En los últimos meses el fútbol inglés ha elevado el reclamo ante la FIFA por la gran cantidad de ex futbolistas de su seleccionado que obtuvo el título de campeón mundial en 1966 que sufren -o han sufrido- algún tipo de demencia. Si bien la mayoría de los 22 integrantes de aquel plantel han muerto, los pocos que aún siguen con vida son prisioneros de sus propias mentes, cuyo deterioro podría ser producto del propio fútbol. Pese a la repercusión que tuvo la noticia en diversos medios del planeta a finales de 2020, este tema no es nuevo, pero la Casa Madre del fútbol mundial todavía no lo investigó en profundidad.
El vínculo entre la demencia y los deportes de contacto comenzó cuando el médico patólogo nigeriano-estadounidense Bennet Omalu advirtió que los golpes en la cabeza que sufren los jugadores en el fútbol americano tienen graves consecuencias a largo plazo. El forense logró, en base a un largo estudio de cerebros de ex profesionales muertos, que la NFL reconociera a la encefalopatía traumática crónica (ETC) como un problema dentro del deporte más popular de los Estados Unidos.
¿Qué es la encefalopatía traumática crónica (ETC) y por qué es vital prevenirla?
La ETC es una consecuencia neurodegenerativa a largo plazo de una lesión cerebral traumática leve y repetitiva (es decir, que se produce por golpes no demasiado fuertes, pero constantes) y se la conoce como el enemigo silencioso. “Se supone que la ETC puede ser producida por cualquier deporte de contacto en donde se produzcan mínimos traumatismos que pueden dar algo que se llama conmoción. El término conmoción cerebral no significa que perdés la conciencia, quiere decir que te sacuden la cabeza de golpe”, explicó a Infobae el doctor Jaime Rimoldi, jefe del servicio de neurocirugía del Hospital Bernardino Rivadavia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El adjetivo silencioso se utiliza en este caso porque la ETC es imposible -hasta ahora- de detectar a tiempo, ya que sus síntomas comienzan a notarse años después de que se produzca el daño: “Es el peor de los enemigos porque no da síntomas y se produce mucho tiempo después ante una práctica que es normal”, detalló Rimoldi, quien aseguró que una vez que el cerebro se daña de esta manera, no hay reparación posible: “No hay cura para la ETC, hay medicación que funciona como un par de anteojos. Vos te los ponés y lees bien, te los sacas y el problema continúa. Y lo peor de todo es que aparentemente es progresivo, porque con la edad el número de neuronas va siendo menor, entonces tenés menos cosas en tu cerebro para compensar y entonces aparecen los síntomas”.
Las consecuencias de una ETC varían de acuerdo a cada paciente y en un principio son imperceptibles, ya que provocan cambios de comportamiento que pueden ser llamativos, pero que difícilmente se los asocie con una enfermedad neurodegenerativa: “Son comportamientos extraños que no tienen por qué ser anormales, por eso es difícil”, señaló el neurólogo argentino. Sin embargo, con el tiempo va empeorando y en casos extremos puede llegar a generar todo tipo de enfermedades neurológicas como epilepsia, Parkinson, migrañas, Alzheimer o esclerosis múltiple, entre otras.
El estudio de Bennet Omalu, que derivó en la creación de un banco de cerebros de ex deportistas, generó además que comience a averiguarse si éste era un mal que solamente aquejaba al fútbol americano y a deportes como el boxeo, el rugby o las artes marciales mixtas en los que los golpes fuertes en la cabeza son habituales, o si se extendía a otro tipo de actividades.
¿Cómo es que se relaciona a la ETC con el fútbol?
Es aquí en donde varios especialistas empezaron a trabajar para ver si la práctica de fútbol también podía ser una causante de la ETC y uno de los estudios más interesantes fue publicado en la revista Acta Neuropathologica en febrero de 2017. En este trabajo llevado adelante por expertos del Instituto de Neurología del University College London y financiado por The Drake Foundation se realizó un seguimiento desde 1980 hasta 2010 de 14 futbolistas retirados que tenían algún tipo de deterioro cognitivo progresivo desde los 63 años, tales como: dificultad para hablar, combinación de cambios de humor y comportamiento, pérdida de la memoria, disfunción ejecutiva, Párkinson o alteración de la marcha, entre otros.
