentos, sí, pero también más lentos. Lo cual no quiere decir que entrenara más, sino que aprovechaba mejor los entrenamientos. Siempre he pensado que cada desventaja tiene sus ventajas. Si soy pequeño, tengo que ser más despierto. Si no soy fuerte, tengo que ser más listo; no me queda otro remedio”, escribió como forma de descripción de su infancia jugando al fútbol en las calles de Ámsterdam.
Todo cambió cuando en 1959 su padre murió de un ataque al corazón. Su familia se tuvo que reciclar y él decidió dejar los estudios para intentar dedicarse de lleno al fútbol para ser profesional lo antes posible. En la medida que fue creciendo y subiendo categorías, se comenzó a rumorear que había un muchacho que podía ser una gran estrella. Tuvo la suerte de que al llegar a la máxima categoría, se encontró con un gran entrenador que sería muy importante en su vida, Marinus “Rinus” Michels, quien le aconsejó realizar un gran trabajo físico para ponerse a punto.
Su debut en Primera llegó ante el DVAV Gronningen el 15 de noviembre de 1964, y tuvo la posibilidad allí de convertir su primer gol, aunque se consolidó recién en la temporada 1965/66 con 25 goles en 23 partidos y contribuyó para que el Ajax ganara la Liga, que repitió al año siguiente, sumando también la Copa, siendo el máximo goleador del torneo, la Eredivise, con 33 tantos. Volvió a ganar la liga en 1967/68 y fue nombrado “jugador holandés de la temporada”, algo que volvió a ocurrir parea 1968/69, cuando su equipo llegó hasta la final de la Copa de Europa (aún no era la Champions League) ante el poderoso Milan por 4-1.
En 1969/70 consiguió el segundo doblete con el Ajax (Liga y Copa) pero en la temporada 1970/71 tuvo varias semanas sin jugar en sus inicios por una lesión en la ingle y al regresar a las canchas, ya no pudo seguir utilizando su tradicional camiseta con el número nueve, que quedó para Gerrie Mühren y entonces decidió usar la 14, cuando en esa época los titulares sólo usaban las del 1 al 11 y la 14 correspondía a los suplentes. Sería una de sus primeras expresiones de rebeldía que luego seguirían sumándose en su carrera.
Esa temporada comenzó mal pero terminaría de la mejor manera, cuando el Ajax, por fin, se consagró campeón de Europa, algo que repetiría dos veces, en 1972 y 1973, marcando un gran dominio continental.
El éxito en la segunda Copa, la de 1972, le permitió jugar la Intercontinental (que se llevaba a cabo a doble partido), ante el campeón de la Copa Libertadores de América, Independiente (que luego repetiría en 1973, 1974 y 1975), y fue la única vez en su historia como futbolista que visitó la Argentina. Fue el 6 de septiembre de 1972 en el estadio de la Doble Visera de Avellaneda y ya a los cinco minutos, Cruyff había marcado su gol, cuando dejó parado al Zurdo Miguel Ángel López y definió con un toque sutil por encima del arquero Miguel Ángel Santoro. Apenas 18 minutos más tarde se terminaría su participación en el partido, cuando una violenta patada de Dante Mírcoli le produjo un esguince de tobillo y debió ser reemplazado. Terminaron 1-1 gracias a un gol de Francisco Pancho Sá y ya en la revancha, en Holanda, el Ajax se impuso 3-0 con dos goles de Johan Neeskens y otro de Johnny Rep. Antes de jugarse el partido de ida, le consultaron a Ricardo Bochini qué opinaba de él y el crack de Independiente soltó una frase memorable: “Corre mucho, pero juega bien”.
La idea de “correr mucho” se relacionó con aquellos equipos holandeses de la década de los años setenta, que se caracterizaban por rotar permanentemente de posiciones, y el propio Cruyff llegó a sostener en uno de sus libros, “Mis Futbolistas y yo”, que en el fútbol “no es necesario correr tanto” más allá de que uno de sus ídolos de la infancia había sido Alfredo Di Stéfano, relacionado con el despliegue, “el más completo y generoso con su equipo”.
