Las revelaciones de un ex ayudante de Maradona en Dorados: la virtud como DT que lo igualaba con Zidane y la verdad de su relación con el alcohol

Mario Alberto García Covalles trabajó con el Diez, cuando Pelusa incursionó por el ascenso azteca. Sus excesos, sus charlas motivacionales y la soledad por la ausencia de su familia fueron algunos aspectos que trató el actual entrenador del Atlante

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Diego Armando Maradona dirigió a
Diego Armando Maradona dirigió a Dorados de Sinaloa en el Ascenso MX (Foto: Cuartoscuro)

Mario Alberto García Covalles puede jactarse de haber sido ayudante de campo de Diego Armando Maradona en Dorados de Sinaloa, entre septiembre de 2018 y mayo de 2019. El hoy técnico del Atlante fue, junto con el Diez, artífice de que el equipo de Culiacán llegara dos veces a la final en la Liga del Ascenso Mx, durante la primera etapa de Pelusa como entrenador en México.

Como su auxiliar, tuvo la oportunidad de conocer a Maradona más allá del mito y, lo confiesa en un mano a mano con Infobae: “Soy el único mexicano que trabajó junto a él en el fútbol. Me enseñó mucho y fue una gran experiencia que me hizo mejor como persona y entrenador. La verdad es que no sé cuándo se lo voy a agradecer, tal vez cuando lo vea por allá y nos juntemos algún día a charlar de futbol”.

Desde su casa en Cancún, el ex ayudante de campo contó detalles de su convivencia con el Diez. Cómo fue trabajar a su lado, el desconocimiento que existía sobre él de varios futbolistas del plantel antes de su llegada, sus excesos con la bebida, por qué se deprimió estando en Sinaloa y el festejo de cumpleaños junto a un gran boxeador mexicano…

—¿Como recuerda a Diego Armado Maradona?

—Fue un tipo fabuloso. Tengo un recuerdo increíble de una gran persona, muy sencillo y bien humilde en el trato con todos. Lo extraño y nos dolió mucho su pérdida. Lo vamos a recordar siempre como un hombre bien contento y apasionado por el futbol, que iba de frente en todos los sentidos. Soy el único mexicano que trabajó con él en el futbol. Me enseñó mucho y fue una gran experiencia que me hizo mejor persona y entrenador; los resultados que he tenido han sido en crecimiento. La verdad es que no sé cuándo se lo voy a agradecer, tal vez cuando lo vea por allá y nos juntemos algún día a charlar de la vida. Diego siempre estaba alegre en el grupo y una anécdota muy curiosa fue cuando se inundó el estadio de Culiacán y, de repente, nos distrajimos un poquito y estaba haciendo patitos en un charco a todo lo largo de la línea de banda. Tuvimos que seguirlo como 30 metros como si fuera una resbaladilla en el terreno de juego. Era como un nene en un charco de agua, con el fin de buscar armonía y estar contentos.

¿Qué sintió al enterarse que iba a trabajar junto a él?

—Me emocionó mucho saber que iba a trabajar a su lado. Me levantó el grado de responsabilidad porque tenía que ayudarlo, realmente. El primer día que lo vi entré en shock. Lo primero que recordé fue cuando lo había visto en vivo en una de las tribunas en el Estadio Azteca durante el Mundial 86´. Después, con el tiempo, verlo a mi lado trabajando fue una emoción muy grande. La verdad es que hubo muy buena convivencia y la labor que me tocó fue muy puntual. Empezamos a trabajar y rápidamente nos entendimos, logrando resultados. La verdad es que lo pude ayudar, él lo reconoció y fue leal conmigo con el sólo interés de que les fuera bien a todos. Siempre estuvo muy contento en Dorados y se hizo una gran familia.

—¿Cuál era su rol al lado de Diego?

—Era uno de sus ayudantes de campo junto a Luis Islas. Tengo mucha experiencia en la segunda división del Ascenso y, prácticamente, fue un apoyo inmediato con efectos deportivos muy rápidos por el conocimiento que yo tengo del fútbol local. Después, fui el enlace entre Diego y los jugadores en la parte táctica, la manera de reflejar cómo Diego trabajaba y cómo quería que jugase el equipo. De alguna manera, yo ayudaba para que los futbolistas asimilaran la idea de juego. Fue una labor muy efectiva donde uno tiene que ser muy leal y no confundir. Al final, terminó siendo muy transparente y efectivo en cuanto al objetivo.

—¿Qué fue lo primero que aprendió de él?

—Vengo de una escuela que se basa en el parado de los jugadores y los movimientos en cancha. Son cuestiones que te derivan en una idea mucho más abocada a lo sistemático. Diego era totalmente lo contrario, mas práctico. Trabajaba mentalmente a sus jugadores para lograr un grupo unido y que estén convencidos para lograr los objetivos. Maradona era exigente en todo momento. Una gran lección que tuve fue entender que la mano izquierda del futbolista y la exigencia te producen los mejores resultados. Lo aprendí de él. En el fútbol, todos los caminos conducen a conseguir buenos resultados, siempre y cuando esté esa armonía y convicción de parte de los jugadores hacia el entrenador, respaldando la idea que quiere implementar.