Del total de los hombres que se prestaron para ser estudiados, y cuyas identidades no fueron reveladas, todos habían ocupados posiciones de mediocentro o centrodelantero durante su carrera, sólo uno había sido amateur, dos también habían practicado boxeo como aficionados y seis reconocieron haber sufrido al menos una conmoción cerebral en algún partido. A su vez, 12 de ellos ya se habían realizado alguna tomografía computada o resonancia magnética en las que se le había detectado atrofia cortical, un síndrome degenerativo poco frecuente del cerebro y del sistema nervioso.
Tras morir, los cerebros de seis de los 14 ex jugadores fueron donados por sus familias al Banco de Cerebros Queen Square para trastornos neurológicos, por lo que solamente a esos se les pudo realizar un examen cerebral post-morten. Los resultados no dejaron dudas: todos tenían anomalías septales, patologías de ECT y fenestración septal, una anomalía que “respalda antecedentes de impactos crónicos repetitivos” y en población no boxeadora suele encontrarse apenas entre un 3 y 6 por ciento. Aquí era del 100 por ciento.
Pese a semejantes pruebas, la FIFA respondió entonces que no había “suficiente evidencia” de que acciones ocurridas dentro de los campos de fútbol ocasionaran enfermedades cerebrales. “Los resultados de estudios sobre futbolistas profesionales activos y ex jugadores en relación con la función cerebral no son concluyentes“, dijo un portavoz en un comunicado emitido el 16 de febrero de 2017, en el que se insistía: “Afortunadamente, el fútbol no pertenece a los deportes de alto riesgo para lesiones cerebrales”.
Sin embargo, esa afirmación está lejos de ser corroborada por la ciencia.
“Todavía no sabemos exactamente qué causa la ETC en los futbolistas o qué tan significativo es el riesgo”, declaró uno de los coautores de ese estudio, el profesor de neurociencia clínica y neurólogo Huw Morris en comentarios citados por un artículo del sitio del University College London. Allí, explicó que el gran objetivo debe ser determinar efectivamente si el fútbol y la ETC están vinculados, pero para eso necesitan estudiar a cientos de jugadores. A su vez, es necesario comprender si de ser así, cuál es el tipo de golpe que provoca estos daños en el cerebro, ya que hay dos grandes posibilidades: que los causantes sean los choques accidentales de cabezas entre futbolistas o los cabezazos a las pelotas.
“Las lesiones graves en la cabeza en el fútbol son causadas más comúnmente por colisiones de jugadores que por cabecear el balón. El futbolista promedio cabecea el balón miles de veces a lo largo de su carrera, pero esto rara vez causa síntomas neurológicos notables. Ahora se necesitan más investigaciones urgentes para determinar los riesgos asociados con el fútbol para que se puedan tomar las medidas de protección necesarias para minimizar los posibles daños a largo plazo“, aseveró Huw Morris.
Nuevamente, hay que recordar que la ETC es ocasionada por golpes leves y repetitivos, es por eso que hay quienes creen que el impacto de la cabeza con el balón, puede estar detrás de este mal, “¿Cómo se aprende a cabecear?. Muchas veces haciendo lo mismo y eso podría traer a la larga durante muchos años, no en el inicio, una lesión traumática crónica”, comentó el doctor Rimoldi. “La FIFA no alerta sobre eso y los neurocirujanos generalmente no vemos ese tipo de traumatismos porque el paciente no consulta, porque a la clínica pasa por una conmoción, que es una sacudida en la cabeza que puede ocasionar mareos o nada. Pero el movimiento de aceleración y desaceleración brusca sí puede originar cambios microscópicos que se van haciendo repetidos y ahí está el problema”.