Para la temporada 1973/74, Cruyff ya era una gran estrella internacional y se perfilaba para jugar su primer Mundial con Holanda. Fue en aquel verano de 1973 que se enteró de que su club estaba negociando su pase con el Real Madrid y decidió rebelarse hasta alcanzar un acuerdo con el máximo rival de los blancos, el Barcelona, en lo que fue el pase más caro de la historia hasta ese momento, y fue recibido como un verdadero ídolo por la afición azulgrana, que sentía que era el momento de terminar con la sequía de catorce años sin títulos.
Tal como parecía que podía ocurrir, el Barcelona se llevó la Liga de esa temporada 1973/74 con un equipo en el que además de Cruyff jugaban el peruano Hugo Sotil, el catalán Carles Raxach y Juan Manuel Asensi y que marcó un hito al vencer al Real Madrid en el Clásico por 5-0 en el Santiago Bernabeu el 17 de febrero de 1974. Aquella vez, los hinchas blancos se pararon para aplaudir a Cruyff, en un reconocimiento histórico que sólo consiguieron más tarde Ronaldinho y Lionel Messi.
Sin embargo, no pudo ganar las siguientes dos ligas y en 1975/76 comenzó a tener problemas con el entrenador alemán Hennes Weisweller en un litigio en el que llegó a manifestar que pensaba marcharse del club al terminar la temporada. El respaldo de los hinchas fue tan grande, que quien se tuvo que ir fue el DT, reemplazado por Laureano Ruiz, uno de los mentores del cambio de mentalidad en el juego de los catalanes hacia un estilo más estético.
Ganó la Copa del Rey en la temporada 1977/78 pero ya sus problemas con la comisión directiva del club se hicieron más fuertes y decidió irse, en otra demostración de fuerte carácter. Jorge Valdano, que lo enfrentó jugando para el Alavés, contó en una oportunidad que quiso discutirle antes de un tiro libre para los azulgranas y que el holandés le dijo “A Cruyff se lo trata de usted”.
Decidió entonces tomarse un descanso tras muchos años jugando en ligas que demandaban mucho esfuerzo y se fue a los Estados Unidos, donde participó de la North American Soccer League (NASL) en tiempos en los que el Cosmos de Nueva York estaba siendo manejado por la Warner Bros y que intentó ficharlo, pero pese a las duras negociaciones, no lo consiguió (esto se cuenta en la película documental “Una vez en la vida”). Fue contratado entonces por Los Angeles Aztecs e hizo 16 goles en 27 partidos y fue elegido mejor jugador del torneo, y en 1980 se fue al Washington Diplomats (27 partidos y 10 goles).
En 1981 llegó a un acuerdo para regresar al fútbol español y se puso la camiseta del Levante, en el que llegó a marcar dos goles, ambos al Real Oviedo en un 2-2, en un total de diez partidos, para regresar a Washington. Cuando ya se pensaba en su retiro, decidió volver al Ajax, el club de sus amores, a los 34 años para ganar dos ligas seguidas. En su segunda temporada de “ajacid”, la 1982/83, generó otro impacto cuando ideó el “penal indirecto” (al que le hizo homenaje Messi años más tarde, en lo que se consideró un homenaje del rosarino jugando para el Barcelona) en el que en vez de rematar directamente al arco, pasó la pelota a su compañero Jesper Olsen, quien se la devolvió para que marcara el gol.
En esa temporada murió su segundo padre y cuidador del césped, lo que lo deprimió por mucho tiempo. Provocó sucesivas ausencias en los partidos y un cortocircuito con el presidente del club, que dijo que no lo notaba con capacidad para seguir. Cruyff, entonces, muy dolido, no renovó el contrato y se marchó a uno de los rivales, el Feyenoord, donde a los 37 años consiguió el doblete (Liga y Copa) y fue considerado mejor jugador del año.
Pero si la carrera de Cruyff como futbolista de clubes es muy recordada, la de la selección holandesa cobra una fuerza particular, con grandísimas actuaciones y como exponente principal de lo que se llamó “Fútbol Total”, sistema por el cual un jugador que sale de su posición es reemplazado por otro que lo releva mientras el equipo mantiene su estructura táctica y en medio de un despliegue sensacional, y sin que el rival tenga en claro quién llega a la pelota, en tanto que para recuperarla se recurría al “Pressing” (la alta presión hacia el adversario).
