Hoy se celebra el Día del Coleccionista en la Argentina y un referente es Sergio Goldvarg. Se trata de un argentino que ganó dos Récords Guinness por su colección de modelos de autos a gran escala, con 7.000 unidades en 2003 y 12.000 modelos en 2009. Fue un reconocimiento a una muestra que hoy llega a 18.000 piezas. Todo comenzó de niño y ahí nació su pasión por los coches en miniatura que lo llevó a crear su propia fábrica, “The Goldvarg Collection”, cuyos productos son exitosos en Europa y los Estados Unidos, donde se mudó con su familia hace 20 años. En diálogo con Infobae, contó su historia.
“Recuerdo como si fuese hoy caminar de la mano de mi madre por la Avenida Montes de Oca, casi esquina Brandsen, en el barrio de Barracas (Capital Federal). Yo tenía unos cuatro años de edad y mi atracción por las golosinas me condujo hacia un quiosco, pero entre tantas Titas, Rhodesias, Sugus y Bananitas Dolca, mi vista se desvió hacia el exhibidor que había a un costado. Allí, perfectamente ordenaditas, había unas veinte cajitas amarillas con bordes azules, las cuales lucían orgullosamente unos autitos cada una de ella. Sin saberlo había descubierto uno de los grandes placeres de la vida… ¡Los autitos Matchbox!”, recuerda.
“Mi pasión por el automodelismo había nacido y de ese paseo me fui con un camioncito de bomberos Merryweather Marquis (el # 9) el cual era gigante para el tamaño de mi mano. Luego llegaría el Volkswagen Escarabajo, el espectacular Ford Thunderbird y el increíble camioncito de Coca Cola, el Karrier Bantam”, agrega.
Sin embargo, siendo tan chico Sergio no dañó esos vehículos si no que empezó su culto de admiración. “Curiosamente los hacía ‘andar’ un poquito y luego los colocaba en un estante en mi habitación, de la misma forma que estaban exhibidos en el quiosco. Ese sentido de posesión hizo que estos Matchbox llegaran hasta hoy acompañándome por mi camino de la vida en perfectas condiciones”, explica.
“A los seis años, mis padres me regalaron un Jaguar D-Type Le Mans de la colección francesa Solido, en escala 1/43. A partir de ese momento, mi relación con los autos en escala fue en aumento día a día, y hoy, cinco décadas después, este vínculo con el hobby es más fuerte que nunca”.
Fue ahí cuando su curiosidad y amor por los autos a escala lo llevó a querer saber cómo se producían. “No solo se trataba de adquirir el modelo deseado y compararlo con el real, para descubrir las virtudes y defectos del fabricante, sino también, desarmar el modelo cautelosamente, para descubrir lo intrincado de su producción, matricería y armado. Ya cerca de mis diez años de edad, la cantidad de modelos que desarmaba para estudiarlos era innumerable”.
La escala que colecciona para los autos en general (competición, de calle, patrulleros) es 1/43 y 1/18, aunque algunos camiones y ómnibus son en 1/50. Sobre los de carrera, por su edad (64 años), vivió de chico una época dorada del automovilismo argentino con la transformación del TC cuando las cupecitas fueron reemplazadas por los modelos que siguieron hasta hoy. También el Sport Prototipos, autos similares al Mundial de Endurance (hoy FIA WEC), pero de plena industria nacional. Tiene toda la historia de ambas categorías en coches en miniatura.
Goldvarg, que también llegó a escribir en los años ochenta y noventa en las revistas CORSA y Parabrisas, sobre esa etapa asegura que “era un automovilismo argentino que tenia ídolos y figuras. Pero lo que más añoro es la espectacular y efímera Sport Prototipos, un resultado de la genialidad de artesanos y constructores nacionales, de los cuales Europa hablaba de ellos. Había pilotos de la talla de Pairetti (Carlos), Cupeiro (Jorge), García Veiga (Néstor), Di Palma (Luis Rubén), Marincovich (Carlos), todos ellos y corriendo juntos, es muy difícil que se pueda volver a dar”.
