A 15 años de su retiro del tenis, Marcelo Chino Ríos es otra persona. De aquel jugador chileno que fue número 1 del ranking ATP durante seis semanas en 1998, ganó 19 títulos –incluidos cinco Masters 1000– y llegó a la final del Abierto de Australia, no queda ni la apariencia. Hoy luce corpulento, lleno de tatuajes y busca tranquilidad después de una exitosa trayectoria deportiva y años de sentir las secuelas de ser un ídolo en su país.
En una profunda entrevista en el programa “De Tú a Tú” de Canal 13 de la TV chilena, el Chino abrió las puertas de su lujosa casa en Sarasota, Florida (Estados Unidos), donde vive con su esposa, Paula Pavic, y sus cinco hijos, para hablar sin tapujos de sus mejores y peores momentos.
Uno de los aspectos más llamativos de su vida actual pasa por su transformación física. El Zurdo de Vitacura entrena todos los días de la semana desde hace un año con un hombre llamado Dexter Roberts y ha desarrollado la musculatura de un fisicoculturista. “Es implacable. Nunca se da por vencido”, dijo su entrenador.
Aunque más allá de su físico, hay cambios también en su rostro. En diálogo con Martín Cárcamo, Ríos explicó las razones de por qué se hizo una cirugía estética facial hace unos años atrás, la cual le dejó la parte superior del rostro sin arrugas ni líneas de expresión visibles. Según dijo, fue para solucionar problemas de su exposición al sol en partidos de tenis y entrenamientos.
“En mi época no se usaba bloqueador solar, entonces yo me hice mierda la cara con el sol. Me empezaron a quedar unos surcos y me los arreglé”, comentó el ex tenista chileno de 45 años, que se retiró del tenis profesional en 2004. Concretamente, el Chino reveló que se sacó las bolsas de las ojeras y se rellenó las líneas de expresión que tenía en los ojos. Y además, se sometió a una operación ocular: “Este párpado estaba muy corto, no podía cerrar el ojo, entonces dormía con los ojos abiertos, entonces me lo arreglaron.”
Otro de los temas más salientes que tocó Marcelo Ríos fue el de la vasoconstricción cerebral que sufrió en 2013 –tenía cinco arterias bloqueadas– y que lo dejó hospitalizado. Este suceso lo llevó a dejar de tomar alcohol pero también derivó en otros problemas.
“Desperté un día con un hachazo, con dolor de cabeza, y los ojos rojos. Voy al hospital y me internan. Me hicieron un examen de cocaína y no salió nada. Yo nunca tomé cocaína, solo ‘copete’ (alcohol), marihuana y una vez probé éxtasis. Me hicieron exámenes hasta que estuvieron todas las arterias desbloqueadas y ahí me voy”, relató el Chino.
Pero una vez que le dieron el alta médica, le preguntan cuánto alcohol consumía. Ya no bebía todos los días pero, cuando lo hacía, era aproximadamente una botella y media. Le recomendaron que solo beba una copa de vino y decidió dejarlo por completo. También le aconsejaron parar de trabajar, lo que le generó angustia y ansiedad. Ahí apareció su adicción al Rivotril, un medicamento que contiene clonazepam como ingrediente activo y actúa como ansiolítico.
“Me vino como una angustia y el médico me dice ‘tómate ravotril’. ‘¿Y cuántos tomo?’. ‘Los que quieras’. Te estoy hablando en serio, el doctor es conocido, se calló. Llegué a tomar 12 miligramos diarios. Yo me tomaba cuatro o seis en la mañana y estaba perfecto y en la tarde caía, como que no daba más, estaba raja”, explicó el ex tenista chileno.
Chino Ríos admitió que trabaja ahora “con un psiquiatra que me va a sacar el Ravotril porque lo quiero dejar” y tomó el consejo que le dio una psicóloga, que le sugirió que se jubilara y alejara de Chile para encontrar mayor tranquilidad. Su esposa lo acompañó en la decisión y por eso hace cuatro años se fue a vivir junto a su familia a Estados Unidos.
“Todo lo que tengo me lo gané jugando. No recibí una herencia, no recibí plata de ningún lado. Todo lo que yo tengo fue porque estuve de los ocho a los 28 años viajando, pasándolo bien o mal, entre aviones y hoteles, todo. Una de las razones por las que me vine acá es porque en Chile se juzga mucho. Si tenía un mal auto, decían que me estaba yendo mal. Si andaba en un buen auto, preguntaban ‘en qué anda este huevón’. Acá nadie se fija nada, mis hijos van a colegio público. El hijo de mi jardinero es compañero de ellos. Eso lo encuentro increíble”, argumentó.
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