En ese esquema, Cruyff era el nueve pero constantemente se movía hacia los laterales para engañar a la marca, inteligente, o utilizaba la velocidad como extremo, o su capacidad de desmarque, o haciendo de “falso nueve” (recibiendo de espaldas y encarando hacia el arco) o en el medio, manejando los hilos como “diez”, asistiendo a sus compañeros, o como carrilero, o se quedaba atrás cuando sus compañeros (Krol, Rijsbergen o Suurbier) pasaban al ataque y hasta funcionó como líbero perfecto. El periodista David Miller lo calificó como “Pitágoras con botines”: “Pocos han sido capaces, tanto física como mentalmente, de tal fascinante control sobre un partido de un área a la otra”.
También de naranja afloró su costado rebelde, como cuando fue expulsado ante Checoslovaquia en su segundo partido y fue suspendido por un año. Había debutado ante Hungría en septiembre de 1966 (2-2, con el empate final suyo en el último minuto).
Pero su mejor momento apareció en el Mundial 1974, en el que tuvo que enfrentar en la fase de grupos a Suecia (0-0), Bulgaria (4-1) y Uruguay (2-0). Ya en la segunda rueda, comenzó vapuleando a la selección argentina en Gelsenkirchen (marcó dos goles, el primero y el cuarto), y venció a Alemania Democrática (2-0) y a Brasil (2-0 con un gol suyo) y debió enfrentar a los locales de Alemania federal en una gran final con todos los condimentos: se trataba de dos grandes potencias que constituían las bases de los dos equipos que se encontraban justo en el momento de transición del reparto del mando europeo (Ajax entre 1971 y 1973, Bayern Munich, entre 1974 y 1976), mientras que él significaba la imagen del fútbol colectivo de la “Naranja Mecánica” y Beckenbauer, el elegante “káiser de los alemanes”, sumada a la histórica rivalidad de países vecinos.
El gol holandés llegó al minuto de juego tras 16 pases sin que los alemanes tocaran la pelota, hasta que Uli Hoeness derribó a Cruyff en el área y Neeskens se encargó de cobrar la falta desde los doce pasos. Pero Alemania lo terminaría dando vuelta con un penal de Paul Breitner y una media vuelta de Gerd Müller. Cuyff fue elegido mejor futbolista del Mundial.
Luego, ayudó a Holanda para clasificarse primera en su grupo para la Eurocopa de 1976 y jugó el torneo en el que fueron eliminados en semifinales por Checoslovaquia (3-1) y le ganaron 3-2 a Yugoslavia por el tercer lugar.
Si bien cuando se disputó en la Argentina el Mundial 1978, Cruyff justo había decidido alejarse del Barcelona para marcharse a los Estados Unidos, optó por no participar del torneo por miedo a la seguridad de su familia, según contó en 2008 en una entrevista para una radio española. “Hay que decir la verdad sólo una vez. Hasta ahora, siempre se ha culpado a mi esposa. Pensé que estaba bien, pero no es justo. Algún tiempo antes del Mundial, nos robaron en Barcelona. En la casa en la que estaban mis hijos, le apuntaron a mi mujer con una pistola en la cabeza y estuvo atada a una silla. Entonces empiezas a ver las cosas de manera diferente”,
Tras ese incidente, Cruyff no quiso salir de su casa durante semanas mientras su familia estuvo bajo vigilancia policial. Se sabía esto del robo a su familia en 1977 pero antes había circulado otra versión del llamado “incidente de la pileta” en el Mundial de 1974 donde aparecieron bañándose mujeres con muy poca ropa en el hotel de los jugadores holandeses y por eso, su mujer no habría querido que fuera al Mundial siguiente.
También se llegó a hablar de su desacuerdo con las largas concentraciones y a que no llegó a un acuerdo con “Adidas” (ya en 1974 utilizo una camiseta con dos tiras en vez de tres y con el patrocinio de “Puma” al contrario que sus compañeros).
