Ronnie Coleman era un muchacho más de Luisiana que estudiaba contaduría en la Universidad Grambling State durante la década del 80 cuando se pasaba las tardes entrenando fútbol americano y yendo al gimnasio para fortalecer sus músculos. Ya en esa época, realizaba visitas constantes a su quiropráctico por algunos problemas de espalda que lograba apaciguar gracias a la labor del especialista. Luego de graduarse, le costó conseguir empleo y, como no tenía ingreso alguno, empezó a trabajar en una pizzería, en donde se desempeñó durante casi dos años hasta que gracias a un recorte en el periódico se enteró que la Policía de Texas necesitaba nuevos agentes.
“Luego de graduarme de la academia, cuanto te sueltan en la calle, uno de los chicos me vio en un llamado y me dijo: ‘Eres bastante grande, ¿dónde entrenas?’. Le dije que entrenaba en la estación (de policía) porque era gratis. Me dijo: ‘Tienes que venir a Metroflex, yo trabajo allí'. Así que fui y Brian (Dobson, dueño del lugar) estaba ahí”, recordó en el documental que se estrenó en 2018 y está disponible en Netflix. Fue ese hombre el que le dijo que por su contextura tendría grandes posibilidades en el mundo del culturismo y que si le permitía entrenarlo para formar parte de aquel desconocido universo, le regalaría la membresía del gimnasio.
Fue así que Colemn y Dobson iniciaron una relación que pronto dio sus primeros frutos. En 1990, Ronnie se quedó con el título Mr. Texas en las categorías de peso pesado y general, en donde venció incluso a su amigo. En 1995, se alzó con su primer trofeo profesional, la Copa Pro de Canadá, título que repitió al año siguiente, y en 1997 se coronó en el Gran Premio de Rusia.
A medida que el tiempo avanzaba, su cuerpo se agigantaba y perfeccionaba al estilo que ese mundo desea, pero como el dinero que se llevaba no era demasiado, seguía trabajando como oficial de Policía, mientras se esforzaba por alcanzar su máximo sueño: convertirse en Míster Olympia. Ese torneo es considerado como la máxima competición de culturismo profesional a nivel mundial, se celebra una vez al año y grandes nombres como el de Arnold Schwarzenegger lo han ganado. Para Coleman no fue sencillo triunfar allí y en sus primeras participaciones su nombre apenas figuraba entre las posiciones destacadas, tanto es así que creyó que nunca se convertiría en una figura, aunque en aquel entonces eso no le preocupaba, ya que disfrutaba de la exigencia que requería la preparación para alcanzar semejante nivel.
En diciembre de 1996, cuando estaba entrenando en el gimnasio haciendo sentadillas de 270 kilos, peso que consideraba “de calentamiento” ya que podía repetirlo hasta 15 veces sin cansarse, escuchó un sonido que lo alarmó. “Fue doloroso, se me movió el disco. Me estaba preparando para el Arnold Classic”, recordó en su documental bautizado King, como lo apodaron por su talento en el escenario. “Estaba subiendo en la octava y ¡bum! el disco. Yo no sabía qué había pasado, sólo escuché el ruido y pensé que quien me ayudaba me había golpeado para alentarme que siguiera. Pero me dijo que no me había tocado. Pregunté qué había sido ese sonido y no sabía”. Al terminar su rutina de entrenamiento, se fue al hospital porque el dolor seguía después de la ducha y entonces se enteró de que tenía una hernia de disco.
Pese a que sus médicos le recomendaron que no levantase tanto peso, el hombre que ya podía realizar una sentadilla con más de 350 kilos sobre su espalda continuó ejercitándose de esa forma y al poco tiempo le llegó la recompensa. En 1998 se coronó Mr. Olympia, título que repitió de manera ininterrumpida hasta 2005, algo que sólo él y el estadounidense Lee Haney (en la década del ’80) lograron.