¿Es verdad que antes de contratar a Maradona había jugadores del plantel que no sabían quién era él?

—Si, es verdad. Había jóvenes que no sabían lo que representaba Maradona en el fútbol mundial. Hoy, en México existen jóvenes que perdieron la pasión por el futbol. A las nuevas generaciones hay que ir empujándolos para que sientan la pasión por este deporte. Había varios futbolistas del plantel de Dorados que no ubicaban a Maradona ni bien llegó. No dimensionaban lo que provocó en el mundo del fútbol. Hubo un chavito como Sandoval que preguntaba quién era Maradona y no sabía dimensionar lo que representaba. En cambio, los de más experiencia, como Gaspar Servio, lo tenían como ídolos y no podían entender cómo parte de sus compañeros no lo conocían. Los jóvenes de 20 años para abajo no sabían quién era Diego. Pero, en dos días, les transmitió la pasión por el futbol que sirvió para que dimensionaran lo que generaba Diego.

¿Qué consejos recibía de Maradona sobre el futbol y la vida?

—Manifestaba que no había edad para practicar este deporte ni tampoco había buenos ni malos futbolistas. Aseguraba que la edad no es un impedimento para ser un buen futbolista. Siempre pedía que se entregaran al máximo y eso no lo negociaba. Esa vivencia al lado de Maradona me permitió hoy dirigir al Atlante, un equipo con mucha historia. Hoy, mi equipo es pura entrega y despliegue físico, gracias a lo que me inculcó él. Con Diego aprendí la manera de que un jugador pueda convencerse de entregarlo todo en el campo de juego; aunque parezca algo tan sencillo, no lo es. En México hay millonarios que trotan y caminan la cancha y eso es lo que Maradona más odiaba: no aceptaba que no se entregaran al máximo y debías dejarlo todo en el césped. Diego odiaba que un jugador no fuera solidario en el equipo.

Diego llegó a dos finales
Diego llegó a dos finales con Dorados, pero no pudo lograr el ascenso. Foto: REUTERS/Henry Romero/

¿Se enojaba cuando un futbolista no se entregaba al máximo?

—Sí, Diego se enojaba mucho cuando algún jugador no se entregaba al máximo. También, cuando un futbolista no jugaba de manera práctica. Si lo intentabas todo el tiempo, siempre recibías un halago de su parte. Era muy exigente Diego.

¿Cuando no se cumplía con el objetivo, era complicado trabajar a su lado?

—En el tiempo que estuve a su lado fue un éxito tras otro. Dorados pierde la final en los últimos 10 minutos frente a Atlético San Luis. Realmente, fue un pensamiento positivo tras la derrota, a pesar de que tuvimos que remar mucho en contra. Ese resultado nunca generó un mal ambiente. Nunca echó culpas ni buscó culpables. Siempre tratando de ir hacia adelante y mejorar. Cuando se pierde esa final, Maradona estaba hecho pedazos, como todos. Tardó un tiempo en recuperarse. Pero delante de todos mostró mucha solidaridad con los muchachos. Y trató de levantarles el ánimo. Diego sostuvo: “Esto no se acaba, estamos en pie de guerra deportiva. Hicieron un gran torneo. Levanten la cabeza que se perdió por muy poquito y debemos seguir de la misma manera. No puedo recriminarles nada”. Dorados cuando llega Maradona estaba último y terminó disputando la final para ascender a la máxima categoría.

—Sin embargo, fue cuestionado por llegar a dos finales y no poder ascender. ¿Por qué lo trataron de esa manera?

—Porque acá (México) te cuestionan todo. Fíjate que sólo se disputaba por una copa porque no había descensos y, sin embargo, igual lo cuestionaron. Hay mucha gente del medio que transmite mucho negativismo, falta de conocimiento a fondo de lo que es la historia del deporte en nuestro país. Acá, si ganas y tienes la afición más popular sos el mejor. Ahora, si pierdes pero tienes un equipo que lo armaste con poco tiempo y encima juegas bien, eres el peor de todos, no existes.

¿Sus charlas técnicas eran tipo motivacionales o tácticas?

—Era más prácticas, motivacionales y con la idea de gestar egos. Diego era un gran motivador por la figuraba que representaba, te diría que al mismo nivel de como lo es hoy Zinadine Zidane. Yo soy más de la vereda de enfrente como Ricardo La Volpe y Marcelo Bielsa, sistemático. Maradona fue muy criticado por su manera de trabajar y lo querían matar…

¿Por qué renunció a su cargo como entrenador de Dorados?

—Se quería volver a la Argentina porque extrañaba a su familia y a su país. Estuvo muy solo y alejado de todos. En el primer campeonato que estuvimos juntos, yo estaba solo, Luis Islas también y Diego lo mismo. De alguna manera, nos hicimos compañía los tres. Pero creo que esta vida de entrenador no es tan fácil. Diego aguantó muchas presiones y muchos intereses y de repente, no tener el apoyo de su familia le costó asimilarlo.