Sí ayudó a la clasificación en 1977 venciendo a Bélgica y ni bien se había conseguido el objetivo, se llevó a cabo una gran fiesta de celebración organizada por los diarios “De Telegraaf” Y “Avro’s Sportpanorama”, a la que acudieron muchas celebridades para convencerlo de jugar el Mundial, al punto de que la cadena de TV “Tros” reunió 14000 firmas bajo el lema “Convencer a Cruyff”, con pegatinas y camisetas. Pero no hubo caso. “No me interesa explicar todas estas cosas porque solamente traerán más discusiones y esto no me gusta nada. Tomé una decisión y me quedo con ella”, sostuvo, tajante.
Además de la selección holandesa, se le contabilizan dos partidos con la selección catalana, ambos amistosos, en 1973 y 1976. En total como jugador, marcó 371 goles en 684 partidos y 33 en 48 con la selección holandesa, para un total de 404 en 732 (con un promedio de 0,55 por partido).
Finalizada esta etapa, Cruyff se volcó rápidamente a la dirección técnica, al punto de que ni siquiera había conseguido todavía la habilitación. Era claro que alguien que había mostrado tanta fortaleza de carácter y tantas convicciones sobre el juego, iba a querer dirigir equipos y generar un debate sobre el juego, algo que consiguió instalar casi de inmediato.
En su libro “Mis futbolistas y yo”, sostiene, por ejemplo, que la forma más excelsa de la técnica “es la de aquel jugador que pasa la pelota de primera, con criterio y facilidad” para insistir en que “la pelota es mi oxígeno. Respiro fútbol y me divierto haciéndolo”.
”¿Jugar para ganar o para disfrutar? –se preguntó- Se trata de un debate falso. Hay algunos equipos que siempre tienen que luchar para ganar y, al final de la competición, tienen que estar allí, en el grupo de arriba. Eso es lógico y, además, se lo imponen su prestigio, su historia o los medios de que disponen. Pero, para mí, intentar ganar siempre está relacionado con pasarlo bien”.
Muchas máximas cruyffistas quedaron en la historia del fútbol y son repetidas infinitamente por sus miles de seguidores en el mundo, como “si tenés la pelota, el rival no la puede tener”. O como le dijo al presidente del Barcelona, José Luis Núñez, cuando se preocupó porque como entrenador sólo le pedía contratar jugadores para atacar: ”Prefiero ganar por 5-4 que por 1-0″. “Es todo muy sencillo: si marcas uno más que tu oponente, ganas”.
Otro tema que abordó muchas veces Cruyff es el de la velocidad en el fútbol. “Todos los entrenadores hablan sobre movimiento, sobre correr mucho. Yo digo que no es necesario correr tanto. El fútbol es un juego que se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Mis delanteros solo deben correr 15 metros, a no ser que sean estúpidos o estén durmiendo”.
“¿Qué es la velocidad? –se preguntó- La prensa deportiva a menudo confunde la velocidad con la anticipación. Mira, si me pongo a correr ligeramente, un poco antes que los demás, parezco más rápido”.
El otro tema que siempre lo obsesionó es el del control de la pelota. “El fútbol –afirmó- consiste básicamente en dos cosas. Primero: cuando tienes la pelota, debes ser capaz de pasarla correctamente. Segundo: cuando te pasan la pelota, debes ser capaz de controlarla. Si no la controlas, tampoco puedes pasarla. Puedes jugar mucho, pero si no la metes, no ganas”.
Otra de las frases más recordadas sobre su filosofía de juego es que la presión “debe ejercerse sobre el balón, no sobre el jugador” y que el fútbol consiste “en hacer el campo pequeño cuando no tienes la pelota, y hacerlo grande cuando la tienes tú. Quiero jugadores que puedan hacer movimientos decisivos en espacios pequeños, quiero que trabajen lo menos posible para ahorrar energía para esa acción decisiva”.
“Jugar al fútbol es muy sencillo, pero jugar un fútbol sencillo es la cosa más difícil que hay”, solía decir y mostraba su personalidad al citar que “es mejor caer con nuestro propio punto de vista que con el de otra persona” para concluir en que “el respeto por los compañeros, por el público, por el árbitro, etcétera, es básico en el deporte y en la vida”, y tampoco parecía estar interesado por el azar: “No soy creyente. En España, todos los 22 jugadores se santiguan antes de salir al campo. Si resultara, siempre sería empate”.