Asegura que “lo que mantiene viva la llama del hobby es que siempre hay algo que te falta. Es por eso que en 1995 se dio uno de los grandes gustos de su vida y compró un Batimóvil original de 1966. “Soy más fanático del auto que de la serie, aunque debo reconocer se ha transformado en una serie de culto”. Al verdadero se suman las réplicas de todas las escalas de ése auto de Batman.
Emprendedor y fabricante
“Llegó un momento en el que me pregunté, ¿cómo podía hacer para comenzar a ganar dinero trabajando en algo relacionado con los autitos y estudiando al mismo tiempo? Entonces se me ocurrió poner avisos en el diario, para comprar colecciones usadas de miniaturas, restaurarlas, y ponerlas en consignación en los comercios de la zona donde yo vivía. En poco tiempo, obtenía lo suficiente como para autofinanciar la compra de los autos para incrementar mi colección particular”, describe.
“Como fabricante, mi primera experiencia fue en los años ochenta, cuando decidí incursionar en la industria del juguete de plástico. Así nació la línea ‘Miniturbo’, la cual, comprendía camiones, vans, pick-ups y ómnibus, los cuales yo mismo diseñaba. En este rubro, tuve la fortuna de conocer a dos personas maravillosas que me asesoraron y ayudaron en todo momento: Alberto Levy y “Coco Nino”, relata.
Los cimbronazos económicos de la Argentina no cortaron su sueño. “Llegó el desagio (Plan Austral) y de la venta de toda la producción, cuando recibí el dinero, apenas me alcanzaba para reponer las cajitas. En fin, era el precio de creer en mi país”, confiesa.
Aprendió a producir por su cuenta autos en escala 1/43 y nació ‘The Goldvarg Collection” en un país sin antecedentes en ése rubro. “Todo se logró paso a paso, con mucho sacrificio, y solo con el respaldo y la ayuda incondicional de mi esposa Mariana, quien soportó a mi lado amarguras, dificultades y finalmente el éxito de poder poner en marcha (casi 365 días después de dibujar yo mismo los primeros planos), la primera línea de producción del Oldsmobile Starfire 1957. El primero –el 001- lo fabriqué íntegramente con mis propias manos y hoy es, muy probablemente, una de las piezas más preciadas de mi colección”.
Tras su primer viaje a Estados Unidos para mostrar su producto se volvió con un pedido de 20/40 autos, “una cantidad que para un comercio minorista era mucho. Fabricar uno de estos autos rondaba los treinta dólares, y era ajustadísimo para poder competir con el resto de los fabricantes europeos y americanos por los precios de los fletes. En aquellos días, comenzaba el tema del reintegro por exportaciones y la gente de la aduana, pensando que ‘inflaba el precio’ del autito para cobrar más reintegros, ponía mil trabas. Al no ser una exportación no tradicional, no existían antecedentes de costo”.
Volaron los pedidos de Estados Unidos, Francia, Holanda y Alemania. Pero sus costos se encarecieron tanto por el precio de los fletes de exportaciones que “el sueño de una fábrica argentina exportando al mundo autos de colección se estaba terminando. La producción debió trasladarse a Europa y, gracias a un acuerdo con SMTS, el primer modelo Goldvarg ‘Made in England’ se hizo realidad. Resultó difícil comprobar que en el chasis ya no figuraba “Industria Argentina”, pero como en el mundo del espectáculo, ‘el show debía continuar’”.
Entre sus productos se destacan el Oldsmobile Starfire 1957, Chevrolet 1946 Stylemaster, Chrysler Imperial 1951 Limousine, Lincoln Premiere 1956, el Pontiac Star Chief 1955, el Packard Woodie Station Wagon 1950, el Mercury Montclair 1956, el Chevrolet Bel Air 1954, el Nash Golden Airflyte 1952 y el Pontiac Bonneville 1959.
Hoy sus autitos son un éxito y se comercializan en diversas latitudes. Todo por aquel flechazo cuando era niño que despertó su amor por los coches a escala. Su colección, los dos Récords Guinness, la dedicación y perseverancia fueron el camino para plasmar su sueño. En un mundo de miniatura su producción tiene un valor agregado gigante: la pasión.
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