¿Sintió la ausencia de su familia?

—Sí, igual los primeros meses lo manejó bastante bien, le hizo bien ese primer torneo que trabajamos juntos pero después se deprimió estando solo en México, lejos de su familia. Recuerdo que cuando cumplió 58 años estuvo acompañado de su ex pareja, Rocío. Diego bailó con ella, toda la noche y se puso a cantar. Se lo veía feliz. En esa etapa, estaba saliendo con Oliva, pero después se pelearon casi terminando el primer torneo. Se deprimió por haberse separado de Rocío (la relación se rompió en enero de 2019). El cumpleaños recuerdo que fue en un salón con un largo jardín en Culiacán con mucha gente. Lo organizó el club y tuvo la presencia de Julio Cesar Chávez, el gran campeón de boxeo, quien fue a saludarlo. Lo abrazó y lo saludó. En un momento, me hizo subir a un altar para que cantara porque sabía que me gustaba. Hubo choripanes para todos y guitarristas invitados. Ahí me subieron a cantarle al cumpleañero.

¿Cuántas vidas tenía Maradona?

—Varias vidas, pero al que yo conocí fue al verdadero Diego, el Diego de la gente, el Maradona de barrio. Es una figura entrañable y un ejemplo de superación que expongo a todos los que pueda. Fue un ejemplo de vida. El tipo que llegaba contento a pisar una cancha. Realmente, conocí el Diego que se aventaba en los charcos, que comía picante y competía con el resto que estaba sentado en la mesa para saber quién aguantaba más, el que se tomaba cinco cervezas en cada asado y se ponía a charlar de futbol y política como uno más. Pero también conocí al Diego enojón cuando lo rodeaban y le pedían muchas fotos o autógrafos. Se enojaba un poquito porque lo hacían pasar por un tumulto de gente cuando jugábamos de visitante y todos les pedían algo. Lo insultaban y se enojaba. Lo ponían en una situación incómoda los dirigentes de los clubes. Maradona se bancaba todas, iba al frente y te decía las cosas que pensaba directamente a la cara.

Ese Diego que usted conoció, ¿tenía un buen o mal entorno?

—En Dorados pasó una etapa muy tranquila. Se lo veía contento porque estaba únicamente con su asistente y nadie más. Después, se rodeó de gente del club que le hacía bien. Pasó mucho tiempo con nosotros, con gente muy sana, muy positiva y eso fue muy bueno para su vida. Se lo veía bien, dejando de lado sus problemas de rodillas y de los hombros. Fue una etapa que sí se hubiera prolongado, lo hubiese beneficiado más en su vida.

¿No tuvo excesos?

El exceso que yo le veía a Maradona era con la bebida. Se tomaba cinco cervezas en una tarde pero no es una cantidad desproporcionada. Pasa que quedó una mala imagen de él cuando antes de un partido le hicieron una entrevista periodística y no se lo veía bien porque balbuceaba, pero no fue más que eso. El periodista que lo entrevistó en lugar de ser respetuoso y dejarlo ir, lo fue a buscar y Maradona balbuceó. Todos se agarraron de esa imagen para vanagloriarse de los excesos. Diego estaba bien en la mayor parte del tiempo. Si vas a un asado y te tomas cinco cervezas, es normal, lo hacemos todos. Maradona, por los medicamentos que tomaba y la bebida que consumía, se magnificaba todo. En el día a día, lo veía bien. Fueron capítulos muy aislados donde se lo vio mal.

¿Cómo era su día a día?

—Sencillo y abocado a su trabajo. Entrenábamos siempre en el estadio de Culiacán. Después, se quedaba en su oficina a revisar videos. Se organizaba la sesión de imágenes y luego nos íbamos a cenar. Los domingos organizábamos asados en un ambiente sano y familiar. En Culiacán, jamás hubo algo fuera de una convivencia sana. O yo era muy inocente y no veía nada, pero para mí estaba bien.

¿Cuánto hay de cierto que a los chicos que les firmaba autógrafos los cuestionaba con preguntas sobre su pasado a cambio de éstos?

—Si, le gustaba saber que sabían de él. Cuestionaba a los que se le acercaban a pedirle un autógrafo si ellos no sabían de cuándo era esa foto que le daban a firmar; y él decía estadio, rival, cuántos goles hizo. Creo que solo le faltaba la hora del partido. Así era Diego. No le negaba autógrafos a nadie y menos su firma en las camisetas. Hay una anécdota muy buena con su masajista que lo atendía todos los días. A veces lo iba a visitar al hotel donde se hospedaba. El día previo a la primera final, el enfermero lo visita con dos bolsas de residuos grandes con camisetas para que Diego las firmara. Nosotros le decíamos: “No hombre, te va a insultar y mandar a cagar”. Qué abusivo este cuate, decíamos. Al rato, apareció feliz y le había estampado sus firmas en todas las casacas. Con la gente del club y jugadores era totalmente generoso. En cambio, en un aeropuerto, en una salida de un estadio o donde había aglomeraciones, se estresaba y podía negarse a alguna foto o autógrafo por la desorganización del lugar.

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