En la temporada 1984/85, apenas retirado como futbolista, ya se había convertido en director deportivo del Ajax, que contaba con Leo Beenhakker como entrenador y ya parecía tener en claro lo que quería, con la proposición de un proyecto a largo plazo con una reestructuración total en el club a partir una filosofía de juego ultraofensiva, un minucioso cuidado de las divisiones inferiores, y un novedoso sistema 3-4-3 muy arriesgado y para todas las categorías (de allí surgieron los hermanos Frank y Ronald De Boer, Clarence Seedorf y Edgar Davids, campeones de Europa 1995) y para 1985/86 se hizo cargo del primer equipo. Duró dos años y medio y la revista “World Soccer” inglesa lo nombró mejor DT del mundo, con el equipo jugando un fútbol muy bonito, y ganando dos Copas holandesas y una Recopa de Europa.
Al término de esta temporada, decidió aceptar la propuesta del Barcelona, que buscaba volver a tiempos de gloria y recordaba la marca que había dejado su paso como futbolista. Seguía sin título habilitante pero contó con la anuencia del entonces nuevo presidente de la Federación Española (RFEF), Ángel Villar, quien como jugador del Athletic de Bilbao llegó a ser expulsado por un violento codazo al holandés en un partido oficial.
Tanto como cuando llegó en 1973 como jugador, otra vez en 1988 el Barcelona atravesaba una crisis, sin títulos y con el plantel levantado en rebeldía por un duro reclamo salarial a su propia dirigencia, lo que se conoció como “El Motín de Hesperia”. A Cruyff, entonces, no le tembló la mano y decidió cambiar completamente de equipo, separar a la mayoría de esos jugadores para apostar por otros como Josep Mari Bakero o Txiki Begiristain. Ya en la primera temporada, obtuvo la Recopa de Europa y ya para la temporada siguiente, la 1989/90, llegó el danés Michael Laudrup, del que muchos dudaban porque no había tenido éxito en su paso por el fútbol italiano. Si bien se ganó la Copa del Rey, ya muchos lo discutían y le reclamaban al presidente Núñez cuando para 1990/91 llegó el búlgaro Hristo Stoichkov y por fin, comenzaron los grandes éxitos con un plantel al que se lo llegó a llamar “Dream Team”, emulando al equipo estadounidense de básquetbol que en ese tiempo compitió en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992.
Si bien Cruyff no creía en el azar, el Barcelona terminó ganando cuatro ligas españolas seguidas y las últimas tres, en la última fecha y gracias a resultados positivos en otros partidos de los que dependía. El Real Madrid cayó dos veces ante el Tenerife que dirigía Valdano y que tenía a Fernando Redondo como estandarte, mientras que un gran Deportivo La Coruña perdió su liga pese a tener un penal ante el Valencia sobre el final, que desperdició Miroslav Djukic. En esa temporada (ya con Romario en el ataque), se recuerda otro 5-0 al Real Madrid en un Clásico en el Camp Nou.
Ese equipo de Barcelona también ganó la primera Champions League de su historia con un tiro libre de Ronald Koeman en la final de Wembley ante la Sampdoria en 1992. Los jugadores recuerdan aún hoy la arenga del DT antes de salir a la cancha: “Estáis en Wembley y vais a jugar una final de la Copa de Europa, así que salid ahí fuera y disfrutad”.
Sin embargo, no sólo no pudo repetir en la final de la Champions League de Atenas en 1994 ante el Milan de Fabio Capello sino que cayó por un categórico 4-0 y a partir de allí se habló de una necesaria renovación y decidió comenzar a trabajar con una nueva generación con la base de algunos jóvenes pero experimentados como Josep Guardiola, Guillermo Amor o Albert Ferrer, y otros más juveniles de las divisiones inferiores como Iván de la Peña, Albert Celades, los hermanos Oscar y Roger García o su hijo Jordi, pero el desgaste con el presidente Núñez había crecido tanto que fue destituido a dos fechas del final de la temporada 1995/96 y desde entonces quedó la división entre dos sectores del club, los cruyffistas y los nuñistas. Tanto, que una vez que el holandés abandonó el trabajo, el mandatario decidió eliminar cualquier vestigio de la etapa anterior.