La medida extrema que se tomó en los Estados Unidos
Es por esto que hay países que han empezado a tomar medidas, sin esperar las acciones de la FIFA. En los Estados Unidos, por ejemplo, se han prohibido los cabezazos en las categorías menores de 13 años.
“Hay una regla que si la pelota le pega a un jugador en la cabeza es tiro libre indirecto. En cualquier parte del campo se sanciona tiro libre indirecto”, comentó a Infobae Francisco Mendoza, quien se desempeña como entrenador de soccer en el club California Magic con niños de categoría 2012 y niñas de 2009. “Hasta los 12 años no pueden usar el cabeceo, ya entrando a los 13 años ya se usa un poco más”, señaló.
Esto, que desde 2019 también se instaló parcialmente en Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte, tiene que ver específicamente con proteger al cerebro hasta que éste logre desarrollarse en su totalidad y así evitar que sufra golpes leves y repetitivos que puedan afectarlo. “Entre los 12 y 14 años termina un proceso que se llama milienización que es muy rápido en los primeros años de vida y después se va poniendo más lento, pero (a esa edad) sigue siendo un cerebro inmaduro y aproximadamente a los 16-18 años se completa”, detalló el doctor Rimoldi.
Esta medida podría ser la clave para prevenir la ETC, ya que así se protegería al cerebro para que éste pueda desarrollarse con normalidad. Sin embargo, cuesta creer que en las naciones donde el fútbol es más popular los jóvenes que lo practican dejen de cabecear la pelota. “No me imagino esto en países como México, Argentina, Brasil, Italia o cualquier país más futbolero. (El ejercicio de cabeceo) Es necesario porque te enseñan desde pequeño cómo hacerlo correctamente, cómo atacar el balón, que no te pegue a ti. Yo lo veo muy raro”, reconoció Francisco Mendoza, quien admitió que a él también le cuesta comprenderlo: “A muchos de los entrenadores que no son de Estados Unidos se les hacen más raro esto. Yo a los 5-6 años ya empezaba a entrenar el golpe de cabeza, pero el estilo de Estados Unidos es que la salud viene primero”.
Hasta el momento la FIFA no ha dado indicios de que vaya a comenzar una profunda investigación científica acerca de por qué muchos futbolistas sufren problemas neurológicos varios años después de haberse retirado, pese al reclamo de la propia federación de Inglaterra. Un gran paso se dio en diciembre de 2020 cuando la International Board (IFAB) anunció cambios suplementarios durante los partidos en caso de sospecha de un caso de conmoción tras un golpe en la cabeza. Esta nueva norma, que busca evitar que alguien con un golpe fuerte en el cráneo vuelva a saltar al campo de juego, comenzó a regir este mes, pero aún debe ser adecuada por las confederaciones y asociaciones miembro. Pero esto no es suficiente.
“El camino es que la FIFA investigue esto porque eso implicaría ingenieros, expertos en movimiento, en genética, en psicología y maduración infantil, todo eso es un apoyo económico muy grande para iniciar en diferentes países un trabajo que implique averiguar más en cuanto a riesgo real de que se produzca una ETC en el fútbol”, argumentó el doctor Rimoldi. “Hay que promover la realización de estudios para entender mejor si esto existe y cómo existe y prevenirlo, que no significa de ninguna manera prohibir ningún deporte, ni el fútbol, ni ninguno”.
Mientras tanto, en la Argentina se conocen varios casos de ex futbolistas que sufren o han padecido alguna enfermedad neurológica, pero los más destacados son los de el ex entrenador de la Selección, Carlos Salvador Bilardo, quien tiene síndrome de Hakim-Adams, y el ex defensor del combinado campeón del Mundial de 1986 José Luis Brown, a quien se le diagnosticó una demencia senil con Alzheimer, casi una década antes de su muerte. Sin embargo, debido a que sus cerebros no fueron estudiados de la manera adecuada, es imprudente relacionar ambas enfermedades con la ETC y mucho menos con el fútbol.
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