Coleman se convirtió en un rey del escenario. Su tamaño, sus músculos, el tenor de sus venas y sus movimientos eran hipnóticos para los jueces que año a año lo elegían como el mejor en cada certamen en el que se presentaba y se ganó de inmediato la admiración de sus contrincantes, quienes admitían su superioridad y pasaron a competir directamente por el segundo puesto. Su transformación fue brutal: para 2004 llegó a pesar 134 kilos, casi 40 kilos más que los que ostentaba en su primera presentación en Mr. Olympia.
Pero el esfuerzo de Ronnie escondía un dolor profundo que con el tiempo le trajo los peores problemas de su vida.
El ex fisicoculturista que aún sigue ejercitándose en el gimnasio ha pasado 15 veces por el quirófano. Los problemas con sus cadera y columna lo han acostumbrado al dolor, según él mismo reconoció en 2018, año en el que debía tomar hasta cuatro calmantes por día para al menos estar un puñado de horas sin sentir molestias en su cuerpo. Es que debido a su estilo de vida comenzaron los problemas de cadera y columna, por lo que necesitó de dos prótesis para poder caminar. Aquel deseo por tener los músculos más grandes del planeta volvió a su cuerpo completamente frágil y el gigante que desfilaba por los escenarios recibiendo trofeos y medallas pasó a necesitar una silla de ruedas para recorrer largas distancias y de muletas hasta para ir al baño.
En la actualidad le cuesta estar parado durante demasiado tiempo, según él mismo contó en algunas publicaciones en redes sociales de este año. Incluso, durante sus últimas vacaciones con su familia se fotografió con la silla de ruedas: “La he tenido durante 2 años. La uso siempre que tengo que viajar largas distancias o caminar largos períodos de tiempo”.
Mike Hisey, cirujano ortopédico que trabajó sobre el cuerpo de Coleman, explicó en el documental qué era lo que le sucedía a su paciente: “Es un estado avanzado de desgaste, por todo el peso que le ha puesto a su espalda estos años. Sus discos se han desgastado. Y tuvo operaciones antes de que lo conociera para intentar soltar algunos nervios y hacerles lugar. También un intento de sujetar los huesos que no se curó”. Varios especialistas lo intervinieron durante años. La cantidad de operaciones que necesitó su columna y su cadera hicieron que su cuerpo se dañase de tal manera que después de una de esas tantas intervenciones tuvo que tomarse un mes de rehabilitación para aprender a caminar nuevamente.
En enero de 2020 Coleman, padre de cuatro niñas, pasó por última vez por el quirófano. El médico que se encargó de su cuerpo fue el Dr. Said, quien “reemplazó las dos copas que sostienen el gancho de titanio y luego puso una jaula alrededor de las dos para que pudiera hacer prensas de piernas sin problemas”, según explicó el ex fisicoculturista en una publicación en sus redes sociales. “Todos saben que tengo que hacer mis prensas para agrandar estas piernas. Porque dijo que en 4 o 6 semanas podré volver al gimnasio. Y todos ustedes saben, no puedo esperar”.
Es que pese a todo Ronnie nunca abandonó el entrenamiento. Antes de convertirse en una leyenda del fisicoculturismo, cuando no estaba ni cerca de subirse al podio del Mr. Olympia, le había confesado a uno sus rivales que seguía compitiendo porque disfrutaba de la exigencia y de ese estilo de vida, ya que es el único que conoce y el que aún hoy, pese al dolor, le sigue resultando placentero. Obviamente, debido a sus limitaciones hay varios ejercicios que ya no puede realizar, pero aún existe un universo de máquinas en las que se puede seguir sentando para trabajar sus músculos.
En octubre de este año, el estadounidense será una de las estrellas invitadas para el Arnold Sports Festival que se celebrará en Reino Unido y que se define como el festival de deporte, fitness y multideporte más grande del mundo. Allí, varias figuras podrán reencontrarse con Coleman, aunque claro, hace tiempo que ha dejado de ser aquel gigante musculoso al que todos llamaban rey y se ha convertido en un hombre que apenas puede mantenerse de pie.
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