Guardiola se considera su discípulo como entrenador pero cuenta en el libro “La otra forma de ganar”, de Guillem Balagué, cómo es que pudo trascender como jugador del Barcelona gracias a una indicación de Cruyff, que cuando lo vio, con un físico tan esmirriado, le dijo “tú así no puedes jugar porque los volantes rivales te van a chocar y arrasar por tu físico endeble. La única forma es ser más rápido de la mente y anticiparte a la jugada y tocar de primera y ya tener en claro antes lo que vas a hacer con la pelota”.
Cruyff tuvo que dejar pronto de ser entrenador cuando tuvo un infarto en 1991 y luego se le detectó un cáncer de pulmón –que hizo público en 2015- a partir de sus años de fumador, a tal punto que llegó a participar de un gran anuncio publicitario en los años noventa, auspiciado por la Generalitat de Cataluña, en el que aparecía haciendo jueguito con un paquete de cigarrillos al que finalmente remataba y los cigarrillos volaban por el aire. Ahora, su familia siguió con la campaña “Lung Ambition Alliance” por la que recrearon aquel anuncio al cumplirse cinco años de su fallecimiento, con su hijo Jordi, ex futbolista del Barcelona, Manchester United y Celta, como protagonista. “Esa publicidad –dice Jordi- podía entenderse como metáfora de la vida porque mezcla el fútbol, que se la dio, y con el tabaco, que casi se la quitó”.
Jordi Cruyff, luego entrenador y ahora a punto de ingresar en el área de fútbol del Barcelona en un cargo dirigencial, cuenta que antes de fallecer el 24 de marzo de 2016, su padre tenía la idea de una campaña para concientizar a la gente de la importancia de un diagnóstico sobre cáncer de pulmón (él estuvo dos décadas sin fumar al punto de que puso de moda los chupetines reemplazando a los cigarrillos en el banco de suplentes, pero siguió siendo un paciente de riesgo). “A mi padre se lo diagnosticaron en una fase avanzada pero si se hubiera sometido a tiempo un TAC con cierta regularidad, acaso habría tenido una detección temprana y habría salvado la vida o habría vivido más años”.
Su fundación ayuda a los niños con discapacidad y tiene catorce reglas básicas que se refieren al respeto, la deportividad, el juego en equipo, la iniciativa y la integración y también dejó una academia que se dedica a programas relacionados con la administración deportiva para profesionalizar el deporte.
Un gran momento para Cruyff fue cuando en 2003, su amigo y admirador Joan Laporta ganó las elecciones en el Barcelona luego de casi un cuarto de siglo de Núñez, con quien estaba enfrentado, al frente de la presidencia del club.
Había conocido a Laporta cuando lo visitó en su bufete de abogado y hasta lo asesoró para destituir a Núñez con una moción de censura que lo hizo famoso aunque no tuviera éxito en ese momento, “El Elefante Azul” y no fue casualidad que fuera designado presidente de honor del Barcelona, y hasta aconsejó y fue muy escuchado para la elección de director técnico del plantel.
Laporta buscaba un DT que siguiera la escuela holandesa por la estela que había dejado Cruyff y si no pudieron ni Guus Hiddink ni Ronald Koeman en ese momento, optó por el aún inexperto Frank Rikjaard, con quien regresaron los tiempos de éxito y de un fútbol estético que contó con el apoyo del público. Henk Ten Cate, el ayudante de campo, recordó con los años que no fue fácil contratar a Rikjaard porque el vicepresidente Sandro Rosell, ligado en el pasado a Nike Brasil, pretendía a toda costa que fuera Luiz Felipe Scolari. Luego, cuando Rikjaard dejó su lugar a Josep Guardiola en 2008, el apoyo de Cruyff se hizo aún mayor y siempre fue un gran sostenedor de Lionel Messi.
