70 días, 3 horas y 48 minutos sola, en medio del océano y remando entre 12 y 14 horas diarias para llegar a destino. La joven británica Jasmine Harrison lo logró: cruzó el Atlántico y batió un récord que tenía 11 años con una performance excelente. La última en haber logrado esta hazaña en solitario fue Ketie Spotz, quien poseía el título de la mujer más joven en hacerlo desde el 2010 después de completarlo a sus 22 años en 260 días.
El Talisker Whisky Atlantic Challenge, que se realiza todos los años en diciembre desde 1997, es una carrera maratónica que arranca en la isla canaria de La Gomera, hasta el astillero Nelson de Antigua y Barbuda. En total son 5. 500 kilómetros de travesía.
Lo más sorprendente es que esta joven de Thirsk, al norte de Inglaterra, lejos estaba de ser una competidora experimentada ya que apenas contaba con 120 horas de remo (lo mínimo exigido para ingresar en el torneo) y un año de práctica.
Todo comenzó en 2017 cuando Harrison estaba radicaba en las islas del caribe como voluntaria para ayudar a los damnificados del huracán María (uno de los ciclones más mortíferos del Atlántico). Fue allí cuando escuchó testimonios y anécdotas de algunos atletas que habían competido por aquel año. Hasta ese entonces ella sólo se dedicaba a ser instructora de natación para niños, un trabajo que alternaba con el de camarera de un bar para subsistir.
Desde ese momento su mentalidad cambió al punto de convertirse en la decimonovena mujer en cruzar un océano sólo con la ayuda de sus brazos y su cabeza.
Fueron 21 embarcaciones las que partieron ese 13 de diciembre del 2020 desde el puerto de San Sebastián de Gomera. Mientras que algunos zarparon en equipo (hasta de cinco remeros) solo ocho navíos lo hicieron en solitario, y de ellos Jasmine fue la única mujer en hacerlo.
Con la colaboración de la Fundación Shelterbox, la británica logró ingresar a la competencia tras abonar la inscripción de 21.500 euros y, a partir de ese momento, comenzó a vivir una experiencia inolvidable.
Fueron 70 largos días en los que todo se volvió una rutina: 12 o 14 horas diarias remando y breves descansos para comer, rellenar su botella de agua y estirar sus piernas. A la hora de dormir, lo hacía entrecortado para vigilar que su embarcación no se desvíe del rumbo.
Fue una travesía llena de historias y anécdotas, buenas y malas, bellas y aterradoras. En dos ocasiones recibió el impacto de un terrible oleaje que la despidió de su nave directo al mar: “No me acuerdo muy bien cómo ocurrió. Una ola furtiva vino por un lateral y lo siguiente que supe es que estaba en el agua”, recordó sobre aquella primera caída en febrero.
Posteriormente, a 160 kilómetros para llegar a la meta, sufrió un nuevo revés, esta vez dañándose el codo.
Sin embargo, su mayor temor se produjo un mes después de haber zarpado. El 17 de enero, cerca de las cuatro de la mañana, la alarma de su barco la despabiló: un barco de perforación de 227 metros de largo se dirigía directamente hacia ella.
Harrison intentó comunicarse inmediatamente con ellos por radio sin recibir respuesta alguna. Trató una y otra vez de manera desesperada hasta que finalmente, en la última llamada respondieron y consiguieron cambiar el rumbo: “Estuve a seis minutos de colisionar”, relató la joven.
Finalmente, tras 70 días, 37 después de que lo hiciera la primera pareja que llegó a destino (Mark Slats y Kai Weidmer arribaron en 32 días, 22 horas y 13 minutos, superando a tripulaciones de hasta cuatro remeros), Jasmine Harrison pudo festejar acompañada de unos pocos seguidores, producto de las restricciones por el coronavirus.
Allí la esperaron con una pancarta anunciando el récord que había batido y con un lujoso reloj Bremont de USD 6.000. Tras dos meses de navegación, pisó tierra, tardó algunos minutos en adaptarse y cerró su participación comiendo una hamburguesa con papas fritas.
MÁS SOBRE ESTE TEMA