“El paso del tiempo me ha dicho que nunca terminamos de superar nuestro pasado... y eso está bien. Está bien seguir procesando, seguir recordando y compartiendo. La supervivencia no es algo en lo que ganas y luego, mágicamente, se acaba. No hay un solo camino a seguir, ninguna receta a seguir. Creo que, con la supervivencia, es más como... un estado de bienestar. No lo ‘logras’. Tu solo sobrevives”
Oksana Masters nació en junio de 1989 en Ucrania, una nación que aún padecía los efectos adversos de la explosión que había destruido hacía ya tres años la central nuclear de Chernobyl. Fueron justamente las consecuencias de la radiación todavía presente en varias zonas las que afectaron su cuerpo de manera irremediable: tenía seis dedos en cada pie, dedos palmeados en cada mano, ningún pulgar y su pierna izquierda era quince centímetros más corta que la derecha. Además, sus extremidades inferiores carecían de algunos huesos por lo que no podían soportar su peso, algo que con el tiempo iba a ser cada vez peor. Después de varias operaciones, los médicos entendieron que la amputación de sus piernas por debajo de las rodillas era lo más aconsejable.
Sus problemas físicos no eran su único obstáculo en la vida. Tras nacer, fue derivada a un orfanato en donde estuvo siete años a la espera de ser adoptada. La institución, lejos de ser un hogar contemplativo para los niños y niñas que sufrían la falta de amor paternal, era más bien una cárcel en donde sufrían todo tipo de abusos.
Durante su etapa como huérfana tuvo que acostumbrarse a caminar por los fríos y oscuros pasillos de aquel lúgubre edificio que forzosamente se transformó en su hogar. Allí pasó días enteros de hambre y sufrió todo tipo de abusos, desde sexual hasta agresiones físicas y psicológicas: “En el orfanato, asociabas dormir con abuso, realmente era así de simple. Era imposible no hacerlo”, explicó en una columna publicada en The Players Tribune. “La mayoría de las peores cosas, sucedían a altas horas de la noche. A veces, en lugar de ser gráfico, solo necesito decirle a la gente una lista de las cosas que ya no puedo soportar: cuchillos; cigarrillos encendidos; cadenas metálicas. Eso probablemente te dé algo de imagen”.
Pese a todo, Oksana Masters ha logrado triunfar en los Estados Unidos, en donde aterrizó tras ser adoptada por Gay Masters, quien luchó dos años para convertirse legalmente en su madre y fue ella la que le hizo conocer del mundo del remo, en donde alcanzó el éxito como deportista. “Mi mamá, que me adoptó y luego me crió, sola, como madre soltera. Mi mamá, que me molestó y no cedió hasta que acepté probar este programa de remo adaptativo. Mi mamá, que me enseñó a recordar y olvidar. Mi madre, que me ha abierto tantas puertas de la vida, para que pudiera atravesarlas y enamorarme del mundo. Mi mamá, que es la razón por la que estoy aquí”.
Muchos años más tarde, ya como una adulta que vive en los Estados Unidos, decidió contar su historia a través de un video para inspirar a quienes están atravesando situaciones adversas similares a las que ella ya superó. Debido a la repercusión que tuvo aquella pieza publicada en sus redes sociales a principios de 2020, escribió ahora una columna en The Players Tribune como repaso de cómo vivió este tiempo en donde su historia ya no es un secreto.
“Seguí pensando en las otras mujeres, y en otros niños, y en todo lo que han pasado, y en lo significativa que podría ser mi historia para ellos. Seguí pensando en lo importante que podría ser para ellos verme, no solo intacta, sino viva y sana. No como un objeto de lástima, sino como un ejemplo de fuerza. Como una mujer que ha ganado poder al otro lado de su trauma y que merece ser conocida, no como la suma de sus experiencias, sino como la suma de sus acciones“, escribió en aquel momento.
Con casi 30 años se ha convertido en una figura del deporte estadounidense y este año planea estar en los Juegos Paralímpicos de Tokio. En Londres 2012 ganó la medalla de bronce en remo, la primera para la delegación de su país en esa disciplina, además fue ciclista en Río 2016 y parte del equipo de esquí en los Juegos de Invierno de Pyeongchang 2018.
“Mi cuerpo tiene un poder que nunca debe ser subestimado”
En su carta hacia víctimas de diversos abusos, a quienes invita a ser fuertes y no darse por vencidos, también le dejó un mensaje especial a personas aún no conoció: “He estado soñando con el día en que conoceré a mi familia biológica. En mi cabeza, los odiaba mucho. Solía pasar mucho tiempo preguntándome por qué alguien me haría esto. ¿Por qué abandonarme y dejarme sola? ¿qué hice mal?. Pero ahora que soy mayor, sé que es mucho más complicado. Hay tanto en su versión de la historia que no sé. Sé que no tenían muchos recursos. Sé que sólo estaban tratando de sobrevivir, a su manera. Todavía me gustaría conocerlos”.
Debido a las intervenciones a las que fue sometida desde niña y a los maltratos en el orfanato, Oksana Masters tiene el cuerpo plagado de cicatrices, las cuáles entiende como parte de su historia y las ve como tatuajes que no eligió inmortalizar en su piel. En este universo de tinta, planea dibujarse en la espalda el viaje aéreo que realizó a los 7 años, desde Ucrania hasta Buffalo, lo que supone el comienzo del camino que aún transita y cuyo futuro es una incógnita, aunque se esperanza con que sus padres biológicos sean parte de él.
“Ese fue un viaje tan largo... y creo que significaría mucho tener un tatuaje sobre la idea de completar el círculo. Acerca de dónde he estado y cómo eso me ha llevado a donde estoy. Y adónde voy. Como dije, no está terminado... y quién sabe cómo terminará. Pero es algo, ¿verdad? Está llegando. Es un comienzo. Todavía me gustaría conocerlos. Todavía me gustaría completar esa pieza del rompecabezas”.
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