Ya cuando en 2010 asumió Rosell la presidencia del Barcelona, las diferencias con Cruyff aparecieron de inmediato, especialmente cuando advirtió el inconveniente que podría traer que el equipo utilizara en su camiseta la publicidad de Qatar Airways: “El Barꞔa pasará de ser ‘Más que un club’ a ‘Un club más’” y desde la entidad azulgrana le informaron que para continuar siendo presidente honorario deberán votar los socios, por lo que decidió devolver la insignia.
Su última actividad ligada al fútbol como entrenador fue en 2009, cuando dirigió a la selección catalana, debutando con un 4-2 a la selección argentina en un amistoso en el Camp Nou hasta que anunció su retiro en 2012 y fue reemplazado por Gerard López, y fue presentado como director de un proyecto para jugadores juveniles de las Chivas de Guadalajara y como asesor del plantel de primera división por tres años.
El 26 de abril de 2007, al cumplir 60 años, fue retirada la emblemática camiseta 14 del Ajax en su homenaje, en tanto que la Supercopa de Países Bajos tiene su nombre y el Barcelona construyó un mini estadio “Johan Cruyff” en su predio de entrenamiento en Sant Joan Despí, en tanto que el club pidió al ayuntamiento de Barcelona que una de las calles aledañas al Camp Nou también lleve su nombre. Al reasumir Laporta la presidencia durante este año, tanto él como sus compañeros de campaña salieron a saludar con barbijos con el número 14 en su recuerdo.
Tiene dos libros de su autoría, “Me gusta el fútbol” (2002), y “Mis futbolistas y yo” (1993), que son tomados como permanente referencia, el documental “En un momento dado” –uno de sus habituales latiguillos- filmado en 2004 y dirigido por Ramón Giebling, refleja el impacto de su figura en la sociedad catalana, y la película “Número 14” de 1973, que cuenta sus éxitos deportivos.
Las referencias a Cruyff en la cultura son innumerables. Una estatua esculpida por Sicco Kingma está inspirada en su primer gol a la selección argentina durante el Mundial de 1974 cuando elude a Daniel Carbevali con su típica gambeta para definir con un zurdazo. Otra estatua, de Hans Jouta y financiada en gran parte con dinero de los hinchas, se emplaza frente al estadio del Ajax, que lleva su nombre, y el musical “14, un descarado tributo a Johan Cruyff” llegó a estar en cartel varias semanas en un teatro de la localidad de Leusden, dirigida por Tom de Ket e interpretada por Tobías Nierop.
Cruyff estuvo casado desde el 2 de diciembre de 1968 con Danny Coster, hija del reconocido empresario Cor Coster, y tuvo tres hijos, Chantal (1970), casada en primeras nupcias con el ex arquero del Barcelona Jesús Angoy y en segundas con Todd Beane, Susila (1972) y Jordi (1974), cuyo nombre dio lugar a la polémica porque la dictadura de Francisco Franco lo tomó como una provocación al hacer referencia a la simbología catalana (Sant Jordi es el patrón de Barcelona), lo que no estaba prohibido en aquellos tiempos, al punto de que para poder registrarlo, tuvo que viajar a Holanda.
Rutger Koopmans (62), ex banquero y por algunos años, gerente comercial de Cruyff, habla de una vida antes y después de haberlo conocido. “Cuando me permitió caminar con él, vi desaparecer al ídolo y al hombre ocupando su lugar. Cada vez que escuchás a Bach podés volver a emocionarte sin importar lo joven que era cuando compuso su música, o cuando Rembrandt pintó sus obras maestras. Lo mismo ocurre con Johan. Pensaba y actuaba en su propio sistema, también en normas y valores, lo que lo hacía esquivo. y siempre sorprendió. Podría explicar una teoría superadora de lo anterior y la explicaría a su manera”.
En una de sus últimas apariciones, Cruyff pareció dejar un mensaje final: “Lamentablemente, el deporte está muy poco valorado. Mucha gente dice ‘si tengo tiempo voy a hacer deporte’ pero practicarlo es muy importante: educa el cuerpo, juega un papel fundamental de prevención en nuestra salud y además, provoca que mejoremos en muchas cosas. Nos enseña a ganar, a perder, a trabajar…y todo, en equipo. Quiero que me recuerden como un buen jugador que aportó algo al fútbol”, pero tampoco se engañó: “En cierto modo, soy probablemente inmortal”.